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Piernas: dos nos quiso dar

el Señor, para avanzar,

que al terruño no quedara

nuestra humanidad pegada.

Al siervo del estatismo

una solo servía lo mismo.

heine1

En la carrera de la filosofía gana

el que puede correr más despacio.

O aquel que alcanza el último la meta.

wittgenstein2

1 Heinrich Heine, “Sobre la teleología” [“Zur Teleologie”], traducción inédita de Isabel García Adánez. Llegué a estos poemas de Heine gracias a su extraordinaria edición de Cuadros de viaje (Madrid, Gredos, 2003). La introducción es imprescindible para entender las hilarantes andanzas de Heine (por el Harz, el mar del Norte, de Múnich a Génova) y sus peculiares visiones de lo bucólico y lo sublime. A Heine, no se olvide, le irritaba sobremanera que “a las lindas flores del buen Dios, igual que a nosotros, se las clasifica en cajones y según sus características externas, a saber: según el número de estambres. Puestos a establecer una clasificación sería mucho mejor seguir la propuesta de Teofrasto, que quería hacerlo basándose en el carácter de las flores, o sea, en su olor. Por lo que a mí respecta, tengo mi propio sistema de clasificación de la naturaleza, según el cual divido todo entre lo que se come y lo que no se come” (ibíd., p. 98).

2 Ludwig Wittgenstein, Aforismos. Cultura y valor, E. Cecilia Frost (trad.), Madrid, Cátedra, 1980, p. 81.

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