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¿Dónde esta la felicidad?

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Ni la prosperidad envanece al sabio

Ni la adversidad lo abate.

Lucio Anneo Séneca, 4 a.c.

Al principio de los tiempos, se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y a la mujer. Discutieron entre ellos cómo hacerlos y, por fin, decidieron que los harían a su imagen y semejanza. Sin embargo, uno de ellos dijo: Esperen un momento, si los hacemos a nuestra imagen y semejanza van a tener un cuerpo como el nuestro... destreza como la nuestra, fuerza, resistencia e inteligencia iguales a las nuestras. Debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros, si no lo hacemos así, estaremos creando nuevos dioses. Es necesario que les quitemos algo para diferenciarlos de nosotros, pero... ¿qué le quitamos?

Después de mucho reflexionar, uno de ellos dijo:

—“ya sé, les quitaremos la felicidad”.

—Muy bien —asintieron todos— pero... ¿dónde la esconderemos para que no la encuentren jamás?

—En la cima de la montaña más alta —propuso el primero.

Inmediatamente otro añadió: —No, ese no es un buen sitio, recuerda que le dimos fuerza, y si alguno de ellos trepara hasta allí y la encontrara, el resto lo sabría en poco tiempo.

A continuación, otro de los dioses propuso: —Entonces, escondámosla en el fondo del más profundo mar. Y otro respondió: —No, recuerda que también le hemos dado resistencia, si alguien nada y se sumerge, también la podrá encontrar.

Otro más añadió: “Pues, escondámosla en un planeta lejano a la Tierra.” En resto objetó: “No olvides que también le hemos dotado de inteligencia, y si un día descubren la existencia de otros planetas, construyen una nave y exploran el Universo, la descubrirán... y entonces todos tendrán felicidad y serán iguales a nosotros.”

El último de ellos, un dios que había permanecido todo el tiempo en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de sus compañeros los dioses, analizando calladamente cada una de ellas, rompió el silencio y dijo: “Creo saber donde podemos ponerla para que nunca la encuentren...”

El resto de los dioses al unísono preguntaron: “¿Dónde?”.

“La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan obsesionados y ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán”.

Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así...

El hombre se pasa la vida buscando la felicidad fuera sin saber que la trae consigo.

Poco más se puede añadir a esta antigua historia. Por mi parte, creo que la única labor a desarrollar en este sentido es facilitarte un conjunto de sencillos recursos para que descubras que, ciertamente, lo que tanto ansía el hombre está escondido en su interior y que sólo es necesario disponer del mapa que conduzca a su escondite. Pero lo realmente importante, lo realmente significativo, es darte cuenta de que la ruta hacia el tesoro es en dirección al interior de ti mismo, y no hacia fuera como la mayoría de los mortales se empeñan.

El ser humano ha nacido para ser feliz, próspero, sabio y, para alcanzar el máximo desarrollo en todos los órdenes en los que se mueve y, también, he ahí la clave, sentirse plenamente satisfecho con lo que hace en cada instante de su vida. Todo esto está al alcance de la mano, y sólo hay que extenderla para disponer de ello.

Vivimos en un mundo que ha sobrepasado los sueños y visiones más utópicas de todos los tiempos. La materialidad y masificación dominantes a hecho sucumbir aquello que se identifica con nosotros mismos, con lo que realmente vale de cada uno de nosotros, nuestra identidad, o más exactamente, con nuestra esencia. Esta pérdida sume al individuo en una ceguera, en un sueño del que difícilmente, por sí mismo, puede despertar. El hombre necesita de alguien despierto que pueda guiarle por el intrincado camino de la vigilia, en caso contrario sería como si un ciego guiase a otro ciego. No olvides que esa especie de invidencia es una atrofia sensorial, de los órganos comunes y de los sutiles, y la atrofia produce ignorancia, ignorancia respecto de los problemas más importantes y fundamentales de la existencia humana: lo que el hombre es, cómo debe vivir, cómo descubrir el inmenso poder que lleva dentro y qué puede hacer para canalizar las poderosas energías que existen en el universo, interior y exterior, y dirigirlas adecuadamente para su crecimiento y en beneficio de la humanidad.

La mayoría de las personas saben que su vida carece de sentido, pues la ignorancia les genera insatisfacción, vacío, y sin embargo, en éste viven. Tanto el hombre como la mujer de hoy en día se sienten permanentemente anhelantes —aun sin saberlo— y pretenden llenar el vacío persiguiendo vanidades: posesiones, imagen, fama, dinero, diversión, que les proporcionen momentos fugaces de placer que etiquetan de felicidad. Tal actitud sólo conduce a la autodestrucción: fracaso, frustración, enfermedad, etc.

Entonces, tal vez te preguntes...

¿Cómo salir de la ignorancia?

¿Cómo despertar del sueño narcotizante?

¿Cómo recuperar la visión de la realidad?

Y en definitiva, ¿cómo alcanzar la felicidad?

Resulta bastante sencillo aunque no exento de esfuerzo.

La historia de la humanidad está repleta de hombres y mujeres que alcanzaron las más altas cimas de la felicidad, de la prosperidad y del progreso porque comprendieron, desde jóvenes, que su único camino pasaba por adoptar una cierta disposición ante la vida aprovechando los regalos que de mil maneras les brindaba la naturaleza. Su actitud no era otra que la de vivir tan intensamente cada instante como si fuese el último, pero también, tan responsablemente como si en ello les fuese la vida. Esa conciencia les conducía a sintonizar y armonizarse con todo su entorno, los hombres, la naturaleza y con esa misteriosa fuerza que es la energía del Universo, una energía que está disponible para todos y cada uno de nosotros, energía que está ahí, al alcance de tu mano.

¿Cómo podemos nosotros sintonizar con todo el entorno y armonizarnos con esa energía? ¿Cómo esa actitud nos conduce a la felicidad?

Ante todo es necesario que aceptes que lo que ha hecho un hombre lo puede hacer cualquier otro –considerando las limitaciones psicofísicas que puedan existir–, y para ello, basta con ponerse manos a la obra. Sin embargo, no cometas la estupidez que cometen muchos, basándose en la afirmación precedente, de creer que con el simple hecho de imitar a otras personas alcanzarán el mismo resultado que ellas obtuvieron. No se dan cuenta de la superficialidad de su suposición al olvidar que existen ciertos componentes internos, no visibles, que dan calidad a los actos. Y esa es la diferencia que marca la diferencia, y de eso trataremos.

Haber nacido para ser feliz, sabio, próspero no implica que tales frutos sean un obsequio de la Naturaleza, todo lo contrario, para el ser humano, dotado de libre albedrío, supone una conquista, una decisión y una acción. Por eso no hablo de regalos, la felicidad y la prosperidad no son dones, sino de adquisiciones. Ciertamente están ahí, pero el arresto de tender el brazo para alcanzarlos nos corresponde a cada uno de nosotros, si es eso lo que pretendemos, al menos eso espero.

La gente feliz, quienes han alcanzado la felicidad interior, aquellos de los que brota cierto halo que denota un estado superior de ser, no lo cosecharon sentados viéndolas venir. Como cualquier producto bien elaborado requirieron de dedicación, atención, método, paciencia y ese “toque” especial o secreto que da la maestría o la experiencia. Es cierto que estos hombres y mujeres felices, muchos de ellos sabios y prósperos, tenían un secreto, o más que secreto, un modo peculiar de ser y pensar, una estrategias personal para maniobrar en la vida que los distingue de la masa. Ese arcano, esa destreza es la que vamos a identificar y conocer a través de las páginas del libro que ahora tienes en tu mano. Se trata de las pautas, reglas o herramientas para lograr la felicidad: uno de los secretos más antiguos y mejor preservados y que hemos analizado y probado con resultados sorprendentes.

Cualesquiera que sean tus circunstancias, edad o problemas personales, podrás encontrar el bienestar interno y externo permanente. Ahora bien, tendrás que comprometerte a seguir las estrategias que encontrarás a lo largo del libro, y que sin duda te conducirán a un nivel o estado de vida superior. Del mismo modo que permites que un avión te transporte suavemente por los aires, puedes, subiéndote a mi propuesta, elevarte muy por encima de tus preocupaciones presentes y alcanzar el destino que deseas. Las estrategias de la felicidad y la prosperidad, esta forma de ser y vivir, que puedes aprender aquí, te ascenderán a una jerarquía que nunca pudiste imaginar, donde el fracaso y la adversidad no existen.

Sí, es cierto que existe un mundo externo que nos condiciona y “obliga”, pero no es menos cierto que el mundo interno es el que te dice cómo manejarlo. Un mismo hecho presenciado e interpretado por distintas personas será valorado de un modo u otro en función a la experiencia, madurez, equilibrio emocional de cada una de ellas. Vivimos en un mundo totalmente subjetivo, la realidad objetiva nada o muy poco tiene que ver con la interpretación que cada uno hace de ella. Ésta a sido siempre la gran batalla: lo externo frente a lo interno, lo material frente a lo espiritual; la lógica en contra del corazón.

Lo espiritual y lo material no son dominios separados, sino distintos, que a veces se cruzan pero que hay que evitar que se confundan.

Octavio Paz

Al igual que eres consciente de la existencia de lo que te envuelve, por qué no aceptar la realidad del mundo interior, de la consciencia, de los símbolos, de la imaginación, del espíritu. Tan preocupado como estás por tu aspecto físico, por la apariencia, por la imagen, por qué no lo estás también de tu belleza interior. No infravalores tu aspecto interno, tu esencia; lo que eres por dentro es lo que exteriorizas fuera. ¿Qué sería de la rosa si oliera a estiércol?

No caigas en la estupidez de creer, como muchos —incluso eruditos—creen, que la mente es parecida al disco duro de un ordenador donde se registran exclusivamente las experiencias y sensaciones que decide el propio aparato; ni tampoco un concepto abstracto al que se le divide teóricamente en grupos o estados. El mundo interno muestra la autentica realidad, no es un mero registro o una esponja que sólo absorbe lo que sucede fuera, como engañosamente se ha pretendido inculcar, sino un universo con vida propia y una realidad independiente. Es el mundo externo con sus trampas, conflictos y problemas, es el que nos impide penetrar en el inmenso y rico mundo interior. Por eso es importante encontrar el equilibrio entre ambos universos, urge alcanzar la medida exacta entre ellos sin que ninguno ocupe el lugar del otro, sin que se confundan sus contenidos, ya que el desarrollo humano pasa por formar una unidad entre los mundos, en la que lo espiritual y material vayan de la mano, sin manipulaciones, tergiversaciones o chantajes de uno u otro. Algo así como estar en el mundo material interactuando con él adecuadamente, pero sin dejarnos atrapar ni subyugar por él.

En la escala evolutiva1, el hombre debe incorporar a su vida la óptica sobrenatural y trascendente, si trunca este proceso, el sentimiento de vacío se instala y domina la existencia. Es evidente que para que un individuo prosiga con su transformación consciente se requiere una creencia consistente y firme en una fuerza o entidad cósmica superior que trascienda lo individual y material, que inspire sentimientos y valores sublimes para así alcanzar una sana y humana convivencia. Pero lo cierto es que, el vacío existencial inunda el mundo apoyado sólo en la razón, dejando de lado los sentimientos profundos y la espiritualidad, provocando esa sed que no satisfacen ni las posesiones, ni el poder, ni la técnica, ni las drogas.

¿Cómo se establece la conexión entre ambos mundos?

¿Qué hay que hacer para que la evolución prosiga?

Y sobre todo, ¿qué tiene que ver todo esto con la felicidad?

Es obvio que el materialismo domina la sociedad, y también, que quienes enarbolan la bandera de la espiritualidad se aíslan del resto, la clave de la unidad entre ambos universos pasa por estar en el mundo sin ser de él, por edificar en la Tierra el Paraíso ansiado, por ayudar a construir un mundo en el que todos queramos vivir. Teniendo en cuenta que la sociedad, la realidad circundante es sólo el reflejo y el contenido de nuestras mentes, no existe nada que no haya salido de lo que llevamos dentro, por eso es tan importante cambiar los contenidos de nuestros mapas mentales. De nosotros depende que el mundo cambie, en nuestra mano está edificar una nueva filosofía —en el sentido etimológico de la palabra— que incorpore una nueva moral, una nueva ética, una nueva política, que lo espiritual alcance lo material, para humanizar las conductas sociales y que éstas se manifiesten sinceramente —sin manipulaciones políticas— como una expresión sincera de la fraternidad.

Cuando el individuo progresa armónicamente, cuando ha incorporado lo espiritual a su actividad cotidiana, cuando su evolución es consciente, cuando sus comportamientos son congruentes con los contenidos trascendentes de su mente, es una persona satisfecha de sí mismo, y en consecuencia una persona feliz. El factor imprescindible para alcanzar ese estado es ser uno mismo.

Tal vez te preguntes en estos momentos: ¿qué es exactamente eso de la felicidad de la que me hablas y cómo conduce a ese estado de vida superior?

La felicidad es un estado interno que se caracteriza por la plena satisfacción con la vida, con lo que se hace y con lo que se tiene. Recuerda aquella célebre sentencia de: “No es más feliz quien más tiene sino quien menos desea”. Por tanto, la felicidad tiene mucho que ver con un estado de armonía total entre cuerpo, mente y espíritu, con el equilibrio entre lo material, lo racional y lo divino, con un proyecto de futuro en el que se integre el progreso propio y el de nuestros hermanos.

Como decía al principio, la felicidad no es un don, sino una adquisición, y como tal es necesario ir construyéndola poco a poco, y te puedo decir que esta construcción es como una idealización metafórica de tu propia vida en la que confluyen aspiración, visualización y compromiso; y cómo no, consecuentemente una expansión de tu conciencia –hasta ahora, en muchos casos, narcotizada–. Es algo similar a la capacidad de materializar los sueños, sueños trascendentes, sueños que son imaginación, e imaginación transformada en creación. Esta imaginación creadora de la que hablo es la facultad de visualizar aquello que pretendemos, para penetrar en el mundo de las ideas2, del que nos hablaba Platón, y hacer que se materialice.

Siempre me pareció que podría ser un poco arrogante plantearme la idea de escribir sobre la felicidad; algo tan personal, tan subjetivo y tan íntimo, y peor aún, poder caer en la tentación de atribuirme el papel de experto en la materia, sólo soy un viajero más en el camino de la felicidad perenne. Sin embargo, hay quienes piensan y divulgan a los cuatro vientos que tienen la fórmula mágica para alcanzar la felicidad, cómo los demás tienen que pensar y qué contenidos han de incorporar a sus pensamientos, yo no me atrevería jamás a plantear tales atrevimientos. Mi visión del tema es otra bien distinta, no existe una vía, o ciertas vías indiscutibles que conduzcan inequívocamente a la felicidad, no existen contenidos exclusivos con los que llenar la mente. Los años, los caminos recorridos, la experiencia, la vida, me han demostrado que ese ansiado estado es un logro individual al que se accede por infinidad de rutas, aunque algunas de ellas tengan similares características. No podemos generalizar, cada uno de nosotros tiene una necesidad y una aspiración e incluso una misión, tal vez, en apariencia muchas de ellas se asemejen, pero cada cual con sus peculiaridades. Lo que sí es cierto es que aunque los caminos sean inconmensurables, los métodos para recorrerlos son escasos pero sus contenidos muy diversos, y mi labor aquí no es otra que mostrarte alguno de esos medios que están a tu disposición para avanzar más rápido y seguro.

Cuando le preguntamos a cualquier persona a qué aspira en la vida, dando más o menos rodeos, siempre concluye que lo que quiere es alcanzar la felicidad, ser feliz. Pero... ¿es su deseo de felicidad igual que el tuyo? ¿Se está refiriendo al mismo tipo de felicidad? ¿Es la misma felicidad, o mejor dicho, es la misma concepción de felicidad la que tiene cada uno de ellos?

Por ejemplo: ¿qué necesita un niño de tres o cuatro años para ser feliz? Posiblemente un nuevo cachivache, una golosina, o simplemente que dediquemos un rato de nuestro tiempo a jugar con él. ¿Un adolescente, qué necesita, lo mismo que el niño? No, querrá pasar más horas con la vídeoconsola, callejear con sus amigos, trasnochar, etc. ¿Y un adulto? Pues, dependiendo de su estatus social dirá que para ser feliz necesitaría un coche nuevo, o un chalé, o un apartamento en la playa, o... Pero, también nos encontraremos con gente que nos responda que lo que necesitan para ser felices es mayor tranquilidad, seguridad, equilibrio emocional, o cualquier otro estado de ánimo.

Felicidad, dice el diccionario de la lengua, “es el estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien”. Si eso fuese así, no habría problemas, la gente sería feliz. Pero ¿qué es lo que ocurre cuando se posee ese bien? Pues, que inmediatamente se desea otro, y luego otro, y más tarde otro, y así hasta el infinito puesto que la voracidad del hombre no tiene límite. Tal vez sea por ello por lo que hay tan pocas personas felices. Por mi parte, estoy mucho más próximo a la sentencia que nos trasmitía Séneca:

No es feliz quien no piensa que lo es.

Sólo hay un bien causa y fundamento de la vida feliz: creer en uno mismo.

Cada uno de los ejemplos citados del niño, adolescente y adulto nos hablará de la felicidad según el nivel en el que se encuentran, pero algo en común hay en todos ellos: aunque la felicidad perenne nada tiene que ver con tales deseos mundanos, todos quieren algo, algo que modifique la situación en la que se encuentran y les proporcione un diferente estar. Necesitan llenar de algún modo el vacío que todos y cada uno de nosotros experimentamos, y que de vez en cuando tomamos conciencia de él.

Pero...

¿Cómo llenar ese vacío?

¿Hay algo que pueda llenarlo?

¿Habrá suficiente para todos?

¿Quiénes son los que pueden aspirar a ello?

EJERCICIO PRÁCTICO

Siéntate en tu sitio favorito lo más cómodamente que puedas. Aparta por un momento cualquier tema que te preocupe, para ello, centra tu atención en el flujo de la respiración, cómo entra el aire en tus pulmones al inhalar, cómo retienes el aliento uno o dos segundos, y cómo expulsas el dióxido de carbono al exhalar. Prosigue así durante unos minutos hasta que sientas cómo tu cuerpo se relaja.

En este momento estás dando el primer paso hacia tu percepción interior, y a prepararte para la recepción de la energía cósmica.

Realiza este ejercicio práctico durante diez minutos al menos dos veces al día para alejarte de las preocupaciones y poner distancia, así serás más objetivo en su valoración y encontrarás mejores y más rápidas soluciones.

La felicidad a tu alcance

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