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Movilidad personal de adultos mayores residentes en barrios precarios

ELBA KARINA VÁZQUEZ GARNICA ALEJANDRO MENDO GUTIÉRREZ

El presente capítulo se desarrolla en cinco apartados. En el primero se define el marco desde el que se aborda el objeto de estudio, y sirve para aclarar qué se entiende por movilidad personal de los adultos mayores y cómo encuadrar la accesibilidad individual en el espacio doméstico; en el segundo se dan a conocer los elementos metodológicos que se siguieron para la recolección de los datos y el análisis de la información; como tercer aspecto se describe el escenario del estudio, en particular las características urbanas de la colonia y una caracterización de quiénes son los informantes; posteriormente se presentan los resultados en relación con aspectos sociales, estructurales y personales que influyen en la movilidad personal de los adultos, los cambios en la interacción con el entorno urbano y la vivienda y los cambios dados en las relaciones sociales de los adultos; por último, se dan a conocer los aportes finales.

MOVILIDAD EN ADULTOS MAYORES Y ESPACIO COTIDIANO

El presente análisis retoma dos marcos de referencia conceptual complementarios: el de la geografía social del envejecimiento, centrado en reconocer la ubicación física espacial de las personas en edad mayor, y el de la psicosociología del espacio cotidiano, enfocado en registrar la significación cultural de las configuraciones urbano–arquitectónicas. En ambas perspectivas, tanto la persona como los aspectos ambientales son medulares. Los dos encuadres interactúan dentro de un marco de referencia holístico, que involucra lo social, lo psicológico y las dimensiones físicas de la experiencia espacial, formando así complejas interrelaciones que constituyen un conjunto indivisible.

El adulto mayor no es un ser pasivo constreñido por el entorno sino que tiene un papel activo en el ambiente y es un agente en la conformación de este. Los adultos hacen uso de las distintas posibilidades provistas en su entorno de acuerdo con su nivel de desarrollo y su bagaje cultural.

Por su parte, el conjunto social proyecta una intrincada red de imaginarios y roles intersubjetivos que proveen estabilidad y orientan la vida de las personas en un lugar geográfico particular, el cual ha sido marcado por interpretaciones de experiencias pasadas que permiten a las personas obtener recursos para vivir en una sociedad funcional (Sylvestre, 1999).

A su vez, los componentes constructivos del espacio material cotidiano —tanto en la escala urbana de los entornos convivenciales públicos como en el nivel privado del ámbito habitacional en la vivienda— se constituyen como elementos limitantes o potenciadores de la autonomía física de las personas, al tiempo que, según advirtiera Chombart de Lawe (1976), son receptores de las cargas representacionales colectivas y la simbólica personal subjetiva con que se significan y funcionalizan los espacios materiales objetivos.

Desde este marco de referencia, se entiende la movilidad personal como la capacidad corporal que permite al adulto desplazarse en el momento que desee y al espacio que decida. Debido a esta facultad posibilitadora de la libre locomoción y traslado es que la movilidad está relacionada con la autonomía individual y la accesibilidad; es decir, están en interjuego la voluntad, el espacio y el conjunto de funciones corporales, de manera que permiten a un individuo trasladarse materialmente y realizar itinerarios físicos por los distintos espacios–ambiente para que desarrolle su vida. Es de acuerdo con las posibilidades de movilidad que los adultos mayores pueden vivir una vejez en bienestar y autonomía, o en su defecto con dependencia y bajo el cuidado de otros (Sylvestre, 1999; Etxeberria, 2014).

Se considera que hay una interrelación entre medio ambiente y sujeto, donde continuamente se redefine y reconstruye la vida adulta y el espacio habitado. Así, la movilidad personal precisa de diversos dispositivos concretos: vías apropiadas para el tránsito, equipos mecánicos para la trasportación, dispositivos complementarios para garantizar la seguridad de peatones, arreglos sociales para igualar las oportunidades de acceso a sitios, entre otros. Cuando alguno de estos es deficiente o inexistente, la movilidad personal se ve reducida, limitando la experiencia vital de las personas.

El análisis que aquí se hace responde a dos esferas de las relaciones ambientales: una es el nivel micro, esto es, la relación de la persona con su espacio inmediato, el hogar; y otra es a nivel meso, entendido como la relación del adulto con su entorno social mediato, en este caso la colonia. No es objeto de análisis el macrosistema, es decir, los espacios más lejanos, relacionados con la ciudad (Vázquez–Honorato & Salazar–Martínez, 2010).

ELEMENTOS METODOLÓGICOS DEL ESTUDIO

El estudio se enmarcó en el paradigma cualitativo (Flick, 2007) desde el cual se procura una postura comprensiva en el estudio de los significados y las experiencias de las personas. El método desde el que se desarrolló el estudio es el etnográfico (Hammersley & Atkinson, 1994). Las visitas a la colonia y a los informantes fueron de agosto de 2011 a febrero de 2012.

Se eligió Lomas de Tabachines, en Zapopan, Jalisco, por contar con los siguientes criterios: es una colonia con índices de envejecimiento, en situación de pobreza, ubicada en la periferia de la ciudad; tiene antecedentes de organización social de los colonos para hacerse de los servicios, lo que implica el desarrollo de la identidad de los envejecidos en el espacio urbano.

Para el muestreo, se realizó una selección intencionada y fásica de los informantes (Rodríguez, Flores & García, 1999). El contacto se logró mediante el vínculo con el líder de un grupo representativo en la colonia, quien nos presentó a varios de los adultos en su reunión semanal ordinaria, y estos a su vez nos comentaron de otros, y para relacionarnos con ellos acudimos a sus domicilios según las indicaciones que nos habían dado.

Las estrategias de recolección de los datos fueron la entrevista abierta a manera de conversación y la observación no participante. Esta triangulación de técnicas permitió fortalecer los datos del estudio y potenciar la interpretación de los resultados centrales (Flick, 2007; Rodríguez, Flores & García, 1999).

Las entrevistas se realizaron en las viviendas de los adultos mayores (1) y fueron audiograbadas con una duración promedio de dos horas. Para su desarrollo se procuró la narración subjetiva de los informantes, recuperando las anécdotas, el recuento de los acontecimientos y las experiencias, de acuerdo con sus interpretaciones y significados (Hammersley & Atkinson, 1994).

Las observaciones se registraron en notas de campo, el guion de observación cubría aspectos de la colonia, la vivienda y las relaciones entre los adultos mayores con otros actores.

El tratamiento de los datos se hizo mediante análisis de contenido, para lo cual se priorizaron las categorías conceptuales a la frecuencia de los códigos; se separaron los datos en unidades temáticas; se clasificaron las unidades y fueron examinadas línea por línea; se realizaron síntesis y agrupamientos, lo que permitió una distribución ordenada de los datos, descubrir sus relaciones, la estructura y las dimensiones de cada categoría; por último, se obtuvieron los resultados (Krippendorff, 1990; Rodríguez, Flores & García, 1999).

ESCENARIO DE ESTUDIO

Cualidades urbanas e infraestructura de los hogares

De acuerdo con una nota publicada en El Informador en 2010, sobre un estudio realizado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) en 2008, se reporta que Lomas de Tabachines es una de las tres colonias más marginadas de la zona metropolitana de Guadalajara (ZMG). La descripción que se hace de la colonia es la siguiente:

Calles llenas de tierra suelta o algunas empedradas, por las que apenas se puede caminar. A los lados, endebles construcciones de lámina y cartón. Casas de ladrillo, adobe y arcilla. Viviendas a medio construir; otras, solo con la obra negra terminada. Paredes totalmente grafiteadas. Ventanas con plásticos, telas y cartones en vez de cristales. Lonas en lugar de techos. Llantas incrustadas en el pavimento para alejar a los perros. Bolsas de plástico transformadas en frágiles puertas. Basura y ropa tendida por aquí, allá y más allá. Puentes de lámina a medio caer, para cruzar el río de aguas negras y llegar a los hogares. En el interior de las casas, los infaltables cuadros de la Virgen de Guadalupe. Cortinas para separar el baño [...] La pestilencia de aguas negras, basura, excremento de perros y pañales sucios de niños sofoca los sentidos de los habitantes (3 de enero de 2010).

Para 2012, en el Plan Parcial de Desarrollo Urbano, distrito urbano ZPN–2 “Arroyo Hondo” se ubica ya a Lomas de Tabachines como una colonia con un índice medio de marginalidad, es decir, concentra población con baja escolaridad, viviendas estructuralmente precarias, domicilios con insuficientes servicios básicos y hacinamiento.

Con base en las observaciones de campo y experiencias compartidas por los adultos mayores, en el presente estudio se considera que Lomas de Tabachines es una colonia donde aún persisten muchos de los rasgos característicos de los asentamientos humanos irregulares mencionados en el reportaje de El Informador. La colonia no tiene una planeación urbana definida, las calles están formadas de terracería o empedrados, la topografía es bastante accidentada, en tiempos de lluvia se tiende a inundaciones y lodazales, los espacios públicos son pocos y mal dotados, pero sobre todo la vivienda es muy precaria y deficiente.

Las personas transitan por puentes improvisados, donde costales llenos con arena que dejó la lluvia de temporales pasados y escombro fungen como muros de contención para soportar el desborde de los cauces de agua sucia.

Es frecuente ver calles formadas por angostas escalinatas, unas construidas de forma improvisada y otras cuya forma es producto del desgaste de las rocas y la arena compactada por el uso continuo de los transeúntes. Hay escaleras con escalones de más de 60 centímetros de altura, mientras que en otras graderías el drenaje de asbesto interrumpe la continuidad de los peldaños y en otras la tubería de agua potable sirve como pasamanos.

La construcción de las calles y viviendas no representa una obra de planeación urbana organizada, más bien es producto de la creatividad, las necesidades y posibilidades económicas de los propietarios, donde inicialmente construían alguna habitación principal y con los años iban agregando más habitaciones.

Como las casas están asentadas entre barrancas y sobre cerros, su construcción por lo regular presenta desniveles y requiere rampas o escaleras dispuestas en sus entradas, o bien dentro de la residencia, situación que vuelve complejo el desplazamiento de algunos ancianos con dificultades de movilidad.

Los adultos mayores reconocen que la colonia actualmente cuenta con bastantes mejoras en comparación con finales de los años setenta cuando recién llegaron; en ese entonces no había electricidad, drenaje, agua ni calles. El agua tenía que ser surtida con cubetas que traían desde el contiguo fraccionamiento Tabachines, si bien posteriormente se hicieron gestiones en el municipio y se lograron colocar algunas tomas de agua distribuidas en la colonia, mismas que los vecinos fueron entubando para abastecer sus viviendas. Asimismo, el gas tenía que ser surtido a la entrada de la colonia, donde las personas llevaban los cilindros rodando por las calles (ahora ya cuentan con el servicio de entrega a domicilio).

Actualmente, el drenaje en la colonia es deficiente y se han dado situaciones de riesgo por desborde de arroyos, calles en donde las aguas negras fluyen al ras del piso despidiendo fétidos olores, en las que los niños, los adultos mayores y la población en general tienen que rodear o brincar para no caer en la suciedad. El servicio de energía eléctrica se distribuye parcialmente en la colonia: algunos se surten de forma clandestina mediante metros de cables que van de las tomas de energía a sus viviendas.

La inseguridad es un problema que aqueja al vecindario, y en las calles se observan grupos de jóvenes drogándose en algunas esquinas. Es sabido que las rutas de trasporte público han evitado adentrarse más por el riesgo que corren los conductores de ser asaltados. Esto hace que la población quede más aislada y las personas tengan que caminar más para tomar el trasporte público. Por la estructura de las calles, hay espacios donde no entran las patrullas de policía ni ambulancias, lo que incomunica a las personas y las pone en una situación más vulnerable de seguridad y atención médica.

Por lo anterior, la accidentada geografía del terreno es una de las principales dificultades que reconocen los adultos mayores de la colonia, más aún cuando estas cualidades urbanas se conjuntan con su desgaste corporal, problemas en las articulaciones o de salud.

Desde una perspectiva urbanística, el tipo de colonias como Lomas de Tabachines se conceptúan como asentamientos populares de origen irregular (Jiménez & Cruz, 2015), que han transitado de un estado inicial de autourbanización espontánea y precariedad total hacia una fase de consolidación socioterritorial progresiva a partir de los esfuerzos colectivos e individuales por dotarla de infraestructura urbana y servicios básicos.

En términos geográficos urbanos, este tipo de áreas de crecimiento urbano no regulado corresponden con lo que Ward (2015) considera la primera corona de expansión metropolitana o innerburbs —presente en la mayoría de grandes ciudades latinoamericanas—, y que facilitó la ocupación masiva de terrenos periurbanos por parte de autoconstructores de muy bajos ingresos, que requerían suelo inmediato, cuyas capacidades adquisitivas no encajaban con las modalidades formales del mercado inmobiliario.

Caracterización de los adultos mayores

Los adultos que participan en este estudio comparten aspectos comunes: vivir en condiciones de pobreza; contar con familiares vecinos, quienes tienen hijos y residen en la misma casa o a pocas viviendas de distancia; imposibilidad para organizar o planear sus gastos en un futuro inmediato a causa de la escasez e irregularidad de sus ingresos económicos, y tienen dificultades de movilidad. No obstante, poseen cualidades de vida distintas, por lo que es pertinente hacer una breve caracterización de ellos.

Matilde es una mujer de 93 años, viuda, quien desde hace más de 30 años reside en la colonia en casa de su hija mayor, con quien ha tenido distintos conflictos. Su habitación no tiene baño y está al final de la casa, construida con recursos y mano de obra de algunos vecinos, quienes veían que su cuarto anterior —hecho de lámina— ya no la protegía de la lluvia. Ella trabajó de empleada doméstica hasta hace aproximadamente nueve años, y cuando finalizaba su jornada solía caminar unos kilómetros de regreso a casa, caminatas en las que llegó a hacerse de amistades. Dejó de trabajar por una caída que tuvo en casa; anteriormente el médico le había indicado reposo por el desgaste de su cuerpo, pero desde entonces ha sufrido constantes caídas. Tiene cuatro años que ya no sale a la calle y por lo regular permanece en su habitación sentada o recostada en su cama; salir de ahí representa un gran esfuerzo y lo hace solo con ayuda de un tercero. Su manutención depende del apoyo económico que recibe de un programa del estado, así como de la comida que le lleva su hijo que vive en la casa contigua, o bien su hija con quien vive. Cuando ella se siente con fuerzas, lava su ropa en algún bote y procura mantener su cuarto limpio. Por otra parte, para moverse, Matilde se ayuda tomándose de los objetos o paredes.

Andrés es un hombre de 65 años, con más de 20 años en la colonia. Vivía en unión libre y cuidaba de su esposa con Alzheimer, pero durante el estudio tuvo deterioro de su salud. En un principio usaba una muleta para moverse mejor porque le dolía su pierna, posteriormente perdió la movilidad y le diagnosticaron un problema de desgaste de cadera y la necesidad de colocar una prótesis, lo cual está fuera de su presupuesto. La casa en la que vive es propia, comprada y construida con sus ahorros. Andrés trabajó haciendo palos de escoba, y cuando lo corrieron de ahí se empleó en trabajos de electricista en la colonia, con lo cual se hizo de varias amistades. Su solvencia económica dependía del recurso que enviaba una de las hijas de su pareja radicada en Estados Unidos, dinero que él administraba, y el que ella recibía del programa 70 y Más. Pero, ante las dificultades de movilidad por su padecimiento, llevaron a su pareja a vivir a casa de una de sus hijas, por lo que se quedó sin el apoyo económico. Fueron entonces los vecinos quienes se encargaron de alimentarlo y cuidarlo, ya que él no puede moverse de la cama.

Vejez y envejecimiento

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