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III.
USTARIZ Y SU GRANDE HOMBRE

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Ustariz es una aldea vasco-francesa que está a dos leguas o dos leguas y media de Bayona en la orilla izquierda del Nive. Es uno de esos pueblos cuyo caserío esparcido por el campo y agrupado en barrios tiene una gran extensión.

Los barrios de Ustariz, muy lejanos unos de otros, llevan los nombres de Arrauntz, Eroritz, Erribere y Purgonia. De estos grupos de casas, el de Erribere, el pueblo bajo, núcleo principal de la villa, conservó hasta la Revolución ciertas prerrogativas.

Entre dos de estas barriadas, que ofrecen a las miradas del viajero casas muy típicas de aire vasco, está la iglesia moderna y sin carácter.

Ustariz se encuentra rodeado de robledales. Según algunos sabios del lugar, su nombre significa en vasco círculo de robles.

Ustariz es pueblo de horizonte despejado y de hermosas vistas. Desde los altos se divisa al Sur, el monte Larrun, a la derecha, y el pico de Mondarrain a la izquierda; hacia el Norte se extiende la gran llanura francesa hasta que se pierde de vista. Las cercanías de Ustariz son frondosas; colinas verdes con prados y bosques.

Ustariz forma parte de la antigua comarca vasca llamada Labourt. Toda la tierra que lleva este nombre es poética soñolienta, soleada. El río Nive la cruza de un extremo a otro.

El Nive es un río de rápida corriente, con cascadas y presas que mueven los molinos en la parte alta, y muy lento en su parte baja.

Mientras cruza la comarca de Suberoa es un río claro, alegre, saltarín, lleno de espumas; un riachuelo vasco, pequeño y alborotador, que corre por entre desfiladeros y gargantas poblados de hayas y de robles.

En su parte baja al entrar en el Labourt, sobre todo después de Ustariz, el Nive es profundo, oscuro, verde; espejo inmóvil donde se reflejan los árboles de las orillas y por donde se deslizan las barcas planas que en el país llaman chalantas.

Todo el estrépito de este río cuando es niño y navarro, se convierte en silencio y modestia al hacerse labortano y adulto. Entonces se esconde como avergonzado entre las colinas pobladas de árboles, pasa sin ruido y sin espumas por debajo de los puentes y marcha a reunirse con repugnancia en Bayona con el Adour, que es un río lento y turbio que viene de pueblos de lengua de oc, pueblos encalados y rodeados de tierras blancas y arenosas.

Ustariz era antiguamente la capital administrativa del Labourt y celebraba una asamblea todos los años casi tan famosa en el país vasco como la de Guernica. Esta asamblea, el Bilzaar donde se reunían los viejos labortanos para resolver los asuntos de la comarca, se congregaba en el bosque de Haitzea sobre una eminencia poblada de robles a la que se llamaba Capitolo-erri (lugar del Capitolio).

En 1830 Ustariz estaba en decadencia; muchas de sus casas se hallaban en ruinas; su pequeña industria no progresaba. Ya no se celebraba el Bilzaar como en los buenos tiempos; ya los sabios del país no acudían al bosque de Haitzea.

Ustariz había perdido su capitalidad administrativa, y las tres comarcas vasco-francesas: el Labourt, Soule y Suberoa no formaban un departamento como habían pedido los Garat y otros regionalistas del país al Gobierno revolucionario.

Los vascos de Francia entraban en el mismo montón que los bearneses y gascones, cosa que desagradaba profundamente a Garat el menor, vascófilo impenitente, a pesar de llamarse así mismo ciudadano del mundo.

Muchos de estos regionalistas vasco-franceses hubieran querido llegar a una aproximación con los españoles y formar una confederación vasca para defenderse de la presión niveladora de París y conservar el espíritu de la región; pero no encontraban, ni entonces ni después, colaboradores en los vascos españoles, tercos y cerrados para todo cuanto no fuera un estúpido absolutismo y un más estúpido fanatismo religioso. Por otra parte, la política natural de las grandes nacionalidades tenía que separar a los vascos de un lado y otro del Pirineo, cortando poco a poco las fibras sentimentales comunes. En esta época de decadencia de Ustariz quedaban en el pueblo dos curiosidades: la casa del convencional Domingo José Garat, que todavía vivía en Urdains y la veleta misteriosa de Gastizar.

Urdains estaba cerca del barrio de Arrauntz y de la colina de Santa Bárbara, desde donde se divisaba un magnífico panorama; Gastizar se hallaba dentro de Erribere.

Entre Garat y la veleta de Gastizar había grande semejanza. Los dos eran ornamentales, los dos versátiles; pero Garat había cambiado con los vientos reinantes mejor que la veleta de Gastizar, que se hallaba desde hacía tiempo enmohecida. Garat se movía también a impulsos de la bondad y del reconocimiento.

Los Garat habían tenido el sino de figurar en el mundo.

Garat el mayor, había sido diputado en los Estados generales durante la Revolución; Garat el menor, el célebre, fué ministro en plena efervescencia revolucionaria, y otro hermano más joven había sido uno de los tenores de más fama de la época.

Las mujeres de la familia también se habían distinguido, y la hermana de Garat, superiora del convento de la Visitación, de Bayona, llamaba la atención por su inteligencia y por su belleza extraordinaria.

Garat, el tenor, alcanzó el máximo de su popularidad en tiempo del Directorio; había dado antes lecciones de canto a la reina María Antonieta; fué el ídolo de los salones, y puso en boga en París una canción vasca que comenzaba así:

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