Читать книгу Razón y persona en la persuasión - Rafael Jiménez Cataño - Страница 7
Оглавление3. En defensa del microfundamentalismo*3
El décimo aniversario de la encíclica Fides et ratio –de septiembre de 1998– trajo consigo abundancia de publicaciones y eventos conmemorativos entre 2008 y 2009. Haciendo cuentas de lo que el documento ha significado para mí, lo primero que me viene a la mente es el nuevo clima con que puedo exponer algunos temas en la universidad. La acusación de relativismo, antes ineluctable, se ha reducido de manera neta desde que cuento con la encíclica entre mis textos de apoyo.
Entre las reflexiones suscitadas por el aniversario, una se refiere precisamente al relativismo desde su otro extremo, el fundamentalismo. En “Márgenes del diálogo” hablaba yo de esquemas mentales que, si bien presentan la misma estructura del fundamentalismo, no nos introducen en ese vicio del pensamiento en toda su entidad reduccionista. Con el paso del tiempo y por la evidente actualidad del relativismo, me parece cada vez más urgente subrayar la salud de tales esquemas.
3.1. Del fundamentalismo al microfundamentalismo1
Dicho de manera sintética, el fundamentalismo consiste en un modo rígido –por defecto de interpretación– de enfrentarse con realidades que admiten una pluralidad de presentaciones (versiones, formulaciones). A veces se trata de realidades tan ricas que sólo una pluralidad de versiones puede expresar su riqueza. Es fundamentalista quien toma una de esas presentaciones como si fuera la realidad plena, con exclusión de todas las demás.
Ése es el caso de quien, como se lee en la encíclica (que no usa la palabra “fundamentalismo”), toma una filosofía como si representara todo el pensamiento filosófico. Ya se trate del marxismo-leninismo, de la filosofía analítica o del tomismo, ninguna de estas formas de pensamiento puede considerarse “la verdadera filosofía”, “la buena”.2 El problema no está en seguir un pensamiento sino en declarar inválidos todos los demás.
Ahora bien, hay un amplio campo de aplicación de ese esquema que sería injusto llamar “fundamentalismo” con todo lo que el término actualmente comporta. Se trata de un mecanismo de simplificación que nos facilita la vida. Por un principio de economía mental y lingüística, no siempre tomamos en consideración todas las virtualidades de una realidad sino sólo la que resulta pertinente en un determinado contexto. Este fenómeno tiene una explicación en la psicología cognitiva, pero desde un punto de vista dialéctico (esto es, en el diálogo, en la argumentación) propongo llamarlo “microfundamentalismo”.
Estoy convencido de que es muy difícil, si no imposible, eliminar todo microfundamentalismo de nuestra vida. Más aún, es sano y útil tenerlos, con tal de que tengamos conciencia de ello.
3.2. Riqueza de la realidad y distribución de los conceptos
Hay por ejemplo muchos tipos de familia: las hay más patriarcales o más matriarcales; en unas es impensable que ciertas decisiones se tomen sin la participación de todo el clan y en otras decide cada pareja; en unas es normal que los hijos se independicen en cuanto llegan a la mayoría de edad y en otras ellos son capaces de llegar a los 40 años viviendo con sus padres sin sentirse incómodos. Y hay infinidad de matices más. Con todo, cuando en la propia familia hablamos de lo que hay que hacer, no vamos a tener presentes todas las posibilidades de vida familiar, porque el diálogo se vuelve pesadísimo y el matiz no suele ser relevante. Se puede volver insoportable –una pedantería– explicitar constantemente el tipo de familia al que nos referimos. Pero eso sí, el día que nos toque hablar de familia en un ámbito fronterizo, es decir, ante la real probabilidad de que no todos los presentes identifiquen como familia en primer lugar la versión desde la que hablamos, es importante explicitar la conciencia de que se trata de una versión entre varias posibles, so pena de que nos tomen por fundamentalistas.
En 2008 expuse estas ideas en un congreso sobre controversia y poco después leí una nota periodística que hablaba, al referirse a mi ponencia, de “el pequeño Bin Laden que todos llevamos dentro”. Hay que reconocerle eficacia expresiva al reportero (trabajar en una facultad de comunicación me ha dotado de mangas muy anchas sobre la “verdad periodística”), pero si quiero ser riguroso me parece un fracaso expositivo de mi parte, pues no todo fundamentalismo es violento. Pasar del microfundamentalismo al microterrorismo es como pensar que los hombres de dimensiones reducidas viven en países de dimensiones reducidas (inferencia que sí tiene sentido cuando se habla de ropa, aunque no sea válido para cualquier prenda).
Puede ser que haya algún mecanismo psicológico por el que sea natural que uno trate de hacer valer las propias convicciones, que sea frecuente hacerlo con firmeza y que en casos extremos se recurra a la fuerza. No es ése mi tema. El mecanismo del que hablo es sólo un modo de organizar los conocimientos y de comunicarlos, es una cuestión de economía y de claridad. Según la entidad de la materia y su relevancia, cuando el mecanismo se corrompe la convicción se puede convertir en una simple idea fija, en una manía o de plano en un declarado fundamentalismo. La simplificación tiene una finalidad práctica, que no anula la riqueza del asunto en sí mismo. Si eso se pierde de vista, se cae en una vil pobreza, cognitiva y lingüística; de lo contrario, sea bienvenido el microfundamentalismo.
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Sin tocar expresamente la noción de microfundamentalismo, en este trabajo exploré el aspecto subjetivo de los criterios de valoración y su consiguiente “relativa absolutización” por motivos prácticos: “What is Persuasive in the Old and the New?”, International Journal of Cross-cultural Studies and Environmental Communication, 2014, 1(1), pp. 9-19 [en línea], disponible en <https://crossculturenvironment.files.wordpress.com/2014/07/ijccsec-volume-1-issue-1-2014-rafael-jimc3a9nez-catano-what-is-persuasive-about-the-old-and-the-new.pdf>, consultado el 17 de abril de 2020.
1 Con la experiencia de los últimos años, yo ahora no usaría este término, ya que hay vocablos recientes que usan el prefijo “micro” de otra manera. Por ejemplo, cuando se habla de “micromachismo” se entiende que se trata de verdadero machismo. Aquí, en cambio, la tesis es que el microfundamentalismo no es fundamentalismo.
2 Cfr. Juan Pablo II, Fides et ratio, núm. 51.