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Prólogo

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Describir un pasado no es fácil, pero cuando escuchas a un inmigrante europeo que llegó a estas tierras es sorprendente.

—Aquellas decisiones cambiaron el destino para siempre –dijo unos de los Aguirre, cuando recibieron un comentario de un marino aventurero de Vizcaya, que fue varias veces a la Argentina y quedó maravillado de su progreso, su clima y su gente. A finales de la década del treinta España presentaba una severa crisis económica a raíz de la guerra civil. Entonces se pensaba que llegaría un golpe de Estado y esos acontecimientos provocaron que una gran parte de la población emigrara hacia otros países.

En 1939, tras dieciséis días de viaje llegaba al puerto de Buenos Aires la Compañía Transatlántica Española II con más de 1200 pasajeros: entre ellos Andrés Aguirre, su mujer Celia Mutis y sus hijos Manuel “Imanol” de 19 años y Begonia, 21. Apenas pisaron suelo argentino se sintieron atraídos por sus acentos al hablar, además de sus calles con adoquines, casas coloridas y farolas coloniales a queroseno y eléctricos. En poco tiempo comenzaron con el comercio y más adelante con una propia panadería a la que llamaron El inmigrante.

Tras la culminación de la Segunda Guerra Mundial en Europa, en años siguientes, Begonia regresó a España y se instaló definitivamente, sus padres optaron en hacer viajes cortos para visitar a su hija, al pueblo cercano de Valmaseda. Andrés por su parte era un obsesionado por los libros y cada viaje que realizaba en su regreso traía su propia colección. En la década de los cincuenta se casaba Imanol Aguirre con Zulma Valenzuela, oriunda de Buenos Aires; según se cuenta fue una ceremonia con muchos invitados, hasta llegaron desde el otro lado del continente para asistir a esta boda y poco tiempo después nacieron sus hijos, Victoria y Juan.

Continuaron por mucho tiempo con la panadería hasta finales de los setenta. En plena dictadura militar fallecía Celia, la abuela de Juan, y a poco de llegar la década de los ochenta se despedía para siempre su abuelo Andrés. Esto para Juan y la familia fue un golpe anímico y emocional que los marcó por mucho tiempo.

La panadería duró lo que tenía que durar. Ya en los ochenta el país experimentaba un gobierno democrático, tras un largo proceso militar. Imanol y Zulma buscaron continuar con un negocio distinto a lo que venían haciendo. En poco tiempo remodelaron y acondicionaron para llevar adelante el proyecto de una librería, hasta que lo consiguieron.

Valmaseda es el nombre con el que bautizaron a la librería, con relación al lugar del que provienen. Pocos meses después ya era un ícono de Buenos Aires, Juan dejó sus estudios y comenzó con ellos a trabajar, menos Victoria que se casó con Oscar y se mudaron a Villa Carlos Paz, meses después llegó la noticia de que estaba embarazada de un varón.

Juan aprendió muchísimo al lado del padre con respecto a los negocios, además compartieron viajes e iban en familia a descansar a Valmaseda.

A un paso de la década de los noventa, muere Zulma de un problema cardíaco y tanto Imanol como su hijo quedan golpeados por esa ausencia. A partir de ese momento, Imanol deja de asistir a la librería, quedándose en la casa. Meses después muere, como consecuencia de un problema de salud. A su despedida llegaron desde España, Begonia y su hijo Vicente, de Córdoba Victoria con Oscar y su hijo Danilo y amigos de Imanol.

Días transcurridos lo del padre, Juan recién despertaba que se encontraba solo, en una manera simple, el duelo aún lo tenía encima. Llamó a una psicóloga, Teresa Smith, para tomar sesiones continuadas. Realizó unas diez visitas y lentamente logró comprender que la vida seguía para él.

“La vida es una extraña mezcla

de azar, destino y carácter”.

Wilhelm Dilthey

Días Inesperados

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