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Identifique las características de los

sermones comunes

Comienzan con una introducción insípida

No cometa el error de pasar por alto la importancia de la introducción, como acontece con la mayoría de predicadores. Piensan que lo más importante es el cuerpo del mensaje. Por ello, su introducción es improvisada, ambigua, opaca, usan frases y oraciones trilladas que no despiertan el interés de los oyentes, por ejemplo: «Todos los seres humanos han fracasado, pero en Cristo podrán triunfar». «Los tiempos son malos y peligrosos, pero hay esperanza», o relatan historias seculares para luego afirmar «de igual manera en la vida espiritual». La introducción debe ser tan seductora como darnos una pequeña degustación exquisita de lo que ha de ser una buena comida, o tan agradable como darnos a oler un poquito del más fino perfume; «Debe ser como el preludio de una bella pieza de musical, un poema. Es como el prefacio de un libro que nos cautiva de inmediato para comenzar a leerlo» (Morgan, 1974).

MacArthur Jr. Afirma: «Solo la imaginación y la creatividad limitan los tipos de introducción y sugiere variantes con posibles clases de introducción, no convencionales» (MacArthur, John, 1996). Me parece que está en lo correcto. Solo hay que mantener en la mira que la introducción deber ser breve, interesante, apropiada, pero relacionada directamente con el título del mensaje, la verdad central y el cuerpo del mensaje.

Son aburridos

Es cierto que los predicadores, en algunas ocasiones, hemos aburrido a los oyentes. La tragedia ocurre cuando el predicador es abrigado por el tedio de forma continuada. Por ello, reconocemos que han existido razones suficientes para que muchas personas crean que «predicador y aburrimiento son sinónimos». Hemos predicado las grandes verdades con poco entusiasmo, como si pareciera mentira lo que estamos comunicando. La Biblia en nada es aburrida. Es un libro único. Tiene mucho que decirnos a todos los hombres en nuestras realidades, miserias, sufrimientos, desafíos y desengaños, por medio de las fascinantes historias, las magníficas parábolas relatadas con sencillez, las paradojas y los misterios revelados que cautivan la mente y los corazones de las personas.

El predicador es el responsable de trasladar de manera fascinante el mensaje o anunciarlo envuelto en la neblina del aburrimiento. Con relación a los sermones aburridos, Spurgeon dijo, con la agudeza que le caracterizó, «Si algunos hombres fueran sentenciados a oír sus propios sermones, sería un justo juicio para ellos, pero pronto clamarían como Caín: ‘…grande es mi iniquidad para ser perdonada’» (Spurgeon, 1993).

La predicación fiel a la Biblia no puede ser aburrida.

Son mediocres

Un sermón mediocre es aquel que es mediano o regular, tirando a malo, en cuanto a su calidad, valor, interés.

Dan la impresión de ser bíblicos. Están saturados de versículos bíblicos, que el predicador recita de memoria, pero no están conectados entre sí. Claro, eso puede llamar la atención como las agraciadas burbujas de agua que pronto se rompen. O, por el contrario, son discursos que mencionan en nada la Escritura; se parecen a los buses de excursiones que proporcionan miradas panorámicas y van de lugar en lugar sin detenerse en ningún pasaje de la Escritura (Serrano, 2007).

Son elaborados a la carrera, dejan al descubierto errores, equivocaciones e imprecisiones en conocimiento, estructura, interpretación y aplicación. Son desenfocados, su valor es bajo, son deficientes en provocar interés. No inducen en nada a un impacto para la salvación o para la edificación de los oyentes. Son mediocres.

Siguen el camino del sermón tradicional

Este tipo de sermón se articula con una interpretación tipo comentarista, oratoria bíblica generalista y neutra. Su aplicación es débil o ausente. Ofrecen un conocimiento que incluye palabras hebreas y griegas, pero en algunos casos resulta irrelevante. El predicador confunde la cátedra con el púlpito. Traslada información y conocimiento de manera plana, tipo enciclopedia, yo le llamo predipedia.

Es válido usar el conocimiento del hebreo y el griego para explicar mejor una verdad bíblica, pero hay que emplearlo con mesura y de manera pertinente en el púlpito.

Son sermones no bíblicos

Patinan en el humanismo. Están impregnados de pensamiento positivo, filosofía, motivación y superación personal. Son de tinte moralista, legalista, psicologista. Les importa un comino el estudio del texto bíblico, contexto histórico, su significado y su pertinencia hoy. Los maquillan con un versículo aquí y otro allá, para que tenga semblante bíblico, pero nada más.

Tienen títulos que no dicen nada

Es un error enseñar que el título del sermón, sea por regla general, «una simple frase» o «un pensamiento incompleto», con el propósito de sugerir la línea de pensamiento que va a ser seguida en el sermón para que despierte el interés y se distinga de la proposición o tema, como lo enseñan algunos autores. Afirman que la proposición es una declaración en forma más concisa y completa que contiene el tema central del pasaje y que «el título es un sujeto del cual nada se afirma ni se niega».

Estas aseveraciones demuestran que hay un enredo, eso sí, bien intencionado.

Creo que es más efectivo que el título contenga la verdad central del pasaje de manera condensada porque si el título «es una simple frase que no afirma ni niega nada» entonces no siempre va a tener relación con la proposición, así como tampoco con las divisiones principales.

Por experiencia afirmo que, es más eficaz que los oyentes escuchen un título lo más corto posible, pero que apunte de una vez hacia una verdad clara, un desafío preciso, o el tema en forma de una pregunta. He leído sermones en los que su título no se relaciona en nada con la verdad central que se supone debe condensarse en la proposición o tema. Ello resulta muy ambiguo.

Presento algunos de los títulos de mensajes recientes de predicadores contemporáneos más vistos y escuchados:

–No sabía

–Infarto

–Mal para bien

–Corazones sin techo

–Responsable

–Ansiedad

–Insatisfecho

–Una rata muerta

–911

–Gente loca

–Tu domingo es hoy

–Sexto sentido

–Fe o muletas

–Yo también

¿Qué tienen en común estos títulos? Son abstractos, oscuros, sueltos, no dicen nada. Al escucharlos el oyente su mente se va en mil direcciones intentando adivinar hacia donde los llevará. No contienen un destello de luz para los oyentes.

Lo interesante es que este tipo de predicadores, desde la introducción hasta la conclusión, tienen la capacidad para captar de inmediato la atención de los oyentes. Hablan con denuedo, tienen sentido del humor nato, lanzan desafíos. En algunos sermones, no leen ni un solo versículo de la Biblia, sus sermones están impregnados de alegorismo. El título del mensaje lo van diciendo a los diez minutos o la mitad del mensaje, y casi siempre no se relaciona con alguna proposición, ni con la verdad bíblica que intentan transmitir. Mezclan varios temas en el mismo mensaje, pero su audiencia está atenta durante todo el mensaje. Lo paradójico es que estos predicadores dirigen iglesias que van desde los quinientos miembros hasta los siete mil en los Estados Unidos de América. Y en América Latina de tres mil a cuarenta mil (Gálvez, 2001).

Lo que debiéramos imitar de ellos, es esa convicción, persuasión, fuego y determinación con la que hablan. Lo demás, no.

Tienen títulos planos

–La oración

–El amor fraternal

–La protección de Dios

–La fidelidad de Dios

–Los ojos de Jehová

–La sangre de Jesús

–Dios omnipotente, omnipresente, omnisciente

–La palabra de Dios

–Libros

–El pecado

–El arrepentimiento

–El perdón

Dichos títulos son declaraciones inertes, generales, pasivas. Estos títulos de sermones los encontré en un libro de Homilética publicado en Miami en 1994, con once impresiones. No hay en ellos acción, interpelación, desafíos, son tan amplios como vagos, por tanto, planos. Pecan adentrándose en el mar de lo general y terminan ahogando a los oyentes.

Otros títulos de sermones planos:

Estos títulos corresponden a predicaciones expositivas del libro del Génesis de los capítulos doce al cincuenta:

–Los ideales

–Las separaciones

–La adoración

–La verdad

–La guerra

–El poder

–La paz

–La hospitalidad

–La misericordia y el juicio

–La risa y las lágrimas

–El amor y el hogar

–El honor y la conciencia

–La despedida y la fe

¿Qué tienen en común estos títulos? Son fríos, estáticos, parecen nombres de entradas de diccionarios, no tienen un solo verbo, no empujan a la acción. No son vivenciales, no mueven en nada a la fe y a la esperanza en las necesidades de los oyentes.

Tienen títulos extravagantes

James Braga afirma que, con la intención de captar la atención de la congregación, algunos predicadores se desbocan con títulos raros, sensacionalistas, que rayan en el ridículo. Menciona los siguientes:

–Snoopy y Mickey Mouse

–Vino, mujeres y canción

–El show estilístico del Antiguo Testamento

–Los bigotes del gato

–¿Debieran los maridos pagar a sus mujeres?

–Los astronautas y el hombre en la luna

–El lugar caluroso

–Hippies y minifaldas

–El gran afeminado (Braga, 1981).

Yo agrego otros que encontré en libros de Homilética y en la web:

–El primer concurso de belleza en la Biblia

–Los invisibles

–Leones y gacelas

–Volver al futuro

–Show de jóvenes

–Rescatando al soldado Ryan

–Zelotes, solo para hombres

–Una noche más con las ranas

–Bailando con la más fea

–Activa los genes correctos

–El peor sermón de Jesús

–Carlos Marx o Jesucristo

Estos veinte títulos de sermones son presuntuosos y algunos vulgares e insolentes. Es correcto captar la atención, pero no a costa de afrentar la dignidad de la Palabra de Dios y la inteligencia de los oyentes.

Tienen títulos académicos

Los siguientes títulos los encontré en libros de predicación expositiva.

–Actitudes cristianas fundamentales

–El Alpha y la Omega

–El rey misericordioso

–Aborrecido sin causa

–Los amigos de Jesús

–Amor y obediencia

–Dios no ha terminado de usar su poder de resurrección

–Límites a las funciones de la ley del Antiguo Testamento

–El llamado de los discípulos

–Contabilidad ante Dios

–Utilizando un enfoque aparentemente irrazonable a fin de lograr propósitos Divinos

–¿Por qué involucrar a los ángeles?

–Hay un problema con la estrella

–Tres aspectos de fe

¿Qué tienen en común estos títulos? Son eruditos pero desabridos. Pueden impresionar a los oyentes al decir «El Alpha y la Omega», pero no comunican nada de interés a un inconverso, ni siquiera a los mismos creyentes. Son declaraciones académicas complejas. La mayoría carecen de un verbo. No estoy en contra de la academia, es necesaria, tiene su función. El problema surge cuando no se traslada de forma digerible a la audiencia. El procedimiento de los sermones académicos resultan en esto: académicos, pero no transmiten vida.

La forma de elaborar ese tipo de sermones es complicada. El procedimiento académico para elaborar un sermón en líneas generales conlleva las siguientes acciones:

a)Leer el texto en los idiomas originales con la ayuda de libros especializados.

b)Hacer una lista de las palabras con una carga teológica y bíblica.

c)Estudiar el texto y el contexto del pasaje.

d)Usar comentarios e interpretar históricamente el pasaje: para determinar cuál fue la situación histórica, averiguar si el autor se basó en la tradición o empleó fuentes anteriores.

e)Detectar qué relación tiene el pasaje o perícopa2 con el libro en que se encuentra.

f)Elaborar una paráfrasis de lo que el autor pensó al escribir.

g)Realizar una segunda paráfrasis de lo que el predicador quiere trasladar a los oyentes.

h)Y sobre esta paráfrasis elaborar el sermón.

Quien pueda realizarlo, pues, qué bueno, pero el desafío es transmitirlo de manera sencilla. La mayoría de los pastores y predicadores hispanos y latinoamericanos ¿tienen la preparación para elaborar estos sermones eruditos? ¿Y si la tuvieran la entenderían los oyentes hispanos y latinoamericanos? La respuesta es no.

Tampoco estoy en contra de la erudición bíblica. Es necesaria. Los eruditos tienen el llamado para profundizar en el texto bíblico desde todos los ángulos. El pastor debe usar de manera pertinente esos conocimientos, dosificarlos, para enriquecer sus predicaciones, pero no para sustituirlas. Su llamado es al púlpito no a la cátedra. Es responsable de impartir el mensaje por medio del desarrollo homilético. Un mensaje que transforme vidas y equipe a los creyentes para toda buena obra.

¿Jesucristo elaboraría sus predicaciones de esta manera? La respuesta es no. Jesús predicaba las verdades del reino con historias, parábolas, relatos vivenciales, imágenes, con el lenguaje más sencillo y común de la época. Impactó a toda clase de oyentes. Los sermones de Jesucristo son extraordinarios, hay vida en ellos, vibran, fluyen la fe y la esperanza, desafían. El sermón del monte y las conmovedoras historias de los evangelios brillan.

Otros ejemplos de títulos de sermones que podrían mejorarse

Leí un libro sobre la predicación y cómo planificarla, publicado por una prestigiosa editorial de los EE.UU. Encontré la siguiente declaración: «Hace poco prediqué una serie de mensajes que cubrían una amplia variedad de asuntos doctrinales. Titulé la serie Transformado por la verdad: lo que tú crees puede cambiar tu vida». La serie consistía en los siguientes once mensajes:

–La verdad sobre Dios

–La verdad sobre Jesús

–La verdad sobre el Espíritu Santo

–La verdad sobre el hombre

–La verdad sobre la salvación

–La verdad sobre la Biblia

–La verdad sobre la iglesia

–La verdad sobre los ángeles

–La verdad sobre Satanás

–La verdad sobre el infierno

–La verdad sobre el cielo

El título y el subtítulo de la serie son excelentes. Apelan a la necesidad de los oyentes, son específicos, llamativos. Pero los títulos de los mensajes de la serie son académicos y demasiado amplios. Carecen de un verbo, no conectan con las necesidades de los oyentes. No captan la atención. Son pura información de Teología Sistemática.

También revisé dos libros que contienen más de cien sermones cada uno para predicar los domingos durante dos años consecutivos, publicados por una editorial acreditada. La mayoría de los títulos de los sermones son como los anteriores: comunes, difusos y sin destacar el mensaje central del pasaje. Tampoco giran sobre las verdades del evangelio que se aplican a todas las personas en cualquier parte del mundo. Carecen de ilustraciones. La mayoría de sermones tiene cero por ciento de aplicación. Es puro relato y explicación.

Veamos diez títulos de estos dos libros. Algunos títulos los comentaré, otros por su evidente debilidad escribiré «sin comentarios»:

a)Inventario en la pocilga: Lc. 15:11-24, sin comentarios.

b)Le guardaban allí: Mt 27:36 (LBLA). «Y sentados, le custodiaban allí». El desarrollo del mensaje es sobre la pasión de Cristo. No guarda relación con el título. En la conclusión, en lugar de reafirmar las verdades del texto, termina con dos preguntas: ¿Qué significa para usted la muerte de Cristo? ¿Cómo afecta a su vida la muerte de Cristo? Tampoco se conectan con el título del mensaje. Estas preguntas hubiese sido mejor plantearlas en la introducción. Incluso una de ellas pudo haber sido el título del mensaje. Al final escribe una exhortación que es la única aplicación del mensaje: «Confíe en aquel que murió por usted».

c)Sumisión, Lc. 19: 28:40.

En ninguna parte de este pasaje aparece la palabra, concepto o connotación de «sumisión» de Jesús. Tampoco se infiere. El contenido de estos versículos es el relato que se conoce como la «Entrada triunfal de Jerusalén».

d)El cojo, 2 Samuel 2:9, sin comentarios.

e)Cosas rotas, Lc. 5:1-11.

Las tres divisiones que elaboró el predicador:

I.Las redes se rompían

II.Un hombre roto

III.Una sociedad rota

Los temas que resaltan directamente en todo el pasaje son: el fracaso de los discípulos al pescar y la intervención milagrosa de Jesús para que tuvieran una pesca abundante. Las verdades espirituales que se infieren en este pasaje son: «Cristo actúa cuando hemos fracasado», «Cristo puede resolver nuestro problema con un milagro», «Cristo nos socorre pese a nuestros fracasos». De las tres cosas rotas que menciona el autor, una es periférica: «Las redes se rompían». Las otras dos son imaginarias o alegóricas: «Un hombre roto», refiriéndose a Pedro cuando le dice a Jesús: «Señor apártate de mí porque soy pecador» y, «Una sociedad rota» que no encaja por ninguna parte del texto. Pura imaginación tergiversada.

f)La segunda vez, Jonás 3, sin comentarios.

g)Avivamiento, Salmo 85: 6, sin comentarios.

h)¿Qué tal si…? ¿Por qué no?, Hch. 4:31-33 y Lc. 1:37, sin comentarios.

i)Usted y yo, Salmo 23, sin comentarios.

j)¿Qué hora es?, Hch. 1:6.

La introducción y el desarrollo del mensaje el autor los traza sobre el plan profético de Dios, pero el texto no da para ello. A la pregunta de los discípulos planteada en Hechos 1:6 de ¿cuándo restauraría el reino de Israel? La respuesta de Jesús en Hechos 1: 7, es que no les toca a ellos saber «Las sazones de los tiempos». Ni el título, ni el desarrollo del mensaje corresponden al texto escogido.

Un ejemplo más que confirma que abundan los títulos de sermones comunes y escasean los extraordinarios es sobre el relato de la samaritana. Busqué en internet títulos de sermones sobre la samaritana y encontré varios. Comparto algunos de ellos:

–Jesús y la mujer samaritana

–Reconsiderando a la mujer samaritana

–El testimonio de la mujer samaritana

–La hermosa historia de la mujer samaritana

–El trágico costo de su profunda sed

–Dame de beber

–La revelación de Jesús: el agua viva

Estos títulos son aburridos, abstractos, inertes. Los sermones son de todos los trasfondos teológicos. ¿Cómo puede titularse tan ranciamente un sermón sobre uno de los relatos más fascinantes de los Evangelios? Al analizarlos encuentro que en nada llaman la atención.

Otros títulos de sermones que encontré en un Manual de Homilética, poseen las mismas características de los sermones anteriores.

–Onésimo

–Las migajas

–Babel vs pentecostés

–Diez leprosos

–El crecimiento

–El libro peculiar

–La autojustificación

–Por otro camino

Les comparto las experiencias de dos predicadores que procuraron predicar mejores sermones y el ejemplo de un sermón con un título, divisiones y desarrollo, trastornados, para reafirmar que preparar un buen sermón no es fácil. Es un gran reto. Todos los predicadores deberíamos saberlo. Pero tampoco es imposible, si nos determinamos, lo obtendremos. Nunca es tarde para intentarlo.

Juan Wesley era consciente que debía esforzarse para mejorar sus sermones: «Una vez cada siete años quemo todos mis sermones, porque sería una vergüenza, si no pudiera escribir mejores sermones ahora de lo que hice hace siete años». En ese sentir, Crane confiesa que después de muchos años revisó algunos sermones que elaboró en sus años mozos de ministerio y se espantó. Observó que uno de sus sermones era alegórico en su título, desquiciado en unidad, raquítico en el desarrollo. «Hice trizas el texto», afirma.

Veamos el bosquejo de este trastornado mensaje:

Texto: Hechos 27:29 (RVR1960) «Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día».

Título: Las cuatro anclas del alma.

Propósito: «Rodeados de tanta tempestad como estamos, es necesario que echemos anclas para que estemos firmes».

Oración transicional: Quisiera sugerir cuatro anclas que nos ayuden a sostenernos en este mar rugiente.

Divisiones principales:

I.La Palabra de Dios es verdadera

II.Dios contesta las oraciones

III.La voluntad de Dios es lo mejor

IV.La salvación es segura

En efecto, este sermón no tiene cabeza, manos y pies. Es un manojo de ideas discordantes ajenas al texto escogido, amarradas a la fuerza.


2. Es el nombre que se le da a cada uno de los pasajes o fragmentos de las Sagradas Escrituras que son conocidas y han adquirido relevancia por leerse en determinadas ocasiones del culto.

Cómo preparar y predicar mejores sermones

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