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INTRODUCCIÓN

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La capacidad de la idea de nación para moldear la comprensión del mundo de tantos seres humanos en circunstancias tan diferentes y formas tan diversas aún sigue fascinando a los especialistas. Como tema de investigación, también lo hace su capacidad para interactuar con otros asuntos y justificar nuevos estudios, a pesar de la enorme cantidad de publicaciones producidas en las últimas décadas.

Esto es algo particularmente visible para cualquier historiador formado en España y que por lo tanto esté al corriente del estado de una historiografía influida por la preocupación por la «anormalidad» de la trayectoria histórica del país. En el caso del nacionalismo, la tesis de la débil nacionalización española, la crítica al concepto de «Guerra de la Independencia» y la afirmación categórica de que no hay identidad nacional antes de ese momento fueron ideas que marcaron mi primera aproximación a este tema y a la vez sirvieron de base a una insatisfacción intelectual. Esta condujo a un interés por el periodo estudiado, así como una fascinación por su a veces poco reconocida complejidad interna y el peso específico de sus problemas en épocas posteriores.

Volviendo a la supuesta singularidad española, con frecuencia se insistía en la necesidad de comparar, de conocer otros casos desde la investigación para poder valorar adecuadamente la experiencia española en contexto (Townson, 2010), pero sistemáticamente se seguía haciendo historia de España; cierto es que ya mejor conectada con los estándares y las corrientes de las historiografías más punteras, hasta el punto de la equiparación efectiva en algunos casos. Sin embargo, en muchos otros, «España» sigue siendo el sujeto colectivo, y la atención hacia realidades «externas» se hace en virtud de sus conexiones con ella.

Irónicamente, esto no es ninguna singularidad de la historiografía española, pero lo que en los historiadores dedicados a Francia, Estados Unidos o Inglaterra apenas genera problemas, en España se sufre como una prueba de excepcionalidad negativa. La historia como relato nacional puede haber caído en desgracia en la historiografía occidental, o al menos eso es lo que se proclama en público. Sin embargo, la nacionalización de los instrumentos analíticos del historiador es un problema que todavía no hemos logrado resolver del todo. En realidad, y salvo los departamentos de historia de América, el interés genuino dentro de la Universidad española por conocer «otras historias» es todavía infrecuente.

Consecuentemente, el trabajo que aquí se presenta no es exclusivamente una investigación sobre historia de España y, más en concreto, sobre historia de la identidad nacional española y del proceso de construcción nacional español. Cuando comenzó a finales de 2014 con el propósito de integrarse en la discusión sobre las problemáticas señaladas, una de las partes más claras del diseño era su carácter comparativo, y esto implicaba considerar el caso español como uno más, no partir de un «problema español» y espigar referencias en otros espacios, culturas y estructuras políticas de una manera completamente condicionada por unas preguntas fabricadas desde unas coordenadas concretas. En su lugar, se parte de una problemática más general, en la que el caso español es una experiencia relevante, pero analizado en igualdad de condiciones con los del Reino Unido, Francia y Portugal.

Dadas la importancia del debate sobre los orígenes del nacionalismo contemporáneo y la mencionada insatisfacción ante sus respuestas, el planteamiento general de la investigación se compuso a través de una combinación de la historiografía existente y la literatura teórica sobre naciones y nacionalismo. Pronto se perfiló la realización de un estudio de lenguajes y experiencias de nación, según los había definido Ferran Archilés (2013), en el marco de los procesos de las revoluciones liberales y las reacciones que estas desataron a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Posteriormente se desarrolló una metodología caracterizada por la voluntad de hacer una historia sintonizada con esas corrientes historiográficas interesadas en dar cuenta de la «experiencia humana», en un tema donde la clave es precisamente esa; una historia que, por debajo de la documentación oficial y administrativa, de los ensayos de teoría política y de la prensa, consiguiera abordar de forma mucho más directa y personal cómo hombres y mujeres de carne y hueso vivieron su nación (o no) en un pasado tan lejano y tan cercano a la vez.

Para ello, las fuentes de esta investigación son «relatos de vida»,1 diversas formas de discurso autobiográfico en el que los individuos consignan sus trayectorias vitales. Estas proporcionan al historiador de las identidades un material particularmente fértil para su propósito, a la par que poco explorado hasta la fecha. Creemos que dichas fuentes no solo permiten observar cómo los grandes problemas ya señalados por la historiografía funcionan a una escala micro, a veces completamente circunscrita al ámbito privado, también pueden revelar nuevas dimensiones, cuestionar modelos asentados y redefinir los problemas generales.

De esta forma, el trabajo tiene un interés específico por la historia de la era de las revoluciones como momento bisagra, pero a la vez se ve interpelado por la repetida llamada a la innovación teórico-metodológica en el campo de los estudios sobre nación y nacionalismo. En cierto modo, toda su construcción ha estado dominada por el espíritu de que la propuesta resultara objeto de reflexión útil a otros nationalism scholars en general y no solo a historiadores.

El libro se organiza en seis capítulos. En el primero exploro la situación actual en la historia de la construcción de naciones y me pregunto por una manera de abordar en una misma investigación dos problemas paralelos: por un lado, el de la modernidad y, por otro, el de la creación y reproducción. Adoptando un enfoque fenomenológico a través de los conceptos de «identidad», «experiencia» y «memoria», asumo que lo importante es reconstruir la historia de cómo la nación como concepto era empleada por los individuos de cada momento, o sea, una verdadera historia de las semánticas y los usos de la nación como categoría de práctica.2 Después trato las potencialidades y posibles complicaciones que tiene la utilización de un corpus de relatos de vida para llevar a cabo esa tarea, concreto los rasgos específicos de las ciento setenta narrativas utilizadas y c ontextualizo la era de las revoluciones como el momento histórico en el que fueron producidas. Finalmente, adelanto la propuesta teórico-conceptual que preside el trabajo, elaborada a partir de la literatura disponible y de las fuentes estudiadas. El objetivo de ofrecerla en este punto y no esperar al capítulo de comparaciones es facilitar al lector la valoración propia en la interpretación de las fuentes.

Los cuatro capítulos siguientes (del 2 al 5) conforman ese núcleo empírico. En ellos desarrollo cada uno de los casos dentro de sus particularidades y con sus preguntas específicas, utilizando una selección de materiales extraída del corpus. Dado que toda traducción es una interpretación y que los cinco idiomas de las fuentes aquí manejadas –inglés, francés, castellano, catalán y portugués– no resultan extraños al lector culto castellanoparlante, he optado por mantener las citas originales, sin perjuicio de aclaraciones puntuales y de algunos cambios cuando la mejora de la comprensión era sustancial. También he intentado mantener la extensión del trabajo en unos límites razonables. Este esfuerzo ha sido particularmente complejo en esos capítulos empíricos, pues la inclusión de todos los materiales del corpus probablemente habría triplicado el número de páginas que ocupan. Cada estudio de caso comienza con una breve introducción histórica particular y una consideración de la historiografía disponible en cada uno.

Respecto a los casos en sí, no cabe duda de su relevancia. La monarquía británica, la francesa, la hispánica y la portuguesa eran las más importantes de Europa occidental en la era de las revoluciones, con una dimensión transoceánica innegable en cada una de ellas. Junto con las Provincias Unidas de los Países Bajos, habían sido los principales poderes europeos en la primera fase de la globalización. En su carácter atlántico, fueron el epicentro de las primeras grandes revoluciones liberales y también, en algunos casos, de las primeras grandes contrarrevoluciones. Además, el interés de su consideración comparativa se ve justificado por otros elementos, como el nivel de interacción de los procesos desarrollados en los espacios que estas monarquías controlaban, las conexiones entre sus culturas y trayectorias institucionales, las migraciones y los intercambios de ideas, la participación e influencia mutua en los ciclos políticos particulares y la implicación conjunta en guerras y otras operaciones militares.

Es importante señalar que la organización de las unidades de la comparación en casos refleja las propias tendencias individuales de los sujetos y las estructuras políticas contemporáneas bajo las cuales vivían. Como se indica en otros lugares, no supone ningún apriorismo en la asignación de sentimientos o pensamientos, ni tampoco es un anacronismo contradictorio con la voluntad de desnacionalización de los marcos analíticos. En los casos en los que un sujeto no expresa ninguna identificación nacional o lo hace con una nación diferente a la hegemónica en el contexto en el que vive, se indica convenientemente.

El primer estudio de caso es el británico, correspondiente al segundo capítulo. En él se aborda la flexibilidad y fuerte presencia de los conceptos «nación» y «carácter nacional» ya en el siglo XVIII. Con ello se estudia la ambigüedad «inglés/británico», así como el papel de lo escocés, lo galés y lo irlandés. Se analiza también la reacción producida ante el advenimiento de la Revolución francesa y la conformación de una idea de superioridad civilizacional basada en las ideas de libertad y excepcionalidad política positiva.

El tercer capítulo trata el caso francés. Se estudia cómo la conciencia de superioridad de la «civilización francesa» existente en el siglo XVIII convivió con el universalismo liberal surgido en el periodo revolucionario. También se trata el efecto de la vivencia de la «patria en peligro», el papel del Imperio Napoleónico, y el de las resistencias a las transformaciones revolucionarias, donde se pusieron de manifiesto formas alternativas de nación francesa.

El cuarto capítulo está dedicado al mundo hispánico. En él se tratan los usos de «nación española» antes de 1808, el papel de la guerra de 1808-1814, las líneas de fractura territorializadas bajo una misma españolidad común (donde se presta especial atención a narrativas de catalanes) y la cuestión americana como parte inicialmente integrante del proceso de construcción nacional español.

En quinto lugar, se estudia el caso portugués, condicionado por su peculiar historia política de revolución y contrarrevolución. Se exploran los usos de las ideas de «reino» y «restauración» así como el lugar asignado a Brasil dentro del imaginario nacional portugués. Como en el caso de los hispanoamericanos, se utilizan relatos producidos a uno y otro lado del Atlántico.

El capítulo sexto es un ejercicio de comparación que desarrolla lo ya avanzado en el primero y amplía otras cuestiones. Apoyado en las singularidades detalladas en cada uno de los estudios anteriores, privilegia las similitudes y los patrones comunes. El objetivo es responder a las preocupaciones planteadas en el primer capítulo de una manera más holística y efectiva. De esta forma, desarrolla el interés por la historia conceptual en términos más abstractos y completa la formulación del modelo teórico; también pone en valor el papel esencial del conflicto político como motor de la construcción nacional y considera los conceptos de nacionalización y transnacionalidad desde la evidencia empírica de los relatos personales.

Confío en que las limitaciones que toda investigación tiene resulten en este caso posibles vías de profundización y ampliación futura, más que deficiencias que puedan minar el resultado final. La utilización de narrativas personales puede combinarse con el uso de otros egodocumentos para ampliar el panorama. Pueden hacerse más observaciones o combinar el estudio de los lenguajes de nación aquí practicado con otras fuentes más convencionales. Igualmente, se podría aducir que la era de las revoluciones no está completamente cubierta, ni espacial ni cronológicamente. Valga como descargo que incluir la Guerra de Independencia de los Estados Unidos o las revoluciones europeas de 1848 añadiría casi tres décadas más a una horquilla cronológica que ya era por su extensión casi inmanejable. Igualmente, no creo que la ausencia de narrativas de australianos, haitianos, filipinos, macaenses, amerindios o afrodescendientes, entre otros, impida la extracción de conclusiones significativas sobre los problemas principales, que se refieren a procesos de construcción nacional eminentemente europeos. Por supuesto, tal ampliación enriquecería las partes relativas a la nación imperial y debería entenderse sin perjuicio de lo sucedido en otras sociedades no occidentales, de las cuales este trabajo nada puede afirmar. También soy consciente de que la experiencia histórica del mundo germánico y sus interacciones con el ámbito eslavo participa completamente de muchas de las problemáticas aquí planteadas (especialmente en lo referente al modelo teórico). Una incursión en sus fuentes, empero, con seguridad habría acabado por desbordar las posibilidades materiales del estudio.

Esta monografía está basada en algunos trabajos ya publicados (Moreno Almendral 2013, 2016, 2017a, 2017b y 2018a) y, sobre todo, en una tesis doctoral leída en el año 2018.3

Sin duda, la primera persona destinataria de mi agradecimiento debe ser su director, Mariano Esteban de Vega, por su apoyo durante todo el proceso. Además de ayudarme por encima de lo exigible a la responsabilidad académica, ha estimulado en mí una forma de ser historiador libre, crítica y comprometida con un espíritu epistémico cuyos beneficios me acompañarán siempre.

Gracias a todos los profesores de la Universidad de Salamanca con los que he aprendido, y a los compañeros que han estado conmigo en el camino. Gracias a aquellos que me permitieron vivir experiencias tan necesarias para el desarrollo de la tesis como transformadoras para mi vida. Gracias a John Hutchinson por acogerme en el verdaderamente interdisciplinar Department of Government de la London School of Economics, y por toda la ayuda posterior. La agradable sensación de familiaridad que Londres despierta en mí se apuntaló durante aquellos meses y creo que no me abandonará nunca. Gracias a Jordi Canal por la estancia en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, en la que pude disfrutar por primera vez del Colegio de España de París. Espero que no sea la última. Gracias también a José Manuel Sobral, que hizo posible que mejorara mi portugués en el Instituto de Ciências Sociais y aceptó ser uno de los informantes de la tesis. En Lisboa confirmé mi intuición de que los (historiadores) españoles tenemos que atender más a Portugal de lo que lo hacemos. Gracias a Thierry Lentz, quien me recibió en la Fondation Napoléon, y a Sérgio Campos Matos. Asimismo, tengo que dar las gracias al personal de administración y servicios, archivos y bibliotecas que ha facilitado mi labor, en especial a Yolanda López Bermejo y a la sección de Reservados de la BNP.

Me siento igualmente agradecido de los colegas con los que pude hacer evolucionar mi idea en congresos, seminarios o meras conversaciones. En muchos de ellos la admiración intelectual fue previa al aprecio personal. Por supuesto, agradezco especialmente los comentarios y las críticas de los miembros del tribunal de tesis, María Dolores de la Calle Velasco, Alejandro Quiroga y Fernando Molina, quienes fueron los primeros en contribuir a la mejora del manuscrito original. Mil gracias a Ferran Archilés, que, con enorme generosidad, me permitió exponer mi proyecto en Valencia cuando todavía se encontraba en estado germinal. Gracias a José María Faraldo y a Xosé Manoel Núñez Seixas. Gracias a Manuel Alcántara por la oportunidad en el Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca, así como a Patricia Marenghi y a Fernando López-Alves por su ayuda. Gracias a Alvin Jackson y a Roy Foster, por cosas que superan una tesis doctoral. Gracias también a Gregorio Alonso y a Tomás Pérez Vejo, que con enorme amabilidad aceptaron informarla. Gracias al Seminario de Historia Santos Juliá del Instituto Universitario Ortega y Gasset, particularmente a Javier Moreno Luzón y a José Álvarez Junco. Gracias también a María Cruz Romeo y al equipo editorial de Publicacions de la Universitat de València, así como a los informantes anónimos por sus observaciones de fondo y forma. La transformación de la tesis primigenia en este libro también participa de su trabajo. Gracias finalmente a Tamar Herzog por su supervisión posdoctoral en Harvard, estancia que se benefició del apoyo de la Comisión Fulbright España y en la que llevé a cabo la última revisión.

El grueso de la financiación que ha hecho posible la investigación fue proporcionado por un contrato predoctoral del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España, en el marco del Programa para la Formación del Profesorado Universitario (FPU13/00339). La Escuela de Doctorado de la Universidad de Salamanca y la dotación económica del Premio Nacional de Fin de Carrera también contribuyeron a financiar las estancias internacionales y las diferentes visitas a archivos y bibliotecas en España, Francia, Reino Unido y Portugal. Además, la investigación forma parte del proyecto I+D con referencia HAR2017-87557-P, perteneciente al Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia, así como del proyecto HAR2015-65760-P.

Suelen terminar estas secciones de agradecimientos con una mención a familia y amigos (debo confesar, muchos de estos últimos también colegas). En mi caso no podría tener más claro que lo que soy hoy es gracias al amor, dedicación y esfuerzo que mis padres han proyectado siempre sobre mí. Gracias a mi madre, María Jesús, y a mi padre, Carlos, quien me inculcó la pasión por la historia y al que una prematura y terrible enfermedad le impidió ver culminado un proyecto a cuyo inicio contribuyó y que tanta ilusión le producía. A ambos va dedicado este trabajo.

1 En este trabajo utilizo «relato de vida», «relato personal» y «narrativa personal» como sinónimos pertenecientes al campo del discurso autobiográfico. Igualmente, «narrativa personal» se emplea en el sentido de «narración autobiográfica», por su contenido y/o su perspectiva.

2 En este trabajo tomamos una distinción que suele utilizar Rogers Brubaker (2012), supuestamente elaborada a partir de la obra de Pierre Bourdieu, entre categorías de práctica y de análisis. Las «categorías de práctica» son las utilizadas por los sujetos que estudiamos en el mundo social. Las «categorías de análisis» son las que los analistas emplean para aprehender cognitivamente la realidad humana. En el ámbito de las Ciencias Naturales, el hecho de que en el lenguaje cotidiano hablemos de «lobo» o «sal» no condiciona sustancialmente al zoólogo o al químico para la categorización de «Canis lupus» o «cloruro de sodio». En el ámbito de las Ciencias Sociales y las Humanidades, estas categorías no pueden ser independientes, sino que se solapan, lo que genera gran cantidad de problemas. La nación es una de ellas.

3 Como en la primera versión del texto, mantengo la elección de los autores al manejar los términos «tomos» y «volúmenes», pese a las diferencias que hay entre ellos stricto sensu. Los corchetes con contenido indican añadidos. Los autores con título nobiliario se han citado, como norma general, por el nombre que utilizan en sus obras. También me gustaría indicar un uso del masculino genérico en el trabajo, por lo que, salvo indicación contraria, al decir «mis profesores» incluyo también a «mis profesoras», «mis compañeros» a «mis compañeras», etc.

Relatos de vida, conceptos de nación

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