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Morbos en Sameco y mi padrino Don Hernando

Don Hernando me envió un dinero y con eso pude ir a su casa y pagarle mi estadía trabajando. El día que llegué, él y su familia me recibieron muy bien, pero según pasaron los días la cosa cambió.

Me gustaba ir a trabajar de noche, siempre me gustó la vida de la noche, era más divertida y con posibilidades de correr algún riesgo de los que me gustaban. Siempre que podía, me metía por las calles que yo sabía que había alguien follando, solo para poder tener el placer de ver como lo hacían y así muchas veces, eso dio pie a que las putas y los travestis que me veían, vinieran al negocio, quizás para curiosear al que les espiabas y me pusieron el apodo “Bebé”.

Así que cada noche, no había ni una prostituta que no pasara a preguntar por mí y comprarme el desayuno, solo querían que les atendiera yo. Cuando les atendía me acariciaban e incluso muchas veces me quisieron besar, pero ya era demasiado llegar hasta esos límites. Esto permitió que Don Hernando me pusiese un salario y así pactar cuanto iba destinado para pagar mi estadía en su casa.

Visto que sin querer había logrado que Don Hernando me diera un salario fijo, me interesé por aprender cada cosa que allí se comía, así que aparte de atender bien, quise aprender a hacer el café, debía saber preparar la masa para las hojaldras, los buñuelos y así poder llegar a ganar algo más.

Don Hernando pudo ver mi empeño y las ganas de saber de todo, que era un chico ordenado y que era muy independiente, me tomó muchísimo más cariño que en los años pasados, me dijo que no tenía que pagarle nada, que me quería ver estudiando, que yo era uno más de la casa, que no tenía que preocuparme de nada, porque él cuidaría de mí, así lo dijo una tarde delante de su mujer y su hija. Desde entonces fueron siempre en contra de mí y cada vez que les daba algún chance*, me hacían quedar mal con Don Hernando, pero en ocasiones me querían, así que me acostumbré a ese cariño cambiante.

Los días que iba a estudiar, no podía ir a trabajar y Don Hernando aprovechó para que su hija Alba y yo, ayudásemos también en casa limpiando, pero cuando llegaba por las mañanas sobre las 09:30, estaba furiosa, porque no le gustaba que su padre le obligara a trabajar y si no encontraba la casa limpia, a su hermano Sebastián en la guardería y la comida preparada, a su padre le decía, que yo no había hecho nada y que había estado toda la mañana viendo TV.

En algunos casos era así, otras veces solo lo hacía para joderme, porque no podía de otra forma y así, una tras otra, hasta que aprendimos a vivir con ello y siempre nos putiábamos*, ella a mí, o yo a ella, como hermanos, pero sin darnos cuenta estábamos más unidos y bien o mal, ella lo hacía por joder, porque yo hacía todo, cuando me quedaba solo en la casa.

Yo me sentía bien e independientemente de los malos ratos de discusiones, me encantaba ser parte de aquella casa, de esa familia, pensé que había encontrado mi sitio por fin y ayudaba trabajando sin cobrar, porque todo me lo daba Don Hernando, estudiaba y tenía mis amigos del barrio de nuevo, pero esta vez solo estaba con los chicos de la cuadra de la casa de Don Hernando, así que habían momentos que después de hacer todo en casa y de estudiar, me iba a casa de mis amigos, Jhonier, Ocampo, Herney, Brian, Cristian, Esteban, Steven. Todas las tardes quedábamos en casa de Jhonier para ver películas, escuchar música e incluso fumar.

Sabía por mi madre, cuando la llamaba, que ya estaban viviendo juntos, ella, las gemelas y Ramiro, pues mi hermana Vanessa había querido quedarse con su madrina y así terminar su colegio, ya habíamos cambiado tres veces de colegio en los últimos años. Mi madre estaba sola en Jamundí, pero eso no me preocupaba, bien o mal Ramiro estaría cuidando de ella.

A veces con mis amigos al tener ordenador e internet en su casa podíamos ver porno y fotos eróticas, esto hacía que aquel salón se convirtiera en el descargue de todos, nos pajeábamos viendo porno, así teníamos tiempo de vernos las pollas y siempre me jodieron por tenerla más grande, ellos siempre supieron que a mí me gustaban los tíos y sabían que me encantaba verlos pajearse, porque siempre me ponía frente a ellos. Lo hacíamos muchas veces, incluso cuando nos íbamos de excursión al río, siempre terminábamos pajeándonos, pero ninguno se atrevía a pasar más allá, así que me adapté y me gustaba ese plan.

En ocasiones me unía a otros grupos de chicos, así que tenía amigos adonde mirara. Una vez estaba jugando con Andrés y otros chicos al escondite en su casa, que a su vez era la casa de al lado de donde yo vivía. Él siempre mostró señales de que se mariqueo*, como se les dice a las mariquitas en el barrio, así que me acerqué a él, a ver cómo era el juego del escondite en su casa y efectivamente era lo que me imaginaba. Andrés era el típico chico grandote, grueso y con cara de todo, pero pervertido, nada más empezar el juego me cogió de la mano y me dijo que me escondiera con él y yo ni corto, ni perezoso, le seguí.

Cuando llegamos a su escondite él me agarró con sus manos, me comió la boca y me manoseó todo, fue como si tuviera un pastel de chocolate y se lo quisiera acabar de un bocado. Así me sentía, me ponía cachondo y él al ver mi polla se la llevó a la boca y me hizo una buena mamada, aunque el muy listo también me metió la suya, aunque no tenía buena polla, pero yo quería volver a sentir una en mi culo, así que, en varias ocasiones, pasaba a jugar para conseguir lo que realmente quería.

Un día me tenía que quedar en casa y Alba tenía que ir a trabajar, pero esa noche se quiso ir más tarde. En medio de la noche, hacia las 03:30 de la mañana, me desperté y pude ver a su hijo Sebastián masturbándose en la escalera. Mirando hacia el salón, me extrañé y él pudo verme, haciendo un gesto con el dedo de que no hiciera ruido, así que fui a ver y estaba su madre en la silla del salón y se la estaba follando “Pocholo”, un taxista de la parada de Sameco.

Esa noche Sebastián y yo vimos como Pocholo se folló a su madre en todas las posiciones y no daba crédito viendo a Sebastián masturbándose con la polla de niño sin descapullar y con esa pollita tan dura, así que le saqué y mostré la mía, rápido la cogió y la olió. Pude ver que no le gustaba el papel de su madre, pero si el de Pocholo, así que le llevé a la cama y esperamos hasta que su madre se marchara con Pocholo a Sameco.

Cuando se marcharon, Sebastián y yo nos bajamos al salón a buscar las películas porno que Don Hernando tenía en su habitación, nos masturbábamos viendo aquellas películas. Él me decía que quería tener mi misma polla, le pregunté si me la quería tocar, me la tocó y me pajeó hasta que me corrí en sus manos. Le ponía loco el semen en su mano, porque jugaba con ello, restregándolo en mi polla aún dura y hacíamos esto cada vez que me quedaba en casa y su madre traía a Pocholo. Veíamos como se la follaba y luego le dábamos rienda suelta a nuestra calentura, después de ver cómo su madre se la comía a Pocholo que, por cierto, era larga y gorda.

Nos masturbábamos o en ocasiones nos las chupábamos. Un día él me volvió a decir que él quería tenerla descapullada como la mía, le dije que le iba a doler y él dijo que aguantaría. Con su pollita dura, se la descapullé sin darle chance* a reaccionar, el grito fue tal, que tuve que cerrarle la boca, pero por fin su capullo estaba totalmente descubierto y muy rojo, pero que eso se curaría solo y que no le dijese a nadie.

Su madre estaba feliz, porque el niño por fin ya no tenía el capullo escondido, y a Sebastián le había encantado vérsela como quería, así que en nuestras noches en medio de nuestras calenturas, me pedía que me la dejase meter y yo le complacía muchas veces, incluso nos gustaba espiar a Don Hernando, queríamos verle la polla y un día que nos habíamos quedado solos, sacó una película porno de mujeres follando con animales y se puso tan cachondo que nos preguntó si la teníamos dura, Sebastián dijo que si y yo también, y nos dijo que si queríamos, nos podíamos pajear, porque le había puesto muy arrecho* esa película.

Se la sacó, era recta y gorda, la cogió entre sus manos grandes, se escupió el capullo, empezó a pajearse y solo nos miró cuando se corrió, fue cuando la mujer de la película se sacaba la polla del caballo de su coño y le salían litros de leche. Yo me corrí al verle disfrutar y como si nada se fue al baño, se duchó sin decir ni una palabra nunca más del tema.

Siempre guardé la esperanza de poder tener alguna complicidad con Don Hernando, porque era al hombre que más cerca tenía y haberle visto pajearse, había llamado mi atención por probar su polla. En ocasiones Sebastián me pillaba espiándole por la rejilla del baño mientras me masturbaba, pues me ponía muy caliente ver a Don Hernando masturbarse, le vi en muchas ocasiones.

Después de tanto tiempo, había hecho buenos clientes y sobre todo amigos en mi trabajo en Sameco, muchos de ellos, quizás porque tenían el morbo de follarse el maricón de Sameco o simplemente porque les agradaba. Entre ellos siempre destacaron los guapos a los que siempre les llamaba “mis preciosos” y ellos a mí me decían el “Bebé”. Muchos eran taxistas, otros trabajaban cerca en las fábricas de Sameco, algunos eran conductores de buses, camioneros y otras tantas personas que simplemente les gustaba ir a comer a allí.

Pero de todos ellos, había hecho muy buena amistad con unos chicos jóvenes que siempre llegaban fumando marihuana y pedían siempre que les atendiera yo, pues les consentía y servía lo que ellos pedían como más les gustaba, eran Michín, Rolo, Cherazy y Berrinche, los cuatro eran guapísimos y en varias ocasiones podían ver y oír que muchos me faltaban al respecto, diciéndome cosas vulgares y eso llamó su interés por mí.

Dada la situación siempre que llegaban, veían que estaba rodeado de clientes y todos hombres, un día Michín me preguntó si yo era maricón, yo le respondí que no lo sabía, porque no estaba bien abierto al tema, así que en ese mismo momento él y Rolo sacaron sus pollas largas, gruesas y con unos capullos preciosos, me dijeron que a ellos me podría abrir, para que de una vez decidiera.

Ambos notaron que las pollas me habían encantado, pues me acerqué más y se las acaricié, fue mi primera reacción al ver esos “pedazos” de polla. Les comenté que ya me habían follado y que la primera vez, me la metieron a la fuerza y en la segunda le pusieron perico* a mi culo, los dos se soltaron a reír, pero que con las suyas me dejaría incluso preñar.

Los dos estaban muy calientes y me invitaron a ir con ellos y que entre los dos me follarían, pero no podía por el trabajo. Morboseamos* durante mucho tiempo e incluso en ocasiones venían con chicas, me hacían que les tocara las tetas y que me dejase chupármela allí mismo y lo hacía encantado.

Un día limpiando la suciedad que había en Sameco, me encontré con un taxista llamado Eduardo, este era un chico joven que en varias ocasiones le había atendido e incluso era el que traía a Aracelly, la hermana de Don Hernando a Sameco, le vi metido en su taxi masturbándose en plena madrugada.

Al verle, me entró morbo y me puse muy caliente, me acerqué, toqué en la ventanilla y abrió sobresaltado. Le dije que si quería le ayudaba con una mamada, así era mucho mejor que pajearse y ni corto, ni perezoso aceptó, me subió al taxi y me llevó a la calle oscura donde todos los taxistas iban buscando morbo.

No tenía gran polla, pero suficiente para darle una buena mamada, además Eduardo era joven e indio y aunque no era gay, le había pillado en un momento muy caliente y debido a mi descaro, empezamos a ser buenos amigos y cada vez que me veía, me citaba en el sitio de siempre, para que le hiciera una mamada.

Un día que no me tocaba trabajar, llamaron a casa de Don Hernando de madrugada y era Alba, diciendo que me fuese a Sameco porque a su tía Aracelly no le había venido un trabajador y necesitaban urgente alguien para cubrir ese puesto, así que me tocó salir de casa y coger un taxi.

Al tomar el taxi pude ver que era un conocido de Sameco, de camino él empezó con mucha confianza e incluso puso su mano entre mis piernas y aunque no tenía confianza con él, el acto en sí me daba mucho morbo, así que pudo notar mi polla dura, me llevó a un sitio, allí sacó la enorme polla venosa muy rosadita y me gustó tanto que no puede evitar abalanzarme a ella y darle una mamada hasta sentir su leche en mi boca y al mismo tiempo correrme, al llegar a Sameco le dije que la carrera era gratis, ya que la mamada de polla también costaba. Él se enojó, aunque cada vez que podía me invitaba a que se la chupara y como tenía buena polla yo estaba feliz.

Ese día, Aracelly se enteró de que yo podía hacer cualquier cosa en Sameco, pues conocía y sabía hacer de todo, habló con su hermano Hernando para poder contratarme como su trabajador principal, yo estaba feliz porque sabía que ella pagaba mucho mejor, eso me iba a dar más independencia y sobre todo, Aracelly sabía que yo era el que tenía más clientes y para ella fue una ventaja más.

Ella me pidió que me fuese a su casa de noche y así llegar con ella a primera hora al trabajo, cosa que hablé con Don Hernando y él estuvo de acuerdo. Pero cuando los clientes que yo tenía cuando trabajaba para él, empezaron a comprar donde su hermana por estar yo allí, empezaron los problemas y discusiones entre ellos por los clientes.

Solo pude decir en medio de las discusiones, que a los clientes no se les obliga, entonces las discusiones pasaron a ser en casa y como no podía decir nada, la convivencia se convirtió insoportable, Doña Rosalba y sus hijas, aprovecharon para crear más cizaña en la relación entre Don Hernando y yo.

Las cosas se tranquilizaron cuando su hermano Jairo y su familia, junto con su otra hermana Dora llegaron, pude ver que la familia, aparte de los problemas, estaba unida.

Como todas las noches debía ir a casa de Aracelly, hice amistad con el hijo menor de Don Jairo, se llamaba Andrew, me parecía un chico guapo, sus ojos verdes y sus labios carnosos despertaban en mí un morbo, que por mucho que deseaba hacer algo para saciarlo, me conformé con ser buen amigo y así no decepcionar a nadie. Fue muy bueno, debido a que fui respetuoso, me llevaron de paseo con todos ellos como si fuese uno más de la familia.

Pero cuando se marcharon de nuevo, la tregua se acabó y empezaron con las mismas discusiones en el trabajo, así que Aracelly al ver que Doña Rosalba y sus sobrinas iban a por mí, me invitó a vivir en su casa y acepté.

Me encantaba la idea de vivir allí, aparte de vivir en otro barrio, me gustaba la idea de estar más tranquilo. Hice muy buena amistad con sus dos hijos Nikoll y Diego, que me trataron como a un hermano más.

Pero yo seguía teniendo mis morbos, en ocasiones me ponía muy descarado en Sameco y esto hacía que el ambiente entre trabajadores y clientes fuese positivo, hasta el punto de que se había convertido aquel sitio en el desahogo de muchos, donde reír, morbosear* y comer.

Diego aprovechó nuestra amistad para abrirse más conmigo, tanto el como yo sabíamos que había ganas de alguna complicidad de morbo, pero ninguno de los dos quisimos traspasar esa delgada línea y solo nos limitamos a acariciarnos como si fuésemos dos hermanos e incluso en muchas ocasiones le encubría, cuando venía a casa su prima Islena, que le encantaba mamársela.

Para mí era muy difícil cubrirlos, porque Diego y yo habíamos hecho muy buena amistad y él como yo, deseábamos realizar algún morbo, pero yo me había inventado una novia mayor, para así alejarme de esa posibilidad. Diego así confiaba más en mí y empezó a confesarme las cosas que él había hecho cuando era menor y que sus padres lo pillaron, siempre que lo recordaba le daba vergüenza, así que descarté cualquier posibilidad, pues no quería dañar nuestra linda amistad.

Un día apareció una antigua trabajadora de Aracelly, para pedir trabajo y ella le dio la oportunidad, para así ella poder descansar y yo encargarme del negocio, confiaba en mi trabajo y en mi responsabilidad, hasta que un día estaba muy cansado y no me desperté a tiempo para ir a trabajar. Ella no me lo perdonó, me despidió por ahí derecho y me pidió que me fuera de su casa.

No quería regresar a casa de Don Hernando por los múltiples problemas con él, debido al trabajo en Sameco, así que decidí irme a casa de mi madre que estaba viviendo ya con mis hermanas y su pareja, pero al salirme de casa de Aracelly no tenía dinero, ni siquiera para el bus que me llevaba a Jamundí. Caminé varias horas y en un momento me detuve a descansar.

Diario de un adolescente precoz colombiano

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