Читать книгу Sombra roja - Rodrigo Castillo - Страница 30

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Para T. S. Elliot

De mis manos crecieron flores rojas

largas y hermosas,

cómo olvidar el miedo con que fui despojada de toda certeza.

Caminé con las manos

y metí mi cuerpo donde había lodo

mis ojos se llenaron de arena fina.

Me llamaron la niña de los nenúfares

porque mi raíz era la superficie del agua.

Pero también fui mordida por una culebra apareándose en el estero

y quedé ciega, fui Tiresias que recorrió sin báculo su historia.

¿Cuáles son las raíces que prenden, qué ramas brotan de estos cascajos?

tal vez soy la última rama que hablará zapoteco

mis hijos tendrán que silbar su idioma

y serán aves sin casa en la jungla del olvido.

En todas las estaciones estoy en el sur

barco herrumbrado que sueñan mis ojos de jicaco negro:

a oler mi tierra iré, a bailar un son bajo una enramada sin gente,

a comer dos cosas iré.

Cruzaré la plaza, el Norte no me detendrá, llegaré a tiempo para abrazar a mi abuela antes que caiga la última estrella.

Volveré a ser la niña que porta en su párpado derecho un pétalo amarillo,

la niña que llora leche de flores

a sanar mis ojos iré.

Poemas recogidos del libro Guie’ yaaase’ / Olivo negro (Culturas Populares del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2004).

Sombra roja

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