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ОглавлениеPrólogo
Roy Hora
Este libro es fruto de una larga conversación con Pablo Gerchunoff sobre el pasado y el presente de la Argentina. Pablo no requiere presentación. Es uno de los historiadores más reconocidos de nuestro país y, desde mi punto de vista, uno de los más originales y talentosos. En la historia económica argentina, su campo de especialización, el último cuarto de siglo ha sido suyo. En este período publicó libros fundamentales como El ciclo de la ilusión y el desencanto, Desorden y progreso y El eslabón perdido. También dio a conocer ensayos más sintéticos, pero igualmente iluminadores, como Entre la equidad y el crecimiento y ¿Por qué la Argentina no fue Australia? Compuestos con elegancia y talento narrativo, tan sensibles al gran panorama como atentos al detalle revelador, quien lea estos ejemplos del poder analítico de la historia económica no solo tendrá la oportunidad de sofisticar su visión del pasado, sino que podrá desmentir a los que afirman que esta disciplina es, por definición, árida y poco estimulante. En manos de autores como Pablo, la historia económica sigue viva.
Antes de volcarse al estudio de la historia, Pablo recorrió otros senderos. Formado como economista y economista de profesión durante un tramo de su vida, también pasó por la función pública. Integró la plana mayor del Ministerio de Economía en dos momentos particularmente complejos: acompañó a Juan V. Sourrouille en la segunda parte del gobierno de Alfonsín, y a José Luis Machinea en el comienzo de la presidencia de Fernando de la Rúa. Más atrás en el tiempo, en su primera juventud, allá por la década del sesenta, incursionó en el periodismo gráfico. Su lugar en ese mundo fue la revista semanal, género estrella de esos años. Su último libro, el provocativo La caída, evoca esa estación de su biografía a través de una entrevista imaginaria, pero con sólidos fundamentos documentales, del novel periodista que era Pablo en 1968 con el Perón del exilio en Puerta de Hierro. Quien esté interesado en la discusión contemporánea sobre la naturaleza y los desafíos de la narrativa histórica tiene allí una referencia ineludible.
Periodismo, economía, política económica, historia: todas estas experiencias lo han ayudado a forjar una manera muy singular, además de muy apreciada, de mirar la Argentina. Ya sea bajo la forma de libros o de artículos académicos, de entrevistas en los medios o de los agudos y con frecuencia irónicos comentarios que publica en su cuenta de Twitter, el interés que las intervenciones de Pablo suscitan en tribus muy distintas –economistas, historiadores, cientistas sociales, políticos, periodistas– es un buen indicador de la relevancia y el atractivo de lo que tiene para decir.
Pero además de todo esto –y, algunos dirían, por sobre todo eso– Pablo Gerchunoff es un gran conversador. Profesor destacado, conferencista de relieve, todo aquel que lo haya escuchado disertar puede dar testimonio de su gusto por la palabra y sus destrezas retóricas. Pero un practicante de la conversación es algo más que un orador capaz de presentar sus argumentos de manera clara y elocuente. El diálogo supone el intercambio, y a Pablo también le agrada escuchar otras voces (no es casual que muchos de sus trabajos, comenzando por el ya clásico El ciclo de la ilusión y el desencanto, escrito junto con Lucas Llach, hayan sido elaborados en colaboración, a cuatro y hasta a seis manos). La conversación, para ser tal, requiere considerar al interlocutor no como un sujeto al que ilustrar, seducir o doblegar sino, ante todo, como un individuo cuyos juicios merecen respeto y consideración. El punto de partida de este poderoso antídoto contra el narcisismo es el reconocimiento del valor de la palabra y de las verdades ajenas. El diálogo solamente florece cuando sus protagonistas admiten la legitimidad de las ideas de aquellos que ven las cosas desde otro ángulo y, además, están dispuestos a aprender de esa experiencia. De allí que nadie emerge de una auténtica conversación con el mismo bagaje con el que ingresó. El diálogo es un juego plural, y Pablo es un conversador consecuente. Le gusta hablar, pero también le agrada y sabe escuchar.
Enfatizo estos aspectos de su personalidad para explicar por qué cuando Carlos Díaz y Caty Galdeano, los editores de Siglo XXI, me propusieron este proyecto, acepté de inmediato. Un poco más de dos décadas nos separan, y nunca habíamos trabajado juntos. Además, pese a que escribí algunos ensayos en las fronteras de la historia económica, esta disciplina no es mi principal área de competencia profesional. Pero me dije: ¿quién mejor que Pablo Gerchunoff, que concibe la historia económica como una disciplina que debe dialogar con otras formas de estudiar la sociedad, para encarar un diálogo público sobre un conjunto de temas que, de una u otra manera, nos interesan y nos inquietan a ambos? ¿Quién mejor que el autor de El eslabón perdido –que, como descubrirá el lector de estas páginas, se siente cómodo cuando lo describen como el Almodóvar de la historia económica, esto es, como un autor dispuesto a elogiar a los bellos pero también a vindicar a los feos– para recordarnos que debemos encarar el estudio del pasado animados por la convicción de que la historia importa pero que, al igual que en la conversación, comprender siempre es más importante que juzgar? ¿Y quién mejor que Pablo para insistir en la importancia de mirar los problemas de la economía argentina contemporánea desde una perspectiva atenta al complejo legado del pasado y, a la vez, consciente de que el presente, moldeado por determinaciones tanto como por azares, no es una mera proyección de ese pasado? Más aún: contra todas las formas de la pereza intelectual que se escudan detrás del pesimismo o el determinismo, y que se regodean con ideas como las de paraíso perdido o pasado dorado, rumbo equivocado o (más frecuentemente) declinación o fracaso, ¿quién mejor que Pablo para mostrarnos que la trayectoria histórica argentina está hecha tanto de logros como de frustraciones, de luces y de sombras, de oportunidades aprovechadas y otras perdidas, y que, como en toda historia abierta y de resultado incierto, en más de una ocasión la moneda estuvo –y sigue estando– en el aire? Y entonces puse manos a la obra.
Pensé la arquitectura de este libro a partir de tres ejes. El diálogo luego le dio forma a mi hoja de ruta. El primer eje se despliega en torno a la biografía de Pablo. Sobre el telón de fondo de las transformaciones de la izquierda y de los avatares del debate político nacional, explora la travesía que va desde su infancia en un hogar comunista hasta su adhesión al alfonsinismo. El segundo se enfoca en su paso por el gobierno, en los tiempos de vértigo económico de las administraciones de Alfonsín y De la Rúa. Sus protagonistas son los personajes del universo que gira en torno a la formulación de política económica, de Juan Sourrouille a Domingo Cavallo. El tercero, el más extenso, es un recorrido por la historia económica argentina desde el siglo XIX hasta nuestros días. En este diálogo, la historia económica es concebida en toda la amplitud que debe atribuirse a los estudios encuadrados en esta disciplina. Ideas y actores, cultura política y estructuras sociales, recursos naturales y estructuras productivas, regímenes políticos y hasta fortuna y destino: todas estas dimensiones tienen un lugar en el análisis del singular, y desde hace ya varias décadas frustrante, camino recorrido por nuestro país.
El material de base con que compusimos el libro surgió de los encuentros que, grabador y café de por medio, mantuvimos a lo largo de los últimos dos años. Luego, con las desgrabaciones en la mano, encaramos la segunda etapa del diálogo: eliminamos repeticiones, precisamos argumentos, agregamos pasajes que amplían o aclaran los temas y problemas que fuimos analizando a lo largo de la conversación. Este segundo momento del intercambio, sostenido ya no por el grabador sino por el teléfono, email y WhatsApp, fue para mí tan estimulante como el primero. Con un texto más pulido y más coherente, cerramos el trabajo a comienzos de abril de 2021, ya entrado el segundo año de la presidencia de Alberto Fernández.
Hacer este libro amplió mis horizontes. Disfruté la conversación y todo lo que la rodeó. Terminé conociendo, apreciando y respetando más a mi interlocutor. El diálogo me ayudó a reflexionar sobre la historia y los problemas de nuestro país. Creo que hoy entiendo a la Argentina algo mejor que cuando comenzamos la charla. Para decirlo de manera directa y sencilla: el intercambio me enriqueció. Confío en que a Pablo también. Me gusta pensar que a los lectores, a los que invito a sumarse a la conversación, pueda sucederles lo mismo.
Buenos Aires, abril de 2021