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El lugar de las mujeres en el psicoanálisis

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Si bien hoy se discute el estatus epistemológico del psicoanálisis, y en particular su validez como tratamiento en el mundo de la psiquiatría, la perspectiva histórica nos muestra que fue de gran importancia para el desarrollo intelectual de mujeres que vivían, como Sabina, las consecuencias de la opresión patriarcal. Si el psicoaná­lisis tiene un lado oscuro anclado en su propia versión del culto al patriarca, por lo menos en teoría significó una oportunidad para pensar en forma crítica los desenlaces psicopatológicos y culturales del patriarcado como estructura psicológica y social. Quizás esto abrió la puerta al intelecto de mujeres brillantes como Karen Horney (Psicología femenina), Anna Freud (El yo y los mecanismos de defensa), Melanie Klein (Envidia y gratitud), Françoise Dolto (La imagen inconsciente del cuerpo), Margaret Mahler (On human symbiosis and the vicisitudes of individuation), Frieda Fromm-Reichmann (Principles of Intensive Psychotherapy) y Joyce McDougall (The many faces of Eros). No es exagerado decir que el psicoanálisis, con sus méritos y limitaciones, se convirtió en un entorno teórico propicio para el pensamiento de las mujeres durante el siglo xx. En la segunda mitad de ese siglo, el psicoanálisis hecho por mujeres se transformó al integrar otras corrientes críticas, como el posestructuralismo y el feminismo, a través de figuras como Julia Kristeva (Sol negro. Melancolía y depresión) y Christiane Olivier (Los hijos de Yocasta).

Sabina Spielrein ha ganado un reconocimiento creciente, dentro y fuera del psicoanálisis, como una pensadora por derecho propio, más allá de la fetichización inicial. Escribió alrededor de 30 obras, y se abrió a disciplinas como la lingüística y la psicología del desarrollo. En Ginebra fue la psicoanalista de Jean Piaget –uno de los científicos más importantes en el campo de la psicología infantil– durante ocho meses. En esa época, Sabina escribió un trabajo acerca del desarrollo del lenguaje y el pensamiento del niño a través de diversas etapas, lo cual es un antecedente interesante con respecto a las obras de Piaget y Vygotsky sobre el pensamiento y el lenguaje; fue una influencia relevante para formular que el pensamiento verbal es un discurso privado que surge a partir de la internalización de un “discurso egocéntrico” (un discurso “para sí”) en el cual el niño se hace preguntas a sí mismo y se explica las cosas.[9]

En 1923 Sabina Spielrein regresó a Rusia para establecerse en Moscú. Bajo la influencia de Trotsky, el psicoanálisis fue apoyado por el poder soviético en busca de una síntesis con la fisiología conductual de Pavlov o –a través de Luria– en la búsqueda de una integración entre psicoanálisis y marxismo. Sabina fungió como supervisora en el ambicioso proyecto Detski Dom, un laboratorio-orfanatorio psicoanalítico, también conocido como “La casa blanca”. Este lugar, fundado por Vera Schmidt –otra alumna de Freud– tenía como propósito educar a los alumnos bajo una peculiar interpretación de la teoría psicoanalítica: los niños tenían una gran libertad de movimiento, se evitaban los castigos y se permitía la exploración sexual.[10] Algunos huérfanos eran educados en la escuela, pero también los hijos de la élite bolchevique, incluyendo al hijo de Josef Stalin. Entre los profesores que trabajaron en Detski Dom se encontraban dos gigantes de la psicología rusa: Lev Vygotsy y Alexandr Luria, quienes también formaron par-te del Instituto Psicoanalítico y estudiaron con Spielrein. Al parecer, el trabajo de Spielrein con los niños, que combinaba observaciones objetivas del desarrollo infantil y la recolección de datos subjetivos, fue una influencia significativa en los dos mayores psicólogos de Rusia. Tras involucrarse en una protesta por las malas condiciones de trabajo de los maestros, Sabina fue expulsada de Detski Dom; más tarde, la escuela fue acusada de estimular la sexualidad de los alumnos en forma prematura, y fue clausurada.

En 1926, Sabina se trasladó a Rostov para dirigir un hogar para lactantes y niños; ejerció durante varios años como pediatra, e hizo defensas académicas de Freud en un clima ideológico adverso. Tras la condena estalinista del psicoanálisis, en 1936, se oscureció el rastro histórico de Spielrein.[11] Sus hermanos Isaac, Jan y Emil fueron arrestados y ejecutados entre 1937 y 1938, durante la Gran Purga, como se conoce a la persecución y el terror político de­satado por el estalinismo soviético. Es muy lamentable tener que reportar en este prólogo lo siguiente: Sabina Spielrein sobrevivió a la Gran Purga pero fue asesinada por los nazis en agosto de 1942, junto a sus dos hijas y a otros 27 000 judíos en Rostov, Rusia.[12] El injusto final de este retrato nos obliga a considerar que la problemática de su ensayo no ha sido resuelta: exige una lectura reflexiva en el arco que empieza con el deseo de supervivencia y se extiende a la búsqueda de sentido.

Jesús Ramírez-Bermúdez

1 Albert Einstein, “¿Por qué la guerra?” Carta de Albert Einstein a Sigmund Freud, unesco, 1985. Disponible en https://es.unesco.org/courier/may-1985/que-guerra-carta-albert-einstein-sigmund-freud.

2 Sigmund Freud, “¿Por qué la guerra?” Sigmund Freud escribe a Albert Einstein,unesco, 1993. Disponible en https://es.unesco.org/courier/marzo-1993/que-guerra-sigmund-freud-escribe-albert-einstein.

3 A. Harris, “Language is there to bewilder itself and others: Theoretical and clinical contributions of Sabina Spielrein”, en J Am Psychoanal Assoc., 2015, vol. 63, núm. 4, pp. 727-767. doi:10.1177/0003065115599989.

4 B. Minder, “Burghölzli hospital records of Sabina Spielrein”, enJ Anal Psychol, 2001, vol. 46, núm. 1, pp. 15-42. doi:10.1111/1465-5922.00213.

5 Idem.

6 Ibid.

7 Ibid.

8 J. Garrabé, “Sabina Spielrein: el nacimiento de la esquizofrenia (1906-1912)”, Salud Ment., 1996, vol. 19, núm. 4, pp. 43-51.

9 A. Harris, art. cit.

10 J. Launer, Sex Versus Survival. The Life and Ideas of Sabina Spielrein,Londres, Bloomsbury Publishing, 2014.

11 J. Garrabé, art. cit.

12 P. S. Appelbaum y H. Lothane, “Sabina Spielrein’s death”, en Am J Psychiatry, 2012, vol. 169, núm. 7, p. 759. doi:10.1176/appi.ajp.2012.12030413.

La destrucción como origen del devenir

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