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PRÓLOGO

Para empezar, quiero traeros a la memoria el Aquiles de Aristarco 1 ; de ahí, de esa tragedia tomaré mi comienzo:

«Guardad orden y silencio y prestadme atención; os da orden de escuchar el general»… del Cuerpo de Comiquería. Acogednos con benevolencia desde vuestros asientos, tanto [5] los que estéis en ayunas como los que hayáis venido comidos; los que hayáis comido habéis hecho muy requetebién, los que no hayáis comido, podréis quedaros satisfechos con la comedia. Aunque, desde luego, es una gran necedad, habiendo [10] tenido la posibilidad de comer, venir a sentarse aquí con el estómago vacío sólo por causa nuestra. A ver, pregonero, levántate y manda callar al público; vamos a ver si sabes hacer bien tu oficio: no ahorres la voz a la que debes tu sustento y tu vida, que si no gritas como es debido, callado serás hecho presa del hambre. Ahora toma asiento de nuevo, [15] para que recibas así también por ello tu salario 2 .

Atención al bando, para que podáis guardar mis órdenes 3 : En el proscenio no deberá tomar asiento ningún puto; ni los lictores ni sus varas deberán resollar palabra; el acomodador se guardará de pasar por delante de las narices del [20] público, ni llevará a nadie a su asiento mientras los actores estén en escena. Quienes hayan estado durmiendo tranquilamente y a placer en su casa, pueden ahora aguantar el estar en pie, o, si no, haber dormido un poco menos. Los esclavos no deberán tomar asiento, a fin de que haya sitio para los ciudadanos libres; en otro caso, que vean de comprarse [25] su libertad, y si ello no les es posible, más vale que se marchen a casa y escapen así a un doble infortunio, no sea, que aquí los llenen de cardenales a fuerza de palos y en casa de latigazos por su negligencia cuando los amos vuelvan. Las nodrizas deberán atender a las criaturas a su cargo en casa y [30] no traerlas aquí al teatro, para que ni ellas padezcan sed ni los chicos se mueran de inanición y se pongan a berrear como cabritos a fuerza de hambre. Las señoras que sigan el espectáculo, lo harán en silencio y se reirán por lo bajito; aquí deberán contenerse del tintineo de su palique y guardarán [35] sus conversaciones para cuando estén en casa, de modo que no sirvan de incordio a sus maridos en uno y otro lugar. Por lo que se refiere a los organizadores de los festivales, no darán la palma injustamente a ningún artista, ni será nadie excluido por intrigas, de forma que los malos sean preferidos [40] a los buenos. Ah, otra cosa, por poco se me olvida: vosotros, los que venís acompañando a vuestros amos, mientras que dura la representación, dad el asalto a las tabernas ahora, en tanto que hay ocasión, mientras que están calentitas las pizzas, ¡a por ellas! Todas estas órdenes que han sido dadas en virtud del susodicho mando sobre el Cuerpo de [45] Comiquería, lo cual sea para bien, debéis tenerlas muy presentes todos y cada uno de vosotros en interés propio.

Ahora vamos a pasar al asunto del argumento, para que sepáis tanto como yo: voy a delimitar el terreno, a señalar sus fronteras y sus vecindades, que es a mí a quien se le ha dado el cargo de efectuar las mediciones pertinentes. Pero si [50] no os importuna, os diré primero el título de la comedia; y si os importuna, lo diré también, si es que me lo permiten quienes tienen autoridad en ello. Esta comedia se titula Carquedonios; Plauto, de la estirpe de los puchófagos 4 , la nombró en latín Patruos , o sea El tío 5 . El nombre ya lo sabéis. [55] Allá va ahora el resto de las declaraciones, porque se trata de hacer el censo del argumento que tendrá lugar aquí en la escena; vosotros sois los auxiliares juramentados del fisco. Escuchadme, por favor.

Había una vez en Cartago dos primos hermanos, de una [60] familia muy distinguida y muy rica; uno de ellos vive, el otro murió —y esto os lo puedo asegurar con todas las garantías porque me lo dijo nada menos que el embalsamador que lo embalsamó—. El caso es que el viejo que murió tenía [65] un hijo único, que le fue raptado, y perdió así sus riquezas y a su padre, en Cartago, a la edad de siete años, seis antes de la muerte del padre. Al verse éste privado de su único hijo, cae enfermo de pena, nombra heredero a su primo hermano [70] y se va al otro mundo sin llevar una perra consigo para el camino. El individuo que raptó al muchacho se lo trajo consigo a Calidón y se lo vendió aquí a un viejo ricachón, que quería tener hijos pero odiaba a las mujeres. Sin saberlo, [75] compra el viejo al hijo de quien era amigo suyo, lo adopta y lo nombra su heredero al morir. El joven este vive aquí en esa casa. Ahora me vuelvo otra vez a Cartago: si alguien [80] quiere hacerme algún encargo o que le solucione allí algún asunto, como no sea que me dé dinero, hará una tontería; pero si me lo da… hará una tontería aún mayor 6 . Bien, el otro viejo cartaginés, que vive todavía, el tío del joven este [85] de aquí, tuvo dos hijas: las dos, una con cinco años, la otra con cuatro, desaparecieron junto con su nodriza en Magarias 7 . Su raptor se las llevó a Anactorio 8 y las vendió allí al contado a las tres, las niñas y la nodriza, a un hombre, si es [90] que se puede decir que un rufián lo es…, a un hombre, digo, como no hay otro de perverso en el mundo. Haceos vosotros mismos una idea de qué clase de persona puede ser un individuo que se llama Lobo. Pues este tal Lobo se trasladó no [95] hace mucho desde Anactorio, donde vivía antes, aquí a Calidón por motivos de su negocio, y vive aquí en esa casa (señala la casa del rufián) . El joven este que os dije antes, está perdidamente enamorado de una de las dos chicas, que es prima suya, pero él no lo sabe, ni sabe tampoco quién es, ni le ha puesto jamás la mano encima; porque el rufián lo [100] trae mártir, ni ha estado todavía ninguna vez con ella, ni se la ha llevado con él, ni el rufián se la ha querido dejar; como se da cuenta de que está enamorado de ella, busca la forma de aprovecharse de él. A la hermana más joven se la quiere comprar de concubina un militar que está perdido por ella. [105] Pero su padre, el cartaginés, anda por mar y por tierra en su busca desde que las perdió: a cualquier cuidad que llega, va derecho en busca de todas las cortesanas; les da dinero, las contrata por una noche, les pregunta por su patria y por su origen, si es que ha sido hecha prisionera o la han raptado, [110] de qué familia es, quiénes fueron sus padres: de esta forma se da maña para buscar a sus hijas. Él sabe todas las lenguas, pero hace adrede como que no las sabe, o sea que es un cartaginés cien por cien. Abreviando: ayer por la tarde ha llegado aquí en un barco al puerto el padre de las dos jóvenes, [115] que es también tío del muchacho este que vive ahí (señala la casa de Agorástocles ). A ver, ¿tenéis ya el hilo de la historia?: entonces tirad de él, pero cuidado con romperlo, por favor; dejadlo correr hasta el final. ¡Ah! Por poco se me olvida decir el resto: el que adoptó al joven este era amigo [120] del cartaginés, su tío. [Éste va a llegar hoy aquí y encontrará a sus dos hijas y al joven hijo de su primo hermano, según las noticias que yo tengo. Ea, me marcho, voy a ponerme el disfraz; y que os portéis bien con nosotros]. El cartaginés llegará hoy aquí y encontrará a sus hijas y al hijo de su primo [125] hermano. Por lo demás, a pasarlo bien y prestad atención. Me voy, que tengo que disfrazarme de otra cosa. En cuanto a lo que resta, quedan otros actores que os lo harán saber. Hasta luego, prestadnos vuestra colaboración y que la Santa Salud os bendiga.

ACTO I

ESCENA PRIMERA

AGORÁSTOCLES , MILFIÓN

AG .— Son muchos, Milfión, los asuntos que te he encomendado muchas veces: problemas, escaseces, situaciones [130] donde no sabes qué partido tomar; tú, con tu prudencia, tu vista, tu sensatez y tu sagacidad, supiste siempre hacer de la escasez abundancia. Yo tengo que reconocer que por tus buenos servicios te mereces la libertad y mi más profundo agradecimiento.

[135] MI .— Mira, Agorástocles, un viejo dicho es algo estupendo cuando viene a cuento: todas esas buenas palabras tuyas no son, como suele decirse, más que «música celestial» 9 ; ahora te pones muy suave conmigo, y, en cambio, ayer has hecho migas sin dificultad sobre mis costillas tres pieles bovinas.

[140] AG .— Milfión, yo estoy enamorado: si es que hice algo indebido por culpa del amor, es justo que me perdones.

MI .— No me digas. También yo estoy ahora muerto de amor: déjame apalearte lo mismo que tú hiciste conmigo sin haber cometido mal alguno y luego me perdonas, por el motivo de que estoy enamorado.

[145] AG .— Si es que tienes deseo o gusto en ello, te lo permito: cuélgame, átame, azótame; no tengo nada en contra, puedes hacerlo.

MI .— Y si luego te vuelves atrás de tu palabra, una vez que se te haya soltado, seré yo entonces el que esté colgado.

AG .— ¿Me voy yo a atrever a hacer semejante cosa, sobre [150] todo contigo? Pero si hasta me duele a mí cuando veo que se te pega.

MI .— ¡A mí sí que me duele, por Hércules!

AG .— No, sino a mí.

MI .— Ojalá. Pero ¿qué es lo que quieres ahora?

AG .— Para qué andarme con tapujos: estoy perdidamente enamorado.

MI .— Bien que lo saben mis costillas.

AG .— De la vecina esta de aquí, digo, Adelfasio de mi [155] alma, la mayorcita de las dos chicas del rufián este.

MI .— Eso me lo has dicho ya hace tiempo.

AG .— Me deshago en deseos por ella; pero es que un lodazal no es nada en comparación con el rufián este, Lobo, su dueño.

MI .— ¿Quieres hacerle un regalo malo de verdad?

AG .— Y tanto.

MI .— Entonces no tienes más que regalarle a un servidor.

AG .— Vete al diablo. [160]

MI .— Dime de verdad, en serio ¿quieres darle el castigo que se merece?

AG .— Desde luego.

MI .— Venga, entonces entrégame a mí de regalo; así tendrá las dos cosas un mal regalo y un castigo.

AG .— Déjate de bromas.

MI .— ¿Quieres quedarte con la chica y hacerla tu liberta sin gastos de tu parte?

AG .— Naturalmente, Milfión.

MI .— Déjalo de mi cuenta. ¿Tienes en casa trescientos [165] filipos de oro 10 ?

AG .— Hasta seiscientos.

MI .— Trescientos bastan.

AG .— ¿Qué es lo que quieres hacer con ellos?

MI .— Calla, yo te voy a poner hoy en tus manos al rufián en persona con todos los habitantes de su casa.

AG .— ¿Y cómo?

MI .— Ya te enterarás. Tu capataz Colibisco está hoy [170] aquí en la cuidad. A él no le conoce el rufián ¿comprendes?

AG .— Claro que comprendo, pero no sé a dónde vas a parar.

MI .— ¿Que no lo sabes?

AG .— Y tanto que no.

MI .— Pues yo haré que lo sepas: se le entregará el oro a [175] Colibisco para que se lo lleve al rufián y diga que es un forastero que viene de otra cuidad, y que quiere hacer el amor y pasárselo bien y que desea que se le facilite un lugar libre, donde pueda portarse como un pillo en secreto, sin testigos de ninguna clase. El rufián le dará acogida al instante instigado [180] por su avaricia y encubrirá al individuo y su oro.

AG .— Me parece muy bien la idea.

MI .— Tú le preguntas luego si ha ido allí un esclavo tuyo; él pensará que es a mí a quien buscas y te dirá que no. ¿Qué dudas tienes de que no resulte al momento el rufián [185] reo de un doble robo, del oro y del esclavo? Naturalmente él no tiene posibles para procurarse esa suma; entonces, al ir a los tribunales, el pretor te adjudicará todo el personal de su casa. Ésta es la forma en que le cogeremos en la trampa al rufián Lobo.

AG .— Tu plan me parece de perlas.

MI .— Pues verás cuando lo afine bien afinado, entonces sí que tendrás motivo para hablar así, ahora está sólo en bruto.

[190] AG .— Yo, Milfión, si no quieres otra cosa, me voy al templo de Venus, que hoy son las Afrodisias.

MI .— Lo sé.

AG .— Quiero deleitar mi vista con el espectáculo de las lindezas de las cortesanas.

MI .— Primero ocupémonos del plan que hemos tramado. [195] Vamos dentro para instruir al capataz Colibisco en el engaño que tiene que llevar a cabo.

AG .— Aunque Cupido da vueltas en mi corazón, así y todo, te obedezco.

MI .— Ya verás cómo te alegras de ello (Agorástocles entra en casa.) Este hombre lleva en el pecho la mancha del [200] amor, que no puede lavarse sin que le cueste muy caro, con lo malvado que es el rufián este Lobo, contra el que ya está bien apuntada la ballesta de su ruina, que a no mucho tardar dispararé desde mi arsenal. Pero mira, salen Adelfasio y Anterástilis; ésa que va ahí delante es la que trae loco a mi amo. Voy a llamarle. ¡Eh, Agorástocles, sal, si es que quieres [205] gozar del más agradable de los espectáculos!

AG .— ¿Qué alboroto es ése, Milfión?

MI .— Ahí tienes a tu amor, si quieres contemplarla.

AG .— Los dioses te lo paguen, Milfión, por proporcionarme un espectáculo tan delicioso.

ESCENA SEGUNDA

ADELFASIO , ANTERÁSTILIS, UNA ESCLAVA , MILFIÓN , AGORÁSTOCLES

ADE .— Quien tenga ganas de meterse en complicaciones [210] no tiene más que agenciarse dos cosas, una embarcación y una mujer; porque no hay nada que traiga consigo más problemas si empiezas a ponerlas a punto; son dos cosas que no terminas nunca de equiparlas ni nunca se sacian lo [215] bastante de preparativos. Y esto que digo lo sé yo ahora por experiencia propia: desde que amaneció hasta ahora no hemos parado las dos 11 de bañarnos, darnos masaje, secarnos, [220] vestirnos, pulirnos y repulirnos, pintarnos y componernos; y al mismo tiempo las dos esclavas que estaban de servicio de cada una de nosotras nos han ayudado a bañarnos y lavarnos, aparte de los dos hombres que han quedado agotados a [225] fuerza de acarrear agua. Quita, por favor, hay que ver lo que da que hacer una mujer. Pero lo que es dos, tengo por seguro que son capaces de dar más trabajo de lo necesario a un pueblo entero, por grande que sea: de noche y de día, la vida [230] entera nada más que acicalarse, bañarse, secarse, pulirse. En [231a ] fin, que las mujeres no nos vemos nunca hartas: no sabemos poner fin a los lavatorios y masajes. Y es que, aunque estés aseada, si no se cuida una de todos los detalles en el arreglo, en mi opinión es como si no lo estuvieras.

ANTE .— Oye, hermana, me asombro de que tú, que eres tan lista y tan sabihonda y tan ingeniosa, estés diciendo las [235] cosas que dices, que, a pesar del trabajo que nos tomamos en ir bien puestas, a duras penas encontramos algún que otro pretendiente.

ADE .— Sí que tienes razón. Pero, de todas formas, ten presente una cosa: no hay nada mejor que un justo medio; los excesos no producen más que complicaciones sin cuento.

[240] ANTE .— Tú date cuenta, hermana, por favor, de que nuestro caso puede compararse con lo que dicen de las salazones que no tienen ni buen sabor ni gusto alguno: si no las tienes bastante tiempo en remojo con mucha agua, apestan, [245] están demasiado saladas y no querrás ni tocarlas. Lo mismo somos nosotras, las mujeres somos de naturaleza idéntica: resultamos insulsas y sin gracia si nos falta el arreglo y el lujo.

MI .— (Aparte a Agorástocles.) Esta joven, según parece, es cocinera, Agorástocles: sabe cómo preparar las salazones.

AG .— No importunes.

[250] ADE .— Deja, hermana, por favor; bastante es que digan cosas de nosotras los demás; no nos critiquemos nosotras encima nuestros propios defectos.

ANTE .— Ya me callo.

ADE .— Te lo agradezco. Pero dime ahora ¿llevamos todo lo necesario para conseguir el favor de los dioses?

ANTE .— Sí, lo he puesto todo.

AG .— (Aparte.) Realmente, un día solemne y maravilloso, [255] un día encantador, digno de Venus, en honor de quien se celebran hoy las Afrodisias.

MI .— (A Agorástocles.) A ver, ¿no se me da una recompensa por haberte avisado que salieras? ¿No estaría bien que se me premiara con un jarro de vino añejo? Prométemelo, ¿no contestas? Éste se ha comido la lengua, parece [260] ¡Maldición! ¿qué haces ahí plantado sin decir palabra?

AG .— Déjame amar, no me interrumpas, cállate.

MI .— Me callo.

AG .— Si fuera verdad que te callabas, no hubiera venido al mundo ese ‘me callo’.

ANTE .— Vamos, hermana.

ADE .— Tú, por favor, ¿a qué esas prisas?

ANTE .— ¡Qué pregunta! Pues porque el amo nos está esperando en el templo de Venus.

ADE .— Pues que espere, ea. Tú, quieta. Ahora hay allí [265] un jaleo enorme junto al altar, ¿o es que quieres mezclarte allí con esas esquineras amigas de los molineros, esas princesas enharinadas 12 , esas pobres desgraciadas, sucias y chorreando perfume barato, que no tratan más que con esclavos, que sólo apestan a burdel y a tugurio, siempre sentadas a la espera 13 , que no les ha puesto jamás un dedo encima ni las ha contratado un hombre libre, esas prostitutas de a cuatro [270] perras buenas para miserables esclavos?

MI .— ¡A la horca contigo! ¿te atreves a despreciar a los esclavos, infame? ¡Como si fuera ella una belleza, como si no fueran más que reyes los que la contrataran, el espantajo ese se pone a relatar una serie de grandilocuencias siendo un retaco! Lo que es yo, no daría ni una copa de vaho por pasar siete noches con ella.

[275] AG .— ¡Dioses inmortales y omnipotentes!, ¿es que hay acaso entre vosotros algo más hermoso?, ¿tenéis acaso algo por lo que pudiera pensar que sois más inmortales que lo soy yo al contemplar con mis ojos tales maravillas? Ni la misma Venus es ya Venus para mí; ésta será mi Venus, a ella dirigiré mis plegarias para que me conceda propicia su amor. ¡Eh, Milfión, Milfión! ¿dónde estás?

MI .— Aquí, asado 14 de…

AG .— Cocido te prefería.

[280] MI .— Vaya, amo, estás de broma.

AG .— En ese punto eres tú mi maestro.

MI .— ¿También en eso de amar a una a la que no le has puesto nunca un dedo encima?

AG .— Y eso qué; también a los dioses los amo y los reverencio y no por eso les echo mano.

ANTE .— ¡Ay, te aseguro que cuando veo cómo vamos vestidas las dos, no sé lo que me da de un tal atuendo!

[285] ADE .— Pues yo encuentro que vamos muy bien; para lo que gana el amo y lo que ganamos nosotras, vamos suficientemente compuestas. Desde luego que no es posible hacer ganancias sin haber hecho antes gastos, pero también es verdad que, a la larga, las ganancias dejan de serlo si superan los gastos, hermanita, y por eso hay que preferir lo suficiente a lo que es más que suficiente.

AG .— Por el amor de los dioses que preferiría mil veces su amor al de ellos mismos; esa mujer es capaz de despertar [290] el amor hasta de una piedra.

MI .— Te juro que ahí desde luego que no mientes, porque se necesita ser más duro de cascos que un adoquín para estar enamorado de ella.

AG .— Pues, para que veas, nunca he juntado yo mis labios con los suyos.

MI .— Ahora mismo voy a un estanque o a una laguna y traigo un poco de barro.

AG .— Pero ¿para qué?

MI .— Yo te lo diré: para cogeros las juntas a los labios de los dos.

AG .— Vete al cuerno. [295]

MI .— Allí es donde estoy.

AG .— Milfión, me matas.

MI .— Ya me callo.

AG .— Pero de una vez para siempre.

MI .— Pero si eres tú, amo, el que me provocas con mis propias bromas y andas de chunga.

ANTE .— Yo creo, hermana, que ahora te parece que estás suficientemente arreglada; pero en cuanto tengas ocasión de comparar el aderezo de las otras cortesanas, entonces te dolerá, si ves alguna mejor compuesta.

ADE .— Yo, hermana, no soy de natural envidioso ni [300] malévolo, prefiero cien veces el adorno de la buena condición que el del oro: el oro te lo da la fortuna, la buena condición, la naturaleza; yo prefiero que me tengan por buena que por rica; a una cortesana le va mejor el pudor que la púrpura; una cortesana debe mas bien adornarse con el pudor[305] que con las joyas. La mala conducta afea un hermoso vestido más que el lodo, y en cambio, una buena conducta, da por bueno sin dificultad un vestido feo.

AG .— (A Milfión.) Oye, tú, ¿quieres hacer una cosa estupenda y divertida?

MI .— Por supuesto.

AG .— ¿Puedes prestarme oídos?

MI .— Claro que puedo.

AG .— Entonces, vete a casa y cuélgate.

[310] MI .— Y eso ¿por qué?

AG .— Porque no tendrás ocasión de volver a oír unas palabras tan dulces; o sea que de qué te sirve la vida. Hazme caso y cuélgate.

MI .— De acuerdo, con la condición de que me hagas compañía colgado como un racimo de uvas pasas.

AG .— Bueno, pero es que yo amo a la chica esta.

MI .— ¡Ay qué gracia!, y yo comer y beber.

ADE .— Oye, dime.

ANTE .— ¿Qué quieres?

ADE .— Mira, ¿no ves cómo tenía antes los ojos legañosos y cómo me brillan ahora?

[315] ANTE .— No, ahí en medio de éste tienes algo, ven que te lo quite.

AG .— (Aparte.) ¿Vas a tocar ni a restregar tú sus ojos sin haberte lavado las manos?

ANTE .— Estamos hoy muy perezosas.

ADE .— Pero ¿por qué?

ANTE .— Por no haber ido ya hace rato antes de amanecer al templo de Venus, para ser las primeras en poner fuego en su altar.

[320] ADE .— ¡Qué cosa! No hace falta. Fantasmas son las que se adelantan a ir a hacer su ofrenda de noche; antes de que Venus despierte, se apresuran a hacerle su ofrenda, porque si fueran mientras que está despierta, son tan feas que tengo por seguro que a la propia Venus la harían salir huyendo del templo.

AG .— ¡Milfión!

MI .— ¡Ay, pobre Milfión!, ¿qué es lo que quieres ahora?

AG .— ¡Hércules! Por favor, sus palabras son pura miel. [325]

MI .— ¡Qué va!, sólo galletillas, sésamo y adormideras, trigo y avellanas tostadas.

AG .— ¿Te parece que estoy enamorado?

MI .— Enamorado de arruinarte, que es lo que no enamora a Mercurio.

AG .— Es que el amor del lucro no le va a ningún enamorado.

ANTE .— Vamos, hermanita.

ADE .— Bueno, como quieras.

ANTE .— Sígueme por aquí.

ADE .— Te sigo.

MI .— Se marchan. [330]

AG .— ¿Nos acercamos a hablarles?

MI .— Habíales.

AG .— (A Adelfasio) Primero tú, que vas la primera, un saludo; tú, que vas la segunda, un saludo de segunda categoría; a ti, la tercera (una esclava) , un saludo fuera de cuenta.

ESCL .— Anda, que he echado en vano el ungüento y el trabajo.

AG .— (A Adelfasio.) ¿A dónde vas?

ADE .— ¿Yo? al templo de Venus.

AG .— ¿Para qué?

ADE .— Para alcanzar su favor.

AG .— Pero bueno, ¿es que está enojada contigo? Hércules, te es propicia; si quieres, te respondo yo por ella. Pero [335] dime…

ADE .— No me importunes, yo te lo ruego.

AG .— ¡Huy, qué arisca!

ADE .— Déjame, por favor.

AG .— ¿A qué esas prisas?, ahora hay allí mucha gente.

ADE .— Lo sé. Hay allí otras a las que quiero ver, y también que ellas me vean a mí.

AG .— Y ¿qué gusto tienes en ver a las feas y dar a ver a una guapa?

[340] ADE .— Es que hoy es el mercado de cortesanas en el templo de Venus; allí acuden los comerciantes, y yo quiero dejarme ver.

AG .— Las piezas imposibles de colocar son las que hay que ir a ofrecérselas a los compradores; una mercancía buena los encuentra sin dificultad, aunque esté metida en un rincón. Qué, ¿cuándo vienes aquí a casa y te abrazas conmigo? 15 .

ADE .— Cuando el Orco despache a los difuntos del Aqueronte.

[345] AG .— Tengo ahí dentro en casa no sé cuántos doblones de oro que están como locos.

ADE .— Tráemelos, verás qué pronto se les pasa la locura.

MI .— ¡Vaya, Hércules, qué monada de mujer!

AG .— Anda, maldito, vete al mismísimo diablo.

MI .— Cuanto más la miro, más evanescente 16 me parece la boba esa.

ADE .— No quiero más conversación. Me disgusta.

AG .— Anda, recógete el mantón.

ADE .— Estoy purificada: Agorástocles, no me toques, por favor.

AG .— ¿Qué es lo que debo hacer entonces?

ADE .— Si es que tienes un poco de juicio, ahórrate esas atenciones conmigo.

AG .— ¿Qué no tenga atenciones contigo? ¡Tú, Milfión!

MI .— (Por lo bajo.) ¡Ay, qué pesadez! ¿Qué es lo que quieres?

AG .— ¿Por qué está enfadada conmigo?

MI .— ¿Que por qué está enfadada contigo?, ¿qué tengo yo que ver con eso?, ¿es que es eso asunto de mi incumbencia?

AG .— ¡Hércules! Estás perdido si no me la pones más [355] mansa que el mar cuando los alciones sacan su cría 17 .

MI .— Y ¿qué es lo que he de hacer?

AG .— Aplácala, hazle fiestas, acaríciala.

MI .— Con toda mi alma. Pero ten en cuenta de no peinar luego a puñetazos a este tu emisario.

AG .— Te prometo que no.

ADE .— No te portas bien conmigo, sino que no haces más que darme largas y perjudicarme: mucho hacerme promesas, [360] una tras otra, pero todas resultan vanas. Me has jurado darme la libertad, no una vez, sino cientos de ellas; yo venga a esperar, y entre tanto, ni me he agenciado otra posibilidad ni lo que tú me dices aparece por ninguna parte, o sea, que sigo siendo ni más ni menos que una esclava. Vámonos, hermana ¡Tú (Agorástocles) , venga, largo!

AG .— ¡Ay de mí, Milfión! ¿no le dices algo?

MI .— Amor mío, encanto, vida mía, dulzura mía, mis [365] ojos, mi boquita preciosa, mi bien, eres como un besito, miel mía, corazoncito mío, eres para mí como el calostro, como el requesón.

AG .— ¿Que voy yo a consentir que le diga esas cosas a ella en mi presencia? ¡ Pobre de mí, el alma se me parte si no te hago llevar al verdugo a galope tendido!

[370] MI .— Adelfasio, yo te lo ruego, no le pongas mala cara a mi amo, hazlo por mí; yo te prometo, cariño 18 , que si te pones a buenas con él, entregará el dinero y serás ciudadana ateniense y libre: ¿por qué no le dejas acercarse a ti? ¿Por qué no les correspondes con la misma medida a quienes te quieren bien? Si antes te ha mentido en algo, en adelante será [375] sincero contigo. Escucha mis súplicas, deja que te coja por esas orejitas, deja que te dé un besito.

ADE .— Lárgate de aquí, por favor, que eres tan embustero como tu amo.

MI .— Pues ¿sabes una cosa?, a él le voy a convertir en un mar de lágrimas si no te apaciguo, pero mucho me temo que en tal caso me va a convertir él a mí en un mar de palos, [380] me sé yo muy bien los malos humores del gruñón ese, por lo cual te ruego, encanto mío, que atiendas mis súplicas.

AG .— Soy un tipo que no vale tres perras, si no le hago saltar a este bribón los ojos y los dientes (le pega)…: ¡toma, por eso de ‘encanto’, toma por eso de ‘miel’, toma por eso de ‘corazoncito’, toma por eso de ‘boquita’, por eso de ‘mi vida’, por eso de ‘besito’!

MI .— Amo, estás haciendo un sacrilegio con eso de pegar a un emisario.

[385] AG .— Razón de más: ¡toma por lo de los ojos y los labios y la lengua!

MI .— ¿No pararás?

AG .— ¿Ha sido así como te dije que hablaras?

MI .— Pues ¿cómo tengo que decir?

AG .— ¿Encima me lo preguntas? Así tenías que haber dicho, canalla: «amor suyo, yo te suplico, lengüecita suya, besito suyo, encanto suyo, su vida, su dulzura, su alegría, su [390] calostro, su dulce requesón, canalla, su corazoncito, su ansia, [390a ] su besito, canalla. Todas las cosas que decías que eran tuyas tenías que haber dicho que eran mías.

MI .— ¡Hércules! (A Adelfasio.) Yo te ruego, por favor, encanto de éste y horror mío, amiga pechugona de éste y enemiga perdida mía, niña de los ojos de éste y legaña mía, miel suya, hiel mía, yo te ruego que no estés enfadada con [395] éste o que, caso que ello no sea posible, que cojas una soga y te cuelgues con tu amo y todos los de la casa; que ya estoy viendo que no me esperan mas que malos tragos por culpa tuya, y así tengo las espaldas con más costras que una ostra a fuerza de llagas por causa de vuestro enamoramiento.

ADE .— Por favor ¿pretendes que yo impida que te azote [400] a ti antes que impedir que me cuente embustes a mí?

ANTE .— (A su hermana.) Tú, dale la contestación que sea con buenas maneras, que no nos fastidie más, porque no nos deja ir a lo nuestro.

ADE .— Sí que es verdad. Agorástocles, yo te perdono también por esta vez, ya no estoy enfadada contigo.

AG .— ¿No estás enfadada?

ADE .— No lo estoy.

AG .— Dame entonces un beso, para que te crea.

ADE .— Después, cuando vuelva del sacrificio. [405]

AG .— Entonces ve deprisa.

ADE .— Ven, hermana.

AG .— Oye…

ADE .— Dime.

AG .— Muchos saludos de mi parte a Venus.

ADE .— Se los daré.

AG .— Otra cosa.

ADE .—¿El qué?

AG .— No alargues mucho tu plegaria. (Se van.) Escucha todavía: ¡échame una miradita! Se ha vuelto a mirarme; lo mismo hará Venus, seguro, contigo.

ESCENA TERCERA

AGORÁSTOCLES , MILFIÓN

[410] AG .— Milfión ¿qué me aconsejas ahora?

MI .— Que me des de bofetadas y pongas tu casa a la venta; ¡Hércules! Puedes venderla con toda tranquilidad.

AG .— ¿Por qué?

MI .— Porque por lo general es mi cara la que te sirve de aposento.

AG .— Déjate de eso.

MI .— ¿Qué es lo que quieres ahora?

[415] AG .— Yo le he dado los trescientos filipos a Colibisco, el capataz, hace un momento, antes de que me llamaras para que saliera aquí. Ahora, Milfión, yo te suplico por esta tu mano derecha, y por la izquierda su hermana, y por tus ojos, y por mis amores, y por mi Adelfasio de mi alma, y por tu libertad…

[420] MI .— ¡Eh, no, esa súplica no vale!

AG .— Milfión mío de mi alma, tú eres mi bien y mi salvación, haz lo que me prometiste, que yo pueda perder al rufián este.

MI .— Eso es muy fácil. Ve y trae contigo unos testigos; entretanto yo ahí dentro, equiparé a tu capataz con mis disfraces [425] y mis embustes. Hale, aprisa, márchate.

AG .— Me voy de escapada.

MI .— Eso de escaparse sería más bien menester mío que tuyo.

AG .— Yo, yo, Milfión, si es que me arreglas este asunto bien arreglado…

MI .— Anda vete ya.

AG .— …si no fuera yo hoy mismo…

MI .— Anda vete ya.

AG .— …a darte la libertad…

MI .— Anda vete ya. [430]

AG .— …yo te juro que no merecería…

MI .— ¡Oh!

AG .— ¡Ah!

MI .— Anda vete ya.

AG .— …ni todo el reino del Aqueronte…

MI .— ¿Acabas de largarte ya?

AG .— …ni todas las aguas del mar…

MI .—¿Te vas o no te vas?

AG .— …ni todas las nubes del cielo…

MI .— ¿Te empeñas en continuar?

AG .— …ni todas las estrellas del firmamento…

MI .— ¿Persistes en seguir machacándome los oídos?

AG .— …ni esto ni lo otro…, en serio ¿eh?, ni… ¿para qué más?, ¿por qué no? Una cosa que con una sola palabra… aquí podemos hablar con tranquilidad… ni, te lo juro, [435] en serio… ¿sabes una cosa? ¿por los dioses todos quieres que te lo jure?, lo cual sea dicho aquí entre nosotros… por Júpiter, ¿sabes lo que me parece? ¿me crees lo que digo?

MI .— Mira, Agorástocles, si no puedo conseguir que te [440] vayas, me iré yo, Hércules, que para entender tus palabras se necesita un Edipo, que adivinó el enigma de la esfinge (entra en casa de Agorástocles) .

AG .— Se ha ido hecho una furia. Ahora tengo que tener cuidado de no dilatar por mi culpa el buen curso de mis amores. Iré a buscar los testigos, ya que Amor me ordena obedecer a mi esclavo siendo yo libre. (Se va en dirección al foro.)

ACTO II

ESCENA ÚNICA

LOBO , ANTAMÉNIDES

LO .— (Solo.) Los dioses todos confundan al rufián que [450] a partir de hoy sacrifique a Venus una víctima por jamás de los jamases o le haga ofrenda ni de un grano de incienso: desgraciado de mí, que con la ira de los dioses en contra de mi persona he inmolado hoy seis corderos a Venus sin que [455] me haya sido posible ganarme su favor. Al ver que no puedo conseguir un presagio favorable, me largo de allí hecho una furia y prohíbo que se corten las entrañas y se haga [456a ] ofrenda de ellas. [Tampoco he querido ofrecérselas, porque [456b] el arúspice no las dio por buenas: yo he pensado que la diosa no se las merecía]. Así la he dejado a esa codiciosa de Venus con dos palmos de narices; como no quiso contentarse con lo que debía haberse contentado, he puesto punto final. [460] Así me las gasto yo, así me cuadra a mí portarme. Verás cómo en adelante se ponen más modosos el resto de los dioses y las diosas, y menos ansiosos, cuando llegue a sus oídos la forma en que un rufián se la ha pegado a Venus; lo mismo que el arúspice ese, un sujeto que no vale tres perras, [465] que decía que todas las entrañas me presagiaban desgracias y pérdidas y la ira de los dioses. A ver qué cosa ni divina ni humana se le va creer, si me ha sido entregada a continuación una mina de plata. Pero oye ¿dónde se ha metido el militar que me la ha dado, que le había invitado yo a almorzar? ¡Ah, ahí viene! [470]

ANTA .— Como te iba diciendo, querido rufián, sobre la batalla de Pentetronos, en la que en un solo día di muerte por mi mano a cien mil hombres voladores.

LO .— ¿Hombres voladores?

ANTA .— Sí señor, tal como suena.

LO .— Pero oye, ¿es que hay en alguna parte hombres [475] que vuelan?

ANTA .— Los hubo, pero yo les di muerte a todos.

LO .— ¿Y cómo pudiste?

ANTA .— Yo te lo diré: les di a los soldados liga y hondas; allí metían hojas de fárfara.

LO .— ¿Para qué?

ANTA .— Para que no se quedara la liga pegada a las hondas.

LO .— Adelante; Hércules ¡qué bien que sabes inventar [480] mentiras! Y luego ¿qué?

ANTA .— En las hondas ponían unas bolas grandecitas de liga, y con eso les mandé tirar a los hombres voladores que te dije. Resumiendo: a todos los que alcanzaban con la liga, caían al suelo más espesos que si fueran peras. A medida [484-85] que iban cayendo los iba yo matando, hincándoles una pluma suya por mitad de la cabeza, como a las tórtolas.

LO .— ¡Hércules! Si eso ha sucedido alguna vez, que me condene Júpiter a hacer continuas ofrendas sin obtener buenos presagios.

ANTA .— Entonces ¿es que no me lo crees? [490]

LO .— Te lo creo lo mismo que se me debe creer a mí. Venga, vamos dentro.

ANTA .— Mientras que se traen los despojos del sacrificio, te voy a contar otra batalla.

LO .— No me interesa.

ANTA .— Escucha.

LO .— ¡Hércules, que no, te digo!

ANTA .— ¿Cómo? ¡La cabeza te voy a partir a puñetazos, [495] Hércules, si no me escuchas o… si no te vas a la horca!

LO .— Prefiero irme a la horca.

ANTA .— ¿Seguro?

LO .— Seguro.

ANTA .— Entonces, venga, hoy es un día de buen agüero, son las Afrodisias, adjudícame la más joven de las dos chicas esas.

LO .— Verás, es que tal como me ha ido en el sacrificio, prefiero aplazar todos los asuntos de importancia para otro [500] día. He decidido considerar los días de fiesta como si fueran laborables. Ahora, vamos dentro, sígueme por aquí.

ANTA .— Te sigo; por este día soy tu mercenario.

ACTO III

ESCENA PRIMERA

AGORÁSTOCLES, LOS TESTIGOS

AG .— Los dioses me valgan, no hay cosa peor que un [505] amigo calmoso, sobre todo para quien está enamorado, que anda siempre con prisas, sea lo que sea. Como estos testigos que traigo aquí: qué gente tan lenta, se mueven más despacio que un bergantín en una calma chicha. ¡Hércules! Y eso que he evitado adrede a los amigos de más edad, por saberlos más lentos a causa de los años y temer que se retardaran mis amores. Pero en vano ha sido el cogerme a estos galanes: [510] les flaquean las piernas, son lentos en grado sumo. Venga ya, si es que estáis dispuestos a venir; o si no, iros a la horca: ¿es ésa la forma de venir a prestar asistencia a un hombre que está enamorado? Desde luego la largura de los pasos que dais colaría por un cedazo para harina; seguro que ha sido con grillos en los pies como os habéis hecho a avanzar a ese paso.

TEST .— Oye tú, aunque nos tomes por plebeyos y menesterosos, [515] si te pones tan mal hablado con nosotros, por más que seas rico y de una familia muy empingorotada, sábete que estamos hechos a dar su merecido a ricachones como tú; no pienses que nos vas a tener aquí pendientes de tus amores o de tus odios. Cuando apoquinamos el dinero por nuestra libertad, lo dimos de lo nuestro, no de lo tuyo; es nuestro derecho el ser libres. Tú nos importas un pelo, no [520] te vayas a creer que estamos condenados a ser esclavos de tus amoríos. A los hombres libres les está mejor el ir por la ciudad a paso lento; el andar a prisa y a la carrera lo considero yo propio de esclavos; sobre todo en tiempos de paz y una vez exterminados los enemigos es impropio el ir por la [525] calle armando escándalo. Si es que tenías tanta prisa, habernos llamado de testigos un día antes. No te pienses que ninguno de nosotros va a ir ahora a la carrera por las calles ni vamos a dar ocasión a que la gente nos persiga a pedradas como si hubiéramos perdido el juicio.

AG .— Anda, que si os hubiera dicho que os llevaba a casa para daros un almuerzo, seguro que dejaríais atrás corriendo [530] a un ciervo o a uno andando con zancos; pero como os dije que os traigo para que me asistáis y me sirváis de testigos parece que tenéis la gota y habéis superado a las tortugas con vuestra lentitud.

TEST .— ¿Y no hay acaso un motivo justificado para correr deprisa cuando vas a comer y a beber de lo ajeno cuanto [535] quieras hasta hartarte sin que te veas obligado a corresponder jamás con aquel a costa del cual has comido? Así y todo y sea como sea, aunque somos pobres, no nos falta en casa qué comer, ni tienes que menospreciamos en esa forma tan altanera; será poco lo que tenemos, pero es todo nuestro y no tuyo. Ni nosotros tenemos reclamaciones que hacer a nadie, [540] ni nadie a nosotros; sábete que ninguno de nosotros está dispuesto a hacerse migas los pulmones por causa tuya.

AG .— Sois demasiado irascibles, era sólo una broma.

TEST .— Toma también por una broma la contestación que te hemos dado.

AG .— Por favor, por favor, ayudadme con la rapidez de una piragua, no de una barcaza; un trotecillo siquiera, no os exijo que vayáis al galope.

[545] TEST .— Si estás dispuesto a hacer lo que sea con paz y tranquilidad, cuenta con nuestra ayuda, si empiezas con prisas, entonces es mejor que traigas como testigos a unos corredores.

AG .— Ya estáis informados del asunto, ya os he dicho para qué necesito de vuestra ayuda, por el rufián este, que lleva ya tanto tiempo burlándose de mí; sabéis también cómo le tenemos preparada una trampa con un dinero mío y con mi esclavo.

[550] TEST .— Nosotros ya sabemos todo eso, si es que el público lo sabe…, que es por ellos por quienes representamos ahora aquí esta comedia. Es mejor que les informes a ellos, para que sepan lo que haces cuando lo representes. De nosotros no te preocupes; nosotros estamos al tanto de todo, porque nos lo hemos aprendido bien juntamente contigo para poder darte las contestaciones oportunas.

AG .— Así es, en efecto. Pero, venga, entonces, para que [555] me cerciore de que os lo sabéis, explicadme el asunto y decidme lo que os dije antes.

TEST .— ¿Qué?, ¿quieres ponemos a prueba a ver si nos lo sabemos?, ¿te crees que no nos acordamos de cómo le has dado a Colibisco, el capataz, trescientos filipos de oro para que se los lleve al rufián tu enemigo y que finja que es [560] un forastero venido de otra ciudad?, ¿y que cuando se lo haya entregado, entonces te presentas tú a buscar tu esclavo y el dinero?

AG .— Realmente os lo sabéis al dedillo, me habéis salvado la vida.

TEST .— Entonces él lo negará; pensará que tú buscas a tu esclavo Milfión, eso hará doble el robo; el rufián será puesto a tu disposición por el juez; para esto es para lo que [565] quieres que te sirvamos de testigos.

AG .— Lo habéis cogido bien.

TEST .— ¡Hércules! Apenas con las puntitas de los dedos, que es una cosa muy pequeña.

AG .— Esto hay que llevarlo a cabo a prisa y a la carrera; daos la mayor prisa posible.

TEST .— Entonces, que te vaya bien; coge otros testigos que sean más rápidos, nosotros somos gente calmosa.

AG .— Marchar sabéis muy bien, ¿no? (irónicamente) , pero, Hércules, qué mal hablados que sois. Ojalá acabéis [570] con los muslos en los talones.

TEST .— Y ojalá tú con la lengua en los riñones y los ojos en el suelo.

AG .— Vamos, no tenéis que molestaros por una cosa que he dicho en broma.

TEST .— Ni tú tienes que hablar en broma como no se debe a unos amigos.

AG .— Ya está bien; sabéis lo que quiero de vosotros.

[575] TEST .— Estamos al tanto de todo: lo que te propones es buscar la perdición de ese perjuro de rufián.

AG .— Exacto. ¡Bravo, mira qué a punto salen ahí Milfión y el capataz! Magnífico, estupendo el disfraz que trae para nuestra trapisonda.

ESCENA SEGUNDA

MILFIÓN , COLIBISCO , AGORÁSTOCLES, LOS TESTIGOS

MI .— (A Colibisco.) ¿Tienes a buen recaudo en tu mente lo que te he dicho?

CO .— De maravilla.

MI .— Mira que tengas vista.

CO .— Basta de palabras. La vista del lince no es nada en comparación con la mía 19 .

[580] MI .— Procura no olvidar ninguno de los preceptos que se te han dado para llevar a cabo nuestro engaño.

CO .— Te juro que me lo sé todo más de memoria que un actor de tragedia o de comedia sus papeles.

MI .— ¡Qué tío más bueno!

AG .— (A los testigos.) Vamos allá. (A Milfión.) Aquí están los testigos.

MI .— No has podido traer gente más apropiada para este asunto, porque ninguno de ellos está jamás de permiso, están siempre en los comicios, allí habitan, los ves allí con más frecuencia que al pretor en persona. Hoy en día no están [585] más versados en cuestiones de derecho quienes se embarcan ellos mismos en un proceso que estos otros que si no tienen con quien pleitear, se lo buscan a sueldo.

TEST .— Los dioses te confundan.

MI .— ¡Hércules! A vosotros… eh, quiero decir que como quiera que sea, os estamos agradecidos de que prestéis ayuda a mi amo en sus amoríos. (A Agorástocles.) Bien, ¿Y [590] saben estos ya de qué se trata?

AG .— Lo saben todo punto por punto.

MI .— Entonces, atendedme: ¿conocéis vosotros al rufián este Lobo?

TEST .— Sin problema.

CO .— Pero yo no le conozco de vista, tenéis que indicarme quién es.

TEST .— De eso nos encargamos nosotros. Ya basta de instrucciones.

AG .— Este (señalando a Colibisco) tiene trescientos filipos bien contados.

TEST .— Entonces nosotros debemos examinar el oro, [596] Agorástocles, para saber qué es lo que decimos al dar testimonio.

CO .— Venga, examinadlo.

TEST .— Este oro, espectadores, es en realidad oro… cómico; con este oro puesto en remojo se ceba en Italia al ganado bovino 20 , pero aquí para los fines de nuestra comedia es oro filípico; haremos como si lo fuera.

CO .— Pero tenéis que figurar que yo soy un forastero. [600]

TEST .— Por supuesto; y como si tú al llegar nos hubieras pedido que te indicáramos un lugar discreto y de placer donde pudieras hacer el amor, beber y divertirte a la griega.

CO .— ¡Huy qué gente más mala!

AG .— Yo he sido su maestro.

MI .— Y el tuyo ¿Quién ha sido, eh?

[605] CO .— Venga, Agorástocles, meteos dentro, que no os vea el rufián aquí conmigo y se pongan impedimentos a la trapisonda.

TEST .— Este individuo sabe mucho. Haced lo que os manda.

AG .— Vámonos. Pero vosotros…

TEST .— Ya está bien. Vete.

AG .— Vale. (Hace ademán de volver.)

TEST .— ¡Dioses inmortales, por favor! ¿Por qué no te largas?

AG .— Me voy.

TEST .— Ahora te pones en razón.

[609a ] CO .— ¡Chiss!, calla.

TEST .— ¿Qué pasa?

CO .— La puerta esta (de la casa del rufián) acaba de cometer una grosería tamaña.

[610] TEST .— ¿Qué grosería?

CO .— Ha dejado escapar un estampido de primera.

TEST .— ¡Los dioses te confundan! Anda, colócate detrás de nosotros.

CO .— Estos hacen como los pijos: colocan a la gente a sus traseros.

TEST .— Ese individuo que sale ahí es el rufián.

CO .— Pues es un rufián bueno, porque tiene aspecto de malo. Verás cómo le chupo toda la sangre a su salida sin ponerle un dedo encima.

ESCENA TERCERA

LOBO, LOS TESTIGOS , COLIBISCO

LO .— (Hablando con el militar, que está dentro.) Ahora [615] mismito vuelvo, Antaménides; voy a ver si invito a un par de tipos simpáticos que nos hagan compañía; entre tanto traerán los despojos, y las jóvenes me figuro que aparecerán pronto por casa de vuelta del sacrificio. Pero ¿qué significa esa cantidad de gente que viene ahí?, ¿qué es lo que traen de bueno? y ¿quién es ese tipo con la clámide que los sigue a [620] distancia?

TEST .— Lobo, aunque a regañadientes, salud de un servidor y de estos otros ciudadanos de Etolia, a pesar de ser [622a ] muy moderada nuestra simpatía por los rufianes.

LO .— La suerte os acompañe, cosa que tengo por seguro que no habrá de suceder, ni la Fortuna permitirá que suceda.

TEST .— Las gentes necias tienen en su lengua un tesoro, [625] que consiste en hacer profesión de ser mal hablados para con los mejores.

LO .— El que no sabe el camino que le conduzca al mar, debe buscarse un río como acompañante. No he sido yo el primero en saberse la forma de hablar mal a los demás: ahora [630] vosotros sois para mí como el río; estoy decidido a seguiros: si me habláis bien, os seguiré por la ribera, si me habláis mal, tomaré el mismo rumbo que vosotros.

TEST .— El portarse bien con una mala persona es un riesgo tan grande como el portarse mal con una buena.

LO .— ¿Por qué?

[635] TEST .— Me explicaré: si te portas bien con un malo puedes dar por perdido el beneficio; el mal que se hace a los buenos dura toda una vida.

LO .— Mira qué bien que está eso. Pero ¿qué me va a mí en ello?

TEST .— Te va porque nosotros estamos aquí por algo que redunda en favor tuyo, a pesar de que nuestra simpatía por los rufianes es muy moderada.

[640] LO .— Si es que son cosas buenas las que me traéis, os lo agradezco.

TEST .— Nosotros de bienes propios no te traemos nada, ni te lo damos ni te lo prometemos, ni tampoco es nuestro deseo el dártelo.

LO .— Hércules, que os lo creo, dada vuestra generosidad. Pero ¿qué es lo que queréis ahora?

[645] TEST .— Ese individuo que ves ahí con la clámide, sufre las iras de Marte.

CO .— ¡Ojalá se pueda decir lo mismo de vosotros!

TEST .— O sea, que te lo traemos, Lobo, para que le hagas pedazos.

CO .— (Aparte.) Este cazador que está aquí va a volver hoy a casa bien cargado de botín: ¡qué bonitamente que empujan los perros al lobo hacia la trampa!

LO .— ¿Quién es ése?

[650] TEST .— Nosotros no sabemos quién es, aparte de que hace poco, cuando esta mañana nos acercamos al puerto, le vimos bajar de un barco mercante. Al bajar, se dirige en seguida hacia nosotros, nos saluda, nosotros respondemos a su saludo.

CO .— (Aparte.) ¡Qué gente más mala, qué bien saben preparar la trapisonda!

[655] LO .— Y luego ¿qué?

TEST .— Traba entonces conversación con nosotros: nos dice que es forastero y que no conoce la ciudad; que quiere que se le procure un local donde pueda portarse como un pillo con toda libertad. Entonces nosotros te lo hemos traído aquí a tu casa. Si es que gozas del favor de los dioses, tienes la ocasión de hacer un negocio.

LO .— ¿Es eso realmente lo que quiere? [660]

TEST .— Lleva oro consigo.

LO .— Esta presa es mía.

TEST .— Quiere beber, hacer el amor.

LO .— Yo le proporcionaré un sitio de primera.

TEST .— Pero es que quiere pasar de incógnito, que ni se entere ni sea testigo nadie. Porque él ha sido soldado mercenario en Esparta, según nos ha dicho, al servicio del rey Átalo; de allí se ha escapado cuando fue tomada la ciudad. [665]

CO .— (Aparte.) Eso del mercenario está muy bien y lo de Esparta es estupendo.

LO .— Los dioses y las diosas todas os paguen vuestros buenos consejos y la buena presa.

TEST .— Más aún, según nos ha dicho él mismo, para que pongas más interés en servirle, trae consigo trescientos [670] fílipos de oro de refuerzo.

LO .— Soy un rey si consigo ganármelo de cliente.

TEST .— No, si lo tienes ya en tus manos.

LO .— Hércules, yo os suplico, recomendadle que venga a parar aquí a mi casa, un alojamiento de primera categoría.

TEST .— Nosotros no tenemos que aconsejar ni desaconsejar nada a un forastero. Tú eres el que tiene que hacer el [675] negocio, si es que tienes dos dedos de frente. Nosotros te hemos traído al palomo hasta tu mismo puesto de caza; ahora tú eres el que lo tiene que cazar, si es que quieres que sea cazado. (Hacen ademán de irse.)

CO .— ¿Ya os marcháis?, ¿y el encargo que os he dado?

TEST .— Con ése (señalando al rufián) es con quien debes [680] arreglar tu asunto, joven; él es una persona apropiada para lo que deseas.

CO .— (En voz baja a los testigos.) Yo quisiera que estéis presentes cuando le entregue el oro.

TEST .— Desde allí, un poco más lejos, lo presenciaremos.

CO .— Gracias por los servicios prestados.

LO .— Ya vienen para acá los dineros.

CO .— (Aparte.) Sí, aguarda, que te va a salir al revés la combinación 21 .

[685] LO .— Voy a abordarle, me pondré muy amable con él: se te saluda, distinguido huésped. Me alegro de que hayas llegado bien.

CO .— Los dioses te paguen tus buenos deseos.

LO .— Dicen que buscas alojamiento.

CO .— Sí que es verdad que lo busco.

LO .— Así me lo han dicho esos que acaban de marcharse [690] ahora de aquí; dicen que buscabas un sitio donde no hubiera moscones.

CO .— De eso ni hablar.

LO .— ¿Cómo?

CO .— Hombre, pues porque si buscara un alojamiento libre de moscones, me habría ido al llegar derechito a la cárcel 22 : yo busco un alojamiento donde se esté mejor atendido que las mismas niñas de los ojos del rey Antíoco 23 .

[695] LO .— Te juro que te puedo dar uno magnífico, si es que te das por satisfecho de verte en un lugar estupendo, reclinado en un estupendo diván, abrazando y colmando de caricias a una joven estupenda.

CO .— Vas por buen camino, rufián.

LO .— Y además vas allí a regar tus días con vinos de Léucade; de Lesbos, de Tasos, de Quíos, que no tienen ni [700] un diente a fuerza de viejos. Luego, te inundaré con torrentes de perfumes. Abreviando, en el agua en que tú te bañes, podrá poner el bañero una perfumería. Sólo que todas estas cosas que te acabo de decir son como bandidos.

CO .— ¿Por qué? [705]

LO .— A ver, porque exigen dinero contante y sonante.

CO .— ¡Hércules! Te aseguro que no estás tu más deseoso de recibir que yo de dar.

TEST .— (A los otros testigos.) ¿No os parece que hagamos salir a Agorástocles, para que sea él mismo el más seguro de los testigos? (Llamándole.) ¡Eh, tú, que estás a la caza del ladrón, sal deprisa, para que presencies tú mismo la [710] entrega del dinero al rufián!

ESCENA CUARTA

AGORÁSTOCLES, LOS TESTIGOS , COLIBISCO , LOBO

AG .— ¿Qué pasa, qué es lo que queréis?

TEST .— Mira hacia la derecha; tu esclavo va a entregar el oro al rufián en persona.

CO .— (Al rufián, entregándole la bolsa.) Hale, toma; ahí dentro hay trescientas monedas de oro contantes y sonantes, de las llamadas filipos. Cóbrate de ahí los gastos, y [715] no te quedes corto: quiero que se gasten deprisa.

LO .— Te juro que te has procurado un administrador que entiende de derroches. Hale, vamos dentro.

CO .— Te sigo.

LO .— Venga, venga, hala, allí hablaremos de lo demás.

CO .— Eso, y al mismo tiempo te contaré los acontecimientos de Esparta.

[720] LO .— Pero venga, sígueme, pues.

CO .— Llévame contigo, soy todo tuyo.

AG — (A los testigos.) ¿Qué creéis que debo hacer?

TEST .— Debes tener cabeza.

AG .— ¿Y si la pasión no me lo permite?

TEST .— Entonces, haz lo que te permita.

AG .— ¿Habéis visto cuando el rufián ha cogido el dinero?

TEST .— Lo hemos visto.

AG .— ¿Sabéis que ese hombre es mi esclavo?

TEST .— Lo sabemos.

[725] AG .— ¿Sabéis que eso va en contra de las leyes sancionadas muchas veces por el pueblo?

TEST .— Lo sabemos.

AG .— Esto es todo lo que quiero que tengáis presente luego, cuando sea necesario ante el pretor.

TEST .— Lo tendremos presente.

AG .— ¿Sois de la opinión de que llame a la puerta ahora que el hecho está reciente?

TEST .— Me parece muy bien.

AG .—¿Y si llamo y no abre?

TEST .— La haces migas 24 .

AG .— Si sale el rufián ¿crees que debo preguntarle si es [730] que ha venido mi esclavo aquí a su casa…

TEST .— ¿Por qué no?

AG .— …con doscientos filipos de oro?

TEST .— ¿Por qué no?

AG .— Entonces el rufián se confundirá.

TEST .— ¿Por qué?

AG .— ¿Qué por qué? Porque diré cien filipos menos de la cuenta.

TEST .— Sabes calcular bien.

AG .— Pensará que es otro a quien se busca. [735]

TEST .— Eso.

AG .— Y en seguida lo negará.

TEST .— Y con juramento.

AG .— Y se hará culpable de robo…

TEST .— No cabe la menor duda.

AG .— …por toda la cantidad que se le haya entregado.

TEST .— ¿Por qué no?

AG .— ¡Júpiter os confúnda!

TEST .— ¿Por qué no a ti?

AG .— Voy a llamar. [740]

TEST .— Eso, ¿por qué no?

AG .— Hay que guardar silencio, que ha sonado la puerta. Ahí sale el rufián Lobo. Os ruego que me asistáis.

TEST .— ¿Por qué no? Si quieres nos cubrimos la cabeza, para que no nos reconozca el rufián por quienes le hemos [745] acarreado una tan gran desgracia.

ESCENA QUINTA

LOBO , AGORÁSTOCLES, LOS TESTIGOS

LO .— A la horca pueden largarse todos los arúspices antes que desde este punto y hora vuelva yo a creerles sus palabrerías; me decían ahora cuando el sacrificio que se me [750] anunciaba una gran desgracia y una cuantiosa pérdida: el resultado ha sido que he incrementado mi haber en forma bien lucrativa.

AG .— ¡Salud, rufián!

LO .— Los dioses te guarden, Agorástocles.

AG .— Me saludas ahora más amablemente que otras veces.

LO .— Se ha puesto el tiempo bueno, como a un barco en el mar: según sopla el viento, así se toman las velas.

[755] AG .— Espero que estén bien los de tu casa, a los que se lo deseo.

LO .— Están bien, como deseas, pero no lo están para ti.

AG .— Lobo, yo te ruego que me mandes hoy a tu esclava Adelfasio, en este día de fiesta tan solemne y tan famoso de las Afrodisias.

LO .— Dime ¿has tomado hoy un almuerzo caliente?

[760] AG .— ¿Por qué lo quieres saber?

LO .— Porque ahora con ese ruego ¡frío, frío! 25 .

AG .— A ver, rufián, escúchame: he tenido noticia de que estaba un esclavo mío ahí en tu casa.

LO .— ¿En mi casa?, jamás de los jamases.

AG .— Estás mintiendo: ha ido a tu casa y llevaba oro consigo. Así me lo han dicho personas de confianza.

LO .— Eres un mal sujeto, vienes a cogerme con testigos. [765] Aquí en mi casa no hay nadie de los tuyos ni nada que te pertenezca.

AG .— Testigos, haced memoria.

TEST .— Lo recordamos.

LO .— ¡Ja, ja, ja! ¡Ya me doy cuenta de qué se trata, ahora comprendo! A esos que me han agenciado antes al forastero [770] de Esparta, les duele ahora que vaya a hacer una ganancia de trescientos filipos y como saben que éste (Agorástocles) está a malas conmigo, le han mandado aquí para que dijera que un esclavo suyo estaba en mi casa; buena componenda para desplumarme a mí y repartir entre ellos; [775] pretenden quitarle un cordero a un lobo ¡que se creen ellos eso!

AG .— ¿Afirmas que no se encuentra en tu casa ni el oro ni mi esclavo?

LO .— Sí, lo afirmo y lo seguiré afirmando hasta quedarme ronco, si es que es necesario.

TEST .— Estás perdido rufián, porque ese que te dijimos [780] antes que era un espartano, y que te ha entregado trescientos filipos de oro es un esclavo de éste, y el oro está ahí dentro de esa bolsa.

LO .— ¡Ay de vosotros!

TEST .— De ti más bien, y pronto.

AG .— ¡Hale, suelta esa bolsa inmediatamente, bribón! Estás cogido por ladrón in fraganti. Vosotros, Hércules, yo [785] os lo ruego, asistidme hasta que veáis sacar al esclavo de esta casa.

LO .— Ahora de verdad que estoy perdido, pero que ya es cosa hecha, no me queda elección. Se han puesto de acuerdo para tenderme esta emboscada. Pero ¿a qué dudo de [790] largarme a la horca antes de que se me agarre por el cuello y me lleven al juez? Ay, que desgracia haber tenido de adivinos a los arúspices, que, si predicen algo bueno, tarda una eternidad en cumplirse, pero los males que te predicen, al [795] instante los tienes ante ti. Ahora, hala, voy a preguntar a mis amigos de qué forma piensan que es mejor que me cuelgue. (Se va.)

ESCENA SEXTA

AGORÁSTOCLES , COLIBISCO, LOS TESTIGOS

AG .— (Saliendo de casa de Lobo con Colibisco.) Hale, tú, adelante, que te vean salir de la casa. (A los testigos) ¿Es éste mi esclavo?

CO .— Hércules, claro que lo soy, Agorástocles.

AG .— Y ahora qué, malvado rufián.

TEST .— Tu contrincante se ha largado.

AG .— Ojalá que sea a la horca.

[800] TEST .— Ése es también nuestro deseo.

AG .— Mañana haré la denuncia.

CO .— ¿Me quieres todavía algo?

AG .— Vete y ponte otra vez tus vestidos.

CO .— No se me ha dado mal eso de hacer de militar, que he sacado ahí dentro un poco de botín: mientras que los esclavos del rufián dormían, me he puesto morado con los despojos del sacrificio. Me largo de aquí a casa.

[805] AG .— Gracias por vuestra amabilidad, testigos; me habéis prestado una ayuda preciosa. Os ruego que mañana por la mañana vengáis a mi encuentro al tribunal. (A Colibisco.) Ven conmigo a casa. (A los testigos.) Que os vaya bien. (Entran los dos en casa.)

TEST .— Lo mismo digo. Esto es una injusticia sin nombre, quiere que le sirvamos a costa nuestra. Pero así son los [810] ricos: si les prestas un servicio, no te lo recompensan ni un pelo, y si les has faltado en algo, se te echan encima como furias. Venga, vámonos a nuestras casas, que ya hemos dado [815] cima a nuestra empresa de perder a ese corruptor del pueblo.

ACTO IV

ESCENA PRIMERA

MILFIÓN

Estoy deseando saber el curso que toman mis añagazas. Todo mi afán es perder al rufián éste, que trae a mal traer a mi amo, quien por su parte la toma conmigo a latigazos, a puñetazos y a patadas. Ay, el servir a un enamorado es verdaderamente [820] una desgracia, sobre todo si es que se ve privado del objeto de su amor. ¡Eh, eh! Veo a Sincerasto, el esclavo del rufián, que vuelve del templo a casa; voy a escuchar qué es lo que dice.

ESCENA SEGUNDA

SINCERASTO , MILFIÓN

SI .— (Sin ver a Milfión.) Bien claro está que tanto a los dioses como a los hombres les trae sin cuidado una persona que tiene por amo a un individuo de la catadura del mío. [825] No hay en el mundo entero un tío más perjuro y más malo que él, ni tan cochino ni tan encenagado. Te juro que preferiría pasar toda mi vida en las canteras o en el molino arrastrando unos buenos grillos de hierro, que tener que servir [830] aquí de esta forma al rufián. ¡Menudos tipos son, qué manera de corromper a la gente! ¡Dioses inmortales, misericordia! Ves ahí en su casa a toda clase de personas, lo mismo que si fueras al Aqueronte: soldados de caballería, de infantería, libertos, ladrones, esclavos fugitivos, un apaleado, un encadenado, un condenado a la pérdida de la libertad; con tal que tenga para dar, sea la clase de persona que sea, [835] todo género de tipos son acogidos ahí; por toda la casa no hay más que oscuridad y escondrijos; se bebe y se come como en una taberna, ni más ni menos. Allí puedes ver las ánforas, talmente cartas de arcilla con sus inscripciones, selladas con pez: las letras tienen un codo de largo, no te digo la recluta de toneles que tenemos ahí dentro…

MI .— (Aparte.) Milagro si es que no es éste el heredero [840] del rufián, porque desde luego, tal como se expresa, parece la oración fúnebre para un difunto. Estoy deseando hablarle, pero es que también le escucho con mucho gusto.

SI .— Cuando yo veo todo lo que ocurre aquí, sufro lo indecible: esclavos comprados por enormes sumas de dinero se quedan aquí sin una perra de su propio peculio, con perjuicio para sus amos. Y luego a fin de cuentas, el provecho no lo veo yo por ninguna parte: es que es verdad eso de dineros mal adquiridos, bien pronto perdidos.

MI .— A juzgar por lo que habla, se diría que es una persona [845] de mérito, cuando en realidad, ¡Hércules!, es capaz de potenciar a la mismísima inutilidad.

SI .— Ahora vuelvo a casa con estas vasijas que traigo del templo, donde el amo no ha conseguido ponerse a buenas con Venus ofreciéndole sacrificios en el día de su fiesta.

MI .— ¡Esta Venus es un encanto!

SI .— En cambio nuestras chicas al momento consiguieron [850] el favor de la diosa con sus primeras ofrendas.

MI .— Otra vez ¡qué encanto de Venus!

SI .— Ahora voy a casa.

MI .— ¡Eh, tú, Sinceraste!

SI .— ¿Quién llama a Sinceraste?

MI .— Un amigo tuyo.

SI .— Pues no te portas muy amigablemente, al detenerme yendo con esta carga.

MI .— Pues a cambio de eso yo te prestaré ayuda cuando quieras y cuando mandes: trato hecho.

SI .— En ese caso, cuenta con mi ayuda.

MI .— ¿Y en qué forma?

SI .— En forma de que, cuando yo haya de recibir palos, [855] pongas tú las espaldas en lugar de las mías. Vete ya, que no sé qué clase de individuo eres.

MI .— Malo soy.

SI .— Guarda tu maldad para ti.

MI .— Quiero hablar contigo.

SI .— Pero es que la carga esta me pesa.

MI .— Descárgatela y mira para acá.

SI .— Lo haré, a pesar de que no tengo tiempo.

MI .— ¡Salud, Sincerasto!

SI .— ¡Oh, Milfión! Que los dioses y las diosas todas bendigan…

MI .— ¿A quién?

[860] SI .— Ni a ti ni a mí, Milfión; ni tampoco a mi amo.

MI .— Entonces ¿a quién?

SI .— A quien se lo merezca; porque de nosotros, ninguno está en ese caso.

MI .— Hablas como un libro.

SI .— No faltaba más.

MI .— ¿Y qué es lo que se hace?

SI .— Hago lo que no suelen hacer los adúlteros cogidos en flagrante delito.

MI .— ¿Y qué es eso?

SI .— Vuelvo a casa sin que me falte pieza ninguna 26 .

MI .— ¡Los dioses te pierdan, a ti y a tu amo!

[865] SI .— A mí no me van a perder, pero que lo pierdan a él, puedo lograrlo, si quiero que lo pierdan, a no ser que temiera por mí, Milfión.

MI .— Y eso ¿cómo?, explícate.

SI .— ¿Eres tú una mala persona?

MI .— Sí que lo soy.

SI .— Yo lo paso muy mal.

MI .— Oye tú, dime, ¿es que acaso te mereces otra cosa? Y además, ¿qué motivo tienes para pasarlo mal, teniendo en casa qué comer y qué amar a todo pasto y pudiendo sin darle una perra a tu amiga tenerla siempre a tu disposición de balde?

SI .— Júpiter me guarde…

MI .— Y que lo hará tal como te lo mereces. [870]

SI .— …como es cierto que le deseo la perdición a todos los de mi casa.

MI .— Pues manos a la obra, si es que lo estás deseando.

SI .— No es fácil volar sin tener plumas: mis brazos no las tienen 27 .

MI .— No te hagas depilar y en dos meses tendrás tan crecidos esos sobacos chotunos que podrás volar sin problema.

SI .— ¡Vete al cuerno!

MI .— Tú y tu amo.

SI .— La verdad es que para quien le conoce es muy fácil perderlo.

MI .— ¿Cómo, pues? [875]

SI .— ¡Ja, como si fueras tú capaz de tenerte algo callado!

MI .— Yo me lo tendré mejor callado que si se lo dijeras a una mujer muda.

SI .— Te lo creería si no te conociera.

MI .— Puedes creérmelo tranquilamente, bajo mi responsabilidad.

SI .— Haré mal en creerte, pero, así y todo, te creeré.

MI .— ¿Sabes tú que tu amo es enemigo mortal del mío?

SI .— Lo sé.

MI .— Por causa de sus amores… [880]

SI .— Estás perdiendo el tiempo.

MI .— ¿Por qué?

SI .— Porque me sé todo lo que me vas a decir.

MI .— Entonces ¿por qué dudas que mi amo le haría al tuyo con sumo gusto todo el mal que pudiera, y además que tendría razón en ello? Y desde luego, si tú pones de tu parte, la cosa se facilita.

SI .— Pero yo tengo miedo de una cosa, Milfión.

MI .— ¿De qué?

SI .— De buscarme mi perdición al tenderle una emboscada [885] al amo. Si mi amo se entera de que yo he dicho una palabra a nadie, me cambia en seguida el nombre de Sincerasto en Patirroto.

MI .— Te juro que no se lo diré absolutamente a nadie a parte de a mi amo y a él sólo con la condición de que no divulgue que eres tú la fuente de la noticia.

[890] SI .— Haré mal en creerte, pero, así y todo, te creeré. Pero quédatelo para ti.

MI .— Puedes estar más seguro que si se lo confiaras a la Fidelidad en persona; habla ya tranquilamente, el lugar y la ocasión son únicos: estamos los dos solos.

SI .— Si tu amo quiere hacer una buena jugada puede perder al rufián.

MI .— ¿Cómo?

SI .— Muy fácilmente.

MI .— Dime entonces qué es eso de «fácilmente», para que lo pueda saber él.

SI .— Porque Adelfasio, la joven de la que está enamorado tu amo, es libre.

MI .— ¿Cómo?

[895] SI .— Lo mismito que su hermana Anterástilis.

MI .— Dame una prueba, para que me lo crea.

SI .— Porque se las compró en Anactorio cuando eran niñas a un pirata siciliano.

MI .— ¿Por cuánto?

SI .— Por veinticinco minas a las dos y, además, a su nodriza Gidenis. Y el que se las vendió le dijo que eran raptadas, decía que eran libres y de Cartago. [900]

MI .— ¡Oh dioses, misericordia! Eso es una noticia fantástica, porque Agorástocles, mi amo, es también de allí, allí lo raptaron cuando tenía unos seis años; después, el que lo raptó lo trajo aquí y se lo vendió a mi amo, que lo adoptó y lo hizo, al morir, heredero de sus riquezas.

SI .— Todo lo que me cuentas facilita aún más la cosa; [905] que haga una demanda reclamando la libertad de sus compatriotas. ¿Te quedas callado?

MI .— Cállate.

SI .— Desde luego, si consigue llevarse a las jóvenes, ha perdido el juego el rufián.

MI .— Ya verás cómo le hago fenecer antes de que pueda mover ni una pieza. Todo está preparado.

SI .— Los dioses lo hagan, que no tenga así que seguir de esclavo con el rufián este.

MI .— Tú, ya verás cómo hago de ti mi conliberto con la [910] voluntad de los dioses.

SI .— Así lo hagan. ¿Quieres alguna cosa más, Milfión?

MI .— Salud y suerte.

SI .— Eso está en manos tuyas y en las de tu amo. Hasta luego, y procura que lo dicho quede en secreto.

MI .— No has dicho nada. Adiós.

SI .— Pero de nada sirve si no se trabaja en caliente.

MI .— Gracias por el aviso. Así se hará. [915]

SI .— Se te han dado buenos materiales, si tú proporcionas un buen artesano.

MI .— Anda y calla ya.

SI .— Me callo y me largo.

MI .— Yo te lo agradezco. Se fue. Los dioses inmortales quieren la salvación de mi amo y la perdición del rufián; tal es la ruina que le amenaza. ¡Mira que hasta antes de haberle [920] lanzado un dardo estar ya preparando el segundo! Voy a entrar para contárselo todo al amo, porque si le hago salir, sería una necedad el volver a repetir aquí todo lo que habéis oído ya; es mejor fastidiar al amo ahí dentro que no aquí a todos vosotros. [¡Dioses inmortales, qué ruina tan grande, qué desastre se le viene encima al rufián este! Pero estoy [925] perdiendo tiempo; este asunto no tolera demora, porque hay que reflexionar bien sobre la confidencia que se me acaba de hacer y ocuparse también de nuestro plan anterior. Si yo hago retardar la cosa, haría bien el que me diera de palos. Ahora me voy dentro; esperaré en casa al amo hasta que vuelva del foro.]

ACTO V

ESCENA PRIMERA

HANNÓN

(Con séquito de esclavos africanos)

[930] [Ythalonimualonuthsicorathisymacomsyth

chymlachchunythmumysthyalmycthybaruimysehi

liphocanethythbynuthiiadedinbynuii

bymarobsyllohomalonimuybymysyrthoho

bythlymmothynnoctothuulechantidamaschon

[935] yssidobrimthyfel yth chyl ys chon chem liful

yth binim ysdybur thinnochotnuagorastocles

ythemanethihychirsaelychotsithnaso

bynnyydchilluchilygubulimlasibitthym

bodialytheraynnynupslymmonchothiusim ] 28 .

Ythalonimualoniuthsicorathiisthymhimihymacomsyth [940]

Combaepumamitalmetlotiambeat

iulecanthecconaalonimbalumbar dechor

bats…. hunesobinesubicsillimbalim

esseantidamossonalemuedubertefet

donobun huneccilthumucommucroluful [945]

altanimauosduberithemhuarcharistolem

sittesedanecnasotersahelicot

alemusdubertimurmucopsuistiti

aoccaaneclictorbodesiussilimlimmimcolus 29 .

A los dioses y diosas que moran en esta cuidad les suplico [950] que haya venido en buena hora en cuanto a los fines por los que he venido y que me permitan encontrar aquí a mis hijas y al hijo de mi hermano. ¡Oh dioses, piedad! [las hijas que me fueron raptadas y también al hijo de mi hermano], Aquí tenía yo antes un amigo, Antídamas; según he sabido, [955] le sucedió lo que era inevitable que un día le sucediera. Dicen que su hijo Agorástocles vive aquí: a él le traigo esta contraseña de nuestro convenio de mutua hospitalidad. Me han dicho que vive por aquí; voy a preguntar a esos que [960] salen.

ESCENA SEGUNDA

AGORÁSTOCLES , MILFIÓN , HANNÓN

AG .— Milfión ¿de verdad que te ha dicho Sincerasto que son las dos libres de nacimiento y cartaginesas, y que son robadas?

MI .— Sí, y tu deber es reclamarlas para darles la libertad, [965] que es una vergüenza para ti el tolerar que sirvan de esclavas aquí ante tus propios ojos unas compatriotas tuyas que eran libres en su tierra.

HA .— (Aparte.) ¡Dioses inmortales, misericordia!, ¿qué [970] son esas palabras tan dulces que llegan a mis oídos? Son como una lluvia que se lleva consigo toda mi pesadumbre 30 .

AG .— Si yo tuviera testigos de ello, haría lo que me dices.

MI .— ¿Testigos dices? ¿Por qué no continúas tu empresa con tesón?

AG .— Acometer una empresa es mucho más fácil que darle cima.

[975] MI .— (Divisando a Hannón.) Pero ¿quién es ese pájaro que viene ahí en túnica? ¿es que a caso le han robado la capa en las termas?

AG .— Tiene aspecto de cartaginés; parece un alcaraván 31 .

MI .— Anda, que los esclavos que trae son unos verdaderos vejestorios.

AG .— ¿Cómo lo sabes?

MI .— ¿No ves cómo le siguen encorvados bajo sus cargas? Y, además, parece como si no tuvieran dedos en las [980] manos.

AG .— Pero ¿por qué?

MI .— Porque llevan anillos en las orejas.

HA .— Voy a acercarme a ellos y les hablaré en púnico: si veo que me contestan, seguiré en el mismo idioma; si no, les hablaré en su propia lengua.

MI .— (A Agorástocles.) Y tú, qué ¿te acuerdas todavía [985] del púnico?

AG .— Ni palabra: ¿cómo quieres que lo sepa, si tenía seis años cuando fui sacado de Cartago?

HA .— ¡Oh dioses inmortales, cuántos son los niños libres que han desaparecido de Cartago!

MI .— Oye, tú. [990]

AG .— Qué.

MI .— ¿Quieres que le hable en púnico?

AG .— Pero ¿lo sabes acaso?

MI .— No hay hoy por hoy otro cartaginés más cartaginés que yo.

AG .— Acércate y pregúntale qué quiere, a qué ha venido, quién es, de qué familia, de qué país: no te quedes corto.

MI .— Avo , ¿de dónde eres o de qué ciudad?

HA .— annobynmytthymballebechaedreanech . [995]

AG .— ¿Qué dice?

MI .— Dice que es Hannón de Cartago, hijo del cartaginés Mitúmbal.

HA .— Avo .

MI .— Te está saludando.

HA .— Donni .

MI .— Te quiere hacer el don que sea, ¿no le oyes que te lo está prometiendo?

[1000] AG .— Devuélvele su saludo de mi parte en púnico.

MI .— Avo donnim , te dice éste de su parte.

HA .— Meharbocca .

MI .— (A Hannón.) Ojalá tú y no yo.

AG .— ¿Qué dice?

MI .— Dice que tiene la boca que es una pena. Quizá se piensa que somos médicos.

[1005] AG .— Si es así, dile que no; no quiero inducir a error a un forastero.

MI .— (A Hannón.) Oye, tú.

HA .— rufeennycchoissam .

AG .— Yo quiero que se le explique todo con arreglo a la verdad. Pregúntale si necesita alguna cosa.

MI .— (A Hannón.) Tú, el de la túnica sin cinturón, ¿a qué habéis venido a esta ciudad o qué es lo que buscáis aquí?

[1010] HA .— Muphursa .

AG .— ¿Qué dice?

HA .— Miuulechianna .

AG .— ¿A qué ha venido?

MI .— ¿No oyes? Dice que quiere dar unos ratones africanos a los ediles para el desfile de las fiestas.

HA .— lechlachananilimniichot .

AG .— ¿Qué es lo que dice ahora?

[1015] MI .— Dice que ha traído cucharas, cañas y nueces; y te pide que le ayudes a venderlas.

AG .— Debe ser un comerciante.

HA .— Assam .

MI .— Sí, asada y con bastante grasa.

HA .— palumergadetha .

AG .— Milfión, ¿qué es lo que dice ahora?

MI .— Que le han sido entregados unas palas y unas horcas para que las venda, será para hacer la cosecha, digo yo, si es que tú no sabes otra cosa mejor; para cavar el [1020] huerto y para recoger el grano, será.

AG .— ¿Y eso qué me interesa a mí?

MI .— Quiere informarte, no sea que vayas a pensar que se ha hecho a escondidas con mercancía robada.

HA .— muphonnimsycorathim .

MI .— (A Agorástocles.) ¡Ahí va, no se te vaya a ocurrir [1025] hacer lo que pide!

AG .— ¿Qué es lo que dice, o qué pide? explícamelo.

MI .— Dice que le pongas bajo un zarzo y luego encima muchas piedras para darle muerte.

HA .— gunebelbalsameniyrasa .

AG .— Dime, ¿qué es lo que pasa, qué dice?

MI .— Hércules, ahora ya no entiendo una palabra.

HA .— Pues para que lo entiendas voy a hablar yo ahora en tu lengua; se necesita ser malo y un bribón de esclavo para [1030] burlarse así de un extranjero, una persona que viene de camino.

MI .— ¡Hércules! Y tú, se necesita ser un embaucador y un traidor con tus dos idiomas 32 , que pareces una culebra con tu doble lengua.

AG .— Nada de insultos, modera tu lengua. Si tienes dos [1035] dedos de frente, te cuidarás de no hablarle mal a éste, no quiero que hables como no se debe a un compatriota mío: yo he nacido en Cartago, para que lo sepas.

HA .— ¡Salud, querido compatriota!

AG .— ¡Salud también a ti; quienquiera que seas, yo te [1040] lo ruego, si necesitas algo, no tienes más que mandar: para algo hemos nacido en la misma patria.

HA .— Muchas gracias; [pero yo tengo aquí un amigo: busco al hijo de Antídamas, Agorástocles. Si le conoces, te agradecería que me dijeras dónde vive]. ¿Conoces tú aquí por casualidad a un joven llamado Agorástocles?

[1045] AG .— Si es que buscas al hijo adoptivo de Antídamas, yo soy el que buscas.

HA .— ¿Qué es lo que oigo?

AG .— Eso, que yo soy el hijo de Antídamas.

HA .— Si es así, si quieres comparar tú los documentos de mutua hospitalidad, yo he traído el mío.

AG .— Trae, enséñamelo; (lo examina) es exactamente igual, yo tengo el mío en casa.

[1050] HA .— Querido amigo, yo te saludo; tu padre Antídamas era amigo mío y lo había sido ya de mi padre. Ésta era la contraseña de nuestro convenio de hospitalidad mutua.

AG .— Desde luego yo te ofrezco hospitalidad en mi casa, que no quiero renegar de esas relaciones ni tampoco de [1055] Cartago, de donde soy oriundo.

HA .— Los dioses colmen todos tus deseos. Pero dime: ¿cómo es que has nacido en Cartago?, tu padre era de aquí, de Etolia.

AG .— Yo fui raptado en Cartago; aquí me compró Antídamas, tu amigo, y me adoptó por hijo.

[1060] HA .— Él era también hijo adoptivo, de un tal Demarco. Pero dejemos a Antídamas, vuelvo a tu caso: dime si es que te acuerdas de los nombres de tus padres.

AG .— Sí que me acuerdo.

HA .— Dímelos, a ver si por casualidad los conozco o si son parientes míos.

[1065] AG .— Mi madre se llamaba Ampsigura, mi padre, Iahón.

HA .— ¡Ojalá te vivieran todavía!

AG .— ¿Es que han muerto?

HA .— Sí, cosa que me hizo pasar mucho, porque tu madre, Ampsigura, era prima mía, y tu padre primo hermano mío y me hizo su heredero al morir, y tengo un gran sentimiento [1070] de verme privado de él por su muerte. Pero si realmente eres hijo de Iahón, debes tener una cicatriz en la mano izquierda, de un mordisco que te dio un mono jugando contigo cuando eras niño; a ver, enséñamela, que la examine. [1075] Sí, mira, ésa es la cicatriz 33 .

AG .— ¡Querido tío, salud!

HA .— Salud, Agorástocles; me siento renacer a la vida al encontrarte.

MI .— De verdad que me alegro de tan feliz suceso. Pero ¿me permites darte un consejo?

HA .— No faltaba más.

MI .— Se le deben devolver al hijo los bienes de su padre; [1080] es lo natural que sea él quien los posea.

HA .— No son otras mis intenciones, todo le será restituido. Yo le entregaré todos sus bienes íntegros cuando él vuelva allí.

MI .— Entrégaselos también aunque se quede a vivir aquí.

HA .— Aún más: todos mis bienes le pertenecerán el día [1085] que a mí me pase algo.

MI .— Se me acaba de ocurrir una cosa estupenda.

HA .— A ver ¿qué es?

MI .— Necesito de tu colaboración.

HA .— Dime qué se te ofrece, puedes disponer de mí a tu gusto. ¿De qué se trata?

MI .— ¿Eres tú capaz de engañar a alguien?

HA .— A un enemigo, sí que soy capaz; a un amigo sería [1090] una necedad.

MI .— ¡Hércules! Se trata de un enemigo de Agorástocles.

HA .— Entonces, con mucho gusto le haría daño.

MI .— Éste está enamorado de una chica que está en poder de un rufián.

HA .— Creo que hace bien.

MI .— El rufián vive aquí al lado.

HA .— Con mucho gusto le haría daño.

MI .— Tiene como esclavas a dos jóvenes cortesanas [1095] que son hermanas; éste está perdidamente enamorado de una de ellas, pero no le ha puesto todavía nunca un dedo encima.

HA .— Eso es una forma muy dura de amar.

MI .— El rufián no hace más que tomarle el pelo a éste.

HA .— Él hace su oficio.

MI .— Éste se quiere vengar de él.

HA .— Tiene razón en hacerlo.

[1100] MI .— Ahora tengo el plan y estoy urdiendo la trama de que te mandemos a él para que digas que son tus hijas y que te han sido raptadas de niñas en Cartago y que tú las reclamas para darle la libertad, como si fueran las dos tus hijas, ¿comprendes?

HA .— ¿Que si comprendo?, si me han sido raptadas dos [1105] hijas cuando eran pequeñas junto con su nodriza.

MI .— ¡Hércules!, ¡qué bien que sabes hacer el papel! Ya el principio es estupendo.

HA .— Te aseguro que mejor de lo que quisiera.

MI .— ¡Bravo, Hércules, qué hombre más artero, qué malo es y qué caradura, qué astuto y qué ladino! Se pone a [1110] mo llorar para llevar así a cabo más fácilmente el engaño; me deja chico con sus mañas a mí, que soy aquí el artífice de todo.

HA .— Pero explícame cómo es la nodriza de las chicas.

MI .— No muy alta, la tez oscura.

HA .— Es ella.

MI .— Guapa ella, el pelo y los ojos muy negros.

HA .— Desde luego la has descrito de manera exacta.

MI .— ¿Quieres verla? [1115]

HA .— Prefiero ver a mis hijas, pero ve y llámala a ella; si es que esas jóvenes son mis hijas, si ella es la nodriza, me reconocerá enseguida.

MI .— (Llamando a casa del rufián.) ¡Eh!, ¿no hay nadie? ¡Decid a Gidenis que salga, que hay aquí quien la busca!

ESCENA TERCERA

GIDENIS , MILFIÓN , HANNÓN , AGORÁSTOCLES , UN JOVEN ESCLAVO

GI .— ¿Quién llama? [1120]

MI .— Tu vecino.

GI .— ¿Qué quieres?

MI .— ¡Eh! ¿conoces tú a ese hombre de la túnica?

GI .— ¿Qué ven mis ojos? ¡Oh supremo Júpiter! Ése es mi amo, el padre de las niñas que yo crié, Hannón de Cartago.

MI .— ¿Pues no será mala? Anda que no es el cartaginés [1125] este un embaucador de primera; les hace creer a todos lo que él quiere.

GI .— Amo mío, salud, Hannón, cómo hubiéramos podido esperar verte aquí, ni yo ni tus hijas ¡salud!, y… eh, no te quedes así mirándome con esa extrañeza, ¿es que no conoces [1130] a Gidenis, tu esclava?

HA .— La conozco. Pero ¿dónde están mis hijas? Eso es lo que quiero saber.

GI .— En el templo de Venus.

HA .—¿Y que es lo que hacen allí? dime.

GI .— Hoy son las fiestas de las Afrodisias en honor de Venus; han ido a rezarle a la diosa, para que les conceda sus gracias.

[1135] MI .— Y bien claro está que lo han conseguido, después que está aquí éste.

AG .— Entonces ¿son las chicas estas sus hijas?

GI .— Así es. Tu amor paternal, Hannón, nos ha salvado al venir aquí en el preciso momento que hoy debían de haber perdido su buen nombre y empezar a hacer indigno comercio de su persona.

ESCL . DE HANNÓN .— Avonesilli .

GI .— Hauonbanesillimustine mepsietenestedumetalannacestimin .

AG .— ¿Qué es lo que han hablado entre sí?, dime.

[1145] HA .— Él ha saludado a su madre y ella a su hijo. Calla y economiza tu instrumental femenino.

AG .— ¿A qué instrumental te refieres?

HA .— A los chillidos que da.

AG .— Déjala.

HA .— (A Milfión.) Tú haz entrar a éstos (los esclavos) y lleva también a la nodriza con vosotros.

AG .— Haz lo que te manda.

MI .— Pero ¿quién le va a enseñar a sus hijas?

AG .— Yo, que las conozco mejor que nadie

[1150] MI .— Me voy entonces.

AG .— Mejor querría yo que lo hicieras que no que lo digas. Quiero que se le prepare una cena de bienvenida a mi tío.

MI .— (A los esclavos.) Lachanna 34 , vosotros, en el molino voy a haceros dar con vuestros huesos, y de allí a la cisterna, y luego os voy a amarrar a un buen tronco; os garantizo que se os van a pasar las ganas de ponderar la hospitalidad que vais a recibir.

AG .— ¿Oyes, tío? No me niegues lo que te voy a pedir: [1155] prométeme la mano de tu hija mayor.

HA .— Dalo por hecho.

AG .— Entonces ¿me la prometes?

HA .— Te la prometo.

AG .— ¡Salud, mi querido tío!, Ahora, te puedo dar con toda verdad ese nombre. Ahora al fin podré hablar tranquilamente con ella. Ahora tío, si quieres ver a tus hijas, ven [1160] conmigo.

HA .— Hace ya mucho que lo estoy deseando; te sigo.

AG .— ¿No te parece que vayamos a su encuentro?

HA .— Pero no sea que nos vayamos a cruzar con ellas en el camino sin verlas. ¡Soberano Júpiter; yo te suplico: convierte mi incertidumbre en certeza!

AG .— Yo, por mi parte, confío en que voy a entrar en [1165] posesión de mis amores. Pero ahí las veo venir a las dos.

HA .— ¿Ésas son mis hijas? ¡qué mayores se han hecho, con lo pequeñitas que eran entonces!

AG .— ¿Sabes por qué? Es que hacen como los personajes de tragedia: llevan zapatos de tacón, y por eso parecen más altas 35 .

MI .— ¡Hércules! Me parece que va a resultar ser verdad lo que había dicho por broma: que se va a descubrir que éstas [1170] son las hijas de Hannón.

AG .— Eso es ya algo completamente seguro. Tú, Milfión, haz entrar a éstos (los esclavos); nosotros las esperamos aquí.

ESCENA CUARTA

ADELFASIO , ANTERÁSTILIS , HANNÓN , AGORÁSTOCLES

ADE .— Para cualquiera que tenga gusto en las cosas hermosas y haya venido hoy a ver el templo en ornato de [1175] fiesta, ha merecido la pena ofrecer un tal espectáculo a sus ojos. Cuánto me han gustado esas ofrendas tan lindas de las cortesanas, dignas de la más bella de las diosas; bien que he caído en la cuenta de cuán grande es su pujanza: tal era la cantidad de preciosidades que podías ver, y todo dispuesto y colocado con tan buen aderezo; el olor del incienso y de la [1179a ] mirra y toda clase de perfumes llenaba el templo. Bien claro [1180] está que no es chica la fama de tu fiesta, Venus, y de tu santuario: tan grande era el número de devotas que habían acudido a honrar a la Venus Calidonia.

ANTE .— Desde luego, hermana, por lo que a nosotras toca, hemos hecho allí muy buen papel y hemos obtenido el favor de los dioses; tampoco se ha burlado la gente joven de nosotras, cosa que les ha ocurrido a todas las demás.

ADE .— Mejor me gustaría que fuera ésa la opinión de otros que no que te alabes tú a ti misma.

[1185] ANTE .— Y espero que lo sea.

ADE .— Y yo también, cuando me doy cuenta de lo distintas que somos de todas las demás: por nuestro nacimiento nos corresponde estar libres de todo reproche.

HA .— ¡Oh, Júpiter, que velas por el género humano y le das sustento, tú que eres el sostén de nuestras vidas y en cuyas manos tienen puestas sus esperanzas todos los mortales, yo te ruego que me concedas que sea hoy el día feliz que me traiga el logro de mis afanes y devuelve la libertad a mis hijas, de las que he tenido que verme privado tan largo tiempo, después que me fueron arrebatadas de la patria en tan [1190] tierna edad! Así sabré que hay una recompensa para un amor paternal que no se da por vencido.

AG .— Yo haré que Júpiter acceda a todos tus ruegos, porque me está muy obligado y me teme.

HA .— Calla, por favor

AG .— No llores, querido tío.

ANTE .— ¡Qué agradable es para los humanos, hermana [1192a ] mía, si lo que hacen se ve coronado por la victoria!; como hoy nosotras que hemos destacado por nuestra hermosura entre todas las demás.

ADE .— Hermana, eres más necia de lo que quisiera; por favor, ¿es que te piensas que eres guapa sólo porque no te [1195] han tiznado allí la cara 36 ?

AG .— ¡Ay querido tío, querido tío!

HA .— ¿Qué hay, querido sobrino, qué es lo que quieres?, explícate.

AG .— Quiero que me prestes atención.

HA .— Pues eso hago.

AG .— Querido tío, tío de mi alma.

HA .— ¿Qué ocurre? [1197a ]

AG .— ¡Qué chica tan encantadora!, y ¡qué sensata es!

HA .— Eso de la sensatez lo tiene de su padre.

AG .— ¿Cómo? ¡Pues sí que no hace tiempo que ha pasado [1200] a la historia la sensatez que tuviera de ti! De aquí, de mí es de donde saca ese buen sentido, de aquí le viene toda su sabiduría, de mí y de mi amor.

ADE .— A nosotras, a pesar de ser esclavas, no nos va, por la familia de la que procedemos, el portamos de forma que se provoque la burla de los demás. Las mujeres tienen muchos defectos, pero el mayor de todos es el de estar demasiado contentas de sí mismas en vez de pensar en cómo contentar a los hombres.

[1205] ANTE .— Yo, hermana, estoy loca de contenta por los presagios de nuestras víctimas y por lo que ha dicho el arúspice de nosotras dos…

AG .— (Aparte.) ¡Ojalá hubiera dicho también algo de mí!

ANTE .— …eso de que íbamos a ser libres en pocos días en contra de la voluntad de nuestro amo. Aunque yo, como no sea que lo hagan los dioses o nuestros padres, no sé cómo va a ser posible una cosa así.

AG .— (A Hannón.) Hércules, tío, estoy seguro, ha sido por cuenta mía por la que les ha hecho el arúspice esa profecía [1210] de que van a ser libres, porque sabe que yo estoy enamorado de una de ellas.

ADE .— Ven conmigo por aquí, hermana.

ANTE .— Voy.

HA .— Antes de que os vayáis, quiero hablar con vosotras: esperad un momento, si es que no os molesta.

ADE .— ¿Quién nos llama?

AG .— Quien bien os quiere.

ADE .— Buena ocasión de hacerlo; pero ¿quién es ese hombre?

AG .— Un amigo vuestro.

ADE .— Con tal que no sea un enemigo…

AG .— Este hombre es una buena persona, amor mío.

ADE .— Mejor así que no que lo fuera mala.

AG .— Para caso de que haya que hacer una amistad, [1215] éste.

ADE .— No estoy interesada en ello.

AG .— Está deseando colmaros de beneficios.

ADE .— En ese caso, un hombre bueno haría un bien a quienes son buenas.

HA .— Yo os voy a ser causa de un gran gozo.

ADE .— Y nosotras a ti de una gran alegría.

HA .— Y os voy a dar la libertad.

ADE .— A ese precio nos tendrás fácilmente en tu mano.

AG .— Querido tío, te juro que yo, si fuera Júpiter, me [1220] casaría con ésta y pondría a Juno en la calle. ¡Qué forma de hablar tan recatada, tan sensata y tan en su punto, con cuánto comedimiento se ha expresado!

HA .— No cabe duda que es mi hija. Pero no dirás que no las he abordado con habilidad, ¿eh?

AG .— Hércules, de maravilla y muy en su punto; prosigue con tus tanteos, pero abrevia, que los espectadores tienen sed.

HA .— Hala, pues, ¿por qué no hacemos ya lo que hay [1225] que hacer?: quedáis citadas ante los tribunales.

AG .— Ahora, tío, te portas como se debe. ¿Te parece que le eche yo mano a ésta? (Adelfasio.)

HA .— Sí, sujétala.

ADE .— Pero ¿es que éste es tu tío, Agorástocles?

AG .— Bien pronto lo sabrás; ahora me voy a vengar de ti, ya verás cómo vas… a ser mi prometida.

HA .— Id a los tribunales, deprisa; tómame a mí por testigo y llévame allí.

AG .— Yo te tomo por testigo a ti, y luego a ésta la colmaré [1230] de caricias y la abrazaré; bueno, quise decir…, no, Hércules, he dicho lo que quería decir.

HA .— Venga, deprisa, a los tribunales, a no ser que penséis que es más honorable que se os coja presas.

ADE .— ¿Por qué nos citas ante los tribunales?, ¿qué es lo que te debemos?

AG .— Allí os lo dirá.

ADE .— ¿También mis propios perros me ladran?

[1235] AG .— ¡Hércules! Pues hazles fiestas, dame un beso como bocado y, en lugar de un hueso, ofréceme tu lengua; verás cómo se te pone este perro que está aquí más suave que una balsa de aceite.

HA .— Venga ya, si es que vais a ir.

ADE .— Pero ¿qué es lo que te hemos hecho?

HA .— Sois las dos unas ladronas.

ADE .— ¿Qué nosotras te hemos robado algo?

HA .— Sí, vosotras.

AG .— Yo soy testigo.

ADE .— ¿Y qué es lo que te hemos robado?

AG .— Pregúntale a éste.

HA .— Me habéis ocultado durante muchos años a mis [1240] hijas a espaldas mías, con el agravante de ser libres, y libres de nacimiento, y de una familia del más alto rango.

ADE .— Te juro que jamás podrás hacemos responsables de semejante crimen.

AG .— Si no es verdad que juras ahora en falso, pon como prenda un beso: a ver quién se lo da a quién.

ADE .— Yo no estoy hablando contigo, retírate, por favor.

AG .— Te aseguro que es conmigo con quien tienes que hablar, porque éste es mi tío, yo tengo que hacer de defensor [1245] suyo y voy a denunciar todos los hurtos que cometéis y que tenéis en vuestra casa a sus hijas de esclavas, sabiendo que son libres y que han sido secuestradas de su patria.

ADE .— ¿Dónde están, por favor? o quienes …

AG .— (A Hannón.) Ya las hemos hecho rabiar bastante.

HA .— ¿Se lo decimos entonces?

AG .— Hércules, tío, creo que sí.

ADE .— ¡Pobre de mí, hermana, tengo miedo qué significa [1250] todo esto, estoy perpleja y desconcertada!

HA .— Atendedme, jóvenes: en primer lugar, si fuera posible que los dioses no hicieran caer la desgracias sobre quienes no lo merecen, querría que así hubiera sido; pero ahora, por los bienes que me conceden a mí, a vosotras y a vuestra madre, es justo que le demos gracias sempiternas, ya [1255] que reconocen y honran nuestra piedad los dioses inmortales. Vosotras sois mis hijas, y este joven, Agorástocles, es vuestro primo, hijo de un hermano mío.

ADE .— Por favor ¿es que quieren halagamos con una falsa alegría?

AG .— Los dioses me protejan como es verdad que éste es vuestro padre; rendíos ante la evidencia.

ADE .— ¡Salud, padre! ¡qué cosa tan impensada el encontrarte!, déjanos abrazarte padre, tan deseado y tan esperado, [1260] ¡salud!

HA .— Las dos sois mis hijas.

ANTE .— Las dos te abrazamos.

AG .— ¿Y quién me abraza a mí luego?

HA .— Ahora me siento un hombre feliz, con esta alegría acallo las penas de tantos años.

ADE .— Casi no podemos creerlo.

HA .— Pues yo os daré una prueba para que me creáis: vuestra nodriza ha sido la primera en reconocerme. [1265]

ADE .— ¿Dónde está?

HA .— En casa de Agorástocles.

AG .— Pero bueno, ¿qué es eso de estar ahí tanto tiempo colgadas de su cuello? Suéltalo, tú (Adelfasio) por lo menos, no quiero que lo ahoguéis antes de que te me prometa por esposa.

ADE .— Ya lo suelto.

ANTE .— Querido padre tan esperado, salud.

HA .— Unámonos todos por las cadenas de nuestros brazos: [1270] ¿hay en el mundo entero alguien más feliz que nosotros?

AG .— Justa recompensa a vuestra bondad.

HA .— Al fin he visto cumplidos mis deseos.

AG .— ¡Oh Apeles, oh Zeuxis 37 !, ¿por qué no estáis ya en el número de los vivos, para que hubierais podido pintar una escena como ésta 38 ? Que otros pintores no me interesa que pinten un motivo así.

HA .— Dioses y diosas todos, con razón os doy la más [1275] efusivas gracias por haberme hecho partícipe de una tan grande alegría y un gozo tan sin límites al devolverme a mis hijas y tenerlas otra vez bajo mi potestad.

ADE .— Padre querido, tu piedad es lo que nos ha salvado.

AG .— Tío, no te olvides de que me has prometido a la mayor de tus hijas.

HA .— Lo sé.

AG .— Y tampoco de la dote prometida.

ESCENA QUINTA

ANTAMÉNIDES , ADELFASIO , ANTERÁSTILIS , HANNÓN , AGORÁSTOCLES

[1280] ANTA .— (Saliendo de la casa del rufián sin ver a los otros.) Si no me vengo bien vengado del rufián por la mina que le he entregado, estoy de acuerdo en que se rían en mis barbas todos los pijos; con que me trae aquí consigo para almorzar el muy bandido, y él coge y se marcha y me deja de mayordomo en la casa. Cuando veo que no vienen ni el rufián ni las jóvenes y que no se me da nada de comer, voy [1285] y arramblo con todo esto (señalando un fardo que lleva) como prenda a cambio del prometido almuerzo y me largo; ahí lo tiene: le voy a estafar al rufián una cantidad equivalente al tributo militar 39 ¡sí, que ha dado con uno a quién poderle birlar una mina! Pero me gustaría que me saliera al paso ahora mi amiga con el humor de perros que llevo; la iba a dejar a fuerza de puños que ni un cuervo 40 , más negra que los etíopes que llevan los cubos de agua por el circo en [1290] los juegos 41 .

ADE .— Estréchame bien entre tus brazos, amor mío, que tengo miedo del milano; es un bicho muy malo, no se te vaya a llevar tu pollito.

ANTE .— ¡Ay padre, no me sacio de abrazarte!

ANTA .— Yo mismo me estoy deteniendo; con esto (el [1295] fardo) tengo casi para comprarme un almuerzo. Pero ¿qué es esto?, ¿qué ocurre aquí?, ¿qué es esto?, ¿qué es lo que veo?, ¿cómo?, ¿qué significa ese emparejamiento, qué son esos abrazos?, ¿quién es ese individuo con esas túnicas largas? Se diría un mozo de taberna. ¿Puedo prestar crédito a mis ojos?, ¿es ésa mi amiga Anterástilis? Élla es; ya hace [1300] tiempo que me había yo dado cuenta de que le traigo sin cuidado. ¿No le da vergüenza a la joven de abrazar así en la calle a ese miserable? ¡Hércules! Lo voy a entregar al verdugo para que lo torture de pies a cabeza: estos tipos de las túnicas recolgantes son muy mujeriegos. Pero voy a abordarla [1305] a la ligona africana esta: ¡eh, tú, joven, a ti te digo! ¿no tienes vergüenza? Y tú (Hannón) ¿qué tienes tú que ver con ésa?

HA .— Joven, salud.

ANTA .— Nada de salud, qué te va a ti en eso; ¿qué tienes tú que ponerle a esta joven ni un dedo encima?

HA .— Me da la gana.

ANTA .— ¿Qué te da la gana?

HA .— Así es.

[1310] ANTA .— ¡A la horca contigo! 42 ¿Te atreves a hacer aquí el amor, retaco, o a toquetear a las amigas de los machos de verdad?, tú, sardina destripada, sarrapis, sementium 43 , mastruca sarda 44 , halagora, zampsa 45 , que estás más harto de ajo y cebolla que los remeros romanos.

[1315] AG .— A ver, joven, ¿es que sientes desazón en las mejillas o en los dientes que te metes en esa forma con este hombre, o es que te éstas buscando tu perdición?

ANTA .— ¿Por qué no has cogido un tamborín para acompañar tus palabras 46 ?, que me da a mí la impresión que eres más bien un marica que no un hombre.

AG .— Ahora verás si soy un marica: (hablando a la [1320] puerta de su casa) ¡eh, muchachos, salid y traed unos buenos bastones!

ANTA .— Oye, tú, no tienes por qué tomar en serio una cosa que está dicha en broma, ¿eh?

ANTE .— ¿Qué gusto tienes, Antaménides, en hablar mal a nuestro pariente y a nuestro padre? Éste es nuestro padre; acaba de reconocemos a nosotras por sus hijas y a Agorástocles [1325] como hijo de su hermano.

ANTA .— ¡Júpiter me proteja, estupendo! Me alegro, y me es motivo de satisfacción si al rufián le ha caído encima una desgracia y a vosotros la buena suerte que os merecéis.

ANTE .— Te aseguro que dice verdad; debes creerle, padre.

HA .— Le creo. [1330]

AG .— Y yo también. Pero mira qué a punto aparece por ahí el rufián, ahí veo a esa bellísima persona que vuelve a casa.

HA .— ¿Quién es ése?

AG .— El que tú quieras: el rufián o Lobo. Ése es el que tenía de esclavas a tus hijas y el que me ha robado a mí mi [1335] dinero.

HA .— ¡Vaya unos conocidos que tienes 47 !

AG .— Vamos a llevarle ahora mismo a los tribunales.

HA .— De ninguna manera.

AG .— ¿Por qué?

HA .— Porque es mucho mejor hacerle un proceso por daños y perjuicios 48 .

ESCENA SEXTA

LOBO , AGORÁSTOCLES , HANNÓN , ANTAMÉNIDES

LO .— En mi opinión, quien comunica abiertamente sus [1340] problemas a sus amigos, no se ve defraudado; en mi caso estaban todos de acuerdo en que me ponga una soga al cuello para no quedar a la disposición de Agorástocles.

AG .— ¡Vamos a los tribunales!

LO .— Yo te ruego, Agorástocles, que me sea permitido ahorcarme.

HA .— Te cito ante los tribunales.

LO .— Pero ¿qué tengo yo que ver contigo?

[1345] HA .— Yo te comunico que estas jóvenes son libres y que son las dos hijas mías, libres de nacimiento; me fueron raptadas cuando eran pequeñas, junto con su nodriza.

LO .— Ya hace tiempo que lo sé y estaba extrañado de que no viniera nadie a reclamarlas. Desde luego, lo que es mías, no son.

ANTA .— ¡Rufián, a los tribunales!

[1350] LO .— Tú te refieres a lo del almuerzo; se te debe, te lo daré.

AG .— Yo exijo el doble de lo robado.

LO .— Coge de aquí (señalando su cuello) lo que te dé la gana.

HA .— Y yo exijo que se le castigue debidamente.

LO .— Coge de aquí lo que quieras.

ANTA .— Y yo te exijo una mina de plata.

LO .— Coge de aquí lo que te dé gana; como si fuera un mozo de carga, voy a pagar mis deudas a todos con mi pescuezo.

AG .— ¿Tienes algo que imputar de mi acusación? [1355]

LO .— Ni una palabra.

AG .— Jóvenes, idos vosotras dentro. Pero tú, querido tío, prométeme tu hija como dijiste.

HA .— No me atrevería a obrar de otra forma.

ANTA .— Adiós.

AG .— Adiós.

ANTA .— Rufián, mira lo que me llevo de prenda por la mina que te di.

LO .— ¡Hércules, estoy perdido! [1360]

AG .— No ahora, sino bien pronto, cuando estés ante los tribunales.

LO .— Mejor me pongo yo mismo a tu disposición, ¿qué falta hace el pretor? Pero sólo te pido que se me permita pagarte sin recargo los trescientos filipos; yo creo que los podré reunir arañando de aquí y de allá; mañana haré una subasta.

AG .— Sí, pero con la condición de que te custodiemos [1365] entre tanto en mi casa bien amarrado.

LO .— Sea.

AG .— Entra conmigo en casa, querido tío, que celebremos con alegría este día de fiesta, para mal de éste y bien nuestro. (Al público.) Que lo paséis bien; hemos sido demasiado largos; pero, en definitiva, el rufián es el que ha salido perdiendo. Ahora, el condimento final de la comedia; si os [1370] ha gustado la obra, ¡un aplauso!

(Segundo final de la comedia, en lugar de los vv. 1315-1354.)

ESCENA SÉPTIMA

AGORÁSTOCLES , LOBO , ANTAMÉNIDES , HANNÓN , ADELFASIO , ANTERÁSTILIS

AG .— ¿Qué es eso, militar?, ¿qué gusto tienes en hablar mal de mi tío? No hay motivo para que te extrañes de verle [1375] seguido de las jóvenes: acaba de enterarse que las dos son sus hijas.

LO .— (Aparte.) ¡Eh, qué es lo que oigo, ahora sí que estoy perdido!

ANTA .— ¿Dónde fueron raptadas?

AG .— Son cartaginesas.

LO .— (Aparte.) Y yo un hombre perdido. Siempre estaba con el miedo de que las reconociera alguien, y eso es lo que ha ocurrido ahora.

ANTA .— ¡Ay, pobre de mí!

[1380] LO .— He perdido las veintidós minas que me costaron.

AG .— Tú también estás perdido, Lobo.

HA .— ¿Quién es ese individuo?

AG .— Quien tú quieres, el rufián o Lobo: tenía a tus hijas de esclavas y a mí me ha estafado mi dinero.

HA .— ¡Una buena persona la que conoces!

[1385] ANTA .— Rufián, yo siempre te he tenido por un avaricioso, pero los que bien te conocen dicen que eres también un ladrón.

LO .— Voy a acercarme (se echa a los pies de Agorástocles) . Te suplico por tus rodillas y por este hombre, que, según veo, es tu pariente: puesto que sois unas buenas personas, portaos como corresponde a los buenos y atended mis [1390] súplicas. Yo ya hace tiempo que sabía que estas jóvenes eran libres y estaba a la espera de si las reclamaba alguien, porque, desde luego, mías no son. Además, te devolveré el oro tuyo que está en mi poder, y te juraré que no he obrado nunca con mala intención, Agorástocles.

AG .— Ya pensaré yo qué es lo que debo hacer; suelta mis rodillas. Bien, si así lo quieres.

ANTA .— ¡Eh, tú, rufián!

LO .— ¿Qué le quieres al rufián? ¿no ves que está ocupado?

ANTA .— Quiero que me devuelvas la mina de plata antes de que te lleven a ponerte el virote.

LO .— ¡No lo permitan los dioses! [1400]

ANTA .— Pues así será; o sea, que hoy cenarás fuera. Ahora, rufián debes tres cosas al mismo tiempo: el oro, la plata y el cogote.

HA .— (Aparte.) Estoy pensando para mis adentros qué es lo que corresponde hacer en este asunto. Si quiero vengarme de él, tendré que hacer un proceso en una ciudad extraña, y según tengo entendido que es su condición y su manera de ser…

ADE .— Padre, yo te ruego que no te metas con este [1405] hombre.

ANTE .— Escucha a mi hermana; quita, déjate de conflictos con una mala persona.

HA .— Atiéndeme, rufián, aunque yo sé que has merecido tu perdición, no me meteré contigo.

AG .— Ni yo tampoco; si me devuelves mi oro, rufián, cuando se te quite el virote… serás encerrado en la cárcel.

LO .— Eres el mismo de siempre. [1410]

ANTA .— Cartaginés, discúlpame: si en mi cólera te he dicho alguna cosa que te molestara, te ruego que me perdones; los dioses me valgan que me alegro de que hayas encontrado a tus hijas.

HA .— Yo te perdono y te creo.

ANTA .— Rufián, tú o pones a mi disposición a mi amiga o me devuelves la mina que te entregué.

[1415] LO .— ¿Quieres mi flautista?

ANTA .— Nada de flautistas, que no sabes si tiene más grandes los mofletes o la delantera.

LO .— Yo te daré una que te guste.

ANTA .— Haz lo posible.

LO .— Tu oro te lo devolveré mañana.

AG .— Que no se te olvide.

LO .— Tú, el militar, ven conmigo.

ANTA .— Allá voy. (Entran en casa de Lobo.)

AG .— Y tú, tío, ¿cuándo piensas marcharte a Cartago?, [1420] es que he decidido irme contigo.

HA .— En cuanto que me sea posible, al momento.

AG .— Mientras que hago subasta de mis bienes, es preciso que te quedes aquí algunos días.

HA .— Haré como tú quieres.

AG .— ¡Hale, vamos dentro a celebrarlo!

EL CORO DE ACTORES —¡Un aplauso!


1 Poeta trágico contemporáneo de Eurípides; se conservan algunos fragmentos de la versión latina del Aquiles hecha por Ennio.

2 Cf. Asinaria 5.

3 El v. 16 se considera incompleto y corrupto. Traducción aproximada.

4 El texto latino dice Pultiphagonides , término híbrido burlesco (como pultiphagus «comedor de puches o gachas», Mostellaria 828) para designar a los romanos (cf. PLINIO , Nat . 18, 83, Pulte autem, non pane uixisse longo tempore Romanos manifestum) .

5 El título conservado por los manuscritos es Poenulus , «El Cartaginés».

6 Cf. Menecmos 51 ss.

7 Suburbio de Cartago, junto al mar.

8 Importante cuidad costera en Acarnania.

9 Texto dudoso y muy discutido por los comentaristas.

10 Cf. nota a Asinaria 153.

11 El v. 218 que sigue es una simple repetición del precedente, y es suprimido por los editores, que siguen a Acidalius.

12 Texto dudoso y de interpretación problemática.

13 Juego de palabras en el texto latino: assum , forma del verbo adesse «estar presente», o acusativo de assus «asado»; traducción aproximada.

14 Juego de palabras en el texto latino; traducción aproximada.

15 Texto inseguro y discutido.

16 El sentido de nimbata es muy discutido.

17 Cf. nota a Casina 25.

18 El texto latino dice ninnium , término muy discutido; Maurach lo interpreta como hipocorístico siguiendo a Traina.

19 En el texto latino se utiliza un equívoco con otra imagen.

20 Son altramuces.

21 El texto latino utiliza otra imagen de un sentido aproximado.

22 El sentido de este texto es muy discutido.

23 Antíoco el Grande, de la dinastía de los Seléucidas en Siria (223-187 antes de nuestra era).

24 En el texto latino se juega con el equívoco de la forma pultem , subj. de pultare «golpear» y acusativo de puls «puchas»: de ahí el término panem , en la contestación del testigo; cf. Bacchides 579 ss. La traducción no puede ser exacta.

25 Cf. Rudens 1326, os calet tibi, nunc frigefactas: no está claro el sentido de la expresión.

26 Equívoco en el texto latino, que alude al castigo del adúltero a manos del marido ofendido.

27 Equívoco en el texto latino: el término ala puede significar ‘ala’ y ‘sobaco’; traducción aproximada.

28 De este parlamento en lengua púnica, los vv. 930-939 faltan en el ms. Ambrosiano.

29 Según el ms. Ambrosiano.

30 El texto latino utiliza otra figura, la greda que se usaba para efectos de limpieza.

31 El sentido del término gugga es muy discutido y es interpretado como nombre de un pájaro o con sentido injurioso.

32 El sentido de la palabra migdilix es inseguro.

33 Texto inseguro.

34 Según Maurach, Milfión aquí repite en forma aproximada una palabra púnica oída antes (v. 1013); el pasaje es muy discutido.

35 Texto oscuro y muy discutido.

36 Burla descrita también en PETRONIO , 22, 1, donde una esclava desdeñada por Ascilto aprovecha su sueño para tiznarle la cara.

37 Famosos pintores de la Antigüedad, prototipos del pintor por excelencia, al igual que Velázquez entre nosotros.

38 Las dos hijas abrazadas al padre.

39 Cf. Aulularia 526.

40 El texto latino dice un mirlo.

41 No es claro a qué uso se hace referencia.

42 El sentido del término ligula como insulto con el que empiezan las palabras de Antaménides es muy dudoso; Thierfelder lo deja sin traducción.

43 Sarrapis es un vestido persa; el sentido de sementium es desconocido, Ernout lo deja sin traducción.

44 Mastruca , vestido de pieles típico de Cerdeña.

45 Ernout escribe en su traducción halagorasama y en el aparato crítico locus obscurissimus .

46 Este pasaje se pone en relación con los sacerdotes de Cibeles o con los danzarines.

47 Estos versos son una repetición de los vv. 1362-64 y están omitidos aquí por el manuscrito Ambrosiano.

48 Verso quizá interpolado, cf. I. B. HOFMANN , ThlL VII 1, 1233, 10.

Comedias III

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