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Dos tercios
ОглавлениеRicardo Lagos: Este es el tipo de problemas que hemos tenido con una Constitución que no permite un juego democrático adecuado y que ha excluido un conjunto de políticas públicas de aquellos que piensan distinto a como lo hacía Jaime Guzmán.
Javier Martínez: Para algunos la legitimidad de la Constitución del 80 y la “certeza” que les ofrece pareciera estar en lo que ella excluye; mientras que, para muchos, una nueva Constitución tendría legitimidad por las posibilidades que incluye.
Ricardo Lagos: ¡Claro! Y por tanto lo que yo aspiro es a una Constitución inclusiva, que sea lo suficientemente amplia, en donde las políticas específicas que se puedan ejecutar para resolver ciertos problemas, sean las que resolvió la ciudadanía cuando eligió al programa del candidato presidencial respectivo. Pero, así como yo quiero una Constitución que me permita desarrollar mis políticas económicas o sociales, también entiendo que tiene que ser lo suficientemente amplia para que, aquellos que piensan distinto a mí, también puedan desarrollar sus políticas si son elegidos, porque en eso consiste la democracia. Consiste en escuchar lo que la ciudadanía opina, a quien la ciudadanía elige y que la Constitución tenga un carácter amplio, sin elementos que le digan “eso está prohibido porque el espíritu de la Constitución es este otro”. En suma, cuando se dice “queremos que esta Constitución sea aprobada por los dos tercios”, que fue parte del argumento que tú acabas de dar, lo que estamos diciendo es que la Constitución está llamada a ser la Ley de las leyes, es la Ley suprema. Es la que permite a una nación pasar a ser un Estado; con ella la nación chilena se transforma en el Estado de Chile a partir de sus normas y por eso tiene que tener amplitud, para que entren todos los chilenos, y tiene que ser construida con generosidad por el constituyente, entendiendo que no son sus ideas como constituyente las que van a permear en la Constitución. No, son sus ideas para construir el Estado de Chile y por lo tanto tiene que tener una amplitud de criterio, y para que esa amplitud sea garantía, se requiere entonces una mayoría sustancial. Ahí está el sentido de los dos tercios, no es para decir “yo con un tercio voy a hacer lo que quiera porque tengo veto”. ¡Nadie puede llegar a una Asamblea Constituyente pensando que va a ejercer un veto porque no es la forma de proceder en un sistema democrático!
Javier Martínez: Ni menos de construir algo que le sirva específicamente a alguien.
Ricardo Lagos: Por lo tanto, yo creo que el decir “voy a vetar todo y no voy a tener ninguna Constitución” significa negar a todos aquellos que fueron elegidos, quienes están conscientes que tienen que culminar su tarea con una nueva Constitución y saben que, por brillantes que crean que son sus ideas, no las van a poder constituir en un 100%, porque deben llegar a acuerdos con otros constituyentes para formar parte de la Asamblea. Los constituyentes tienen que tener la amplitud necesaria para entender que representarán a la pluralidad y diversidad de lo que es la nación chilena y, por lo tanto, en la Ley de leyes esa diversidad debe estar plasmada para que en adelante dependa efectivamente de la ciudadanía, decidir en cada momento cuál política específica es la que se va a aplicar.
Javier Martínez: Quiero volver todavía a una cuestión previa. Tú decías que cuando la derecha reclama que “el espíritu de la Constitución” prohíbe hacer ciertas cosas que corresponden a lo que una mayoría de la población quiere llevar a cabo, lo justifica diciendo que justamente lo que prohíbe la Constitución actual es “lo que nos da certeza jurídica”. Entonces, pareciera que en la mente de esas personas existiera la idea de que pueden seguir existiendo esas prohibiciones y eso darles a ellos certeza, es decir, unas reglas que ya no tienen ninguna legitimidad social ni política, pero que un sector dice que mientras estén escritas en la Constitución “a nosotros nos da certeza” jurídica para invertir a largo plazo, porque le prohíbe hacer al Estado cosas que nos competirían si quisiéramos hacer el negocio. No entienden que eso se acabó, que esas prohibiciones ya no son sostenibles. Yo creo que ese es el primer punto para comprender que una Constitución tenemos que escribirla entre todos y por eso necesitamos partir de una hoja en blanco, que es el siguiente tema a conversar. Es decir, por qué me produce tanta angustia una hoja en blanco si en realidad lo que tengo es una hoja mustia, caduca. Estará escrita con muchas cosas, pero ya no sirve, la inviabilidad de la actual es un punto clave para entender que la hoja en blanco no es un capricho, sino que es una necesidad para partir pensando en una nueva. El regreso no existe, olvídenlo. Y si se trata de incertezas, el vacío es el peor vértigo. Si no hay acuerdo no hay papa, dicen en el Vaticano. ¿Qué pasaría si es que efectivamente la hoja en blanco queda en blanco? En ese caso donde hay blanco tendrán que acordarse leyes porque son cuestiones que no irán en la Constitución.
Ricardo Lagos: He tratado de ser muy claro al respecto. La hoja en blanco es lo que me obliga a tener que concordar en lo que voy a hacer. Porque es muy fácil si no decir “a ver, qué quiere hacer usted, qué quiere cambiar de la Constitución. Ah, pero es que yo no estoy de acuerdo en eso y bueno, como usted no tiene los dos tercios para poder sacarla de la Constitución, se mantendrá como está”. ¡Mire qué bonito! Entonces cuando digo que quiero una hoja en blanco, lo que estoy planteando es que la persona que está al frente esté obligada a llegar a un acuerdo conmigo de manera que ese acuerdo nos permita a ambos desarrollar nuestras perspectivas políticas, por muy distintas que sean, pero que están dentro del marco institucional de la legítima divergencia de criterios.
Javier Martínez: Por supuesto, es muy distinto decir que para sacar algo se requieren dos tercios, que decir que para escribir algo se necesitan dos tercios. En el primer caso prevalece lo que yo tenía escrito y había impuesto, en el segundo tenemos que ponernos de acuerdo o la hoja queda en blanco.
Ricardo Lagos: Hay temas que son sustanciales para los que necesitamos acordarlos por los dos tercios, pero me parece que es muy importante entender que la hoja en blanco, estrictamente hablando, no existe. Todos llegamos a la redacción de una Carta constitucional con nuestras propias historias y conocimientos. Sabemos la historia constitucional de Chile, las tres constituciones que se hicieron en la Patria Vieja, que eran más bien unos reglamentos constitucionales (aunque en uno de los cuales se dijo que la soberanía reside en el pueblo, ni más ni menos) y que después del triunfo de Chacabuco, con Bernardo O’Higgins como director supremo, se estableció la Carta del año 1818. Después surgió la Carta de 1823, luego vinieron un conjunto de discusiones constitucionales que incluyeron hasta repúblicas federativas en el año 1826, a la que la siguió la Constitución Moralista del año 1828 (que tenía preceptos que referían a cómo traer felicidad al pueblo y cómo ordenar las cosas que el pueblo debía y podía hacer) y luego se promulgó como Constitución, que algunos llaman liberal, que rápidamente enfrentó los embates de una Constitución más presidencialista y conservadora, inspirada en Mariano Egaña, en la que participó también un ilustre venezolano recién llegado, Andrés Bello, y que estuvo atravesada por la redacción e ideas de Diego Portales. Esa Constitución, la del 1833, se hace después de la batalla de Lircay, cuando se imponen las fuerzas más conservadoras frente al pensamiento más liberal en el Chile de la época. Uno podría decir que la Constitución del 33 —con las reformas que se hicieron por los constituyentes de 1870— duró hasta 1925. En consecuencia, todos de alguna u otra forma somos sus herederos porque hay párrafos completos de ella que fueron copiados en la Constitución del año 1925 y no necesito decir que la Constitución de Pinochet de 1980 tiene párrafos completos copiados también de la de 1925. O sea, hay una historia constitucional, no se llega a una hoja en blanco como si todo naciera hoy y porque, además, todos somos tributarios de nuestras experiencias, de nuestros conocimientos, de nuestras historias. Y no me cabe duda que los convencionales que conformarán la Asamblea Constituyente luego de las próximas elecciones, van a llegar también cargados de historias y experiencias. Puede que hoy esos convencionales no sepan esta historia constitucional, pero una vez que sean candidatos a una Constituyente y le pidan el voto a una ciudadanía, tienen una responsabilidad histórica que muy pocos chilenos han tenido en la vida, que es poder pensar qué Constitución es la que mejor corresponde a la nación chilena y, por lo tanto, ese espíritu de cuerpo los hace también tener una responsabilidad que los pone por encima, por así decirlo, de las ideologías que cada uno tiene, porque hay que ser capaz de pensar en cómo lograr una Constitución que pueda absorber la riqueza y la diversidad de los diecinueve millones de personas que habitan este territorio, incluyendo aquellos chilenos que están afuera, con derecho a voto en el extranjero y que tienen una perspectiva distinta por sus propias circunstancias.
Javier Martínez: Las historias, las experiencias, las miradas diversas que tienen que aportar y ser incluidas en la construcción de una buena Constitución. No se trata de oponer mis prohibiciones a tus prohibiciones, sino de generar un espacio público efectivamente incluyente.
Ricardo Lagos: Exactamente, y eso que se incluye no significa que usted está poniendo en cuestión elementos básicos de la sociedad chilena. Somos un pueblo que ama la libertad, pero también somos un pueblo que entiende la igualdad necesaria entre los ciudadanos para que todos tengan un acceso a los conocimientos indispensables; somos un pueblo lo suficientemente maduro para exigir una educación pública de calidad a la cual todos tienen derecho a acceder, pero también somos un pueblo que respeta y entiende el derecho a la libertad de enseñanza y por lo tanto puede haber personas que, en virtud de ese derecho, quieran tener su propia orientación en materia educacional e incluso, con reglas bien establecidas, somos un pueblo que reconoce la posibilidad de una educación privada que emerge precisamente de la libertad educacional.
Javier Martínez: Lo que es muy distinto a decir que la educación es una oportunidad más de hacer negocios donde el Estado no debiera interferir, o hacerlo con una oferta de tan baja calidad que sea equivalente a dejar el campo libre al negocio privado, como ha devenido en la práctica el sistema chileno.
Ricardo Lagos: Así es, hay un conjunto de ámbitos en los que usted tiene que convenir y pongamos de ejemplo a la salud. Se podría plantear una salud pública al alcance de todos, pero si alguien quiere tener además un sistema de salud privado y lo puede pagar, bueno, está en su derecho, pero tenemos que ser capaces de compatibilizar ambas cosas. En mi gobierno me tocó liderar una reforma de salud y dije “bueno, quiero una reforma en donde exista un AUGE”, es decir, un acceso universal con garantías explícitas y que ese acceso a atenderse de ciertas patologías definidas por el Estado, sea igual tanto para el ámbito público y privado. Por primera vez se hizo una política pública en materia de salud, pero no desde el punto de vista de la oferta. ¿Qué significa esto? Por lo general, el Estado cuando construye un hospital y contrata médicos, enfermeras y toda la maquinaria necesaria de la institución, lo hace pensando desde la oferta. Pero cuando se asegura acceso y garantías explícitas, el Estado se pone en el lugar del ciudadano porque a él no le interesa que haya un hospital, le interesa que cuando tenga apendicitis, lo operen de apendicitis, porque ese es su problema. Entonces el Estado tiene que analizar cuántas apendicitis se hacen en un año, cuánto le cuesta cada una y qué protocolos tiene que impulsar. En esto consiste la capacidad de ponerse del lado de la demanda, es decir, del adulto mayor que necesita controlar su presión arterial o del joven cuando necesita apoyo para convivir con una diabetes. El Estado, por lo tanto, debe combinar tanto la oferta como la demanda. Por ejemplo, debe estar en condiciones de que un hospital sea capaz de realizar una cirugía para el cáncer de mama, pero al mismo debe garantizar todas las cirugías de cáncer de mama que hay que hacer al año, poder garantizarlas en su totalidad. En otras palabras, se pueden hacer confluir experimentos tanto del ámbito público como del ámbito privado, pero es el público el que garantiza que todos los chilenos tengan acceso a una educación o a una salud de calidad, porque en el ámbito de los servicios hoy nadie concibe que no sea un Estado, o sea la nación chilena organizada jurídicamente, quien provea salud, educación y un sistema de pensión digno a todos sus ciudadanos.