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5. El valor crítico de la confianza*5

La encíclica Fides et ratio ofrece un abundante material de recursos dialécticos,1 con la riqueza añadida que llevan consigo nociones gnoseológicas, teológicas y antropológicas a las que el tema del documento obliga a recurrir. El acento que la Ilustración pone en el valor que tiene “pensar con la propia cabeza”2 inclina a la convicción –un lugar común bastante difundido– de que quienes en su propia vida cuentan con una revelación, y por tanto con la validez de una creencia, no aprecian el conocimiento por evidencia inmediata.

5.1. Valor de la evidencia inmediata

La realidad es otra. Basta pensar en el pasaje evangélico del encuentro de Jesús con la samaritana, mencionado en el texto anterior, donde es evidente que se considera un progreso haber pasado del conocimiento por el testimonio de aquella mujer al conocimiento por experiencia personal. Y también en el Antiguo Testamento leemos: “El incauto cree todo lo que le dicen, pero el prudente vigila sus pasos”.3 Un breve repaso de las diversas traducciones confirma la contraposición incauto/prudente en los mismos términos del pasaje evangélico, es decir, en una valoración muy positiva del sentido crítico en contraste con la credulidad, para la que los términos usados están lejos de ser benévolos. Las parejas de términos son, en efecto: incauto / prudente, simple / prudente, simple / avisado; ingenuo / prudente, ingenuo / accorto, scemo / prudente; innocens / astutus; naive / sensible, simple / prudent; Alberner / Witziger, Unerfahrener / Kluger, Unverständiger / Kluger…

Este sentido crítico, sin embargo, no es sólo pasar de la aceptación de un testimonio al conocimiento personal del hecho. Aceptar lo que otro me dice no es sólo una fase que se debe superar completamente, sino un elemento vital del conocimiento que ya es mío y del conocimiento que voy a alcanzar después. En palabras de la Fides et ratio:

La creencia con frecuencia resulta más rica desde el punto de vista humano que la simple evidencia, porque incluye una relación interpersonal y pone en juego no sólo las posibilidades cognoscitivas, sino también la capacidad más radical de confiar en otras personas, entrando así en una relación más estable e íntima con ellas.4

5.2. Creer para comprender

En el sistema de la retórica aristotélica es aquí donde se coloca el papel del ethos como medio de persuasión. El término se traduce como carácter o credibilidad. Una exposición clara y bien argumentada puede ser simplemente ignorada si no hubo un ethos que llamara la atención del interlocutor, el cual no ha escuchado siquiera o bien ha escuchado con sospecha. Una formulación bien conseguida de la naturaleza de la buena voluntad (parte integral del ethos) la ofrece Benedicto XVI: “…esa benevolencia inicial, sin la cual no hay comprensión posible”.5

El ethos tiene una función persuasiva y en la retórica de Aristóteles pertenece al retor, no al interlocutor (para el cual desarrolla la noción de pathos). Sin embargo, Benedicto XVI se refiere a la simpatía del lector, que es la buena voluntad del interlocutor, y por tanto, aunque de parte de quien escribe hay un interés persuasivo, de parte de quien recibe se trata de una función hermenéutica: el anticipo de simpatía ayuda al lector a entender lo que lee.6

Desde un punto de vista metodológico hay diversas nociones que corresponden a este fenómeno, de las cuales tal vez la más conocida es el “principio de caridad” introducido por Wilson7 y desarrollado posteriormente por Quine y Davidson, que en sustancia consiste en el imperativo de presuponer sensatez en el interlocutor para poderlo entender, hasta el momento en que quedara claro, si ése fuera el caso, que él se equivoca o no es muy razonable.8

De naturaleza semejante, aunque con una participación mayor de la persona entera, es el fenómeno que san Agustín expresa con el imperativo circular: “Crede ut intelligas, intellige ut credas”.9 Una de las direcciones corresponde al papel de la racionalidad en el asenso por fe. Aquí la dirección pertinente es la otra, aplicable por cierto también a conocimientos que no son de suyo creencias. Uno de los discursos donde san Agustín expresa esta idea es el comentario a las palabras de Isaías: “Si no creéis no comprenderéis”,10 que coinciden sustancialmente con lo que Aristóteles decía a propósito de la naturaleza del diálogo didáctico: “Hace falta que quien aprende crea”.11

5.3. Significado antropológico del confiar

Por tanto, en muchos ámbitos del conocimiento hay motivos para aceptar el conocimiento ajeno. Según los contenidos, esto puede estar más cerca de la pura metodología, o bien, constituir una auténtica relación entre las personas en términos de confianza. Naturalmente, ésta habrá de responder a las exigencias de la auténtica confianza entre seres humanos. A propósito del papel que san Agustín atribuye a los amigos y los maestros, Guillermo Hurtado escribe:

¿Pero cómo sabemos quiénes son de verdad nuestros amigos y nuestros maestros? Agustín se pone estas preguntas en el De utilitate credendi. Una primera respuesta es que, de la misma manera que no debemos dudar sin causa ni razón de que nuestra madre es nuestra verdadera madre, no lo debemos hacer a propósito de nuestros amigos y maestros. Pero los casos no son equiparables. Muy raramente sucede que alguien se haga pasar por la madre de alguien, mientras que con mucha frecuencia sucede que alguien se haga pasar por amigo de otro. También es muy frecuente que alguien pretenda ser autoridad en alguna materia, cuando en realidad no lo es. Todo esto sucede, pero no es una razón para no fiarnos nunca de nuestros amigos o maestros. Mientras no tengamos razones reales para dudar, lo normal, natural, humano, es fiarse de ellos. Sin embargo, cuanto se ha dicho no equivale a aceptar a cualquiera que se presente y nos diga que quiere ser nuestro amigo o pretenda ser nuestro maestro. Son los hechos los que nos muestran cuándo alguien es de verdad amigo o maestro.12

Sentido crítico, claro, no quiere decir desconfianza indiscriminada, como tampoco la confianza que proponemos es aceptación irreflexiva. Michael Ende ofrece en una narración un episodio de confianza fallida, que sin embargo es una desconfianza acertada, porque parece obvio que quien pretende la confianza no la merece. “Aquí estás seguro, todo te es familiar, todo está firme, te puedes fiar de todo. Este es tu mundo. Gira, y tú en el centro del centro, giras constantemente con él.”13 Hasta que sucede lo imprevisto: “Una vez un terremoto sacude todo aquello”.14 Es un cataclismo planetario y desde una abertura del mundo el protagonista entrevé una figura humana, encapuchada, que le habla:

—¡Sal, pequeño hermano de sangre! —¡No! —gritas aterrado—.

¡Vete! ¿Quién eres? ¡No te conozco!

—No podrás conocerme —te responde el tapado—

mientras no salgas. ¡Así que ven!

—¡No quiero! —exclamas—. ¿Por qué habría de hacerlo?15

Parece claro que no se dan las condiciones para fiarse. Las peticiones de la figura encapuchada son excesivas a falta de una fuerte confianza anterior: “Abandónalo todo”… “Abandona también el miedo”… “Abandónate también a ti mismo…”, “aprende a caer”…

Pero es igualmente clara la íntima necesidad de confianza, porque “el hombre se encuentra en un camino de búsqueda, humanamente interminable: búsqueda de verdad y búsqueda de una persona en quien confiar”.16 En la película rusa 12 (Mikhalkov, 2007), donde un jurado popular compuesto de 12 hombres debe pronunciarse unánimemente sobre la inocencia o culpabilidad de un joven checheno acusado de homicidio, muchas argumentaciones desarrolladas con éxito no confutan con rigor lógico los razonamientos a los que se oponen, sino que dan un contexto humano a una situación y la vuelven creíble.17 Con la luz recibida cada uno puede volver después a ver las propias razones y descubrirlas inadecuadas.

Todo esto, lejos de caer en una especie de sentimentalismo, no hace sino responder a la condición humana, que no es sólo razón. En palabras de Fabrice Hadjadj,

la verdad no se cumple en un sistema desencarnado, sino en la escucha de una voz. No se trata de escuchar sólo para someterse a un orden, sino de escuchar la voz de por sí, como se escucha la de un cantante y, más aún, como se escucha la del amado. La voz es una palabra hecha carne y es la expresión de una persona.18

* * *

Pertinente con este capítulo y con el anterior, esta entrevista a Carlos Pereda pone de relieve la importancia de la confianza, incluso en circunstancias –como las que trae consigo el ambiente generalizado de fake news– en las que desconfiar de todo parecería la actitud vital más razonable: Rafael Jiménez Cataño, “No ceder a la tentación de la posverdad. Coloquio con Carlos Pereda”, Open Insight, 2020, Vol. 11, núm. 21, pp. 13-29 [en línea], <http://openinsight.mx/index.php/open/issue/view/23/23>, consultado el 17 de abril de 2020.

Del mismo Pereda, véase Sobre la confianza, Barcelona, Herder, 2009.

1* Ésta es una reelaboración de la comunicación presentada, con el mismo título, en el congreso La fede e la ragione, de las facultades de Filosofía y Teología de la Universidad de la Santa Cruz, Roma, 26-27 de febrero de 2009, en el décimo aniversario de la encíclica Fides et ratio. Se ofrece aquí una versión reducida porque el tema ya se ha tratado parcialmente en el texto que precede.

Se trata por tanto de cuestiones relacionadas con los temas de este volumen, a los que se puede añadir el artículo “Nosotros, modernos del siglo xii”, Vuelta, 1996, núm. 240, pp. 28-31, que toca algunos aspectos de la historia de la noción de autoridad.

2 Kant ve en el imperativo “Sapere aude!” el lema de la Ilustración, en su famoso ensayo de 1784 “Was ist Aufklärung?”

3 Prov 14, 15, en la versión de El libro del pueblo de Dios (1986). “El simple todo lo cree; el prudente pone atención a sus respuestas” (Nácar-Colunga, 1957). “El simple cree á toda palabra: Mas el avisado entiende sus pasos” (Reina Valera, siglo xvi). “L’ingenuo crede a tutto quel che si dice, chi è prudente guarda dove mette i piedi” (Traduzione Interconfessionale in Lingua Corrente, 1976-1985). “L’ingenuo crede quanto gli dici, l’accorto controlla i propri passi” (cei, 1974). “Lo scemo crede tutto quel che si dice, ma l’uomo prudente bada ai suoi passi” (Traduzione “riveduta”, 1927). “Innocens credit omni verbo astutus considerat gressus suos” (Vulgata y Neovulgata). “The naive believes everything, But the sensible man considers his steps” (New American Bible, 1995). “The simple believeth every word: but the prudent man looketh well to his going” (King James, 1611). “Ein Alberner glaubt alles; aber ein Witziger merkt auf seinen Gang” (Lutero, 1545). “Der Unerfahrene traut jedem Wort, der Kluge achtet auf seinen Schritt” (Einheitsüber- setzung [traducción ecuménica], 1972). “Ein Unverständiger glaubt alles; aber ein Kluger merkt auf seinen Gang” (Lutero, 1912).

4 Juan Pablo II, Fides et ratio, núm. 32.

5 Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret, Madrid, La Esfera de los Libros, 2007, p. 20.

6 Sobre la buena voluntad (eunoia), y en particular sobre la del interlocutor, se volverá más adelante en este volumen, sobre todo en el capítulo 5 de la segunda parte.

7 Quine señala como formulación del principio (citando a Neil L. Wilson, “Substances without Substrata”, 1959) la siguiente: “We select as designatum that individual which will make the largest possible number of […] statements true”, Willard Van Orman Quine, Word and Object, Cambridge, MIT Press, 1983, p. 59.

8 “Charity os a matter of finding enough rationality in those we would understand to make sense of what they say or do, for unless we succeed in this, we cannot identify the contents of their words and thoughts. Seeing rationality in others is a matter of recognizing our own norms of rationality in their speech and behavior”, Donald Davidson, “Replies to Rorty, Stroud, McDowell, and Pereda”, en Truth, Language and History, Oxford; Nueva York, Clarendon Press, 2005, p. 319. “The method is not designed to eliminate disagreement, nor can it; its purpose is to make meaningful disagreement possible, and this depends entirely on a foundation –some foundation– in agreement. The agreement may take the form of widespread sharing of sentences held true by speakers of “the same language”, or agreement in the large mediated by a theory of truth contrived by an interpreter for speakers of another language”, Inquiries into Truth and Interpretation, Oxford, Clarendon Press, 1985, pp. 196-197.

9 El concepto está expresado en varias obras: Discurso 43, 9, Comentario al Evangelio de san Juan 29, 6; Discurso 214, 10.

10 Isaías, 7, 9.

11 Elencos sofísticos, I, 2, 165b3-4. Después de haber creído al maestro, en muchos casos el discípulo conseguirá adquirir un conocimiento inmediato del mismo objeto. A este paso se hace referencia en la encíclica cuando se afirma: “Esto no quita que, tras este paso, las mismas verdades sean ‘recuperadas’ sobre la base de la experiencia llevada que se ha tenido o en virtud de un razonamiento sucesivo”, Fides et ratio, núm. 31.

12 Guillermo Hurtado, “Notas sobre De utilitate credendi”, en Por qué no soy falibilista y otros ensayos filosóficos, México, Los Libros de Homero, 2009, p. 80.

13 Michael Ende, “Despacio como gira un planeta, gira la gran mesa redonda”, en El espejo en el espejo, Madrid, Alfaguara, 1986, p. 79.

14 Ibid.

15 Ibid., p. 80.

16 Fides et ratio, núm. 33.

17 En la película de la que ésta es un remake –Twelve Angry Men (Sydney Lumet, 1957)– hay un papel más decisivo de la confutación a través de razonamientos centrados en el logos.

18 Fabrice Hadjadj, Fabrice Midal, Che cos’è la verità?, Turín, Lindau, 2011, p. 48.

Razón y persona  en la persuasión

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