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Teoría del psicoanálisis1

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¿Cuál es el sentido de reconsiderar a Jung hoy, en 1998, y con un trabajo publicado en 1913? Ante todo, corresponde al momento de su ruptura con Freud y esta fue la primera escisión significativa dentro del campo del psicoanálisis. Creo que vale la pena revisar las bases conceptuales de dicho distanciamiento a la luz de lo que hoy se llama crisis del psicoanálisis. Es mi convicción que en parte esta crisis consiste en que ya no se puede definir claramente qué es el psicoanálisis (me refiero a una definición consensuada, no a lo que cada uno de nosotros puede definir como tal).

Leyendo los trabajos de esa época, aparte de los de Freud, por ejemplo los de Abraham, Ferenczi, etcétera, no cabe duda alguna que estaban dentro de lo que Freud definía como psicoanálisis; hoy no tenemos esta misma claridad, motivo por el cual al psicoanálisis se lo tiende a definir más por consideraciones formales (número de sesiones, uso del diván, utilización de la interpretación) que por conceptuales. Tal vez el revisar eso que fue una primera línea de demarcación, que surgiendo desde dentro del psicoanálisis fue definiendo sus límites (por lo menos para Freud), qué era y qué dejaba de ser psicoanálisis, nos permita ubicarnos mejor dentro de la cantidad de problemas que la actualidad del psicoanálisis nos plantea.

¿Podría ubicarse hoy este trabajo dentro del campo del psicoanálisis? Ante todo nos choca la no atribución de la existencia de impulsos sexuales durante los cinco primeros años de vida. Pero la discusión con Freud (y de Freud con Jung, por ejemplo en “Introducción al narcisismo”) parte de una tema más teórico: la no existencia de un dualismo instintivo, la consideración del término libido como una energía general, como un impulso a la vida, en la que la energía sexual queda incluida. No creo que este último sea hoy un tema excluyente: no todos los analistas aceptan la teoría de los instintos en general y menos aún la necesaria existencia de un dualismo instintivo.

Lo que no puede no chocarnos es la consideración de los cinco primeros años como un período pre-sexual: aún identificando, como se desprende de este trabajo, lo sexual con actividades directamente referidas a la esfera genital, la observación directa de cualquier niño, ya desde el período de lactancia (que puede llegar hasta alrededor del año de edad), nos muestra la presencia de una masturbación directamente genital; más aún, cuando el niño o la niña llegan a los 3 o 4 años, época en que Jung calificó como pre-sexual. Sin embargo, si pensamos que el tema de la sexualidad infantil se develó a partir de los tratamientos psicoanalíticos de pacientes adultos, vemos que, en los historiales de Freud, tanto en el caso Dora como en el del hombre de las ratas, la reconstrucción de situaciones sexuales infantiles se detiene en el período de latencia, caracterizado por Jung como estadio pre-puberal en el que, según él, aparecen las primeras actividades que podrían llamarse sexuales con las características infantiles de “ingenuidad” e “inocuidad”. Recién en El hombre de los lobos, en el que retoma parte de la discusión con Jung, Freud expone la reconstrucción de la vida sexual del paciente en sus cinco primeros años de vida (historial que, por supuesto, no tenía escrito en 1913). Y aún hoy es frecuente que reconstrucciones que se realizan a lo largo de un análisis no trasciendan el período de latencia (a menos que se tienda a aplicar directamente al material expuesto por el paciente, hipótesis previamente asumida acerca de la sexualidad infantil). De todos modos, para esa época, ya estaba publicado el análisis de Juanito, esencial para la consideración de la sexualidad infantil y al que, por lo menos en este trabajo, Jung no hace mención.

No cabe duda que la consideración de la existencia de la sexualidad infantil es un shibboleth o contraseña que exigiría cualquier psicoanalista para considerar un trabajo como psicoanalítico. Desde este punto de vista, es claro que este trabajo debería quedar fuera del campo de lo que se puede considerar psicoanálisis. Sin embargo, si consideramos los ejemplos clínicos que nos aporta Jung, empezamos a dudar. Ante todo, no creo que el uso de un shibboleth defina o no el contenido de verdad de un trabajo (y esto es, en última instancia, lo que, por lo menos a mí, me interesa). Es importante vencer la primera resistencia que nos aparece cuando vemos un concepto que nos choca y puede ser que las contraseñas sean útiles en la guerra o para dejar entrar a alguien al teatro después del intervalo, pero no lo son en la ciencia ni a nivel conceptual; por otra parte, tengo fuertes sospechas (para mi fuero interno certezas) que hoy existen dentro del psicoanálisis muchas personas, teorías o concepciones que portan contraseñas falsas, que utilizan las palabras requeridas, pero que significan cosas muy diferentes. Reitero que nos choca y, al mismo tiempo, constituye una evidente desmentida de la realidad, la afirmación de la no existencia de manifestaciones sexuales en los cinco primeros años de vida. Pero, insisto, considerando los ejemplos clínicos, e independientemente de las conclusiones que Jung extrae de estos, creo que, desde el punto de vista del método, son un modelo de trabajo psicoanalítico (por lo menos desde lo que yo entiendo por psicoanálisis) que no es frecuente encontrar en trabajos contemporáneos.

El análisis de lo que yo entiendo es el motivo desencadenante de la crisis que tuvo la primera paciente ante el galope de los caballos referida al conflicto amoroso en relación con el esposo de la amiga, me parece inobjetable. Estoy de acuerdo también (y creo que Freud lo estaría) en no explicar inmediatamente este episodio con el accidente, también con el carruaje y los caballos, que tuvo en su infancia. Sin embargo Jung se quedó con lo intrascendente de este episodio infantil: yo no lo hubiese dejado de lado y hubiera tratado, entre otras cosas, de profundizar el contexto en que se dio dicho episodio y por supuesto, que aquí yo hubiese estado pensando en sus vinculaciones con la sexualidad infantil, pero de esto se trata el desacuerdo con Jung.

De todos modos, hasta donde llegó, su trabajo es inobjetable (es un nivel de análisis similar al que Freud accedió en el caso de Lucy R.). Quiero contrastar la nitidez de este análisis con el atiborramiento de teorías que podemos observar en muchos trabajos contemporáneos sobre un material clínico que podría verse de esa como de muchas otras maneras: que esta paciente tenía ese conflicto amoroso y que su crisis tenía que ver con dicho conflicto; no creo que a nadie puede caberle duda alguna a partir de la descripción de Jung, aunque muchos puedan calificarlo de un nivel muy superficial (pero por lo menos, como punto de partida es un piso seguro).

En el caso de la segunda paciente, la que, de las dos hermanas, hizo una crisis ante el compromiso matrimonial, el análisis llevó a dos escenas sexuales infantiles: una, que compartió con su hermana, tuvo lugar con un exhibicionista y otra, de sus 2 o 3 años, en la que vio a su padre en una actitud obscena. “Nada menos probable que su padre hubiera hecho algo así”, dice Jung. Es posible, Jung se encontraba en la encrucijada de decidir si esta escena fue real o “solo una fantasía”. De entrada desecha Jung la posibilidad de la realidad de dicha escena (¿por qué?) pero tampoco considera la posibilidad de que esta escena fuese un “recuerdo encubridor” y que recién su análisis podría determinar cuánto de ese recuerdo-fantasía correspondía a una construcción infantil (y a partir de qué sucesos) y cuánto a recuerdos de sucesos o pensamientos o fantasías ulteriores trasladados regresivamente. Si Jung sometió o no este recuerdo al análisis, no lo muestra, y saca una conclusión que, por lo menos en este trabajo, resulta muy precipitada, desvalorizando sin más a la fantasía: “Es sólo una fantasía, probablemente construida por primera vez en el curso del análisis…” por lo tanto construida ad hoc y sin valor alguna para el análisis.

Según Jung el determinante de esta neurosis es una predisposición dada por una sensitividad innata y agrega que cuanto más temprano tuvo lugar una impresión en la infancia, más sospechosa es su realidad; que impresiones importantes solo son esperables en años juveniles posteriores. En este contexto señala que los niños, al igual que los animales y los pueblos primitivos, no tienen esta disponibilidad de reproducir recuerdos de una impresión única, disponibilidad que vemos entre los pueblos civilizados.

El análisis se detuvo ante dicho recuerdo infantil y no se puede dejar de tener la impresión que aquí jugaron consideraciones ideológicas. Hay gente civilizada y hay niños, animales, neuróticos y pueblos primitivos que son netamente inferiores a la gente civilizada. Jung de ningún modo pudo poner en tela de juicio la moral familiar convencional: la estructura de la familia no era tocada para nada en los ejemplos de análisis aportados por Jung, en especial si comparamos estos ejemplos con la radiografía familiar y social de los historiales de Freud, en particular el caso Dora. Por otra parte (es la época de la publicación de “Tótem y tabú”) es clara la diferencia de concepción ente Freud y Jung con respecto a los así llamados “pueblos primitivos”, así como la concepción de la infancia en general (y no solo respecto a la sexualidad): para Jung la amnesia infantil es producto de la inmadurez biológica del cerebro del niño.

Jung caracteriza a la neurosis de la siguiente manera: dice que frente a una empresa o tarea dificultosa (como ejemplo trae la de un alpinista) hay tres motivos por los cuales esta no puede realizarse: 1) si la empresa es imposible, el sujeto reconoce dicha imposibilidad renunciará a esta; 2) si la empresa es en sí posible: a) el sujeto reconoce que no la puede realizar por cobardía o incapacidad moral, b) el sujeto no reconoce su cobardía y dice que la tarea es en sí imposible. Este último caso es el neurótico, ya que remitir a circunstancias exteriores una propia incapacidad es una actitud infantil. Pero ¿por qué no evalúa como neurótica la conducta 2 a), si es que la cobardía no responde a una angustia real? Solo que, a diferencia de 2 b), hay conciencia de enfermedad. Pero el caso 2 b) ¿no es el de Jung, que se detiene en el análisis cuando este le plantea problemas que empiezan a poner en tela de juicio la moral convencional y dice que el recuerdo o fantasía de la paciente no deben ser analizados, que hacerlo es entrar en el juego de la neurosis? Pero para Freud (y yo concuerdo con él) la neurosis es no solo una huida de la realidad (psíquica en principio) sino que también devela una verdad, ya que todo síntoma denuncia algo que ni el sujeto, ni la familia, ni la sociedad quieren ver. 3) El tercer caso clínico, analizado por una discípula de Jung, es el de una niña púber y aquí se puede ver el máximo contraste entre la sutileza del análisis y la pobreza (yo diría estupidez) de sus conclusiones. Es un placer seguir el análisis de los síntomas, especialmente de los sueños, y ver la relación de estos con los cuentos infantiles y los mitos. Podemos ver aquí la reactivación en la pubertad de sus fantasías infantiles y la curiosidad sexual de sus 5 años, época del nacimiento de su hermanito, y las perturbaciones que le trajo dicha reactivación en su actividad intelectual, particularmente a partir de preguntas de matemáticas que la niña no se animó a hacer a su maestro. ¿Por qué no se animó a hacer dichas preguntas, si aparentemente hubieran sido adecuadas y bien recibidas? Cualquier psicoanalista contestaría (creo yo): porque estas preguntas empezaron a conectarse con preguntas reprimidas, vinculadas al tema de las relaciones sexuales y la gestación (aunque no estoy seguro de que cualquier analista hubiera trabajado con esta limpieza ni que necesariamente estas fantasías se hubiesen presentado con tal claridad). Y aquí viene la respuesta estúpida de Jung: no hizo las preguntas por la indolencia natural en los niños y que en esta paciente habría actuado como predisposición a la neurosis (así como en la paciente anterior a la predisposición estaba dada por una exagerada sensitividad).

Respuesta estúpida y profundamente cargada de ideología: dice Jung que la pereza primitiva y la indolencia son las primeras resistencias contra los esfuerzos hacia la adaptación; que no solo el hombre primitivo sino también los animales tienen un pronunciado disgusto ante todos los esfuerzos intencionales y rinden homenaje a la pereza absoluta hasta que las circunstancias los fuerzan a la acción. Esta afirmación es francamente sorprendente: no solo Jung parece desmentir la presencia de la masturbación infantil, sino que parece no tener idea de lo que es un animal fuera del zoológico: ¿no vio hormigas? ¿no vio pájaros? Inclusive animales domesticados: ¿no vio gatitos, perritos, cómo saltan, corren y juegan? ¿Cómo exploran el mundo? No hablemos de su desconocimiento del “hombre primitivo”, salvo del que está en cautiverio.

Con respecto a la paciente, dice que probablemente el hecho de que la libido ha sido atraída por el problema de la generación, ha sido la causa de su falta de atención en el colegio y que este problema es muy frecuente entre las edades de 12 y 13 años. Acá sí plantea Jung una crítica a la educación convencional:

“sería mucho mejor si los niños pudieran aprender acerca de ciertos secretos de la vida de un modo limpio y en el momento adecuado, de modo de no necesitar ser iluminados por sus compañeros de juegos, muy a menudo de una mala manera”.

Es importante la educación sexual pero es también importante el diálogo entre los niños, aún intercambiando fantasías, ya que a veces expresan mejor ciertos aspectos de la realidad que la así llamada “información objetiva”; pero eso sí, que este diálogo pueda hacerse en libertad y no, como se daba en aquella época, en un clima de prohibiciones y tabúes.

Hay en Jung una clara oposición entre objetividad, la tarea real y objetiva, los deberes correspondientes a la gente civilizada y normal, por un lado, frente a la fantasía, la niñez, los pueblos primitivos, los animales, la neurosis y la sensitividad patológica y la indolencia de estos últimos. No acepta el dualismo instintivo pero, a nivel social, hay una clara actitud discriminatoria entre dos categorías de seres humanos (uno de los cuales identifica con los animales). Pero, aclara Jung, el deber que todo ser civilizado ha de realizar (y frente al cual la persona predispuesta fracasa y cae en la neurosis) no es solo deber impuesto desde afuera, sino que es deber ante uno mismo y especialmente deber ante la propia libido (no necesariamente sexual). La ley moral, el “impulso a la domesticación”, no puede ser concebida como la consecuencia de ciertas leyes impuestas desde afuera: el hombre mismo, obedeciendo a sus instintos, creó las leyes. En la naturaleza misma está la contradicción entre civilización y naturaleza (y no es un hecho histórico como en Freud). Pero cuando Jung habla de naturaleza humana ¿no está cayendo en un dualismo? ¿Es una misma libido que lleva en sí la contradicción civilización-naturaleza, o es un conflicto entre una libido civilizada y otra libido natural? Pero es una libido civilizada que a su vez es natural… pero necesitaríamos a Jung para seguir conversando con él (no sé si estos planteos están respondidos en otros escritos suyos).

Jung se nos muestra con una mayor plasticidad que la moral convencional: por más que desagrade al médico, ha de trabajar con fantasías que podrían provocarle asco, o sea que de todos modos tiene que crear las condiciones para que el paciente pueda expresarse sin imponerle censura moral y debe haber una educación sexual en la pubertad. Pero se afirma sobre todo en el deber que el paciente ha de cumplir superando la indolencia. La indolencia es genética y no es el producto de un sujeto que está cautivo en una civilización que impone tareas en función de ideales irrealizables, culpas que nunca se podrán pagar a menos que esta misma civilización que impone tareas, en obediencia a cada “tótem” de turno, sea a su vez objeto de análisis y eventual modificación.

Jung se afirma en una concepción autocrática y elitista. Pero eso en última instancia y como posición ante la vida. Hasta llegar a estos niveles y, por lo que muestra en este trabajo, Jung podía ser un buen analista y como tal podría ser considerado (entiendo que en 1913, época en que el psicoanálisis aún estaba en sus comienzos, debía ser protegido y no podía Jung quedar incluido dentro de la comunidad por su no reconocimiento de la sexualidad infantil. Hoy el psicoanálisis –o, más específicamente– la obra de Freud, forma parte de la cultura universal y se defiende sola).

No es habitual, como dije, ver hoy análisis tan claramente llevados (y no me cabe duda de la mejoría sintomática de los pacientes) hasta el límite que pudo, pero todos tenemos nuestros límites; desarrolló especialmente lo que entiendo tiene que ver con los motivos desencadenantes de la enfermedad, nivel que no todos los analistas tienen en cuenta; enfatizó la importancia de la adaptación (sería interesante cotejarlo con Hartmann) así como la importancia de la resignificación regresiva (hoy de moda con el après coup). Desde mi punto de vista deja de lado niveles importantes de análisis, pero con los que desarrolla se puede trabajar clínicamente y no cabe duda que cada uno de nosotros desplegamos aspectos parciales de la teoría y dejamos otros de lado: cuántos análisis actuales se precipitan a lo infantil, o a la transferencia y no se despliega adecuadamente todo lo que tiene que ver con las circunstancias más inmediatas del paciente; otras veces ocurre a la inversa (recordemos la década del 70 con la fuerte incidencia de las categorías políticas y de la “realidad actual” en el psicoanálisis).

Yo creo que, en tanto considerándonos ambos psicoanalistas, podría dialogar con Jung (inclusive con nuestras diferencias teóricas); tal vez si pasamos cierto nivel de diálogo y nos ubicamos en términos de nuestra posición ante la vida, muy posiblemente el diálogo se vería interrumpido, pero ¿quién sabe? De todos modos esto que pienso me pasaría con Jung, creo que nos pasa hoy entre los psicoanalistas: podemos discutir ciertas cosas, otras no.

Por último, no quiero dejar de resaltar la claridad y el cuidado de su exposición, no muy frecuente en nuestros trabajos actuales, que crea las condiciones para una discusión abierta, como la que se dio en 1913 y que he tratado de retomar hoy.

1 Véase Jung, C. G.: The Theory of Psychoanalysis, 1951. El texto completo de Jung puede consultarse en http://www.archive.org/stream/theoryofpsychoan00jungiala

Conversando con los maestros

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