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Introducción

Periodismo y política. Sería difícil encontrar en nuestra historia contemporánea un periodo en el que entre ambas actividades no hayan existido fuertes tensiones y, al tiempo, complicidades. Aunque fue durante el desarrollo de la prensa de masas, que tuvo su eclosión a mediados del XIX en los países industrializados, cuando se alteró radicalmente la dinámica política. El periodismo, el periodismo político, lograba poner en manos de los ciudadanos noticias e informaciones sobre el acontecer político, lo que permitía «poner a estos ciudadanos en condiciones de desempeñar un papel más activo» en la política (Muñoz-Alonso, 2004: 492). Y no es posible comprender ciertos acontecimientos políticos históricos, también en España, sin acercarnos al papel de los medios de comunicación, del periodismo político al fin. Tampoco sería exagerado decir que nuestra sociedad actual, la democracia que hoy tenemos en nuestro país, le debe mucho, para bien y para mal, al papel jugado por los medios de comunicación de masas desde el inicio de la Transición hasta nuestros días y, en este sentido, a cómo se ha divulgado en cada momento la acción de sus actores políticos.

El periodismo político lo impregna todo. Da igual que nos encontremos o no en periodos electorales, o que nos refiramos a una actividad cultural, social, económica e incluso deportiva. Diariamente, la acción política de los actores institucionales y partidistas, así como de otros actores no políticos pero cuya acción condiciona el debate político, muestra fuertes tensiones y conflictos entre los actores del poder político, y contamina el modo de relación de estos con los ciudadanos, que son los sujetos que conforman la opinión pública y sobre los que recae la soberanía que debe legitimar a esos mismos poderes políticos.

El periodismo político, en este contexto, atiende y presta atención a esta realidad, ya sea divulgando la noticia estricta sobre un hecho concreto, o su interpretación en papel, soporte digital, o en una tertulia radiofónica o televisiva. La política es objeto de atención prioritaria porque la política está presente en casi todos los aspectos de nuestras vidas: somos y vivimos de acuerdo con una serie de reglas, reglas consensuadas por políticos, personas que, en sistemas democráticos, hemos elegido; y sobre ellas opinamos, pues como parte de la opinión pública queremos saber; y sobre ese conocimiento de lo que hacen nuestros políticos aprobamos o criticamos su gestión. Los medios de comunicación de masas, así en papel como en señal de televisión, radio o más recientemente en internet, son los canales sobre los que ejercemos el derecho a estar informados y el derecho a ser críticos. Y cuanto mayor sea la posibilidad de ejercer ambos derechos, el de estar informados y el de informar, mayor será la salud de nuestra democracia.

Los periodistas, intermediarios entre el acontecimiento y el ciudadano, entre la acción de los poderes y la opinión pública, nos ofrecen ese valor añadido que nos permite, desde la especialización que les presuponemos, disponer de mejores elementos interpretativos con los que valorar la acción de los políticos y, paralelamente, entender mejor cuál es la dinámica del poder político. El periodismo político, en este sentido, ayuda a cohesionar nuestras sociedades e intenta, con su estrecha vigilancia, que los comportamientos que atentan contra nuestra democracia, desde la corrupción hasta las conductas inmorales, no pasen desapercibidos.

Nuestra convicción parte de la premisa de que el periodismo político ha sido y es el área fundamental del periodismo en los medios de comunicación; es decir, podría considerarse como el periodismo prototípico; y así se confirma al analizar el contenido de las noticias de portada de los principales medios impresos españoles (Enguix, 2013a). Cuestión diferente es el hecho de que, tal vez por ese mismo carácter prototípico, al periodismo político no se le haya prestado la atención académica, docente (Enguix, 2013b) o investigadora que parecería necesaria y justificada por su peso específico en el ecosistema comunicativo.1 Consecuentemente, apenas está presente como área especializada del periodismo en los grados de Periodismo en España, hasta el punto de que es posible estudiar el grado de Periodismo en gran parte de las universidades españolas sin haber cursado materias específicas de periodismo político; paralelamente, tampoco existe la bibliografía e investigación que parecería acorde con la importancia que le otorgamos, tanto desde el punto de vista teórico como desde el de las habilidades concretas que debe tener un periodista político para enfrentarse a los complejos acontecimientos propios de esta área informativa. Las razones pueden ser varias. Desde un punto de vista teórico e investigador, hay posturas que consideran que los estudios de periodismo generalista no especializado ya han dado suficiente respuesta a la labor del periodismo político; desde un punto de vista práctico, cabe pensar que no se ha producido aún la suficiente integración del periodista político en el mundo académico. En cualquier caso, resulta plausible afirmar que es un grave error; el periodismo político, como área especializada del periodismo, requiere un nivel de especialización y un conocimiento de la realidad diferente y diferenciado del resto de áreas del periodismo. Y, además, su protagonismo es crucial para comprender mejor la dinámica de poder e institucional de nuestras sociedades.

El periodismo especializado, que cuenta con excelentes trabajos de autores como Montserrat Quesada, Carlos Elías, Francisco Esteve o Javier Fernández del Moral, ha prestado poca atención a la especialización política. Ocurre, además, que mientras que la atención a la comunicación política e institucional ha sido y es intensa –es una disciplina donde abundan la bibliografía y las actividades de intercambio de conocimiento, como los congresos y revistas–, no ocurre lo mismo con el periodismo político. Pero comunicación política y periodismo político son dos trincheras diferentes de una misma guerra, incomparables; en una, los actores institucionales, políticos y grupos de poder, intentan condicionar la opinión pública a su favor, utilizando a los medios de comunicación, entre otros. En la otra trinchera, el periodismo tiene la obligación de, justamente, auditar los mensajes de esos mismos actores para ofrecer al ciudadano una versión contrastada de lo que se le pretende decir. En medio de ambas actividades está la opinión pública, es decir, el ciudadano, nosotros.

Además, la escasa atención académica al periodismo político contrasta con la organización de las redacciones y las prioridades de los medios de comunicación, donde el periodismo político y el periodista político han constituido y constituyen el área que condiciona la propia dinámica del medio, tanto en la jerarquización temática como en la línea editorial. A lo que se suma la evidencia de que los profesionales que llevan el peso del debate interno de esas mismas redacciones, en los medios de comunicación generalistas, son los periodistas políticos. Todo, al final, responde a la lógica de la dinámica organizativa de nuestras sociedades: prestamos más atención a aquello que más necesitamos. No existe ningún acontecimiento social capaz de movilizar a tantos millones de ciudadanos como unas elecciones locales, autonómicas o generales. Ni nada provoca tantas manifestaciones en la calle como una decisión política, del tipo que sea, desde un recorte en materia educativa a la imposición de un nuevo impuesto. La política, en toda su dimensión, que nunca puede estar limitada solo a los actores institucionales, cumple la máxima de Aristóteles de que forma parte hasta de nuestra organización familiar; somos quienes somos porque decidimos priorizar nuestras relaciones con los demás. Tomamos decisiones, y entre estas está la de elegir el sistema político en el que queremos vivir. El periodismo político es la única área informativa, la única área de conocimiento público –pues el periodismo, en principio, emite sus mensajes para todo el mundo– que permite conectar a ese mismo ciudadano con la realidad, con su realidad.

Queremos abordar esta realidad, y ayudar al lector a entender no solo qué es el periodismo político –ámbito de cobertura, especialización, características, dinámicas, rutinas profesionales, fuentes, etcétera–, sino la relación que se establece entre el periodismo político y la sociedad, valorar hasta qué punto el periodismo político, paralelamente a la política, condiciona nuestra opinión, y por lo tanto, nuestra conducta. Más aún con el auge de internet y las redes sociales, a las que prestaremos especial atención por cuanto han permitido, entre otras muchas cosas, que el ciudadano tenga un papel más activo en la crítica política. De aquellas cartas al director en los periódicos tradicionales hemos pasado a los millones de mensajes instantáneos que se generan cuando un político adopta una decisión que no gusta; toda una revolución cuyas consecuencias aún no se pueden valorar en toda su dimensión.

Desde estos planteamientos generales, abordamos cuáles son los aspectos fundamentales que permiten esbozar una descripción global del periodismo político, sus condicionantes internos y externos, sus protagonistas y temas prototípicos, su especificidad profesional frente a otras áreas. Así, dedicamos los tres primeros capítulos a una caracterización por niveles que parte de la propia concepción teórica del periodismo y la noticia política (capítulo 1), después nos detenemos en las diferencias que permiten contrastar el periodismo político y la comunicación política institucional (capítulo 2) y analizamos por último cuál es la importancia del periodismo político en la calidad de la democracia de una sociedad (capítulo 3). En la segunda parte del libro nos hemos querido centrar en los aspectos más concretos de la praxis profesional, como aquellos que permiten caracterizar el periodismo político como ámbito de especialización periodística (capítulo 4) y, finalmente, los que constituyen las pautas y rutinas del oficio del periodista político (capítulo 5), con especial atención a la relación del periodista y sus fuentes, y a los cambios derivados de la digitalización (capítulo 6), una serie de elementos que se convierten en definitorios de esta profesión.

Todos los aspectos relacionados con la actividad profesional se formulan especialmente a propósito de la prensa escrita, que es el medio que valoramos como adecuado para ser referencia, si bien será fácil comprobar que muchas de las ideas expuestas resultan transferibles, con matices, al resto de medios de comunicación de masas.

Queda por subrayar que esta es una obra que nació de una necesidad personal, derivada de la docencia como profesor asociado de Periodismo Político en la titulación de Periodismo de la Universitat de València, y de la actividad profesional como periodista de La Vanguardia desde el año 1991. Tal actividad docente se ha enfrentado, durante varios años, a muchas dificultades para encontrar textos específicos publicados en España sobre esta área de conocimiento que pudieran servir de apoyo para la asignatura. Esta carencia nos condujo, en primer lugar, a elaborar trabajos previos dedicados a confrontar la importancia del periodismo político en la prensa diaria con su (escasa) atención académica en los planes de estudio de los grados europeos (Enguix, 2013a, 2013b). En segundo lugar, a desarrollar la línea investigadora iniciada en aquel trabajo con la elaboración de la presente obra, que pretende defender la importancia del periodismo político y la necesidad de profundizar tanto en los aspectos teóricos de la información política como en las habilidades necesarias para el desarrollo de este «oficio» tan apasionante. Siempre con el objetivo de que los estudiantes de periodismo puedan disponer de más y mejores materiales para su formación académica. Por ello, al fin, lo que el lector puede encontrar fundamentalmente en estas páginas es un esfuerzo doble, de revisión bibliográfica sobre el estado de la cuestión y de integración de las teorías con la realidad profesional; un esfuerzo, en definitiva, pensado en beneficio de esos estudiantes que ansían ser periodistas, muchos de ellos periodistas políticos. Y por esta razón la estructura y el enfoque del texto están pensados para ser, ante todo, un buen apoyo académico y de reflexión. Si lo hemos logrado, habrá valido la pena.


Finalmente no quiero acabar sin agradecer los consejos de Nel·lo Pellisser, Carolina Moreno, Joan Oleaque, Maite Simón, Guillermo López y Josep Lluís Gómez Mompart, profesores y amigos, a los que siempre escuché. Y también, muy especialmente, la implicación de Beatriz Gallardo Paúls, catedrática de Lingüística de la Universitat de València, por haberme guiado en el complejo y agotador camino que supone realizar una obra académica tan alejada del ejercicio del periodismo y, especialmente, de sus géneros.

1.La revisión bibliográfica realizada en el proceso de elaboración de este trabajo muestra dos evidencias. En primer lugar, que en el resto de países europeos sí existe una tradición de estudios específicos sobre periodismo político, más desarrollada que en nuestro país; citaremos, entre ellos, varios trabajos referidos al periodismo político francés (Charon, 2000, 2006; Légavre, 2005; Seitta, 2008; Sormany, 2011), irlandés (Rafter, 2009), alemán (Reinemann, 2004), danés (Van Dalen, 2009; Van Dalen et al., 2011) o británico (Van Dalen et al., 2009; Rafter, 2013), así como proyectos internacionales de naturaleza comparativa (Van Dalen et al., 2012; Hanitzsch et al., 2011). Y en segundo lugar, que los últimos años sí han propiciado el desarrollo de proyectos de investigación sobre el periodismo político en España, entre los que merecen mención especial los trabajos de Casero-Ripollés (2008, 2009, 2012a), así como ciertas investigaciones vinculadas parcialmente a estos proyectos internacionales (por ejemplo, Berganza et al., 2010; Rodríguez-Polo y Santillán Buelna, 2012; Martínez Nicolás y Saperas, 2011).

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