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LISANDRO

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El tesoro de los acantios que se encuentra en Delfos tiene [1] la siguiente inscripción: «Brásidas y los acantios de los atenienses» 1 . Por ello muchos afirman que la estatua de mármol que se encuentra en su interior junto a las puertas representa a Brásidas. En realidad es la imagen de Lisandro, con el pelo al estilo antiguo y las mejillas barbadas. Tampoco es cierto, [2] como algunos afirman 2 , que, después de su gran derrota, los argivos se cortaran el pelo y la barba en señal de duelo, mientras que los espartanos, por el contrario, se dejaran crecer la cabellera como signo de alegría triunfal; ni siquiera que se dejen los cabellos largos porque los Baquíadas, cuando salieron huyendo de Corinto en dirección a Lacedemonia 3 , parecieran tener un aspecto poco noble y desastrado con el pelo corto, sino que eso fue una disposición de Licurgo, que decía que la cabellera larga hacía que los hombres bellos estuvieran más favorecidos y que los feos resultaran más temibles.

[2] Se dice que el padre de Lisandro fue Aristócrito 4 , que no era de familia real, pero pertenecía al linaje de los Heraclidas. Lisandro fue criado en la pobreza, y demostró ser tan obediente como el que más respecto a las costumbres de su patria 5 , así como valiente y capaz de gobernar los placeres, a excepción de ese que procuran las grandes acciones que aportan honores y éxito. Además, en Esparta no se considera una vergüenza que los jóvenes se vean dominados por esa clase de placer. [2] Es más, quieren que desde que comienza su vida los jóvenes pasen por situaciones que les reporten gloria, que se sientan molestos cada vez que se les haga un reproche y engrandecidos cuando se les alabe. Desprecian a aquel que no se siente afectado o movido por estas cosas y le consideran indolente e indigno para la virtud. Por tanto, el amor por los honores y por la disputa quedó implantado en él por la educación laconia, de modo que ese rasgo no es achacable a su disposición natural. [3] Sin embargo, sí que parecía por naturaleza más inclinado a servir a los poderosos que el común de los espartanos y estaba dispuesto a soportar la arrogancia de los poderosos si era preciso, algo que algunos consideran una parte, y no pequeña, de la habilidad política. Aristóteles, que demostró que las grandes naturalezas son propensas a la melancolía, como las de Sócrates, Platón o Heracles 6 , cuenta que Lisandro también fue presa de la melancolía, pero no desde joven, sino cuando ya era bastante mayor. Lo que resulta característico de él es lo [4] bien que sobrellevó la pobreza y que no se dejara gobernar ni corromper por las riquezas. Llenó su patria de bienestar y de amor por la riqueza, acabó con esa fascinación que les provocaba el hecho de no sentirse cautivados por ella y consiguió gran abundancia de oro y plata después de la guerra contra Atenas, y todo ello sin quedarse con una sola dracma 7 . Cuando [5] Dionisio el tirano envió para sus hijas unos mantos muy caros hechos en Sicilia, no los aceptó y dijo que tenía miedo de que no les quedaran bien. Pero poco después cuando él fue enviado como embajador de su ciudad ante ese mismo tirano, éste le presentó dos vestidos y le urgió a que cogiera uno de los dos para regalárselo a su hija, Lisandro dijo que era mejor que lo eligiera ella, cogió los dos y se marchó 8 .

La Guerra del Peloponeso se alargaba y, después del desastre [3] ateniense en Sicilia 9 , se pensaba que Atenas podía perder la hegemonía marítima y que, al poco, renunciaría completamente a la lucha. Pero Alcibíades regresó de su exilio y logró dar un gran vuelco a la situación, ya que consiguió que los atenienses fueran de nuevo un rival por mar para los [2] espartanos. Entonces el temor asaltó de nuevo a los lacedemonios y, puesto que sus ansias de combate se habían visto renovadas, necesitaban a un general fuerte y armamento más poderoso, por lo que concedieron a Lisandro el mando de las fuerzas navales 10 . En Éfeso, vio que la ciudad le era propicia y que además estaba muy inclinada al bando lacedemonio, pero estaba gobernada de manera penosa y corría el peligro de convertirse en bárbara por la influencia de las costumbres persas, muy imbricadas; además lindaba por todas partes con Lidia y los generales del Rey pasaban en ella mucho tiempo. [3] Puso su cuartel general, ordenó que todos los barcos de mercancías llevaran allí sus cargas, desde todas partes, y comenzaron la construcción de una flota de trirremes, lo cual reanimó el comercio en los puertos de la zona, así como el mercado de trabajadores, y llenó de riquezas las casas particulares y los talleres de artesanos, de modo que desde ese momento la ciudad, gracias a Lisandro, comenzó a albergar las esperanzas de esplendor y grandeza que ahora ha conseguido plenamente 11 .

[4] Cuando se enteró de que Ciro, el hijo del Rey, se dirigía a Sardes, acudió allí para hablar con él y quejarse de Tisa-fernes 12 . Éste tenía la orden de ayudar a los lacedemonios y expulsar del mar a los atenienses, pero parecía que Alcibíades se lo había ganado para su causa, pues se había mostrado indolente y había suministrado unos recursos insignificantes [2] que debilitarían la flota. Además, Ciro estaba deseoso de que Tisafernes incurriera en una culpa y que se dijera de él que era un hombre malvado y que estaba enfrentado con él. A partir de estos sucesos y de otras vivencias compartidas, Lisandro se ganó el afecto del joven Ciro, especialmente por el tono preferencial con el que lo trataba 13 , y le dio ánimos para entrar en guerra. Un día que Lisandro se disponía a salir de un banquete [3] que le había dado Ciro, éste le pidió que no rehusara sus amistosas dádivas, sino que pidiera aquello que quisiera, puesto que no faltaría en absoluto a ninguna sus peticiones, entonces Lisandro respondió: «Ya que eres tan generoso, Ciro, te pido y ruego que añadas un óbolo más al salario de los marineros, de modo que reciban cuatro, en lugar de tres». Ciro, encantado [4] con su nobleza, le entregó diez mil daricos 14 , para que subiera con ellos un óbolo el salario de los marineros. En muy poco tiempo se corrió tanto la voz que los barcos de los enemigos se quedaron vacíos, ya que la mayoría acudía a donde les pagaban más, y los que permanecían se quedaban de mala gana, se volvían conflictivos y eran fuente de problemas diarios a los capitanes. No obstante, Lisandro, aunque con esta maniobra [5] había causado bajas a los enemigos y los había dejado diezmados, rehuía el combate naval, ya que temía a Alcibíades, que era un estratego audaz, le superaba en número de naves y que además en cuantas batallas había tomado parte hasta entonces, por tierra y por mar, había resultado invicto 15 .

[5] Una vez que Alcibíades partió de Samos en dirección a Focea dejó la flota al mando de Antíoco, el piloto 16 . Antíoco para insultar a Lisandro, navegó con dos trirremes hasta el puerto de Éfeso en un gesto de arrogancia. Cuando pasaron por delante del puerto, comenzaron a hacer burlas, a montar jaleo y a mostrarse desafiantes. Lisandro, presa de la cólera, salió con unas pocas trirremes en su persecución. Al momento se dio cuenta de que los atenienses acudían en ayuda de Antíoco, sacó más naves y terminaron trabando una batalla [2] naval. Salió vencedor Lisandro, que tomó quince trirremes y erigió un trofeo. El pueblo de Atenas, enojado por este suceso, le quitó el mando de la flota a Alcibíades, quien, vituperado e insultado también por los soldados que estaban acantonados en Samos, se marchó del campamento en dirección al Quersoneso. Aunque esta batalla no fue en realidad muy importante, la Fortuna quiso que Lisandro se hiciera famoso por lo que le ocurrió a Alcibíades 17 .

[3] Lisandro, por su parte, hizo que desde las demás ciudades concurrieran en Éfeso todos aquellos a los que había visto descollar en audacia o animosidad. De este modo sembró las semillas de lo que serían las decadarquías y de las innovaciones que vendrían después 18 . Les incitó y animó a que formaran sociedades y se aplicaran a los asuntos públicos, para que, en cuanto fueran liberados del dominio ateniense, derrocaran los gobiernos democráticos y fueran ellos los [4] que gobernaran en sus patrias. Cumplió la palabra dada con cada uno de ellos: a los que eran sus amigos y huéspedes les otorgó cargos importantes, honores y mandos militares. Mas él mismo incurrió también en arbitrariedades y errores por dar pábulo a la codicia de aquéllos; hasta tal punto que todos tenían la atención puesta en él, le llenaban de favores y le mostraban su cariño, en la esperanza de que, mientras él estuviera en el poder, no se iban a ver privados de las cosas más importantes. Por ello desde el primer momento no [5] les agradó que fuera Calicrátidas el sucesor de Lisandro en el mando de la flota, tampoco después, cuando este hombre había dado pruebas de sus capacidades y se había demostrado que era el mejor y el más justo, estaban a gusto con la manera en que ejercía el mando, aunque lo hacía con una sencillez y coherencia dóricas. Admiraban la virtud de Calicrátidas como el que admira la belleza de una estatua heroica, pero anhelaban la diligencia de Lisandro y buscaban su camaradería y el beneficio que les reportaba, de modo que cuando se marchó, se sintieron desanimados e incluso le lloraron.

Él contribuyó también a que se sintieran enojados con [6] Calicrátidas, ya que mandó de vuelta a Sardes lo que quedaba del dinero que había recibido de Ciro para los marineros y dijo que fuera a pedirlo el propio Calicrátidas, si quería, o que se buscase la manera de mantener a los soldados 19 . Finalmente, [2] cuando iba a partir, tomó a Calicrátidas por testigo y le dijo que ponía a su cargo una flota que era dueña del mar; pero Calicrátidas, queriendo reprender sus vanas y fanfarronas pretensiones, le dijo: «Perfecto, deja a tu izquierda Samos, navega en dirección a Mileto y me haces entrega de las naves allí. Si somos dueños del mar, no hay razón para temer a los [3] enemigos acuartelados en Samos». Respondió a eso Lisandro que él ya no tenía el mando, sino Calicrátidas. A continuación emprendió rumbo hacia el Peloponeso dejando a Calicrátidas sumido en dificultades económicas, puesto que él no había traído fondos de Esparta, ni le parecía honesto recaudarlos de las ciudades o cogerlos por la fuerza, ya que éstas se encontraban [4] en grandes aprietos. Lo único que podía hacer era llamar a las puertas de los generales del Rey, como había hecho Lisandro, y pedirlo. Pero era el menos indicado para esa labor, ya que tenía un carácter libre y orgulloso y consideraba en todo punto más honorable que los griegos fueran derrotados por griegos a andar adulando y presentándose ante las puertas de unos bárbaros que, por muy ricos que fueran, no tenían [5] nada bueno. Agobiado por las estrecheces, enseguida marchó a Lidia, al palacio de Ciro, y mandó que le hicieran saber que había llegado Calicrátidas, el estratego de la flota espartana, y que quería hablar con él. Uno que estaba en la puerta le dijo: «Ciro no está ahora para tareas, extranjero. Está bebiendo». Calicrátidas, entonces, con bastante naturalidad, le dijo: «No pasa nada. Esperaré aquí hasta que haya acabado de beber». [6] Les pareció bastante rudo en sus maneras y, sintiendo que los bárbaros se reían de él, se marchó. Cuando se presentó por segunda vez, no le permitieron entrar y con un gran enfado se volvió a Éfeso maldiciendo a los primeros que se habían dejado burlar por esos bárbaros y que los habían enseñado a comportarse con tamaña insolencia por el hecho de ser ricos; [7] además juró ante todos los presentes que, tan pronto como estuviera de vuelta en Esparta, haría todo lo que pudiese para que los griegos se reconciliaran y se hicieran temibles para los bárbaros y dejaran de necesitarlos para pelear unos contra otros.

[7] Calicrátidas, que pensaba de un modo digno de un lacedemonio y que rivalizaba con los mejores griegos en justicia, grandeza de ánimo y valentía, murió poco tiempo después en la batalla naval de las Arginusas 20 , en la que fue derrotado. Entonces la situación empeoró y los aliados enviaron una embajada a Esparta para pedir que se restituyera a Lisandro en la comandancia de la flota, ya que concurrirían con un ánimo mayor si era éste el general en jefe. Ciro también mandó una [2] misiva con la misma petición. Ya que la ley no permitía que una misma persona fuera el comandante de la flota dos veces, los lacedemonios quisieron complacer a sus aliados y le dieron el título de general de la flota a un tal Araco, y a Lisandro le dieron el título de enviado, aunque de hecho lo mandaron a éste con plenos poderes 21 . Llegó allí el más anhelado por los gobernantes y por los más poderosos de esas ciudades, ya que esperaban que gracias a él pudieran conseguir más poder una vez que se pusiera fin a los gobiernos democráticos. No [3] obstante para aquellos que preferían un modo de gobierno sencillo y noble, Lisandro, en comparación con Calicrátidas, parecía taimado y embustero, ya que engrandecía con engaños sus acciones de guerra y exaltaba la justicia cuando iba acompañada por el beneficio, y si no era así, se servía de lo más provechoso como si fuera lo bueno, pues consideraba que la verdad no era por naturaleza superior a la mentira y que había que sopesar en qué consideración se debía tener a una u otra. Se burlaba de aquellos que no consideraban digno [4] de los descendientes de Heracles el hecho de hacer la guerra mediante engaños y decía: «Cuando no llega con la piel de león, hay que parchear con la de zorra» 22 .

[8] Lo que se cuenta que hizo en Mileto apoya estas consideraciones 23 . Cuando los amigos y huéspedes de Esparta, a los que había ofrecido ayuda para acabar con el gobierno democrático y expulsar a los disidentes, cambiaron de idea y se reconciliaron con los enemigos, Lisandro hizo manifestaciones públicas de estar encantado con ello y que se adhería a la reconciliación, pero en privado los criticaba y acusaba duramente, azuzándolos a ponerse en contra de la mayoría de [2] la población. Cuando se enteró de que se había producido una sublevación, de inmediato fue a la ciudad en su auxilio. A los primeros sublevados con los que se encontró los vituperó de palabra y los trató con aspereza, como si fuera a imponerles un castigo, y a los demás los animó y les hizo suponer que [3] nada malo les pasaría mientras él se encontrara allí. Así fingió y se sirvió de esas argucias para que los demócratas de mayor poder no huyeran, sino que se quedaran en la ciudad a fin de poder asesinarlos. Y así sucedió. Todos los que se fiaron de él fueron degollados. Recuerda Androclides una frase de Lisandro [4] que le acusa de ligereza en materia de juramentos. Pues, según cuentan, aconsejaba engañar a los niños con las tabas y a los hombres, con juramentos, a la manera de Polícrates de Samos: y no está bien que un general imite a un tirano 24 . Tampoco es muy espartano tratar a los dioses como a los enemigos, incluso es esto más injurioso, pues el que falta a un juramento reconoce tanto que teme a su enemigo como que desprecia a la divinidad.

Ciro hizo que Lisandro fuera a Sardes para darle unas cosas, [9] prometerle otras y, con cierta fanfarronería juvenil, para ganarse su favor le dijo que, aunque su padre no le diera nada, él gastaría en él todos sus bienes; y en caso de que no tuviera más, desmontaría el trono en el que se sentaba para sacar dinero, ya que éste era de oro y plata. Finalmente, cuando se [2] dirigía a la Media a encontrarse con su padre 25 , le encomendó la recogida de los tributos de las ciudades dotándole de su potestad. Se despidieron y Ciro le rogó que no entablara combates navales con los atenienses hasta que él regresara, pues volvería de Fenicia y Cilicia con muchas naves; después marchó al palacio del Rey. Lisandro, que no era capaz de combatir por mar en casi igualdad de fuerzas ni de quedarse quieto con tal cantidad de naves, se hizo a la mar y se anexionó algunas islas, atacó Egina y Salamina y las saqueó. A continuación [3] desembarcó en el Ática y saludó a Agis, que bajó desde Decelia para encontrarse con él 26 , y mostró su fuerza naval a la infantería que se hallaba allí acantonada, para mostrar que navegaba por donde quería y que tenía el dominio del mar. No obstante, cuando se dio cuenta de que los atenienses marchaban a su encuentro, se apresuró a huir por medio [4] de las islas en dirección a Asia. Se encontró el Helesponto vacío y atacó con sus naves Lámpsaco; entonces Tórax acudió con la infantería y lanzó un ataque contra las murallas. Tomó la ciudad por la fuerza y permitió a los soldados que la saqueasen 27 .

La armada ateniense, con ciento ochenta naves, había fondeado por entonces en Eleunte del Quersoneso, pero cuando se enteraron de que Lámpsaco había sido tomada, al momento se [5] dirigieron hacia Sestos. Una vez allí se hicieron con provisiones y navegaron por la costa rumbo a Egospótamos, enfrente de los enemigos que aún estaban anclados en Lámpsaco. Eran varios los estrategos atenienses y entre ellos estaba Filocles, el que había convencido al pueblo para cortar el dedo pulgar de la mano derecha a aquellos enemigos que fueran capturados en la guerra, para que no fueran ya capaces de llevar una lanza, pero sí de batir los remos 28 .

[10] Todos permanecieron entonces en reposo, pensando que entrarían en combate naval al día siguiente. Pero la idea de Lisandro era muy distinta: dio orden a los marineros y a los pilotos de embarcar en las trirremes y esperar en formación y en silencio las órdenes, como si fueran a batallar por la mañana; igualmente que la infantería, que estaba formada en la [2] costa, aguardase sin moverse. Cuando salió el sol, los atenienses avanzaron de frente con todas sus naves para provocar la batalla, pero él, con todas las naves de proa a los enemigos y ya pertrechadas desde la noche, no entró en combate. Mandó unas embarcaciones auxiliares a los barcos de la vanguardia para ordenarlas que se mantuvieran quietas y permanecieran en formación sin inquietarse ni entrar en batalla. Al atardecer [3] los atenienses se retiraron y él no dejó desembarcar a los soldados de las naves hasta que regresaron dos o tres naves que había enviado como oteadoras para asegurarse de que los enemigos habían desembarcado. Al día siguiente sucedió lo mismo y al tercero y al cuarto, de modo que surgió entre los atenienses gran confianza y también desprecio al pensar que los enemigos les temían y estaban desalentados. Entonces [4] Alcibíades, que se encontraba en el Quersoneso, en su fortaleza 29 , marchó a caballo hasta el campamento de los atenienses y, una vez allí, criticó a los estrategos primero por haber acampado en un lugar malo y además poco seguro, en una costa abierta y expuesta a peligros, y en segundo lugar porque se equivocaban al ir a Sestos a tomar provisiones desde tan lejos, cuando era más conveniente navegar un poco más hacia [5] el puerto y la ciudad de Sestos para mantenerse apartados de unos enemigos que les vigilaban y que estaban a las órdenes de un solo hombre al que obedecían escrupulosamente en todo por miedo. Aunque él les mostraba todas estas cuestiones, no le hicieron caso. Tideo incluso le respondió con arrogancia y le replicó que no era Alcibíades el que mandaba el ejército, sino otros 30 .

Alcibíades se marchó de allí con la sospecha de que había [11] traidores entre ellos. Al quinto día, los atenienses hicieron la navegación y la retirada, como era costumbre, con mucha despreocupación y desprecio. Pero Lisandro, al enviar naves de reconocimiento, ordenó a los capitanes que, cuando vieran que los atenienses desembarcaban, regresaran a toda prisa y, tan pronto como estuvieran a medio camino, levantaran un [2] escudo de bronce en la proa, como señal de batalla. Él mismo recorría la flota a bordo de su embarcación y se dirigía a los pilotos y capitanes, urgiéndoles a que tuvieran en formación a la tripulación, marineros y remeros, y a que, en el momento en el que diera la señal, avanzaran contra los enemigos con decisión y fuerza. Cuando se alzó el escudo en las naves y la capitana dio la llamada con un toque de trompeta, las naves se lanzaron al ataque y los soldados de infantería rivalizaron entre [3] sí por alcanzar la costa junto al promontorio. La distancia que mediaba entre ambos continentes era de quince estadios 31 , pero rápidamente fue cubierta por el empuje y el ímpetu de los remeros. Conón fue el primer estratego ateniense que vio desde tierra cómo la flota se lanzaba al ataque y al punto ordenó a gritos que embarcaran. Dándose cuenta de lo que les esperaba, llamaba a unos, rogaba a otros, a otros les obligaba [4] a subirse a los barcos. Pero su esfuerzo fue en balde, los hombres se encontraban dispersos: después de desembarcar, ya que no sospechaban nada, unos se habían ido al mercado, a darse una vuelta por el lugar, otros dormían en las tiendas o se preparaban el almuerzo, pendientes de todo menos de lo [5] que iba a ocurrir por la incompetencia de sus superiores. El enemigo se echó entonces sobre ellos entre gritos y estrépitos, Conón cogió ocho naves y emprendió la huida en dirección a Chipre en busca de la protección de Evágoras. El resto de las naves fueron presa de los peloponesios: se encontraron unas completamente vacías y atacaron aquéllas sobre las que aún no se había embarcado toda la tripulación. Algunos hombres murieron junto a las naves, cuando corrían a defenderlas sin orden y sin armas, a otros los mataron en tierra, cuando huían [6] del desembarco enemigo. Lisandro capturó a tres mil prisioneros, además a los estrategos y la flota entera a excepción de la Páralos y de los que habían huido con Conón 32 . Después de remolcar las naves y saquear el campamento, emprendió la navegación hacia Lámpsaco entre flautas y canciones triunfales: había conseguido una gran hazaña con un mínimo esfuerzo y en una sola hora había puesto fin a la más larga guerra, la más diversa en incidentes y la más increíble en cuanto a situaciones de suerte de las que había habido hasta entonces, ya [7] que, después de haber pasado por mil formas de combate, por cambios en los acontecimientos y por una pérdida de ejércitos superior a cuantas guerras habían tenido lugar en Grecia, había encontrado su fin gracias al buen consejo y la destreza de un solo hombre, por lo que algunos llegaron a pensar que había habido intervención divina 33 .

Algunos decían que habían visto brillar con fuerza las [12] estrellas de los Dioscuros a ambos lados de la nave de Lisandro 34 , justo cuando navegaba desde el puerto contra los enemigos; otros que la caída de una piedra había sido la señal de este suceso, pues, como se suele creer, había caído una piedra enorme del cielo en Egospótamos: aún hoy la muestran; de [2] hecho, es objeto de veneración en el Quersoneso. Se cuenta que Anaxágoras había anunciado que cuando los cuerpos que están sujetos en el cielo sufrieran algún deslizamiento o alguna sacudida, sucedería la ruptura y caída de uno que se hubiera quedado desprendido 35 ; además cada una de las estrellas del cielo no está en el lugar en el que tuvo su origen, pues su brillo, dado que su naturaleza es pedregosa y pesada, surge por resistencia y refracción del éter y son arrastradas a la fuerza por la potencia y tensión del movimiento circular que las sujetaba, que en origen hizo que no cayeran en la tierra, en la época en que los cuerpos fríos y pesados se separaron del conjunto.

[3] Pero hay otra explicación más plausible que ésta: algunos afirman que las estrellas que se precipitan no son flujo ni desprendimiento del fuego eterno que se desvanece en el aire tan pronto como éste se prende; tampoco inflamación e incendio de una gran cantidad de aire que se libera sobre la región superior, sino ruptura y caída de cuerpos celestes —como resultado de una pérdida de fuerza del movimiento circular producido por dislocaciones— que no los llevan a partes habitadas de la tierra, sino que la mayoría de ellos cae fuera en la inmensidad [4] del mar, por lo que desaparecen. Daímaco, en su tratado Sobre la piedad, testimonia la idea de Anaxágoras 36 , cuando cuenta que antes de la caída de la piedra y durante setenta y cinco días consecutivos se vio en el cielo un cuerpo incandescente de gran tamaño, semejante a una nube de fuego, no en reposo, sino en giros múltiples y quebrados, hasta que esas sacudidas y movimientos errantes acabaron por romperlo en fragmentos incandescentes que iban de aquí para allá y brillaban como estrellas que caen. Cuando cayó en esa parte de la tierra, y [5] una vez que los que allí vivían se liberaron del miedo y el estupor que les había producido, acudieron al lugar y no se encontraron con fuego ni siquiera con un resto, sino con una piedra tendida, grande de hecho, pero que no conservaba parte alguna de aquel círculo de fuego, por decirlo de algún modo. Está más que claro que Daímaco necesita un auditorio bienintencionado. Si su explicación es cierta, refuta con autoridad a [6] aquellos que andan diciendo que aquélla era una piedra arrancada de una cima por vientos y vendavales que había quedado suspendida y había sido llevada como las peonzas; tan pronto como la revolución aflojó y se fue perdiendo la fuerza, se precipitó y cayó. A no ser, por Zeus, que fuera realmente fuego [7] lo que se manifestó durante varios días, y que su desvanecimiento y desaparición provocaran en el aire un cambio que produjera corrientes de aire más violentas y en movimiento, que fueron la causa de que la piedra cayera. Pero estas cosas son para examinarlas en otra clase de escritos.

Lisandro, después de que los tres mil prisioneros atenienses [13] que había capturado fueran condenados a muerte por el Consejo 37 , llamó al estratego ateniense Filocles y le preguntó qué sentencia dictaría sobre sí mismo, después de la clase de ideas que había dado a sus ciudadanos contra otros griegos. Filocles no se vino abajo y le replicó que no se podía condenar [2] por cosas de las que nadie era juez competente, sino que el vencedor tenía que hacer aquello que le habría tocado padecer si hubiera sido vencido. A continuación, se lavó, tomó un manto resplandeciente y, según cuenta Teofrasto 38 , condujo a sus conciudadanos a la matanza.

Tras esto, Lisandro navegó a las ciudades y conminó a cuantos atenienses se encontró a marcharse a Atenas; pues no le perdonaría la vida a ninguno, sino que degollaría a cualquiera [3] que encontrara fuera de la ciudad. Algo que logró enviándolos a todos a la capital, pues su plan era que en poco tiempo la ciudad sucumbiera al hambre y a la falta de suministros, de modo que el asedio no le resultara muy arduo por encontrarse los espartanos bien abastecidos. Disolvió los gobiernos populares y el resto de los sistemas políticos, y dejó en cada ciudad a un gobernador lacedemonio y a diez magistrados escogidos de las sociedades que él mismo había formado 39 . [4] Cuando implantó esto tanto en las ciudades enemigas como en las aliadas, se hizo a la mar despreocupadamente ya que había conseguido en cierto modo el control de Grecia. Nunca eligió a los gobernantes por ser de clase noble o por sus riquezas, sino que, en agradecimiento de lo que habían hecho por él, hizo señores del reparto de recompensas y castigos a sus compañeros y a sus huéspedes. Además en muchas ocasiones Lisandro estuvo presente en las matanzas y condenó al destierro a los enemigos de sus partidarios, y ello no contribuyó a presentar ante los griegos una imagen muy buena del gobierno de los lacedemonios; incluso el cómico Teopompo parece [5] quedarse corto cuando compara a los lacedemonios con las taberneras 40 , pues dieron a probar a los griegos el más dulce vino de libertad y le vertieron vinagre: pues en seguida ese sorbo se volvió amargo y desagradable, ya que Lisandro no concedió a los pueblos la soberanía sobre sus propios asuntos, sino que entregó las ciudades a unos pocos: a los más osados y camorristas.

No pasó mucho tiempo en estos asuntos y mandó a Lacedemonia [14] a unos emisarios para que anunciaran que se encontraba navegando hacia allí con doscientas naves. En las costas del Ática se reunió con Agis y Pausanias, los reyes de Esparta, y consideraban que lograrían tomar Atenas en muy poco tiempo. Pero los atenienses opusieron resistencia, de modo que tuvieron que embarcar y pasar de nuevo a Asia. Una vez allí disolvió al momento todas las otras formas de gobierno de las ciudades e instituyó decarquías: mediante muchas muertes y matanzas en cada una de ellas. Desterró a todos los samios y entregó la isla a los antiguos exiliados 41 . Tomó Sestos, isla bajo [2] mando ateniense, y no permitió que estuviera habitada por sestios, sino que entregó a sus pilotos y contramaestres la ciudad y el territorio para que se los repartieran: esta fue la primera de sus órdenes que fue desautorizada por los lacedemonios que restituyeron el territorio a los sestios. Por el contrario, los [3] griegos vieron con gusto otras acciones de Lisandro, como la devolución a los eginetas de su ciudad, después de largo tiempo 42 ; al igual que hizo con los habitantes de Melos y de Esción, por lo que los atenienses fueron expulsados de estas y obligados a devolver las ciudades. Cuando creyó que los que estaban en Atenas se encontrarían ya agobiados por el hambre, puso rumbo al Pireo y cercó la ciudad, obligándoles a llevar [4] a cabo la capitulación bajo las condiciones que él ordenó. Se cuenta entre los lacedemonios que Lisandro escribió entonces a los éforos una carta en estos términos 43 : «Atenas ha sido tomada»; ellos contestaron a su vez a Lisandro: «Es suficiente con haberla tomado», pero quizá esto se cuenta para dar buena impresión. La orden verdadera de los éforos fue ésta: «Éstas son las resoluciones de los magistrados lacedemonios: después de destruir el Pireo y los Grandes Muros y de salir del resto de las ciudades, mantendréis vuestro territorio: si hacéis esto, tendréis paz, si queréis; además: la restitución de los exiliados. Respecto a la cantidad de naves, haréis lo que se [5] resuelva». Los atenienses aceptaron esta escítala a propuesta de Terámenes, hijo de Hagnón 44 . Cuando Cleómenes, uno de los jóvenes demagogos, le interpeló por atreverse a hacer y a decir lo contrario de lo que hizo Temístocles, ya que entregaba a los lacedemonios unas murallas que aquél había ordenado construir en contra de la voluntad de los lacedemonios, Terámenes respondió: «Nada de eso, joven. No hago lo contrario [6] que Temístocles: pues él mandó construir esas murallas para salvaguarda de los ciudadanos y nosotros las demolemos para lo mismo: pues si las murallas ocasionaran la felicidad de las ciudades, entonces la más desgraciada de todas ellas debería ser Esparta, que no está amurallada».

Lisandro, una vez que se hizo con todas las naves, excepto [15] doce, y se le entregaron las murallas de Atenas, decidió en seguida cambiar el sistema de gobierno el día dieciséis del mes de muniquión, el mismo día en que se venció a los bárbaros en la batalla de Salamina 45 . Los atenienses reaccionaron con [2] hostilidad y violencia, y él envió unos emisarios al pueblo para comunicarle que ellos habían roto los acuerdos, puesto que los muros seguían en pie una vez que había pasado el plazo de tiempo en el que debían ser derribados. Por tanto habría de imponerles otro veredicto nuevo, ya que habían incumplido los acuerdos. Hay quienes cuentan que en un encuentro con sus aliados manifestó que su veredicto sería convertirlos en esclavos, y que fue entonces cuando el tebano Eriantes propuso arrasar la ciudad y convertir su territorio en pastos 46 . [3] Cuando los generales bebían juntos en una reunión, uno de ellos, un foceo, cantó el comienzo de la párodos de la Electra de Eurípides: «Hija de Agamenón, he venido, Electra, a tu atrio yermo» 47 ; entonces todos rompieron a llorar y les quedó claro que era una tarea cruel destruir y arrasar una ciudad que [4] había engendrado a hombres tan importantes. No obstante, y aunque los atenienses habían cedido en todos los términos, Lisandro hizo traer de la ciudad a un buen número de mujeres flautistas, las juntó a las que llevaba consigo en su campamento y derribó entonces los muros y prendió fuego a las naves al son de la flauta. Mientras, los aliados fueron coronados y se hacían mutuamente bromas, como si aquel día fuera el comienzo de su libertad. No esperó ningún tiempo para cambiar [5] el sistema de gobierno: puso treinta arcontes en la ciudad y diez en el Pireo, emplazó una guarnición en la Acrópolis, al frente de la cual dejó a Calibio, un espartano 48 . Una vez, Calibio levantó su vara para golpear a Autólico, el atleta en cuyo honor escribió Jenofonte su Banquete , pero éste le cogió por las piernas y le tiró al suelo. Lisandro no se enfadó con él, sino que reprendió a Calibio por no saber gobernar a hombres libres. No obstante, los Treinta Tiranos dieron muerte a Autólico poco después, para complacer a Calibio.

[16] Tras esto, Lisandro emprendió rumbo por mar hacia Tracia: lo que le quedaba de dinero, los regalos y las coronas que había recibido, puesto que muchos, como puede entenderse, querían hacer presentes a un hombre tan poderoso, que, en cierta manera, era el señor de Grecia, los envió a Lacedemonia a través de Gilipo, el estratego que estaba al mando de Sicilia 49 . Éste, según cuentan, descosió los sacos por la parte de abajo y tomó una importante cantidad de plata de cada uno de ellos, luego los volvió a coser, sin haberse dado cuenta de que en cada saco había una nota escrita que indicaba su contenido. Cuando llegó a Esparta, ocultó lo que había sustraído bajo [2] las tejas de su casa; a continuación entregó a los éforos los sacos y les enseñó los sellos. Después de abrirlos y contar su contenido, se vio que la cantidad de plata no correspondía con la nota escrita, lo que dejó estupefactos a los éforos. Entonces un esclavo de Gilipo les dijo algo así como un enigma: «En el Cerámico anidan las lechuzas», pues, según parece, la mayoría de las monedas de la época, a causa de la importancia de los atenienses, estaban acuñadas con una lechuza 50 .

Gilipo, después de una actuación tan vergonzosa e innoble, [17] él que antes había llevado a cabo grandes y deslumbrantes hazañas, se desterró a sí mismo de Lacedemonia. A raíz de esto los espartanos más prudentes comenzaron a temer la fuerza del dinero, que se apoderaba incluso de los ciudadanos principales: censuraban a Lisandro y defendían ante los éforos la purificación de la ciudad de todo oro y plata, como si fueran espíritus funestos conjurados 51 . Los éforos deliberaron [2] sobre ello. Fue Escifáridas, dice Teopompo, o Flógidas, según Éforo 52 , el que hizo público que no se debía aceptar moneda de oro ni de plata en la ciudad, sino que sólo se podía usar la tradicional. Esta moneda era de hierro y, para que no pudiera ser acuñada una segunda vez, se la sumergía en vinagre en cuanto se la sacaba del fuego, para que la moneda se volviera blanda y quebradiza, además de pesada y difícil de llevar encima: con una gran cantidad, y eso que era muy voluminosa, [3] se obtenía un valor muy pequeño. Posiblemente todo el dinero antiguo se encontraba en esta misma situación: algunos utilizaban barritas de hierro como moneda, otros de bronce. Aún hay en circulación una gran cantidad de este dinero al que llaman óbolos, y dracma a seis de ellos, pues estos son los que caben en una mano 53 .

Los amigos de Lisandro se opusieron a esta decisión y [4] lucharon para que el dinero se quedara en la ciudad. Se resolvió que se permitiera el uso público de ese dinero, pero si se descubría a alguien que lo poseyera en privado, se le condenara a muerte, como si Licurgo tuviera miedo de la moneda, no de la codicia que ésta provocaba; que no encuentra su fin con la prohibición a los particulares de poseer riquezas, sino que se acrecienta cuando es la ciudad la que las posee, al permitir su uso, lo que le confiere valor y estimación social. Pues [5] no es posible que se desprecie por inútil en privado lo que recibe honra en público, ni que se piense que no tiene valor para lo privado algo que en lo común recibe tantos honores y amores; además es también más fácil que confluyan en las vidas particulares las costumbres que se producen en los asuntos públicos a que los deslices y pasiones de los individuos hagan que las ciudades rebosen de corrupción. Que las [6] partes se tuerzan a causa del todo, cuando éste continúa su camino hacia lo peor, es natural; en cambio los yerros que provienen de las partes y se dirigen hacia el todo encuentran mucha oposición y enmienda en las partes que se encuentran sanas. Se puso guardianes en las casas de los ciudadanos para que no penetrase en ellas la moneda por miedo a la ley, pero no lograron mantener los ánimos ajenos e insensibles a la riqueza, sino que los lanzaron directos al deseo de enriquecerse, ya que resultaba venerable y magnífico. Pero ya hemos criticado estos asuntos de Lacedemonia en otro escrito 54 .

Con el botín Lisandro erigió en Delfos una estatua suya [18] en bronce y otras de cada uno de los navarcos, además de las estrellas de los Dioscuros en oro, las mismas que dejaron de brillar antes de la batalla de Leuctra 55 . En el tesoro de Brásidas y en el de los acantios había una trirreme de oro y marfil de dos codos, que Ciro había enviado como regalo [2] por la victoria 56 . Anaxándrides de Delfos cuenta que también había allí un depósito que había dejado Lisandro de un talento de plata, cincuenta y dos minas y además once estateras, lo que no concuerda con lo que cuenta el resto de los escritos, que están de acuerdo a la hora de hablar de la pobreza de Lisandro 57 . Llegó en esta época a una cima de poder a la que no había llegado antes ninguno de los griegos y parecía que se servía más de ese orgullo y majestad que había adquirido [3] que del poder, pues, según cuenta Duris, fue el primer griego al que las ciudades levantaron altares y por el que celebraron sacrificios, como si se tratara de un dios, el primero por el que se cantaron peanes, de los que aún se recuerda el comienzo de uno que decía así 58 : De la sagrada Grecia cantemos a un [4] estratego que procede de la ancha Esparta, oh, ie Peán . Los samios votaron a favor de que unas fiestas suyas llamadas Hereas pasaran a llamarse Lisandreas. Entre otros, siempre tenía un poeta a su lado, Quérilo, que se dedicaba a adornar sus hechos a través de la poesía. A Antíloco que había compuesto unos cuantos versos corrientes en su honor le entregó un gorro lleno de plata. Cuando Antímaco de Colofón y un tal Nicerato de Heraclea competían con poemas en su honor en las Lisandreas, coronó a Nicerato, y Antímaco, encolerizado, destruyó su poema. Platón, que por entonces era joven y admiraba [5] la poesía de Antímaco, se dio cuenta de que el poeta llevaba mal su derrota y le dio consuelo diciéndole que la ignorancia era el mal de los ignorantes, al igual que la ceguera el mal de los que no ven 59 . Incluso una vez que un citaredo, Aristónoo, que había resultado vencedor por seis veces en los Juegos Píticos, anunció en público que si volvía a ganar, se haría llamar Aristónoo de Lisandro, éste le replicó: «¿Querrás decir esclavo de Lisandro?» 60 .

La ambición de Lisandro sólo resultaba odiosa a los hombres [19] importantes y a sus iguales 61 . Además esa ambición, por influencia de sus aduladores, se unía a una arrogancia extrema y a un carácter implacable. No tenía ninguna medida ni generosidad en lo que respectaba a acaparar honores y recompensaba la amistad y la hospitalidad con el dominio sin control sobre las ciudades y la tiranía sin freno. Asimismo su ánimo sólo se veía satisfecho con la destrucción de aquel al que odiara, pues no cabía posibilidad de huida. Así, más adelante, cuando [2] temió que los cabecillas del bando popular milesio huyeran, y en el deseo de granjearse el favor de los que permanecían ocultos, juró que no les haría mal alguno 62 . Ellos confiaron en él y se presentaron, él a cambio los entregó a los oligarcas para [3] que los pasaran a cuchillo. Eran alrededor de ochocientos. En cuanto al resto de las ciudades, el número de muertes entre los partidarios del bando popular es imposible de contar, y no sólo se les quitaba la vida por la causa particular que tuvieran con Lisandro, sino que con esas muertes complacía y daba pábulo a las numerosas enemistades y codicias de los amigos que tenía por todas partes. A partir de entonces se hicieron célebres las palabras de Eteocles el lacedemonio que decía que Grecia no podía engendrar dos Lisandros, aunque Teofrasto le atribuye esas mismas palabras a Arquestrato, pero acerca de [4] Alcibíades 63 . No obstante, lo que más molestaba de Alcibíades era su insolencia y esa mezcla de libertinaje y arrogancia, mientras que en Lisandro era la dureza de su carácter lo que volvía terrible e insoportable su poder.

Los lacedemonios no hicieron mucho caso a sus acusadores; pero cuando cometió una injusticia contra Farnabazo 64 , cuyo territorio saqueó y asoló, y este envió acusadores a Esparta, los éforos entonces se indignaron y ejecutaron a Tórax, uno de sus amigos y compañeros en tareas militares, del que habían descubierto que tenía dinero para uso personal 65 . A Lisandro le mandaron una escítala en la que se le ordenaba [5] personarse. Una escítala es esto: cuando los éforos mandan a alguien como jefe de la flota o estratego, toman dos piezas de madera cilíndricas, iguales en longitud y grosor, de modo que los cortes se correspondan entre sí: uno se lo quedan ellos, el otro se lo dan al que envían de misión. Estas maderas reciben el nombre de escítalas. Cuando quieren comunicar algo [6] secreto e importante, enrollan en la escítala una banda larga y estrecha, semejante a una correa, sin que queden huecos, sino que la tira ha de cubrir por completo la superficie. Una vez que la han enrollado, escriben el mensaje sobre la tira, tal como está, enrollada en la escítala. Cuando han terminado de escribir, quitan la tira y se la mandan sin la madera al estratego. En el momento en que lo recibe no puede leer nada, ya que [7] las letras no están unidas entre sí, sino que están dispersas por la banda. Pero en cuanto coge la escítala y enrolla en ella la banda, de modo que la espiral se forma en el mismo orden y se juntan unas letras con otras, entonces se presenta a la vista un mensaje continuo. Se llama también escítala a la banda, al igual que a la madera, de la misma manera que lo medido se llama como la medida.

Lisandro se hallaba en el Helesponto cuando recibió la [20] escítala. Se preocupó y sintió temor, sobre todo, por la denuncia de Farnabazo, e intentó llegar a un acuerdo con él para eliminar sus diferencias. Cuando se encontraron, le pidió que escribiera otra carta a los magistrados en la que dijera que no había cometido injusticia contra él ni hiciera denuncia alguna. No conocía a Farnabazo y, como dice el proverbio, un cretense [2] se mide con otro 66 . Farnabazo aceptó hacer lo que Lisandro le pedía y delante de él redactó una carta en los términos que este deseaba, pero tenía escondida otra carta distinta. Cuando fue a sellarlas, cambió los rollos que a simple vista eran iguales. Cuando Lisandro se presentó en Lacedemonia y acudió, [3] según es costumbre, ante los magistrados, entregó a los éforos la carta de Farnabazo, convencido de que se retiraría así la más importante de las acusaciones que había contra él, pues Farnabazo tenía una estrecha relación con los lacedemonios y se había destacado durante la guerra como el general más [4] resuelto de todos los del Gran Rey. Una vez que los éforos hubieron leído la carta, se la mostraron y entendió que «No sólo Odiseo es artero» 67 . Se quedó aún más perplejo y se marchó de allí. A los pocos días se encontró de nuevo con los magistrados y les dijo que debía marchar al templo de Amón y ofrecer al dios los sacrificios que había prometido antes de [5] las batallas. Hay quienes afirman que, cuando estaba en medio del sitio de la ciudad de Afitis, en Tracia, se le había aparecido en sueños el dios Amón y que esa es la causa de que pusiera fin al asedio, como si hubiera sido una orden del propio dios; entonces exhortó a los afiteos a hacer un sacrificio a Amón [6] y pasó a Libia en un intento de aplacar al dios 68 . Pero la opinión mayoritaria es que lo del dios fue tan sólo una excusa, y que en realidad tenía miedo de los éforos, que no soportaba el yugo en su patria ni aguantaba estar sujeto a mando, por lo que sintió el deseo del viaje y de andar a la aventura, al igual que un caballo que, después de haber estado en prados y pastos libres, es llevado de nuevo al establo para realizar la tarea acostumbrada. Éforo aporta otra explicación sobre su salida de Esparta, pero la contaremos más adelante 69 .

[21] Aunque le costó trabajo lograr que los éforos le dejaran partir, consiguió hacerse a la mar. Cuando Lisandro partió de Esparta, los dos reyes estuvieron de acuerdo en que, mientras mantuviera el control de las ciudades por medio de las sociedades, seguiría siendo el soberano y señor de Grecia. Entonces decidieron actuar para reintegrar a los demócratas en los asuntos públicos y quitar de en medio a los amigos de Lisandro. Por entonces surgieron movimientos que apuntaban [2] en esa dirección: en primer lugar, los atenienses marcharon desde File contra los Treinta Tiranos y los vencieron 70 . Lisandro regresó al poco tiempo y convenció a los lacedemonios para que acudieran en apoyo de los oligarcas y castigaran a los demócratas. Mandaron cien talentos a los Treinta Tiranos para la guerra y enviaron a Lisandro como estratego. Mas los dos [3] reyes sentían envidia y, temerosos de que fuera a conquistar de nuevo Atenas, decidieron que uno de los dos debía salir de Esparta. Salió Pausanias, se dijo que para ayudar a los tiranos contra el pueblo, pero en realidad para poner fin a la guerra y para que Lisandro no se hiciera otra vez dueño y señor de Atenas a través de sus amigos. Fue fácil conseguirlo: logró reconciliar a los atenienses y terminar con la revuelta, lo que cortó de raíz la ambición de Lisandro. Pero al poco tiempo [4] surgió otra revuelta en Atenas y se culpó por ello a Pausanias, ya que el hecho de soltar al pueblo de las riendas de la oligarquía lo había vuelto insolente y levantisco 71 ; pero, en cambio, Lisandro ganó fama de ser un hombre que no era un títere en los asuntos del poder, ni hacía las cosas de cara a la galería, sino que llamaba a las cosas por su nombre y miraba por el bien de Esparta.

Era enérgico de palabra y cortaba en seco a los que se enfrentaban [22] con él. Cuando los de Argos disputaban sobre las lindes territoriales y consideraban que sus argumentos eran más justos que los de los lacedemonios, les sacó una espada y dijo: «El que manda con esta discute mejor sobre lindes». En otra ocasión un hombre de Megara, en un encuentro, se dirigió a él con libertad de palabra 72 , le contestó: «Palabras así, extranjero, [2] deberían venir de una ciudad de verdad». A los beocios, que jugaban a dos bandas, les preguntó si tenía que pasar por su territorio con las lanzas enhiestas o bajadas. En la revuelta de los corintios, en el momento de marchar contra las murallas, vio que los lacedemonios vacilaban en el asalto, él entonces, al ver una liebre que andaba por el foso, dijo: «Deberíais avergonzaros de tener miedo ante unos enemigos tan flojos que hasta las liebres hacen guarida en sus murallas» 73 .

[3] Murió el rey Agis y dejó tras de sí a su hermano Agesialo y a un supuesto hijo, Leotíquidas 74 . Lisandro, que había sido amante de Agesilao 75 , le convenció de que se hiciera con el reino, ya que era por estirpe un Heraclida. Además se sospechaba que Leotíquidas era en realidad hijo de Alcibíades, que había tenido una relación secreta con Timea, la esposa de Agis, durante el tiempo en que había vivido en Esparta [4] como desterrado 76 . Cuentan que Agis había echado las cuentas y había llegado a la conclusión de que no lo había podido concebir él, por lo que se había desentendido de Leotíquidas y era evidente que se había negado a reconocerlo en todo momento. Mas, al caer enfermo, Agis fue llevado a Herea 77 y allí, a punto ya de morir, ante las súplicas tanto del joven como de sus amigos, reconoció a Leotíquidas como hijo suyo delante de un buen número de personas y pidió a los presentes que dieran testimonio de ello ante los lacedemonios; después murió. Los presentes, así pues, hicieron de testigos en favor [5] de Leotíquidas. Por otra parte a Agesilao, que se había destacado tanto por su brillantez como por el apoyo de Lisandro, le hacía un flaco favor Diopites, un hombre que se había ganado cierta fama como intérprete oracular y que había hecho el siguiente vaticinio acerca de la cojera de Agesilao: «Te digo, Esparta: si te ufanas, que no sea por tus piernas, que brotará un reinado cojo y durante mucho tiempo a penas inesperadas estarás sometida y de guerra mortífera a una ola arrojada» 78 . Muchos se vieron condicionados por el oráculo y se inclinaron [6] por Leotíquidas, pero Lisandro dijo que Diopites no había entendido bien el oráculo: el dios no rechazaba que un cojo gobernara sobre los lacedemonios, sino que estaría cojo el reino si los bastardos y los mal nacidos gobernaban sobre los Heraclidas. Con estas palabras y con su gran influencia convenció a la mayoría, por lo que Agesilao fue nombrado rey 79 .

Al poco tiempo Lisandro le impulsó y persuadió a hacer [23] una expedición contra Asia, seduciéndolo con la posibilidad de acabar con los persas y convertirse en el más poderoso. Para ello escribió a sus amigos de Asia y les exhortó a que pidiesen a los lacedemonios que Agesilao fuera elegido general en jefe [2] para emprender una guerra contra los bárbaros 80 . Ellos estuvieron de acuerdo y mandaron embajadores a Lacedemonia para comunicar esa petición, en lo que parecía un favor de Lisandro hacia Agesilao no menor que el reino. Sin embargo, las naturalezas ambiciosas, aunque no son malas para el ejercicio del poder, tienen un obstáculo no pequeño a la hora de llevar a cabo grandes empresas: la envidia respecto a sus iguales en gloria. Se hacen rivales en virtud, cuando lo que les conviene es [3] trabajar juntos. Pues bien, Agesialo se llevó a Lisandro entre sus treinta consejeros, pensando en servirse de su amigo más íntimo y, una vez que llegaron a Asia, como los hombres de allí no lo conocían, no le hacían mucho caso y hablaban poco con él. Sin embargo a Lisandro, por todo el trato que habían tenido con él antes, le agasajaban sus amigos, e incluso los que desconfiaban de él, por miedo, acudían ante [4] su puerta y le acompañaban: era semejante a lo que les pasa a los actores en las tragedias, cuando se aplaude y se aclama al que representa el papel de un mensajero o de un criado, y al que lleva la diadema y el cetro no se le presta ningún tipo de atención. Así pasaba aquí: todo el boato que acompaña al poder iba para el consejero y al rey no le quedaba más que [5] un título vacío de poder efectivo. Se hacía necesario poner coto a tan desenfrenada ambición y reducir a Lisandro a un segundo lugar, pero dejar completamente de lado y cubrir de fango a un benefactor tal y a un amigo por causa del orgullo no era tarea para Agesilao 81 . Así que lo que hizo fue, en primer lugar, no darle pie para ocuparse de negocios, ni darle cargos de mando; después, si se daba cuenta de que Lisandro actuaba en provecho de algunos y se interesaba más por ellos, nunca los tenía en cuenta y obtenían menos que cualquier otro recién llegado; así, poco a poco, iba apartándole y atajando su influencia. Lisandro, frustrado por sus fracasos, se dio cuenta [6] de que cualquier empeño por su parte suponía una lacra para sus amigos, por lo que dejó de ayudarlos e incluso les pidió que no anduvieran con él ni le agasajaran, sino que hablaran con el rey y con aquellos que pudieran ayudar a sus protegidos en la situación presente. La mayoría de los que le escucharon [7] dejaron de juntarse con él para los negocios, pero no supuso el fin de los agasajos, sino que aún lo acompañaban en sus paseos y en el gimnasio. A Agesilao estas honras le molestaban incluso más que las de antes, de modo que, una vez que repartió entre muchos espartanos puestos de mando y gobiernos de ciudades, le concedió a Lisandro el reparto de la carne. Además, para acabar de humillarle, les decía a los jonios: «Andad ahora a agasajar a mi repartidor de carne». A Lisandro le pareció el momento de tener unas palabras con [8] él y se produjo un diálogo corto al modo laconio 82 ; «¿Te parece bien, Agesilao, ir haciendo de menos a tus amigos?». El otro respondió: «En caso de que quieran ser más poderosos que yo; los que aumentan mi poder también participan de él, como es justo». «Vale, Agesilao, igual es que tus palabras son [9] mejores que mis hechos. Te pido entonces que, por el resto de los hombres, por los que nos observan, me concedas un puesto en tu ejército, en el que consideres que te resulto menos incómodo y más útil.»

Después de esto le mandó como embajador al Helesponto [24] y, aunque estaba encolerizado contra Agesilao, no descuidó cumplir con su deber y logró que el persa Espitridates, que estaba molesto con Farnabazo y que era hombre generoso y con un ejército propio, hiciera defección y se pasara al bando de Agesilao, que no contó con él de ningún modo para [2] la guerra 83 . Al cabo de un tiempo, regresó a Esparta con sensación de deshonra, encolerizado con Agesilao, odiando todo ese sistema político aun más que antes, por lo que decidió ponerse manos a la obra y dedicarse sin demora al plan que había pergeñado y maquinado tiempo atrás para producir un [3] cambio revolucionario. El asunto era éste: los Heraclidas, que se habían unido a los dorios y habían llegado al Peloponeso 84 , eran un linaje floreciente y brillante en Esparta, pero no todos ellos podían participar de la sucesión al trono, sino que los reyes se elegían sólo entre los miembros de dos casas, los Euripóntidas y los Agiadas, pero una cuna noble no confería a los demás ningún privilegio político sobre el resto, sino que las honras que provienen de la excelencia estaban puestas delante de todos aquellos que fueran merecedoras de ellas. [4] Lisandro, por nacimiento, era uno de éstos 85 , pero había alcanzado gran gloria por sus acciones y había conseguido muchos partidarios y poder. Ahora veía con pesadumbre que la ciudad que él había hecho crecer estaba gobernada por otros que no eran mejores que él, y resolvió que el poder pasara de estas dos casas al núcleo común formado por todos los Heraclidas, [5] o, según otros, no sólo a los Heraclidas, sino a todos los espartanos, para que la dignidad no perteneciera sólo a los descendientes de Heracles, sino a los que lo imitaran en esa virtud por la que Heracles había obtenido honores divinos. Albergaba así la esperanza de que, si el reinado se sometía a mérito, no se elegiría a ningún otro espartano antes que a él.

[25] Comenzó por intentar convencer a los ciudadanos por sí mismo, para ello se aprendió de memoria un discurso compuesto por Cleón de Halicarnaso para la ocasión 86 . Después, al percatarse de lo insólito y grande de su empresa, pensó que necesitaba recursos más contundentes y, al igual que en una tragedia, hizo uso de maquinaria escénica para influir en los ciudadanos: apañó y dispuso revelaciones, vaticinios [2] del dios de Delfos, oráculos; como si no esperara conseguir mucho de la elocuencia de Cleón a no ser que, aterrorizando y asustando mediante el miedo a los dioses y la superstición, atrajera a los ciudadanos a sus argumentos. Éforo dice de él [3] que intentó sobornar a la Pitia y también poner de su lado a las sacerdotisas de Dodona por medio de Férecles, pero fracasó; a continuación viajó al templo de Amón y habló con los profetas de allí, poniendo bastante oro sobre la mesa, pero ellos se sintieron ofendidos y mandaron mensajeros a Esparta para que denunciaran allí a Lisandro. Cuando salió absuelto, los libios, antes de partir, dijeron: «Seremos mejores jueces nosotros, espartanos, cuando vengáis a vivir con nosotros en Libia», puesto que había un antiguo oráculo que indicaba a los lacedemonios que fueran a vivir a Libia 87 .

Pero la trama entera y la maquinación de esta treta no [4] fue vulgar en ningún momento, desde que se puso en marcha manejaba numerosas variables de calado y, como en un teorema matemático, discurría a través de premisas complejas y difíciles hacia su resolución. Nosotros trataremos sobre ello siguiendo la narración que hizo un historiador y filósofo 88 .

Había una mujer en Ponto que decía que estaba embarazada [26] de Apolo, lo que muchos, como es normal, no se creían; pero otros le daban crédito, de modo que, cuando dio a luz a un niño, fueron muchas e importantes las personas que se aplicaron a su crianza y educación. Le pusieron por nombre Sileno, por alguna razón. Esto le sirvió a Lisandro como comienzo; lo demás lo fue tramando y urdiendo él mismo, aunque [2] no fueron pocos ni malos sus camaradas en esta historia, y fueron ellos los que trabajaron para que el relato del nacimiento de este niño fuera creído sin sospechas. Trajeron de Delfos también otro vaticinio y lo difundieron por toda Esparta: en unas escrituras secretas que estaban bajo la custodia de los sacerdotes había algunos oráculos antiquísimos, que no les estaba permitido tocar ni leer, hasta que, al cabo del tiempo, llegara un hijo de Apolo que daría una señal reconocible de su origen y recogería las tablillas en las que estaban inscritos los [3] oráculos. El terreno estaba abonado, era necesario que Sileno fuera en calidad de hijo de Apolo a pedir los oráculos. Por su parte los sacerdotes que estaban a cargo de ellos examinarían cada uno de los puntos y se cerciorarían sobre su nacimiento. Cuando estuvieran seguros de ello, finalmente, le enseñarían las escrituras como hijo de Apolo que era. Éste entonces tendría que leer en presencia de muchos testigos otros muchos oráculos y también el que era la causa de todo este montaje y que se refería al reino: lo mejor y lo preferible para los espartanos era que los reyes fueran elegidos entre los mejores [4] ciudadanos. Sileno era ya un adolescente y la trama iba a ponerse en marcha, pero el plan de Lisandro quedó frustrado por la cobardía de uno de sus actores o colaboradores que, cuando tenía que hacer su parte, se acobardó y se echó atrás. No se supo nada de esto en vida de Lisandro, sólo después de su muerte 89 .

Lisandro murió antes de que Agesilao regresara de Asia, [27] cuando se involucró, o mejor dicho, involucró a toda Grecia, en la guerra contra Beocia, pues se dice de las dos maneras 90 . Algunos dicen que fue él el causante de la guerra, otros señalan a los tebanos, otros a ambos. Acusan a los tebanos de haber sido los culpables de los sucesos que causaron la interrupción de los sacrificios de Áulide y de que habían comprado a Androclidas y a Anfiteo con dinero de la realeza persa para que provocaran una guerra en Grecia contra los lacedemonios, por lo que habían atacado la Fócide y la habían sometido a pillaje 91 . Respecto de Lisandro se cuenta que entró [2] en cólera cuando, mientras que los demás aliados no pidieron nada, los tebanos reclamaron un diezmo por la guerra, ellos solos 92 , ya que se enfadaron por las riquezas que Lisandro había enviado a Esparta; pero lo que más le encolerizó fue que dieran el primer paso para que los atenienses se libraran de los Treinta Tiranos que Lisandro había puesto en el gobierno; los lacedemonios, además, favorecían el poder de los Treinta y el miedo que provocaban mediante la aprobación de decretos que permitían capturar en cualquier territorio a los que huyeran de Atenas y excluir de los tratados a quienes [3] se opusieran a los arrestos 93 . Los tebanos, entonces, votaron sus propios decretos en contra de los de los lacedemonios, decretos semejantes a las acciones de Heracles o de Dioniso en espíritu y temple 94 : toda casa y ciudad beocia estaría abierta a cualquier ateniense que pidiese asilo, el que no acogiera a un fugado debería pagar una multa de un talento; que los tebanos hicieran la vista gorda si encontraban que alguien transportaba armas a través de Beocia en dirección a Atenas [4] para derrocar a los Treinta. No sólo votaron estos decretos, tan griegos y tan llenos de humanidad, sino que sus actos se correspondieron con sus palabras; Trasibulo y los que tomaron File organizaron la expedición desde Tebas y fueron los tebanos los que les proporcionaron lo que necesitaban para comenzar: armas, dinero y la posibilidad de permanecer ocultos allí. Éstas eran las causas de que Lisandro fuera contra Tebas.

[28] Con la vejez, la melancolía hizo que su carácter airado se volviera más fiero, consiguió acalorar a los éforos y convencerles para enviar una expedición contra los tebanos en la [2] que él mismo marchó al mando de las tropas. Poco después mandaron al rey Pausanias con un ejército. Pausanias rodeó el monte Citerón con la intención de invadir Beocia, pero Lisandro se lanzó desde la Fócida con su numeroso ejército: tomó la ciudad de Orcómeno que se entregó voluntariamente, pasaron a Lebadea y la arrasaron 95 . Le mandó una carta a Pausanias en la que le animaba a dejar atrás Platea y juntarse en Haliarto, puesto que él mismo estaría ante las murallas de Haliarto por la mañana. Pero la carta cayó en manos de los tebanos, ya que el portador fue apresado por unos vigilantes tebanos. Los [3] beocios encomendaron esa ciudad a los atenienses que habían acudido en su ayuda y ellos, poniéndose en marcha a la hora del primer sueño, llegaron a Haliarto un poco antes de que lo hiciera Lisandro y una parte considerable de las tropas entró en la ciudad. Él decidió en primer lugar acampar el ejército en una colina y esperar a Pausanias; pero conforme avanzaba el día no pudo permanecer inactivo: ordenó tomar las armas, exhortó a los aliados y marchó por el camino que conducía hacia las murallas con el ejército en formación. El grupo de tebanos [4] que aguardaba fuera de la ciudad dejó la ciudad a mano izquierda y avanzaron contra la retaguardia enemiga junto a la fuente llamada Cisusa 96 . Cuentan que fue en ella donde las nodrizas de Dioniso lavaron al recién nacido, por eso resplandece con un color vinoso, es transparente y su agua es dulce de beber. No lejos de allí nacen estoraques de Creta 97 , lo que para los habitantes de Haliarto es la prueba de que Radamantis vivió allí y muestran su tumba, a la que dan el nombre de Alea. Asimismo, en los alrededores está el sepulcro de Alcmena, [5] pues, según cuentan, fue sepultada allí después de que casara con Radamantis tras la muerte de Anfitrión 98 . Los tebanos que había en la ciudad, formados junto a los habitantes de Haliarto, habían permanecido en sus puestos hasta ese momento, cuando se percataron de que Lisandro avanzaba en las primeras filas hacia las murallas, abrieron de repente los portones y se lanzaron al ataque. Dieron muerte a Lisandro, al adivino y a algunos más, pues la mayor parte huyó a toda prisa junto [6] al resto de la tropa. Los tebanos no detuvieron su ataque, sino que continuaron hostigándolos. Todo el ejército se dispersó en una huida por las colinas y cayeron mil espartanos. También murieron trescientos tebanos en la persecución de los enemigos por quebradas y barrancos 99 : fueron algunos que estaban bajo sospecha de ser partidarios de los lacedemonios, algo que debían eliminar ante los ojos de los ciudadanos, por eso no se protegieron y encontraron la muerte en la persecución.

[29] Se le anunció la derrota a Pausanias cuando marchaba desde Platea a Tespias. Se presentó en formación de guerra en Haliarto. También llegó allí Trasibulo y las tropas atenienses a sus órdenes, que habían salido de Tebas. Quería Pausanias pactar la recuperación de los cadáveres de los caídos, pero los espartanos más viejos se mostraron contrarios a la idea, lo discutieron entre sí hasta que llegaron a la indignación y después fueron a hablar con el rey para defender la idea de que no se pactara la entrega de Lisandro, sino que había que pelear con las armas por su cuerpo. Si vencían, le darían sepultura; si resultaban derrotados, sería glorioso yacer allí junto a su [2] general. Ésa era la voluntad de los ancianos, pero Pausanias consideró que era una tarea difícil vencer a los tebanos justo después de su victoria, además el cuerpo de Lisandro estaba cerca de las murallas, de modo que sería ardua la recuperación sin pacto, incluso si vencían 100 . Mandó un mensajero, se concluyó el pacto y retiró a su ejército de allí. Llevaron el cuerpo [3] de Lisandro y, tan pronto como dejaron atrás las lindes de Beocia, lo sepultaron en la tierra amiga y aliada de Panopea, en donde aún está ahora su sepulcro, junto al camino que va de Delfos a Queronea 101 .

Se cuenta que, cuando el ejército estaba acampado en ese lugar, un foceo comenzó a contarle la batalla a otro que no había tomado parte en ella y le narró cómo los enemigos cayeron sobre ellos después de que Lisandro cruzara el Hoplita. Entonces un espartano amigo de Lisandro se sorprendió y [4] le preguntó qué quería decir con «Hoplita», pues no sabía a qué se refería con ese nombre. Le contestó: «El lugar en el que los enemigos dieron muerte a los primeros de los nuestros. Junto a la ciudad corre un arroyo que llaman Hoplita». Cuando el espartano escuchó esto, rompió a llorar diciendo que un hombre no puede escapar a su destino. Pues, según se [5] contaba, Lisandro había recibido una vez un oráculo que decía así: «Te prevengo: evita el Hoplita engañoso y al dragón hijo de la tierra que viene por la espalda».

Algunos, en cambio, dicen que el Hoplita no fluye junto a Haliarto, sino que junto a Queronea hay un torrente que desemboca en el río Falaro y que pasa por las proximidades de esa ciudad, al que antes llamaban Hoplia y ahora Isomanto. El [6] hombre de Haliarto que dio muerte a Lisandro se llamaba Neocoro y en su escudo llevaba grabado un dragón: parece que eso era lo que quería decir el oráculo. Asimismo, se cuenta que en los años de la Guerra del Peloponeso los tebanos recibieron un oráculo de Apolo Ismenio que vaticinaba sobre la batalla de Delio y sobre ésta de Haliarto, que tuvo lugar treinta años [7] después 102 . El oráculo era éste: «Guárdate del confín, cuando lobos aceches con horcas, y de la colina de Orcálides, que la zorra nunca deja atrás». Por «confín» entiende la zona en torno al monte Delio, esa que es frontera común entre Beocia y el Ática; la «colina de Orcálides» es a la que ahora llaman Alópeco 103 , que se encuentra en los campos de Haliarto, junto al Helicón 104 .

[30] En seguida los espartanos se lamentaron por la muerte de Lisandro, hasta tal punto que comenzó un juicio en el que se pedía la pena de muerte para el rey. Éste no quiso someterse al juicio y huyó a Tegea, donde vivió como suplicante en un santuario [2] de Atenea 105 . Además, después de la muerte de Lisandro, se descubrió su pobreza, por lo que su virtud se hizo incluso más evidente, ya que ni las innumerables riquezas, ni el poder, ni el agasajo de las ciudades ni del Gran Rey habían vuelto su casa más opulenta ni más rica, según cuenta Teopompo, en el que uno ha de confiar más cuando elogia que cuando critica, pues le resulta más agradable la crítica que el elogio.

Tiempo después, cuenta Éforo, surgió en Esparta una disputa [3] en relación a los aliados y se hizo necesario examinar los documentos que había guardado Lisandro, por lo que Agesialo entró entonces en la casa de éste. Descubrió allí un libro en el que había escrito un discurso acerca del gobierno de la ciudad 106 , en el que se hablaba de por qué era necesario que los Euripóntidas y los Agiadas dejaran de ostentar el poder real, que debía pasar a lo común; cómo se debía llevar a cabo la elección de este entre los mejores. Decidió entonces Agesilao [4] presentar a los ciudadanos este discurso y enseñarles cómo no se habían dado cuenta de la talla política de Lisandro. Pero Lacrátidas, un hombre prudente y que en esa época era el más importante de los éforos, se lo desaconsejó, diciéndole que no había que desenterrar a Lisandro, sino enterrar ese discurso con él, ya que estaba compuesto con demasiada fuerza de convicción y habilidad retórica. Se rindieron todo tipo de [5] honras fúnebres en memoria del muerto y también se castigó a los pretendientes de las hijas de Lisandro, que las habían abandonado tras morir éste y descubrirse su pobreza. Éstos le habían agasajado en vida por considerarlo rico, pero cuando se dieron cuenta de que era pobre y de que había sido justo y honrado, lo dieron de lado. Pues en Esparta, según parece, había legislación contra la soltería, contra casamientos tardíos o casamientos impropios, y en ésta incurrían principalmente los que se casaban con ricos, en lugar de con virtuosos o amigos 107 . Esto es lo que hemos investigado acerca de Lisandro.

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1 Cf. PLUTARCO , De Pythiae oraculo 400 F y 401 D. Este tesoro se encontraba sobre la cimentación XVI, entre la Vía Sagrada, en el lugar en el que el camino hace un codo antes del altar de Quíos, y el muro oriental del períbolo. Brásidas, durante su campaña militar en Tracia en el 424 a. C., liberó muchas ciudades sujetas al control ateniense, entre ellas Acanto, en la Calcídica, antes de morir en Anfípolis en el 422 a. C. Es probable que los acantios inscribieran su nombre en el tesoro de Delfos a título póstumo.

2 Cf. HERÓDOTO , Historia I 82.

3 Los Baquíadas fueron expulsados de Corinto por Cipselo, primero de una dinastía de tiranos, en el siglo VII a. C.

4 Los manuscritos dan nombres distintos al padre de Lisandro, pero PAUSANIAS nos restituye la forma correcta, Descripción de Grecia III 6, 7; VI 3, 14 y X 9, 7. CLAUDIO ELIANO (Historias curiosas XII 43) afirma que Lisandro era un móthax, nombre que se le daba al hijo de un espartano y una hilota, que por cumplimiento estricto de la educación espartana había sido elevado al rango de ciudadano de acuerdo con una ley de Licurgo, pero seguramente se trate de una invención de sus rivales políticos.

5 Es decir, las leyes de Licurgo que implicaban todo un sistema de educación (Cf. PLUTARCO , Licurgo 26–33).

6 Sobre la melancolía, el exceso de bilis negra, cf. Problemas XXX. Para las fuentes sobre la melancolía en el corpus de medicina hipocrática, cf. PEDRO LAÍN ENTRALGO , La medicina hipocrática, Madrid, Alianza Editorial, 1987, pág. 161.

7 Para la entrada del ánimo de lucro en Esparta, cf. PLUTARCO , Licurgo 30, y Apothegmata Laconia 239 F, en donde se cita el oráculo dado a los reyes Alcámenes y Teopompo: Ha philochrematia Spártan oleî: «El ansia de riquezas acabará con Esparta»; asimismo, cf. PAUSANIAS , Descripción de Grecia IX 32, 10.

8 Como se puede ver, Plutarco se contradice con el número de hijas de Lisandro. La fecha posible de esta embajada de Lisandro a Siracusa tuvo que ser entre el 406 a. C., año de la ascensión del tirano al poder, y el 395 a. C., año de la muerte del espartano.

9 Sobre el desastre de la flota ateniense en Asinaros, cf. TUCÍDIDES , Historia de la Guerra del Peloponeso VII.

10 En el 408–407 a. C. Cf. JENOFONTE , Helénicas I 5, 1; PLUTARCO , Alcibíades 35.

11 Para la estancia de la flota espartana en Éfeso, cf. JENOFONTE , Helénicas I 5, 10, en donde Lisandro no ordena la construcción de una flota, sino la reparación y mantenimiento de las noventa naves que allí tenía.

12 Ciro el Joven, hijo de Darío III, tenía entonces sólo dieciséis años y había sido nombrado por su padre señor (cáranos) de las provincias persas de Asia Menor (cf. JENOFONTE , Helénicas I 4, 1–3) Sobre la conflictiva relación entre Ciro y Tisafernes, cf. JENOFONTE , Anábasis I.

13 Sobre la relación amistosa entre Lisandro y Ciro, cf. JENOFONTE , Económico IV, 13–25.

14 El darico era una moneda de oro cuyo valor era aproximadamente de veinte dracmas. Esta cantidad equivalía, por tanto, a 200.000 dracmas. El salario de un marinero por un mes era de veinte dracmas, lo que significa que con este dinero se podía pagar una parte considerable de la campaña. En JENOFONTE (Helénicas I 5, 3–7) se da una versión semejante sobre el aumento de salario de los marineros de la flota espartana, aunque la cifra es más elevada, lo que hace pensar en que Plutarco siga aquí una fuente distinta.

15 Cf. DIODORO SÍCULO , Biblioteca histórica XIII 71, 1, donde Lisandro se niega a enfrentarse con la flota de Alcibíades, que se encontraba cerca de Éfeso.

16 Cf. JENOFONTE , Helénicas 15, 11.

17 Para la batalla de Notio, 407–406 a. C., cf. PLUTARCO , Alcibíades 35, 6–8 y JENOFONTE , Helénicas I 5, 12–15. Lisandro erigió el trofeo de la victoria en el promontorio de Notio. Para la destitución de Alcibíades, cf. PLUTARCO , Alcibíades 35, 5.

18 Lisandro dejaba en cada ciudad que iba ganando al imperio ateniense un gobierno formado por diez hombres nobles (dekadarchía) de las cofradías (hetairíai) aristocráticas fomentadas por Lisandro subordinados a un gobernador (harmósta) lacedemonio.

19 Para la entrega de la flota a Calicrátidas y los desencuentros de éste con Ciro y sus generales persas, que reflejan la absoluta contraposición entre los modos políticos de los espartanos tradicionales y las astucias de Lisandro, cf. JENOFONTE , Helénicas I 6.

20 Según JENOFONTE (Helénicas I 6, 33), Calicrátidas murió ahogado durante la batalla naval, que tuvo lugar en septiembre del 406 a. C.

21 En la primavera del 405 a. C., Lisandro fue nombrado epistoleús, un vicealmirante al que se le confiere el mando en una misión concreta (cf. Helénicas II 1, 6–7).

22 Cf. PLUTARCO , Apothegmata Laconia 229 B.

23 La masacre de Mileto tuvo lugar durante la celebración de las Dionisias, cf. DIODORO SÍCULO , Biblioteca histórica XIII 104, 5–6, que no menciona a Lisandro como instigador.

24 No se conoce quién es este Androclides mencionado por Plutarco, aunque pudiera tratarse del Androclides el lacedemonio mencionado en los Apothegmata Laconia. 217 C. En lugar de comparar a Lisandro con Polícrates de Samos, el terrible tirano del que habla HERÓDOTO (Historia III 39 y ss.), CLAUDIO ELIANO en Historias curiosas VII 12 cita esta mismas palabras y las atribuye a Lisandro o a Filipo de Macedonia en una crítica a la tiranía semejante a la de Plutarco, aunque sin el tinte teológico de cuño estoico del moralista de Queronea.

25 JENOFONTE (Helénicas II 1, 14–15) menciona que el motivo de la visita de Ciro era la enfermedad de su padre, el rey Darío.

26 El rey espartano Agis había conquistado Decelia, un bastión espartano en el Ática a apenas 20 km de Atenas, en la época de la expedición a Sicilia de la armada ateniense. TUCÍDIDES (Historia de la Guerra del Peloponeso VI 91) cuenta que fue el ateniense Alcibíades el que aconsejó la conquista y fortificación de esta plaza lacedemonia, a fin de impedir que llegaran a Atenas los ingresos procedentes de las minas de plata de Laurión y los beneficios del campo. Para la toma y fortificación de Decelia, cf. TUCÍDIDES , Historia de la Guerra del Peloponeso VII 18–19. Sobre Alcibíades, cf. J. DE ROMILLY , Alcibiade ou les dangers de l’ambition, París, Éd. de Fallois, 1995 (reed.), y D. GRIBBLE , Alcibíades and Athens: a study in literary presentation Oxford, Clarendon Press, 1999.

27 Cf. JENOFONTE , Helénicas II 1, 18–19; que también hace mención de las tropas terrestres del espartano Tórax, que venía de Abido y de otras ciudades y a que Lisandro no hizo prisioneros entre las gentes libres de la ciudad.

28 Según JENOFONTE (Helénicas II 1, 31–32) la iniciativa de Filocles era cortar la mano derecha de todos los prisioneros, castigo al que se oponía Adimanto. Para la suerte de Filocles y sus soldados, vid. infra. 13.

29 Alcibíades, después del fracaso en Notio (vid. supra) fue relevado del mando de la flota, se retiró a una propiedad suya fortificada en el Quersoneso, cf. JENOFONTE , Helénicas 15, 17, y II 1, 25, y PLUTARCO , Alcibíades 36, 3.

30 Cf. JENOFONTE , Helénicas II 1, 25–26; PLUTARCO , Alcibíades 36, 6, y DIODORO SÍCULO , Biblioteca histórica XIII 105, 3–4.

31 Aproximadamente 2,5 km.

32 La Páralos y la Salaminia eran naves oficiales y señeras dentro de la flota ateniense y estaban dedicadas a misiones de índole política, oficial y religiosa. JENOFONTE (Helénicas II 1, 28), fuente segura de Plutarco en la biografía de Lisandro, menciona que sólo ocho naves atenienses y la Páralos consiguieron salvarse de la catástrofe; DIODORO SÍCULO , Biblioteca histórica (XIII 106, 6) afirma que fueron diez; LISIAS (21, 9–11) e ISÓCRATES (18, 59) suben el número a doce naves.

33 La Guerra del Peloponeso comenzó en el 431 a. C. y finalizó en el 404 a. C. Las palabras de Plutarco recuerdan mucho a las del comienzo de la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides.

34 Los Dioscuros, Cástor y Pólux, eran especialmente venerados en Esparta. Lisandro conmemoró esta epifanía divina con una ofrenda en Delfos de un monumento que representaba dos estrellas, vid. Infra, 18, 1, y PLUTARCO , De Pythiae oraculo 397 F.

35 Anaxágoras de Clazomene, filósofo del siglo v a. C., que vivió en Atenas bajo el patronazgo de Pericles. Es célebre su teoría de que los astros eran en realidad masas de roca incandescentes, lo que, unido a su cercanía a un político con tantos enemigos como Pericles, le condujo a un proceso por impiedad en la propia Atenas y a verse obligado a huir a Lámpsaco donde murió. Plutarco se hace aquí eco de diversas teorías astrológicas que, después de Anaxágoras, fueron surgiendo hasta época helenística.

36 Daímaco de Platea, al que también menciona PLUTARCO en la Comparación entre Solón y Publícola (4, 1), fue un historiador que vivió entre los siglos IV y III a. C. y al que se atribuye el fragmento en papiro llamado Helénicas de Oxirrinco.

37 El Consejo estaba formado por espartanos y aliados. La condena a muerte de los prisioneros iba en contra de los usos bélicos griegos y se ha de entender dentro de la escalada de violencia y represión continua durante esta guerra. Cabe recordar que los atenienses habían prometido esclavizar a los prisioneros y cortarles el pulgar de la mano derecha o la propia mano, según JENOFONTE , Helénicas II 1, 31–32.

38 Teofrasto, filósofo peripatético que se hizo cargo del Liceo después de la muerte de Aristóteles. Dejó una obra extensa y variada en temas, al igual que su maestro, de la que sólo conservamos unos tratados sobre botánica, un buen grupo de fragmentos desiguales en extensión y de variada temática y el tratado Caracteres. Sobre Teofrasto, cf. la introducción de ELISA RUIZ a la obra Caracteres, Madrid, Gredos, B.C.G., 1988.

39 Sobre el gobernador lacedemonio (harmosta) cf. PLUTARCO , Alcibíades 30; para las hetairíai, vid. supra, 5, 1 y n. 18. Plutarco comienza aquí la crítica de la actitud política de Lisandro, quien, en el modo de distribuir los cargos públicos de las ciudades conquistadas a Atenas en Asia Menor, operaba con absoluta arbitrariedad al instituir el clientelismo y una mecánica de intercambio de favores personales como forma de gobierno y de relación con la vencedora Esparta, no la pertenencia a las oligarquías nobiliarias locales o la mera posesión de la riqueza. Esta red favorecería la acumulación de poder en su persona y los conflictos que eso le ocasionó con las conservadoras estructuras de gobierno de Esparta, que no dejaron de verle como un peligroso rival.

40 Teopompo, comediógrafo de la Comedia Antigua, contemporáneo de Aristófanes. Este espejismo de libertad aparece también en la descripción que hace JENOFONTE (Helénicas II 2, 23) de la entrada de Lisandro en el Pireo.

41 Según JENOFONTE (Helénicas II 3, 6), la toma de Samos fue posterior a la rendición de Atenas.

42 En el 431 a. C. Atenas, bajo el mando de Pericles, se había anexionado Egina, expulsando a sus habitantes y colonizándola con atenienses, TUCÍDIDES , Historia de la Guerra del Peloponeso II 27. Parte de los eginetas fueron por invitación espartana a Tirea, zona entre Argos y Laconia, en el Peloponeso, y el resto se diseminó por Grecia.

43 Los éforos eran cinco magistrados elegidos anualmente por los ciudadanos de Esparta con autoridad sobre la vida de la ciudad: vigilaban el respeto a las tradiciones, imponían sanciones y penas de prisión, podían ordenar ejecuciones y regular el aspecto físico de los espartanos. También se hacían cargo de los asuntos exteriores, ejecutando las decisiones de la asamblea, que ellos presidían, ordenando movilizaciones y tomando cualquier decisión urgente que fuera necesaria. Para instituciones espartanas, cf. EDMOND LÉVY , Sparte: histoire politique et sociale jusqu ‘à la conquête romaine, Seuil, París, 2003.

44 La escítala era un cilindro de madera que tenía enrollado un papiro con el mensaje enviado por las autoridades espartanas; vid. infra, 29 la descripción que hace el propio Plutarco de esta manera de enviar mensajes encriptados. Terámenes era un político del bando oligárquico que había tenido cierta importancia durante la primera revolución oligárquica y que, según JENOFONTE (Helénicas II 2, 11–24) había sido el encargado de negociar las condiciones de la rendición con Esparta.

45 El mes de muniquión se encontraba al comienzo de la primavera, ente abril y mayo. La batalla de Salamina tuvo lugar el 20 de boedromión, a comienzos del otoño, según la Vida de Camilo 19, 6. Plutarco atribuye aquí a Lisandro la decisión de un cambio de gobierno que, en realidad, obedecía a los intereses de los sectores oligárquicos atenienses.

46 Según JENOFONTE , Helénicas II 2, 19–20, la propuesta redestrucción total de Atenas fue hecha antes de la rendición de la ciudad. ISÓCRATES (XIV 31) menciona la idea de convertir Atenas en un terreno de pastos para el ganado. Eriantes había sido navarco en la flota espartana en la batalla de Egospótamos (PAUSANIAS , Descripción de Grecia X 9, 9).

47 Vs. 167 y ss.

48 Fue un decreto del pueblo el que instituyó a los Treinta Tiranos, no la mera voluntad de Lisandro. Según Jenofonte, los Treinta pidieron a Lisandro que pusiera a Calibio en la comandancia de la guarnición. Los diez del Pireo eran los encargados del control del puerto. Sobre las diferencias entre las distintas versiones, cf. A. NATALICCHIO , Atene e la crisi della democrazia: i Trenta e la querelle Teramene, Bari, Dedalo, 1996 y P. KRENZ , The thirty at Athens, Nueva York, Cornell University Press, 1991.

49 Gilipo era el estratego espartano que fue enviado a Siracusa el 414 a. C. para ayudar a la defensa de la ciudad durante la expedición ateniense a Sicilia y había obtenido gran prestigio por haber sido uno de los artífices de la victoria.

50 Las monedas atenienses llevaban grabada una lechuza, símbolo de la diosa Atenea, protectora de la ciudad. El esclavo de Gilipo establece un juego de palabras con la expresión hypò tô Kerameikô, que puede ser entendida como «en el Cerámico» o «debajo del techo de tejas». DIODORO SÍCULO (Biblioteca histórica XIII 106, 8–9) da una cantidad del hurto de Gilipo: de los 15.000 talentos que llevaba se quedó con trescientos. Pertenece plenamente a la literatura de corte moral el modo en que se introduce lo que va a ser la principal de las acusaciones que se le hagan a Lisandro, que aparece una y otra vez en esta Vida de Plutarco y en la Comparación final con Sila: el fomento de la ambición y el deseo de riqueza. Aquí es mediante la tentación en la que cae uno de los más prestigiosos espartanos como se manifiesta esa lacra que supondrá la corrupción de sus antiguos estamentos.

51 Plutarco hace uso aquí de un léxico que pertenece al ámbito religioso: apodiopompeîsthai pân tò argýrion kaì tô chrysion hôsper kêras epagôgímous, lo que significa llevar a cabo ritos para exorcizar la presencia de los espíritus del mal (kêras) encarnados en la plata y el oro.

52 Teopompo de Quíos y Éforo son historiadores del siglo IV a. C., discípulos ambos de Isócrates, que son frecuentemente fuentes de las obras de Plutarco. Teopompo fue autor de una Historia de Grecia que comenzaba en el lugar en el que la había dejado Tucídides, como las Helénicas de Jenofonte. Éforo escribió una Historia universal que iba desde los orígenes hasta el 340 a. C., obra perdida pero que, se supone, es la base de la Biblioteca histórica de Diodoro Sículo.

53 PLUTARCO describe esta moneda de hierro en Licurgo , 9, y JENOFONTE en la Constitución de los lacedemonios (VII 5) indica que se necesitaba un carro para transportar una cantidad equivalente a diez minas (1.000 dracmas). «Pequeñas barras» es la traducción para obelískoi, una pieza cilíndrica que sirve también para referirse a los clavos o a los espetones para asar carne. Plutarco relaciona estos obelískoi con los óbolos (oboloí) moneda de bajo valor que tradicionalmente se ponía en la boca de los cadáveres para que sirviera de pago al barquero Caronte por el transporte al mundo de los muertos. La palabra dracma (drachmê) está aquí relacionada con el verbo drássomai («coger en la mano», «asir») y drágma («gavilla», «manojo», «puñado»).

54 Quizá se refiera aquí a Licurgo 30. Asimismo JENOFONTE (Constitución de los lacedemonios XIV 3) presenta el deseo de enriquecimiento como la causa del declive de Esparta.

55 Vid. supra 12 y n. Para el monumento erigido por Lisandro, cf. PLUTARCO , De Pythiae oraculo 395 B, y PAUSANIAS , Descripción de Grecia X 9, 711. La batalla de Leuctra en el 371 a. C. marca el fin de la hegemonía espartana, derrotada por Tebas, en la que perdió Mesenia y quedó disuelta la Liga del Peloponeso. Se contaba que antes de la batalla estas estrellas protectoras de los lacedemonios desaparecieron del cielo. Cf. PAUL CARTLEDGE , Sparta and Lakonia. A Regional History 1300–362 B.C., Londres/Nueva York, Routledge, 2002.

56 Sobre el tesoro de los acantios y Brásidas, vid. supra 1. Dos codos equivalían a 0,88 m.

57 Autor del tratado Sobre las ofrendas saqueadas en Delfos (Perì tôn sylêthéntôn en Delphoîs anathêmatôn). Plutarco parece contradecirse, ya que el hecho de que la suma se eleve casi a dos talentos (12.000 dracmas) casi confirma que Lisandro no se guardó para sí el oro y la plata que había conseguido en sus campañas.

58 Duris de Samos, autor de finales del siglo IV a. C. Se le atribuye una historia de Samos (ATENEO , Banquete de los eruditos XV 696e). A partir de la Guerra del Peloponeso comenzó a surgir una devoción hacia los generales vencedores. Sucedió con Brásidas en Anfípolis, aunque en su caso después de muerto. Seguramente sea el propio Duris la fuente de la que se sirve Plutarco para los datos que siguen sobre las fiestas en honor de Lisandro en Samos. PAUSANIAS (Descripción de Grecia VI 3, 14–15) cuenta que los samios erigieron una estatua de Lisandro en Olimpia y los ef esios en su santuario de Artemis.

59 Antímaco de Colofón fue el autor de una Lyde y una Tebaida.

60 El juego de palabras parte de una doble posibilidad de entender el genitivo. Aristónoo se proclamaría «Aristónoo, el de Lisandro» (Aristónous Lysándrou): lo cual puede ser entendido como «hijo de Lisandro», en el uso de filiación familiar del genitivo, o «esclavo de Lisandro» en el sentido de posesión.

61 En Esparta todos los que participaban de la ciudadanía de pleno derecho, los libres, eran considerados iguales (homoîoi).

62 Vid. supra 8.

63 Vid. supra, 13 y n.

64 Farnabazo era un sátrapa del rey persa que había ayudado a los espartanos y a sus aliados durante la campaña en Asia Menor.

65 Para Tórax, vid. supra, 9.

66 Sobre la fama de mentirosos de los cretenses, cf. CALÍMACO , Himnos I 8.

67 EURÍPIDES , Télefo Fr. 715, Nauck.

68 El santuario de Amón se encontraba en el oasis de Siwa, en la Cirenaica. Este santuario era célebre por su oráculo. La ciudad de Afitis se encontraba en la península de Palena, en la Calcídica. PAUSANIAS (Descripción de Grecia III 18, 3) recoge esta noticia sobre el cerco de Afitis y la aparición de Amón a Lisandro, añadiendo que los afiteos honran a Amón tanto como los libios por haberles librado de la guerra.

69 Vid. Infra, 25.

70 Cf. JENOFONTE , Helénicas II 4, y ARISTÓTELES , Constitución de los atenienses XXXVII-XXXIX. En el 403 a. C. Trasibulo, al mando de setenta atenienses refugiados en Tebas, logró tomar File, una plaza fortificada en el Ática. Allí fue consiguiendo los efectivos suficientes para hacer una incursión en el Pireo y vencer al ejército de los Treinta Tiranos, lo que provocó la caída del gobierno oligárquico.

71 Cf. JENOFONTE , Helénicas II 4, 34 y ss.

72 Sobre la libertad de palabra (parrhesía) en el mundo griego, cf. MICHEL FOUCAULT , Discurso y verdad en la antigua Grecia, trad. Fernando Fuentes Megías, Barcelona, Paidós, 2004.

73 La revuelta de los corintios tuvo lugar en el 394 a. C., al mismo tiempo que otros pueblos griegos que formaron una coalición al amparo de Atenas para terminar con el dominio espartano. En cuanto a las curiosas palabras de Lisandro, que dan una clara imagen de humor y virilidad espartana, el propio Plutarco se hace eco de ellas en su opúsculo Apoth. Lac.

74 El rey Agis murió en torno al año 400 a. C.

75 Cf. PLUTARCO , Agesilao 2. Sobre Agesilao, cf. Cu. HAMILTON , Agesilaus and the failure of Spartan hegemony, Nueva York, Cornell University Press, 1991.

76 Cf. PLUTARCO. Alcibíades 33 y Agesilao 3.

77 En Arcadia. Según JENOFONTE (Helénicas III 3, 1) Agis había acudido a Delfos para ofrecer al dios el diezmo del botín. De regreso cayó gravemente enfermo en Herea y fue llevado a Lacedemonia, donde murió al poco de llegar. La escena que plantea Plutarco, no obstante, es bastante más novelesca y patética.

78 PLUTARCO , De Pythiae oraculo 399 B, y JENOFONTE , Helénicas III 3, 3. Este Diopites parece ser el mismo que menciona ARISTÓFANES en Caballeros 1085, Avispas 580 y Aves 988, y PLUTARCO en Pericles 32.

79 Cf. JENOFONTE , Helénicas III 3, 3–4.

80 En el año 396 a. C.

81 Cf. PLUTARCO , Agesilao 8.

82 Cf. JENOFONTE , Helénicas III 4, 8–9, y PLUTARCO , Agesilao 8.

83 Cf. PLUTARCO , Agesialo 8, 3.

84 Se entendía la invasión del Peloponeso de las tribus dorias como el regreso de los descendientes de Heracles a su tierra.

85 Vid. supra, 2.

86 No se sabe nada sobre este Cleón de Halicarnaso.

87 Sobre este oráculo, semejante al que cuenta HERÓDOTO (Historia IV 150 y ss.) recibieron los habitantes de Tera que les animaba a fundar Cirene, cf. I. MALKIN , Myth and territory in the Spartan Mediterranean, Cambridge, Cambridge University Press, 1994, págs. 195–196.

88 Seguramente Plutarco se refiere a Éforo, historiador y filósofo, como él mismo.

89 La veracidad de este auténtico montaje ha sido puesta en duda, ya que supone una larga preparación y una plena participación de los sacerdotes de Delfos en la trama.

90 Esta guerra, que sucedió entre el 397 y el 395 a. C., recibe el nombre de guerra de Corinto. Comenzó con una alianza antiespartana entre Tebas y Atenas a la que se sumaron Corinto y Argos. Vid. supra, 25.

91 Sobre el sacrificio en Áulide de Agesilao, cf. PLUTARCO , Agesilao 6, y JENOFONTE , Helénicas III 4, 4, y III 5, 5. El rey espartano quiso comenzar su campaña en Asia imitando el sacrificio que llevó a cabo el contingente griego comandado por Agamenón y Menelao antes de partir hacia Troya. Los tebanos no estaban de acuerdo con el sacrificio y lo frustraron dispersando a las víctimas. El interés espartano por Asia no le resultaba cómodo al rey persa Artajerjes III, que promovió entre los griegos una alianza contra Esparta para desbaratar la campaña de Agesilao.

92 Cf. JENOFONTE , Helénicas III 5, 5, en donde no es sólo Lisandro el que decide entrar en guerra contra Tebas, sino la asamblea de Esparta. El diezmo que reclamaban los tebanos era del botín de la batalla de Egospótamos, con el que se sufragaron los monumentos de triunfo que se dedicaron en Delfos, vid. supra, 18.

93 Vid. supra, 21 y n. 70. En el 404 a. C. Tebas había acogido a los demócratas atenienses que habían huido de la ciudad durante la represión llevada a cabo por los Treinta Tiranos y fue de Tebas de donde partieron Trasibulo y sus hombres para deponer el gobierno puesto por los espartanos.

94 La referencia a Heracles y a Dioniso se enlaza con Tebas porque las madres de ambos eran tebanas, Alcmena y Sémele, respectivamente. DIODORO SÓCULO (Biblioteca histórica XIV 6, 1–3) menciona también este decreto favorable al gobierno democrático de Atenas. Cabe señalar que el propio Plutarco era de Queronea, Beocia.

95 El ejército espartano tuvo que pasar a la Fócida por el golfo de Corinto. JENOFONTE (Helénicas III 5, 6–7 y 17) expone de un modo semejante el plan de campaña de los espartanos. Asimismo menciona la rendición de Orcómeno, pero no la toma de Lebadea.

96 Kissoûsa es un nombre formado a partir de kissós («yedra»), uno de los atributos de Dioniso, que recibe los apelativos de Kisseús, Kissokómês , Kissóphoros y Kissochaítês.

97 Stýrax, árbol resinoso muy frecuente en Creta.

98 Radamantis era hijo de Zeus y Europa y hermano de Minos, rey de Creta, por lo que había traído desde la isla este árbol cuando se marchó de allí desterrado por su hermano Minos, envidioso de él, cf. APOLODORO , Biblioteca II 4, 11 y III 2. Sobre el sepulcro de Alcmena, cf. PLUTARCO , De genio Socratis 577 E ss., y PAUSANIAS , Descripción de Grecia 141, 1, y IX 16, 7.

99 JENOFONTE (Helénicas III 5, 18–20) da la cifra de más de doscientos muertos tebanos.

100 Los motivos aludidos por JENOFONTE explican mejor la situación y resultan más justificables desde el punto de vista militar: «Consideraba Pausanias y los demás cargos lacedemonios que Lisandro estaba muerto, que su ejército había retrocedido derrotado, que los corintios no los acompañaban en absoluto y que los presentes no hacían la campaña con decisión; consideraba asimismo que la caballería contraria era numerosa, pero la suya escasa, y lo más importante, que los cadáveres yacían bajo la muralla de modo que no les era fácil recogerlos ni aunque fueran superiores por impedírselo los enemigos desde los torreones; por todo eso decidieron recoger los cadáveres bajo tregua» (Helénicas III 5. 23; trad. ORLANDO GUNTIÑAS TUÑÓN , Gredos, B.C.G., Madrid, 1977).

101 Camino que le debía resultar muy familiar a nuestro autor, natural de Queronea.

102 La batalla de Delio tuvo lugar en el año 424 a. C. y la de Haliarto en el 395 a. C.

103 Es decir, «colina de la zorra».

104 Como se puede ver a Plutarco le encanta la exégesis de oráculos y sobre todo la interpretación de nombres de lugares y su localización, algo muy lógico en este caso ya que la tierra que describe era la suya. También en Demóstenes 19 se cita un oráculo acerca de la batalla de Queronea que resulta muy semejante a éste.

105 Cf. JENOFONTE , Helénicas III 5, 25. Pausanias fue juzgado por haber llegado demasiado tarde a Haliarto, haber pactado una tregua con el enemigo para la recogida de los cadáveres sin luchar y haber favorecido el reestablecimiento de la democracia en Atenas. Pausanias no se personó en el juicio y fue condenado a muerte. Huyó a Tegea, y murió allí de una enfermedad no antes del año 381 a. C.

106 Seguramente se refiera al redactado por Cleón de Halicarnaso, vid. supra, 25. Cf. PLUTARCO , Agesilao, 20 y DIODORO SÍCULO , Biblioteca histórica XIV 13, 8.

107 Para el abandono de las hijas de Lisandro por sus pretendientes, cf. CLAUDIO ELIANO , Historias curiosas VI 4 y X 15 y vid. supra, 2; para la legislación espartana sobre matrimonios, cf. PLUTARCO , Licurgo 15, y JENOFONTE , Constitución de los lacedemonios I 6.

Vidas paralelas V

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