Читать книгу Diez frases poderosas para personas positivas - Рич ДеВос - Страница 9
ОглавлениеElegí comenzar con ‘”Estoy equivocado” porque es la frase más difícil de decir y reconocer con genuina sinceridad. Es duro admitir cuando estamos equivocados, incluso ante nosotros mismos, y aún más difícil decirlo en voz alta, “Estoy equivocado”, en especial a aquellas personas que más nos importan o a quienes queremos importarles mucho. Aprendí esa lección hace muchos años cuando mi esposa Helen, fue programada para una cirugía de catarata. El médico dijo que ella podía llegar en la mañana y volver a casa el mismo día de su cirugía. Eso me pareció bien. Pero Helen dijo, “No, no quiero apresurarme, quiero llegar la noche anterior. Quiero estar allá, relajarme y que me cuiden, y no quiero tener que levantarme y tener afanes en la mañana antes de tener mi cirugía de ojos”.
Pensando sólo en la inconveniencia para mí, murmuré y me quejé por el tiempo extra y el costo por ella tener que pasar ahí la noche. Pero Helen ingresó la noche anterior y al día siguiente el médico dijo que yo podía entrar y ver la operación; fue así como pude observar por medio de un dispositivo de aumento a medida, que el cirujano delicadamente extraía el viejo lente y creaba una estructura para el nuevo lente artificial. Mientras veía ese intrincado proceso entendí que esto era algo muy delicado. Me golpeó entender por qué Helen necesitaba estar descansada y emocionalmente relajada. Yo estaba pensando sólo en la conveniencia de ingresar y salir lo más pronto posible. Después de su cirugía me disculpé con Helen, le dije que yo estaba equivocado y que ella tenía razón. Además he tenido que hacerlo muchas veces, porque ella es una dama brillante, y yo he estado equivocado algunas veces más en mi vida. Pero por lo menos estoy aprendiendo que si desde un comienzo somos más sensibles a las perspectivas de otros, es menos probable que nos metamos en situaciones en las que tendremos que decir que estamos equivocados.
Decir “estoy equivocado” no significa nada a menos que salga del corazón, no sólo de nuestros labios. Eso a menudo requiere un cambio genuino y profundo en nuestro interior, porque necesitamos aceptar que podemos estar equivocados. Así duela admitirlo, necesitamos entender que sencillamente es inherente a la naturaleza humana y todos cometemos errores. También debemos entender que podemos hacer un impacto positivo en la vida de otros cuando admitimos que estamos equivocados.
Admitir abiertamente un error sirve como ejemplo de nuestra propia disposición a cambiar e inspira a otros a cambiar de forma positiva. Admitir que estábamos equivocados o que nuestra manera de pensar era equivocada genera un impacto positivo. “Estoy equivocado” son dos pequeñas palabras que ayudan a mejorar nuestra propia actitud positiva. Todo es parte de este cambio en nuestra decisión de crear una atmósfera positiva en lugar de una negativa. Si has estado equivocado, ¡dilo!
Me temo que es muy fácil recordar ejemplos de organizaciones que crean entornos negativos porque nadie está dispuesto a decir “¿Sabes?, puede que me haya equivocado al respecto. ¡Tienes toda la razón!” ¿Cómo sonaría eso en una negociación de integración o durante un debate en el congreso, o en la hora de la cena después de una discusión familiar? Por experiencia sé que admitir eso saca mucho del aire negativo de la burbuja.
Admitir que se está equivocado es especialmente difícil para personas en posición de liderazgo. El líder se supone que debe ser el visionario, la persona brillante que cubre todos los ángulos y señala el camino para aquellos que están mejor equipados para seguir que para liderar. Desafortunadamente, incluso los líderes a veces deben admitir que están equivocados. Siendo cofundador de mi compañía esa realidad me impactó. Yo proponía un nuevo método o presentaba un nuevo producto, confiado de haber visto todos los ángulos posibles. Alguien decía: “¿Pensó en esto? ¿O esto?” “Ah, seguro, seguro. Desde luego”, era mi respuesta inicial. Pero al pensarlo de nuevo, la realidad podía ser que yo no había pensado en eso. ¡Lo había ignorado por completo! Alguien con un punto de vista diferente al mío había notado algo que yo no había tenido en mente para nada.
Este tipo de situación plantea una elección: cuidar tu orgullo cubriéndote a ti mismo, y no admitir tu equivocación, o simplemente decir, “¡Tienes razón! ¡Estoy equivocado! De alguna manera ignoré eso”. La habilidad de admitir que estabas equivocado te permite corregir errores y trabajar en equipo para hallar soluciones. Admitir que estás equivocado crea oportunidades para aprender de los errores y sacar ventaja de la perspectiva de otra persona. No mostraba respeto a mis empleados si no buscaba sus opiniones.
Como elegí admitir que estaba equivocado, aprendí el valor de recibir las perspectivas de mis empleados, y descubrí la importancia de tener reuniones frecuentes en los comienzos de nuestra compañía Amway. Estas reuniones las llamamos “¡Exprésate!”. Con alguna frecuencia elegíamos a un representante de cada departamento para que se reuniera conmigo. Ellos tenían libertad de hacer cualquier pregunta, presentar sugerencias o incluso quejarse de cualquier cosa, desde algo tan grande como una falla en el sistema hasta algo pequeño como la comida en las máquinas expendedoras.
“Exprésate” era una forma de permitir que nuestros empleados supieran que nosotros no teníamos todas las respuestas, que éramos capaces de equivocarnos y que respetábamos sus opiniones. Tomamos acciones basados en las sugerencias que hacían los empleados en esas sesiones para construir una mejor compañía. Al hacerlo me abrí a la posibilidad de admitir ante mis empleados que estaba equivocado. Fue una de las decisiones ejecutivas más inteligentes que haya tomado.
Nuestro obstinado deseo a tener la razón todo el tiempo conlleva a crear divisiones entre amigos y familiares. A veces el afán de tener la razón termina en discusiones que no vale la pena ganar y que en retrospectiva, son sencillamente tontas. Jay Van Andel y yo tuvimos una amistad y una sociedad por más de cincuenta años. No habríamos podido alcanzar ese singular logro sin llegar a un acuerdo en todas nuestras metas importantes y decisiones ejecutivas. Como Jay era mayor, él sirvió como presidente y yo como director general en una junta de dos. Los dos acordamos que ambos votos eran necesarios para aprobar decisiones de negocios.
En los comienzos de nuestra empresa Amway me impulsaba el ego de tener un carro más grande. Distribuidores que habíamos patrocinado conducían Cadillacs y Jay y yo todavía conducíamos Plymouths y Desotos. Un distribuidor de autos en el centro de Grand Rapids tenía un hermoso y elegante Packard que yo quería para mí. Lo compré como un carro de la compañía sin preguntarle a Jay. Tuve que disculparme por eso. Él lo dejó pasar y dijo: “Está bien, tú tomaste la decisión, tú disfrútalo”. Me salí con la mía, pero había violado nuestra propia política corporativa de que los dos estaríamos de acuerdo sobre las inversiones en bienes de capital.
Entonces ¿en qué grandes decisiones de negocios nos vimos discutiendo? Aunque no lo creas, fue decidiendo el estilo de vestuario para el restaurante en el último piso de nuestro nuevo Hotel Amway Grand Plaza cuando se inauguró a comienzos de los años 1980. Una de las decisiones más insignificantes en nuestra sociedad llevó a uno de nuestros más grandes desacuerdos.
Cygnus, veintiséis pisos arriba del centro de Grand Rapids en la torre de nuestro nuevo hotel, era el primer restaurante elegante en la ciudad. El debate era si debíamos mantener un restaurante formal con un código de vestuario incluyendo chaquetas y corbatas, o que fuera menos restrictivo y abierto a más visitantes y probablemente a más negocios. Ésa fue la única vez en nuestra larga sociedad en el que uno de nosotros usó la palabra veto. Afortunadamente teníamos una fuerte amistad y la decisión respecto a Cygnus pudo desvanecerse en una trivialidad. Pero amistades e incluso relaciones familiares se han erosionado y hasta terminado por desacuerdos aún más triviales. Para la mayoría de la gente, tener que admitir que se está equivocado, afecta su orgullo y su ego. Es una de las cosas más difíciles que la mayoría de la gente alguna vez tenga que decir.
Pero se hace más fácil a medida que envejecemos, cuando tenemos más logros que errores (eso espero), y no somos tan delicados ni nos sentimos amenazados tan fácilmente. Con los años acumulas tu porción de errores en la vida y admites ante ti y ante los demás que estás muy lejos de ser perfecto. Cuando somos jóvenes y estamos tratando de establecernos, tememos admitir un error. La realidad es que admitir los errores es liberador para nosotros mismos y para los demás y demuestra madurez. Admitirlo es una muestra indiscutible de que podemos ser humildes y no somos demasiado grandes como para admitir que nos equivocamos. La gente aprecia la humildad. A nadie le gustan los sabelotodos.
Decir “estoy equivocado” también es el comienzo de un proceso de sanidad. La primera inclinación del niño atrapado con la mano en el tarro de galletas es negarlo, defenderse, razonar, y crear excusas. Como el niño, nuestra primera inclinación es defender furiosamente nuestra posición en lugar de admitir delante de alguien o de nosotros mismos que estamos equivocados. La negación y la racionalización son un trabajo difícil e infructuoso. Crecemos solamente cuando le damos más importancia a sanar una relación que a defender una posición. Entender que todos cometemos errores en la vida quita el dolor de estar equivocados. Admitir esta situación es la única manera de realmente sanar la herida que podemos haber causado en otros. Sin eso, la gente tiende a guardar rencor y generar heridas que nunca sanan por completo.
Las equivocaciones son inevitables, y negar su existencia sólo crea arrogancia y contienda. No somos perfectos, y tampoco fuimos diseñados para serlo. Los perfeccionistas se enfrentan a la necesidad de ser perfectos en todo lo que hacen. ¿Alguna vez podríamos vivir de acuerdo a esos estándares? ¡Ríete de la equivocación, ríete de ti mismo! Tu ego nada más te llevará hasta cierto punto, pero tu integridad y humildad te llevarán hasta el éxito.
Reconocer nuestros errores puede incluso sanarnos física y mentalmente. La ciencia médica sigue encontrando cada vez mayores conexiones entre nuestra salud física y mental. No soy médico, pero creo que es obvio que admitir la culpa en lugar de esforzarse por defender, perdonar, en lugar de llevar rencor, y aceptarnos nosotros mismos, con fallas y todo, reduce mucha ansiedad y angustias que afectan nuestra salud física. Muy probablemente nos sentiremos mejor mental y físicamente cuando nos liberemos de la obligación de siempre tener que estar en lo cierto y del temor a que otros vayan a juzgarnos por estar equivocados. Así que he tratado de ser entusiasta cuando digo que estoy equivocado. No me quedo callado al respecto. Reconozco abiertamente cuando alguien tiene la razón y yo estoy equivocado. Y es igualmente importante decirles a otros que tienen la razón como lo es reconocer que estoy equivocado.
Todos necesitamos saber que a pesar de nuestros errores, la mayoría de las personas puede encontrar perdón en su corazón y con el tiempo olvidar. También podemos devolver gracia al perdonar a otros cuando han estado equivocados. Uno de los mejores ejemplos en los que pienso es en el carácter de Gerald R. Ford. Perdí un amigo y la nación a un venerado líder cuando el Presidente Gerald Ford falleció el día después de navidad en 2006. Jerry Ford creció en mi ciudad natal de Grand Rapids, Michigan, fue una estrella en el equipo de fútbol americano de la Universidad de Michigan jugando en el campeonato nacional y fue nuestro congresista por muchos años. Me emocioné y sentí orgulloso cuando mi amigo y vecino llegó a ser Presidente de los Estados Unidos y me entristecí grandemente en su funeral en mi ciudad.
El cubrimiento noticioso sobre su muerte fue un testimonio de él, un hombre humilde que proclamó su confianza en la dirección de Dios durante su presidencia. Su integridad y fe nunca fueron más evidentes que cuando perdonó a Richard Nixon. El presidente Ford sabía que muy seguramente ese perdón pondría en riesgo su campaña presidencial de 1976, pero hizo lo que creía que era correcto. En un discurso dirigido a la nación explicando el perdón, el señor Ford dijo que no podía esperar que Dios le mostrara justicia y misericordia si él no podía mostrar justicia y misericordia a otros. Él vio más allá de la política y de la ganancia personal al perdonar y olvidar con el interés de sanar nuestra nación. Como el Presidente Ford admitió delante de la mayoría de estadounidenses, el futuro del país importaba mucho más que el destino de un presidente anterior.
Desperdiciamos energía cuando odiamos a alguien en lugar de perdonarlo. Jesús nos dijo que perdonáramos a nuestros enemigos. Nosotros también debemos perdonarnos a nosotros mismos, sabiendo que Dios nos puede perdonar por cualquier pecado que confesamos. Imagino al Presidente Ford en la oficina Oval, desesperado por sanar a nuestra nación, ansioso por hacer que avanzara, y llegando a la conclusión de que su única elección como cristiano y como líder, era dejar el pasado atrás por medio del perdón y mirar hacia adelante. Nosotros podemos hacer la misma elección. Un futuro positivo es más importante que cualquier rencor que podamos mantener contra alguien, o cualquier culpa que podamos albergar por errores pasados.
Con frecuencia cuando hablo, me presento con estas sencillas palabras: “Soy un pecador salvado por gracia”. Esto comenzó cerca de veinte años atrás cuando me pidieron que hablara a un grupo de serios ejecutivos en Detroit, quienes se habían reunido en un suntuoso hotel para escucharme hablar sobre el éxito en los negocios. La mayoría de los miembros de la audiencia sabía muy poco acerca de mí, aparte de mis logros en los negocios. El maestro de ceremonias me dio una larga y aduladora introducción sobre mi éxito ayudando a construir una corporación internacional y mencionó algunos de mis premios, cargos como presidente de junta y grados honoríficos de doctorado. Parecía que nunca iba a acabar. Cuando finalmente recibí el podio, le di gracias por tan generosa presentación pero le expliqué a la audiencia que deberían saber quién realmente era yo, “sólo un pecador salvado por gracia”. La frase sólo fluyó y pegó; con frecuencia me he presentado con esas palabras desde entonces porque veo mi fe como el bien más importante en mi vida.
Durante mi niñez en Michigan el invierno generalmente significaba fuertes nevadas. Recuerdo cómo la nieve que caía casi ocultaba las luces de la calle y se acumulaba sobre las vías. En las mañanas de invierno nos levantábamos y encontrábamos un mundo cubierto de una fresca capa de polvo brillante blanco. La pura y fresca nieve recién caída nos puede hacer apreciar por qué el salmista usó la nieve como referencia cuando le pedía a Dios que perdonara sus pecados y lo lavara de nuevo. Es difícil imaginar algo más blanco que una nueva capa de nieve brillando bajo el sol de la mañana. Aun así tenemos la promesa de que la gracia salvadora de Dios puede dejarnos más blancos que la nieve. Sin importar qué hayamos hecho en el pasado y qué nos genere remordimiento, algo por lo que nos avergonzamos, o por lo que deseemos arrepentirnos, Dios puede limpiarnos sin dejar rastro.
“Estoy equivocado” es una frase poderosa para personas positivas porque puede lavar el dolor de una relación tensa, hacer que una negociación avance, terminar una discusión, comenzar un proceso de sanidad e incluso convertir enemigos en amigos. Puede ser un riesgo para la mayoría de las personas. Admitir que estás equivocado puede ser una amenaza a tu autoridad, credibilidad y carácter, pero la mayoría de cosas que vale la pena tener en la vida requieren riesgo.
A lo largo de mi carrera he usado mis experiencias navegando como ejemplos de toma de riesgos, señalando que nunca aprenderás a navegar quedándote en la orilla. A menudo cuento la historia de cómo Jay y yo vendimos nuestros negocios poco después de la Segunda Guerra Mundial y compramos un viejo bote de vela. Salimos de Connecticut y nos dirigimos por la costa al sur hacia nuestro destino planeado en América del Sur, a pesar de que ninguno de los dos jamás había navegado un bote. Nos perdimos, encallamos y una vez estuvimos tan fuera de curso que la guardia costera tuvo problemas para encontrarnos. Nuestro agujereado bote terminó hundiéndose en la costa de Cuba, pero nosotros seguimos nuestro viaje por otros medios hacia Sur América y aprendimos una valiosa lección sobre tomar riesgos y avanzar con confianza. Si esperas a tener todo el conocimiento y la experiencia que crees necesitar, nunca tomarás un riesgo ni alcanzarás una meta.
Durante el tiempo en el que la Corporación Amway tomó un gran riesgo al expandirse con nuestro primer afiliado extranjero en Australia, di un discurso a nuestros distribuidores independientes llamado Los cuatro vientos. Mi mensaje consiste en que los cuatro vientos vienen de todas la direcciones de la brújula; algunos días soplan a tu favor, y otros en tu contra. Nuestro éxito depende de cómo hacemos frente a los diferentes vientos. En aquellos días yo estaba navegando mucho en el Lago Michigan. Los vientos del oeste podían ser suaves y yo navegaba con la brisa. Algunos días el viento cambiaba al este y sabía que estaba frente a un clima inusual e impredecible. Cuando un viento noroccidental cruza el Lago Michigan tras un frente frío después de un clima húmedo, el lago empieza a hervir, y debes saber cómo maniobrar tu bote o salir de la carrera.
Para mí, sin importar el viento que enfrente, la esperanza es una constante. Cuando estás navegando, el viento sopla muchas condiciones preocupantes en tu camino. Así también es con la vida. Y esas condiciones inquietantes, esos cambios de circunstancias, pueden quebrarnos o realizarnos. Cómo enfrentamos los buenos días no es lo que determina cuán bien nos va en la vida. Es cómo enfrentamos los días malos. En un bote de vela en medio de condiciones perturbadoras, el navegante puede ajustar las velas. En esos momentos inquietantes cuando estamos equivocados, necesitamos ajustar nuestro pensamiento al aceptar nuestro error y considerar cómo podemos ajustar mejor las cosas con la otra persona. Enfrentamos las situaciones difíciles al reunir el valor para decir “estoy equivocado”. Es un riesgo, pero da grandes recompensas y nunca lo sabrás hasta que digas la frase “estoy equivocado”.
Ya no puedo imaginarme poniendo en riesgo mis relaciones con mi familia o amigos por tener miedo o ser demasiado obstinado para decir: “Estoy equivocado. Tú tenías razón. Lo siento y por favor perdóname”. La vida es muy corta. Un ego no es muy grande ni muy frágil para que una persona sane una herida y arregle una relación con unas pocas y sencillas palabras.
“Estoy equivocado” cambia nuestras actitudes y nos abre a los beneficios de tener relaciones saludables al buscar maneras cómo ser positivos. Es difícil estar equivocado y aún más difícil admitirlo delante de alguien. Pero todos necesitamos aprender esa dura lección. ¿Sabes en tu corazón que has estado equivocado pero nunca lo admitiste para ti mismo ni delante de alguien que debería saberlo? ¿Qué pasaría si le dijeras a esa persona, “Estoy equivocado. Tú tenías razón”. Inténtalo. Encontrarás que no es tan intimidante como lo imaginas, y seguirá haciéndose más fácil.