Читать книгу Raíces Cruzadas - Rodrigo Alfonso Diez Prat - Страница 4
Introducción
ОглавлениеEn Católica los troncos lo pasan mal. La frase es de Danilo Díaz, legendario periodista deportivo y gran conocedor del fútbol. No recuerdo específicamente de qué estaba hablando esa vez en la radio, pero sí sé que buscaba graficar algo que es reconocido pero pocas veces analizado: la UC tiene un sello distintivo, una identidad, un estilo de juego con el que se identifica.
En la Católica hay que jugar bien. No se trata solo de ganar o de correr y meter. En la Católica hay que saber entregar el balón a un compañero y hay que entender el juego.
Se busca la asociación, los pases. Y para poder dar buenos pases muchas veces, hay que ser bueno para la pelota, tener buen pie o, en resumidas cuentas, buena técnica.
¿De dónde viene eso? ¿Por qué en la Católica la gran mayoría de los planteles campeones son aquellos que justamente privilegiaron ese tipo de fútbol, con muy pocas excepciones? ¿Quién es el que originó eso?
Universidad Católica no es el equipo más dominante del fútbol chileno en la última década por casualidad, es producto de un trabajo de más de cuarenta años, iniciado por Ignacio Prieto, y que incluso se puede rastrear más atrás, a Fernando Riera y Andrés Prieto.
Este libro pretende reivindicar el trabajo que se ha hecho en la UC y explicar cómo han producido los equipos campeones del último año y el histórico tricampeonato.
“El fútbol es muy simple –dice Ignacio Prieto– los de blanco se la deben pasar a los de blanco y no a los de azul”. Pero para que eso ocurra es necesario un trabajo persistente, que comienza cuando los futuros futbolistas tienen 11 o 12 años, ya que se trata de una forma de jugar más difícil y demandante: el juego posicional, que ha brillado en los más grandes estadios europeos de la mano de Cruyff, Guardiola, Pellegrini y Del Bosque, entre otros; que en Sudamérica ha tenido exponentes como Bielsa y Menotti; y que en Chile ha tenido su centro de formación en la Universidad Católica, impulsado por Ignacio Prieto y continuado por Fernando Carvallo, Juvenal Olmos, Juan Antonio Pizzi, Mario Salas, Gustavo Quinteros y Ariel Holan, sin desmerecer a otros que, si bien no consiguieron títulos, siguieron con una línea de juego que respetaba el estilo que aprendieron los jugadores cruzados en sus años de cadetes.
Inevitablemente este libro también habla del amor por la camiseta, a los colores y a lo que significa que la Católica juegue así. Tiene una cuota testimonial, ya que es imposible, al menos para mí, desligar lo que pasa en la cancha de lo que se produce en la cabeza y en el corazón. Pido disculpas de antemano si hay elementos demasiado personales que puedan aburrir a alguien, pero inevitablemente escribo esto también desde mi amor a la UC como hincha y porque creo que es necesario que se sepa y se conozca por qué ahora a los hinchas cruzados nos toca “bailar con la bonita”.
Tenía 12 años cuando supe que iba a ser hincha de la UC toda la vida. Ya me gustaba el fútbol y lo jugaba con mis amigos, pero la noche del clásico universitario que prácticamente le dio el título a la Católica en 1987, fue el momento del para siempre, que no lo iba a soltar más y que esta pasión no me iba a soltar a mí.
Desde entonces he pasado innumerables horas pegado a la radio, a la televisión y viendo a mi equipo en el estadio, lo que me ha permitido entender el fútbol más allá de los colores que amo.
Mucho se ha hablado de la UC de Pellegrini, de la de Olmos o la de Holan. Sin embargo, creo que la historia ha sido injusta o no le ha dado el reconocimiento necesario, a quien fue el fundador y creador del fondo futbolístico en que se sustentan los recientes éxitos cruzados y gran parte de lo bueno de lo ocurrido con el fútbol chileno en la última década. Ignacio Prieto es una figura determinante en lo que ha ocurrido con este deporte en la Católica y en todo Chile.
Cuántas veces, todos los años, algún comentarista de radio o TV se asombra por la cantidad de jugadores formados en la UC, ya sea porque los ve en la selección o en la liga chilena. Muchas veces. No es raro oírlo. Pero lo que nadie rescata es que esa contribución al fútbol chileno viene de la idea de Prieto, seguidor de Fernando Riera, que impregnó una forma de jugar a los futbolistas de la UC, que hizo que los formados en San Carlos fueran un aporte en muchos equipos y selecciones.
Fue él quien empujó a Alfonso Swett a construir el centro de formación en San Carlos de Apoquindo, un lugar que se ha transformado en la piedra angular del fútbol cruzado y también del balompié nacional.
Por eso escribo este libro. Me atrevo a decir que ni la Católica ni el fútbol chileno serían los mismos sin la filosofía de juego de Fernando Riera, perfeccionada por Nacho Prieto e institucionalizada por la UC.
Pero como el autor tiene su corazoncito y esto no es una tesis doctoral, inevitablemente este análisis futbolístico viene amarrado de memorias, recuerdos y sentimientos. Vivir una vida –o la mitad de una vida, espero– sintiendo y amando a la franja, no se puede dejar de lado a la hora de hablar de todo esto.
¿En qué momento se me ocurrió escribirlo? Cuando estaba en el estadio con mi hijo Pedro y escuchamos: “Hemos pasado momentos muy tristes y alegres, más tristes que alegres (…)”.
Pedro me miró después de esa parte de la canción que siempre cantan los cruzados en el estadio y me preguntó: “¿Por qué más tristes que alegres?”.
Claro, a sus diez años, con la UC tricampeona –y habiendo vivido los títulos de la selección chilena– el fútbol era solo alegría, triunfos y abrazos. Él no se acuerda de lo que pasó el 94, el 2011 o de los otros dolorosos segundos lugares.
Fue en ese momento que decidí escribir este libro. Necesitaba contarle a él y a todos los cruzados que se empiezan a apuntar a esta pasión, por qué los hinchas más viejos amamos tanto nuestros colores a pesar de todo lo que hemos sufrido.
La historia no empezó con Salas, San José, Quinteros y Holan; con el tricampeonato y los otros títulos. Logros que para otros equipos pueden no ser dignos de destacarse, pero para nosotros, que nos han costado tanto, tienen un sabor muy especial.
No hay que olvidar. No debemos olvidar. No queremos ser nuevos ricos como nuestros rivales y vivir solo de los triunfos actuales.
No.
Somos quienes somos porque supimos florecer en la adversidad. Por ahí le escuché a alguien que el hincha de la UC es el que tiene más aguante, porque a pesar de las derrotas, quedar en el camino y perder finales, San Carlos se sigue llenando y las camisetas se siguen vendiendo. A pesar del bullying en la pega y en el colegio, a que nos digan pechos fríos y segundones, seguimos dando la cara y nos ponemos la cruzada, felices.
Esas veces que lloramos, cuando maldijimos, cuando erradamente prometimos “nunca más”, son los momentos que nos hicieron ser como somos.
Si antes ser cruzado era identificarse con la Universidad y sus valores, hoy ser de la UC significa tener coraje, ser valiente y exigir que los jugadores hagan lo mismo. Ese es parte del orgullo de ser cruzado.
El mismo Gary Medel lo dijo alguna de las veces que perdimos un título: “Hoy más que nunca soy cruzado y no aliento por tener copas, como otros equipos, aliento por el amor a la camiseta”.
Lo bueno, en nuestro caso, es que no importa lo mal que estemos o lo oscuro que se vea el túnel. El futuro siempre va a estar iluminado porque hay una base que sustenta esa luz: nuestra forma de jugar, la forma en que tratamos la pelota y que los de blanco siempre buscarán dársela a los de blanco.