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Análisis terminable e interminable1

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I. El objetivo del tratamiento psicoanalítico es el “intento de librar a un ser humano de sus síntomas neuróticos, inhibiciones y anomalías del carácter. De ahí que siempre se haya procurado abreviar su duración”. Un intento en este sentido es el de Rank de centrar el análisis en el trauma del nacimiento, la fijación primaria a la madre que condiciona la represión primaria (protofijación y protorrepresión). Dice Freud que es un intento de adaptar el ritmo de la terapia analítica a la precipitación de la vida americana (prosperity).

Otro ejemplo es el procedimiento que siguió Freud con un joven ruso (supongo que se refiere al hombre de los lobos): incapaz de valerse por sí mismo, al cabo de unos años recuperó gran parte de su independencia, se reanimó su interés por la vida y adoptó sus relaciones con las personas que más le importaban. “Pero su mejoría no pasó de allí”.

¿A dónde tenía que llegar?

“… ya no progresó el esclarecimiento de la neurosis infantil, fundamento de toda la enfermedad ulterior y pudimos advertir claramente que el enfermo se sentía bastante cómodo en su estado actual…”.

¿Y qué faltaba? Pero acá veo una contradicción: a pesar de que el paciente se sentía bien, no quería interrumpir su psicoanálisis, se negaba a

“dar un solo paso que lo acercara al fin del tratamiento […] Hallábase pues ante un caso de autoinhibición del tratamiento”.

Por un lado el objetivo de Freud era esclarecer la neurosis infantil, lo que evitaría un recrudecimiento ulterior de la neurosis. Entiendo el criterio de Freud, pero si el paciente quería analizarse era porque sentía que le hacía bien, sentimiento que no es poca cosa. Y si esta continuación era para afianzar sus defensas, este podría ser un objetivo del análisis. De todos modos Freud no se equivocó al poner un límite para fin del año.

“… que ese año sería el último de su análisis […] sus resistencias cedieron y en esos meses últimos pudo reproducir todos los recuerdos y hallar todas las relaciones que parecían necesarias para comprender su neurosis pretérita y superar la actual. Cuando se despidió de mí a mediados de 1914 [...] pude considerarlo completa y definitivamente curado”.

Es decir su criterio de terminación en este caso era la reproducción de los recuerdos y el hallar las relaciones, supongo que las relaciones entre los recuerdos y las representaciones vinculadas a las neurosis pretéritas y actuales. Quedó, sin embargo, una parte no resuelta de su transferencia o residuos que no habían surgido previamente. Analizados estos, ¿no quedaron otros? ¿Cómo se está seguro que el análisis está terminado o es, en última instancia, interminable?

II. Esto lo lleva a Freud a hacerse otra pregunta:

“existe un término natural del análisis y, en todo caso, es posible alcanzarlo realmente?”

Habría dos respuestas: una sintomática, la superación de sus síntomas e inhibiciones, la segunda está más referida a la personalidad en general.

“… si la transformación del paciente ha sido llevada a tal punto que la continuación del análisis ya no promete nuevas modificaciones”.

¿Se refiere a modificaciones de la personalidad?

“En otros términos admitiríamos con ello que el análisis puede alcanzar un nivel de absoluta normalidad psíquica, susceptible de mantenerse estable, suponiendo que se haya logrado suprimir todas las represiones y llenar todas las lagunas de la memoria”.

El problema es: ¿qué es la normalidad psíquica? ¿Se pueden suprimir todas las represiones? La respuesta de Freud es que es tanto más posible cuando la etiología de la neurosis es predominantemente traumática y no a causa de instintos desmesuradamente poderosos, o sea que predomine el factor accidental sobre el constitucional. Creo que con traumático se debe entender aquí la motivación ambiental, exterior y no entendería trauma en el sentido de algo que está más allá del principio del placer, sino el que es producto de una privación o frustración.

“El reforzamiento constitucional de los instintos y la modificación desfavorable del yo en el curso de la lucha defensiva, en el sentido de su dislocación y su constricción, son los factores que se oponen al éxito del análisis y que pueden prolongar indefinidamente su duración”.

Dice que el tema del yo no ha sido aún estudiado suficientemente.

Entiendo que el tema del yo es que no está en condiciones de dominar (¿o administrar?) adecuadamente los instintos. ¿Ha de hacerse por represión? Parecería que en general Freud se refiere al control instintivo por represión, pero una alternativa sería algo que Freud señaló en una de sus primeras obras: “la condena consciente” o, en mis términos, la judicación consciente.

Pasa a plantear “cuáles son los obstáculos que se oponen a dicha duración”. A partir de dos casos de las primeras épocas del psicoanálisis describe en ambos recaídas de la neurosis.

“Hoy puede exigirse que una curación analítica sea definitiva, o por lo menos que la recaída no sea provocada por la repetición del antiguo trastorno instintivo manifestado en nuevas formas”.

No obstante, Freud no está seguro de que pueden cumplirse tales exigencias

“… pero desde ya advertimos claramente que el camino hacia el cumplimiento de esas pretensiones máximas planteadas al psicoanálisis, no nos llevará a la abreviación de su curso…”.

Me es difícil comentar algo al respecto. Las mejorías que veo en los pacientes, además de las sintomáticas, son en general referidas a limitaciones de la personalidad y en ese sentido ayudarlos a resolver situaciones vitales complicadas; en lo que se refiere a síntomas la mayoría son depresiones y a veces fobias o situaciones de ansiedad (angustia neurótica) y, en general, las mejorías son estables (muchas veces con ayuda farmacológica, cosa que no había en la época de Freud).

Neurosis sintomáticas como histerias de conversión y neurosis obsesivas veo menos y nunca pienso en términos de curación definitiva o no, sino más en mejorías; no pretendo cambiar una personalidad pero sí rescatar lo que el analizado siente que es propio de él, pudiendo desplegar su caudal instintivo pero ligado al yo; el tema es el levantamiento de las represiones y la ligadura del instinto por el yo en su vinculación al principio de realidad, así como la posibilidad de las modificaciones de la realidad con miras a la resolución de sus acciones específicas en el mundo.

III. Dice Freud:

“De los tres factores que consideramos decisivos para las posibilidades del tratamiento analítico –el efecto de los traumas, la fuerza constitucional de los instintos, la modificación del yo– solo nos interesa aquí el segundo: la fuerza de los instintos […] Por decisivo que sea desde un comienzo el factor constitucional, es concebible que un reforzamiento de los instintos producido en el curso ulterior de la vida tenga idénticos efectos. En tal caso la fórmula debería modificarse, sustituyendo la fuerza constitucional de los instintos por la fuerza actual”.

El hecho que la fuerza instintiva tiene que ver con la constitución del sujeto no quiere decir que sea una constante: cada vez que se satisface un deseo, que es representante de una necesidad, disminuye la fuerza del instinto. También depende de qué instinto se trata y naturalmente la fuerza de cada instinto parcial se modifica no solo en función de las circunstancias vitales sino también de los diferentes momentos de la vida.

“… ¿es posible resolver completa y definitivamente, por medio del tratamiento analítico, un conflicto del instinto con el yo o una exigencia instintual patógena planteada al yo?”

¿Qué quiere decir “resolución permanente de una exigencia instintual”?

“Evidentemente no se trata de hacerla desaparecer, de modo que nunca más vuelva a hacerse sentir. En general esto es imposible…”.

Sería como suprimir una necesidad vital.

“En cambio, se trata de otra cosa, que en forma aproximada podríamos llamar ‘sumisión’ del instinto…”.

Sumisión, en alemán, Bändigung: doma, domadura, refrenamiento (Diccionario Alemán Español. Sopena). En el Diccionario Alemán Brockhaus, Bändiger (se refiere a la persona que realiza la acción): Bezwinger (vencedor, triunfador, domador). 2. Vorführer wilden Tiere (el que expone animales salvajes). Acá, evidentemente, Freud identifica el instinto con un animal salvaje al que el yo tiene que domar.

Y pasa Freud a explicar dicha “sumisión” o “doma”:

“su integración total en el conjunto armonioso del yo, tornándolo accesible al influjo de todas las otras tendencias de este y haciéndolo renunciar a sus propios medios de satisfacción independientes”.

¿Sería someterlo al yo o integrarlo a él? En otros términos, el yo no es sino la continuación del ello, el cual ha de adecuarse al yo pero también el yo ha de hacerse cargo de las necesidades del ello, de los instintos y adecuarse a los mismos, pero con un conocimiento adecuado de la realidad exterior. Acá la alternativa es suprimirlos o someterlos: no incluye el tema de una represión exitosa, lo que implicaría un predominio del Superyó.

Acá, acudiendo a la metapsicología (la Bruja) apunta no solo a lo tópico (instancias entre las que se produce el conflicto) sino a lo económico, relación de intensidades (cantidades) entre las instancias: se refiere al yo y a los instintos. Pero acá termina afirmándose en las represiones.

“Todas las represiones se producen en la temprana infancia y son primitivos recursos de defensa adoptados por un yo aún débil e inmaduro. Más tarde ya no se realizan nuevas represiones, pero las antiguas se mantienen y siguen siendo utilizadas por el yo para la dominación de los instintos. Los nuevos conflictos son resueltos por lo que hemos dado en llamar ‘post-represiones’.”

Creo que hay una ambigüedad en la utilización de término ‘represión’ (Verdrängung): la primera represión propiamente dicha, es decir, el hacer el inconsciente reprimido, excluido del preconsciente, se da con el complejo de Edipo. Previo a este, el yo puede utilizar formas de defensa más tempranas (transformación en lo contrario, cambiar de activo en pasivo o vuelta contra sí mismo) pero no reprime las representaciones correspondientes (no se las olvida); las post-represiones serían las posteriores al complejo de Edipo y crearían la disposición a las neurosis.

“El análisis […] permite al yo maduro y fortalecido proceder a una revisión de estas antiguas represiones, con el resultado de que algunas son suprimidas y otras aceptadas, pero construidas de nuevo, esta vez con materiales más sólidos. Estos nuevos diques son mucho más resistentes que los anteriores…”.

Desde mi punto de vista, el objetivo del análisis es, en general, levantar las represiones y, en los términos usados acá por Freud, “someter” a los instintos desde la organización yoica y no reforzar las represiones; por supuesto que a las represiones sólidamente constituidas no las toco en general, solo lo hago cuando generan síntomas, de modo que las modificaciones de la personalidad son un paso ulterior a la resolución del síntoma, haciendo preconsciente lo inconsciente cuando este hace ruido.

“Así, el resultado cabal de la terapia analítica sería, pues, la corrección ulterior del primitivo proceso de represión, poniendo fin con ello a la supremacía del factor cuantitativo”.

Desde mi punto de vista (y creo que el de Freud también), que la cantidad devenga en cualidad (cuál es el instinto que presiona) y esta en topografía (se integre en la estructura), pero no reforzar las defensas sin previo análisis del instinto.

Una aclaración: el término que acá se traduce como instinto (traducción con la que estoy de acuerdo) es el de Trieb que, según el contexto, Freud lo usa en su vertiente biológica, como tensión de necesidad, o psicológica, como deseo. Creo que acá se lo debe interpretar como deseo y, en particular, como deseo sexual, el que protagoniza el conflicto neurótico.

Con respecto a los efectos del análisis, dice Freud:

“Ante todo nos interesa captar las modificaciones cualitativas, y al hacerlo descuidamos generalmente, por lo menos al principio, el factor cuantitativo. En la realidad, las transiciones graduales y las fases intermedias son mucho más comunes que los estados antagónicos netamente definidos”.

Agrega más adelante:

“… en toda nueva organización subsisten elementos de la anterior y […] ni siquiera en un desarrollo normal la transformación es completa, pudiendo subsistir así, aún en la estructura definitiva, vestigios de las fijaciones anteriores de la libido”.

Acá habla de fijaciones y no represiones: es lo que correspondería a las etapas de la sexualidad infantil previas a la represión edípica que inaugura el período de latencia. El tema sería cómo integrar lo que está fijado con el resto de la organización psíquica, ya sea en el Yo como en el Ello.

“… no siempre logramos cumplir íntegra y suficientemente nuestro propósito de sustituir las represiones inseguras por sumisiones) de los instintos seguras y euyoicas”. [El resaltado en cursiva es mío].

El traductor vuelve a usar la palabra ‘sumisión’ como aquello que se espera lograr con el instinto y creo que es correcto desde el punto de vista del sentido, ya que creo que acá dice prácticamente lo mismo que antes: que no se pretendía “hacer desaparecer al instinto” sino que buscábamos la “sumisión” del instinto. Pero acá Freud usa otra palabra: Bewältigung: sujeción, vencimiento; la anterior (Bändigung) se refería a “domar”, lo cual es más o menos lo mismo, pero ¿por qué Freud usa otra palabra en este caso? Siendo un objetivo central del análisis, no tendría por qué tener esta ambigüedad de expresión.

Y hay un tercer término diferente que el traductor vuelve a traducir con el mismo término de “sumisión”.

“… puede afirmarse que el análisis siempre tiene razón en teoría, pero no siempre la tiene en la práctica, cuando pretende poder curar las neurosis asegurando la sumisión de los instintos. Ello se debe a que no siempre logra asegurar en medida suficiente las bases de dicha sumisión” [El resaltado en cursiva es mío].

En estos dos casos Freud usa un tercer término: Triebbeherrschung: Trieb: instinto. Beherrschung: señorío, dominio, imperio, dominación, contención (Diccionario Sopena). Y el Diccionario Alemán Brockhaus agrega: Beherrschung der Triebe: continencia de los instintos. Desde el punto de vista del sentido, el traductor (Ludovico Rosenthal) tiene razón en unificar estos tres términos bajo el vocablo de ‘sumisión’. Pero ¿por qué Freud utiliza tres palabras diferentes para expresar lo mismo? Lo tomo como un acto sintomático y lo interpreto: Freud no tiene claro qué se hace con los instintos; por un lado son la base de la vida, por el otro son generadores de neurosis (y de perversiones). Dicho en términos infantiles: ¿son buenos o malos los instintos? ¿Qué se hace con ellos? Aunque, para hablar con más precisión, los instintos a los que se refiere Freud son los instintos sexuales. ¿Qué se espera que se haga con ellos? Supongo que los problemáticos son los instintos sexuales referidos al complejo de Edipo. ¿Deben quedar reprimidos? En principio habría que hacerlos conscientes; hechos conscientes, ¿satisfacerlos o someterlos? Acá es donde parecen aplicarse esos términos ambiguos que se traducen como ‘sumisión’.

De hecho Freud dice que

“… no siempre se logra asegurar en medida suficiente las bases de dicha sumisión (Triebbeherrschung)”.

Depende, dice Freud, de factores cuantitativos, o sea de la relación entre las fuerzas de los instintos y el yo, y supongo que la intensidad de los instintos es constitucional; ¿o tal vez la intensidad pueda tener que ver con fijaciones de los mismos en la infancia?; tal vez aquí podría hacer algo el psicoanálisis (esto no lo dice Freud).

IV. Plantea acá

“… si es posible proteger al paciente contra nuevos conflictos instintuales mientras se trata uno de ellos y si es factible y conveniente despertar con fines preventivos un conflicto instintual que aún no se haya manifestado”.

Su respuesta es:

“… un conflicto instintivo que no sea actual ni manifiesto, es inaccesible a la influencia del análisis”.

Pero hay que ver

“… de qué medios disponemos para actualizar un conflicto instintual latente a la sazón […] solo podemos hacer dos cosas: o bien precipitar situaciones en las cuales aquel se torne actual, o bien conformarnos con discutirlos en el análisis, señalando la posibilidad de que se produzca”.

El precipitar situaciones podría ser en la realidad o en la transferencia; precipitarlas en la realidad sería

“… querer rivalizar con el destino, emprendiendo tan crueles experimentos con míseras criaturas humanas [pero] la labor analítica progresa mejor cuando las vivencias patógenas pertenecen al pasado, de modo que el yo pueda mantenerse a cierta distancia de ellas […] Por consiguiente la creación de un nuevo conflicto solo retardaría y dificultaría la labor analítica”.

En relación con

“… la provocación artificial de nuevos conflictos en la transferencia […] entraña actos contra el paciente, perjudicándose con ello la actitud afectuosa hacia el análisis –la transferencia positiva– que es el motor más poderoso de la cooperación del paciente en la labor analítica común”.

Queda el camino de señalar

“… al paciente la posibilidad de otros conflictos instintivos, despertando su expectativa de que también le ocurran a él”.

Pero la respuesta esperada no se produce.

“El paciente se entera de nuestro mensaje, pero no reacciona en absoluto. ‘Muy interesante, por cierto’ –puede pensar en sí– ‘pero no me hace sentir nada’. Con ello habremos acrecentado sus conocimientos, sin modificarlo en absoluto”.

Creo que la acción preventiva del psicoanálisis se da en el hecho de que, al levantar represiones (hacer Prec. lo Inc. reprimido) el yo se enriquece y queda en mejores condiciones para tratar nuevos conflictos (o de ver lo nuevo que aparece en la repetición de los conflictos anteriores). De no poder hacerlo queda el recurso, si el análisis está terminado, de retomarlo. No estoy de acuerdo en atribuirle un valor absoluto a la terminación del análisis.

Habría que investigar qué pasa en otras corrientes del pensamiento psicoanalítico, pero tengo la impresión de que M. Klein y sus seguidores pretenden, con las interpretaciones profundas y transferenciales, recorrer todas las posibilidades de conflictos manifiestos y latentes y, con el acceso a la posición depresiva, prevenir la aparición de nuevos conflictos.

V. Pasa a hablar del yo, de su modificación.

“Como se sabe, la situación analítica consiste en que nos aliamos con el yo del paciente para someter [acá Freud usa un cuarto término para lo mismo: Unterwerfen: someter, avasallar…] los elementos indomados de su ello, es decir, para integrarlos [einbegiehen: incluir] en la síntesis del yo”.

Creo que la integración es mejor solución que sometimiento.

“El yo con el que sellamos ese pacto deberá ser, pues, un yo normal; pero como la normalidad en sí, este yo no pasa de ser una ficción ideal”.

Lo que se opondría a nuestros esfuerzos son los mecanismos de defensa.

“En el curso del tratamiento, nuestros esfuerzos terapéuticos oscilan constantemente de un fragmento de análisis del ello a un fragmento de análisis del yo […] el hecho decisivo es que los mecanismos de defensa contra los peligros del pasado retornan en el curso del tratamiento bajo la forma de resistencias contra la curación, cual si esta fuese considerada por el yo como un nuevo peligro”.

Siendo las resistencias en sí mismas inconscientes, hay resistencias contra la concientización de las mismas y

“el análisis solo cuenta con ciertas y limitadas cantidades de energía, para oponerlas a las fuerzas adversas”.

Pero yo no peleo ni contra las resistencias ni contra los instintos; en tanto se llevan bien, los acompaño, al Yo, con más o menos resistencias y al Ello en sus conexiones con el mundo externo. Intervengo, como pasa con los chicos, cuando se establece un conflicto entre ellos, pero soy imparcial, cada uno tiene sus razones, actuales e históricas y me meto a analizar y dilucidar las razones de cada uno. Aclaro que cuando digo que estalla un conflicto me refiero a cualquier nivel de conflicto, desde una formación sintomática (acto fallido, sueño), pasando por cualquier conducta que resulte distónica para el paciente (y no solamente para mí) hasta un conflicto de gran envergadura. También intervengo cuando esa conducta resulta incongruente con el medio: la patología puede ser del paciente o del medio ambiente y en este caso vamos viendo juntos cómo enfrentarla. Está claro que tanto Freud como yo hablamos de pacientes de nivel neurótico en el que se juega esencialmente el conflicto intrapsíquico.

VI. Pasa Freud a hablar de resistencias de otras clase

“… que parecen depender de condiciones fundamentales del aparato psíquico”.

Ante todo la viscosidad o la mayor movilidad de la libido así como un tipo de entropía psíquica que Freud califica como “resistencias” del Ello. Pero ¿son en sí resistencias o son características biológicas de los instintos? ¿Serían, si lo fueran, resistencias contra qué? ¿Contra el intento del terapeuta que trata que el paciente sea diferente a lo que es? ¿Serían resistencias del Ello contra qué? ¿Contra el Ello mismo? Aunque entiendo que a veces una parte del Ello aliada al Yo se oponga a otra parte del Ello, constituyendo el conflicto neurótico.

Y aquí llegamos a un conflicto (¿conflicto o dialéctica?) dentro del mismo Ello:

“… el comportamiento de los dos protoinstintos, su distribución, su fusión y desfusión; fenómenos que no es posible concebir limitados a una sola región del aparato psíquico, sea ésta el Ello, el Yo o el Superyó”.

Tras referirse a la “fuerza tenazmente opuesta a la curación” culmina refiriéndola al protoinstinto de muerte ligado “en cierto modo psíquicamente, por el Superyó” y que se manifiesta como “sentimiento de culpabilidad y necesidad de castigo” [este párrafo está resumido y reorganizado por mí].

Habla luego de la tendencia al conflicto como producto de la intervención de la agresividad libre.

“Después de todo, ya admitimos que en el curso de la evolución desde el estado primitivo al del hombre civilizado, prodúcese una considerable internalización, una orientación de las tendencias agresivas hacia dentro…”.

Termina esta sección desarrollando el tema de la segunda teoría instintiva cotejándola con la teoría de Empédocles, para quien los dos principios que gobiernan el suceder cósmico son el amor y la discordia mientras que Eros e instinto de muerte gobiernan el suceder de la sustancia viva.

Queda sin aclarar qué hacemos los psicoanalistas frente a la reacción terapéutica negativa, al sentimiento inconsciente de culpa y a la vuelta de la agresión contra sí mismo. Creo que Freud le prestó hasta aquí poca atención al Superyó, la instancia que, por un lado, comanda la represión de los instintos sexuales así como la vuelta de la agresión contra sí mismo. Con respecto a la represión, se supone que se deben analizar y desenmascarar las tendencias instintivas inconscientes. En el caso del sentimiento inconsciente de culpa, que Freud no plantea acá cómo lo enfrentamos, debemos considerar la desmezcla instintiva que libera las tendencias de muerte y las separa de Eros. Mi respuesta (no la de Freud) es que se combate con el mismo trabajo analítico que, en tanto puesta en juego de Eros, tiende a contrarrestar la desmezcla que, en general, se da en el Superyó. Como dije, no puedo decir que esta sea la opinión de Freud; es la mía, pero en principio no creo que se opusiera: me dio todos los instrumentos para que yo piense así.

VII. Para Ferenczi “el análisis no es un proceso sin fin, sino que puede ser llevado a su término natural”. [Freud no plantea cuál es el término natural] “siempre que el analista tenga la necesaria idoneidad y paciencia”.

Con respecto al analista, Freud plantea la necesidad de un análisis didáctico, en principio corto, aunque piensa que el analista “debería someterse periódicamente a un análisis, por ejemplo cada cinco años…”.

Con respecto a la terminación del análisis, es “una cuestión práctica”.

Me parece importante esta conclusión: la plantea luego de haber desarrollado todas las dificultades, las resistencias que se dan en el curso del análisis; este fin práctico es consecuencia de un profundo conocimiento acerca de los factores que enferman al paciente y las dificultades para su abordaje. El objetivo lo expresa con respecto al análisis del carácter, o sea más allá de la curación sintomática:

“no se tomará por meta el pulir todas las características humanas en favor de una normalidad esquemática, ni aún exigir que el sujeto ‘analizado a fondo’ sienta ya pasión alguna, ni produzca conflicto interior. El análisis ha de asegurar las condiciones psicológicas más favorables para las funciones del Yo; alcanzado este fin, su misión queda cumplida”.

VIII. Llegamos aquí al límite del trabajo psicoanalítico: la ‘roca virgen’2, la envidia fálica y la angustia de castración, o sea aquello que se implantó como amenaza de castigo a las tendencias edípicas, una historia que se hizo biología, que se hizo un instinto en oposición a otro instinto. Según la hipótesis que planteó Freud en Totem y tabú, tiene que ver con la instauración del totemismo, introyección del padre muerto que amenaza al hombre con la castración y a la mujer como un ser castrado que anhela el falo. Creo sin embargo que la toma de consciencia que la diferencia de los sexos no presupone la castración de la mujer y la amenaza de castración en el hombre no ocupa la totalidad del psiquismo humano sino que se limita al tabú del incesto ya que de extenderse desaparecerían la sexualidad y la humanidad. De todos modos el tabú del incesto se constituyó no sé cuántos miles (o millones) de años atrás y forma parte de la herencia genética humana. Es el punto límite del análisis: tampoco sé qué pasaría si con el análisis lográramos superar esta resistencia y volviésemos a establecer la satisfacción del incesto (hasta ahora no he logrado hacerlo).

Conversando con los maestros

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