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Introducción;
Lecciones de mi jardín

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Reflexiones prácticas sobre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana

Me gusta cuidar el césped y las plantas. Pero cuando nos mudamos a un sector de Viña del Mar en Chile, fue un proceso largo y difícil, tratando de lograr un jardín lindo. Pronto comencé a notar que las cosas estaban sucediendo en la iglesia de una manera muy similar a lo que estaba sucediendo en mi jardín. ¿Qué me estaba enseñando el Señor?

Primero, había poco césped cuando llegamos, y el suelo estaba seco y duro. Lo mismo sucedía con la realidad espiritual de nuestro barrio: no había iglesia evangélica en el área donde vivíamos, no conocíamos a nadie, y sentíamos una resistencia al evangelio.

En mi jardín, tuve que preparar la tierra. Compré “tierra de hoja” mezclé la tierra, y sembré nuevas semillas, luego regaba y regaba. El césped creció y se veía bien,... por un corto tiempo. Entonces murió. Me di cuenta de que había comprado tierra de hoja mala la primera vez, y tuve que comprar más, pero de mejor calidad esta vez. Comencé de nuevo, mezclando la tierra, plantando las semillas, regando y regando. El césped creció y se veía hermoso,... por un tiempo. Entonces murió de nuevo. Finalmente, hablé con un experto sobre céspedes. Me preguntó si había mucho sol en mi jardín, o si había mucha sombra. Le dije que había muchos árboles que producían mucha sombra, y él recomendó una semilla especial para la sombra. Comencé de nuevo, y ¡esta vez funcionó!

En el proyecto de plantar la iglesia, nuestros primeros esfuerzos tampoco dieron mucho fruto. Tratamos de conocer a los vecinos, y tratamos de romper las barreras, pero todo parecía ser en vano. Pocas personas en esa área irían a un servicio de adoración de una nueva iglesia protestante. Tuvimos que preparar el suelo y encontrar mejores maneras de llegar a la gente. No necesitábamos un nuevo mensaje; el evangelio es el mismo. Pero necesitábamos aprender a comunicarlo de maneras que eran más apropiadas para nuestro contexto. Para nosotros, esto significó empezar con clases de inglés para conocer a nuevas personas. Entonces empezamos a tener conferencias, tomamos desayunos informales con algunos hombres en un restaurante de un hotel, las damas invitaban a mujeres para tomar té en un ambiente neutral similar, y tuvimos talleres sobre el matrimonio y la familia. Finalmente, un contacto conducía a otro, ¡y la iglesia comenzó a crecer!

Otra lección que aprendí del jardín era que algunas plantas parecían estar muertas, pero estaban todavía vivas. A veces yo decía a mi esposa Angélica, que iba a sacar una planta y botarla, y ella me animaba a esperar un poco más. Lo mismo sucedía en la iglesia. A veces pensamos que alguien había perdido el interés, y después volvía.

Lamentablemente, esto resultó al revés en algunos casos. En el jardín, algunas plantas parecían sanas y bonitas, pero después murieron. En la iglesia también había personas que parecían en el camino de la fe, pero al final no respondieron. Con una vecina, pasamos varios meses haciendo un estudio bíblico cada semana. Al terminar el último capítulo del libro, sentí que era el momento para preguntar si quería tomar una decisión para entregar su vida al Señor. En realidad, pensaba que estaba lista para expresar su fe. Pero después de una invitación sincera, me miraba con la frialdad de una piedra, ¡totalmente indiferente!

La lección más extraña fue que en el jardín, ¡crecieron plantas que yo no había plantado! No sé si las semillas llegaron desde otro jardín con el viento, o quizás estaban enterradas mucho tiempo sin crecer. No tengo buena explicación científica. Por eso, me gusta hablar de mi “jardín de maravillas”. Para mí, fueron milagros. En la iglesia, sucedía algo similar: ¡llegaban personas que nadie conocía! Un día domingo, llegó una familia nueva, y los misioneros empezamos a preguntarnos quién los había invitado. Pero nadie los había invitado. Después, al conversar con ellos, el padre me contó que había conocido a un pastor pentecostal en un viaje, y que había despertado su interés en cosas espirituales. Sabía que su hermana asistía una iglesia en Santiago, y le llamó para preguntar si sabía de alguna iglesia en Viña del Mar. Su hermana tenía una copia de mi libro de discipulado, ¿Cuán Bueno Debo Ser?, y el libro tenía el nombre de nuestra iglesia atrás. No tenía la dirección, sino solamente la ciudad. El hombre llamó a la policía para preguntar si sabían de nuestra iglesia, ¡y ellos le indicaron dónde teníamos nuestros servicios!

Esta experiencia me ayudó a entender un poco mejor cómo se relaciona la soberanía de Dios con la responsabilidad humana. No podemos sentarnos con los brazos cruzados, esperando pasivamente que Dios nos bendiga. Si no plantamos semillas, y si no regamos con agua, no podemos esperar que el jardín sea bonito. Sin embargo, tampoco podemos controlar los resultados. No controlamos la altura de las plantas, la forma de las hojas, el color de las flores, ni la belleza del jardín. ¡Y a veces Dios nos sorprende con algo milagroso! Así es el ministerio, incluso así es toda la vida. Vivir por fe significa hacer lo que Dios nos pide, y dejar los resultados en Sus manos. Creo que debemos mantener en mente este principio fundamental para todo lo que hacemos en el ministerio.

Lea 1 Corintios 3:6. ¿Pablo y Apolos eran pasivos en el ministerio entre los corintios? ¿Qué hicieron?¿Quién causó el crecimiento?

PREGUNTAS DE REPASO 1. ¿Cuál fue la experiencia del autor al plantar un jardín y plantar una iglesia al mismo tiempo? 2. ¿Cuáles son las lecciones que aprendió de esta experiencia? ¿Cuál es la conclusión principal?
PARA REFLEXIÓN 1. ¿Qué le parecen las “lecciones del jardín? 2. ¿Cómo se puede aplicar el principio del jardín a otros aspectos de la vida, como la familia y el trabajo?
Orientación para Líderes

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