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Presentación

Le pregunté al Padre Hurtado en qué área de la teología me recomendaba especializarme, él me respondió: ‘Especialízate en Jesucristo’ (P. José Correa, S.J.).

Estas páginas abordan, con perspectiva histórica, el período que va desde el inicio del ministerio de Jesús hasta el Concilio de Jerusalén, que casi coincide con la fecha de la redacción del escrito cristiano más antiguo que se conserva (1Tesalonicenses). Es decir, más o menos, entre los años 28 y 48. Este libro estudia, entonces, el inicio de la enseñanza cristiana (aun antes de la redacción del Nuevo Testamento). Se trata del período en que se establecieron las convicciones centrales acerca de Jesucristo. Esto es, los años en que se constituyó la cristología.

El acceso a Jesús, con perspectiva histórica, evita la argumentación deductiva y se basa en el examen atento de las fuentes antiguas. Su fruto es mostrar la solidez histórica de la opción de los creyentes. Se busca, de este modo, evitar dos extremos: presentar la fe como un asentimiento ciego, sin base histórica y en discontinuidad con nuestra razón; o pensar que la fe es el resultado necesario de la argumentación racional, que no deja espacio a la libertad. Se busca, por tanto, mostrar que la fe es un don de Dios que debe ser acogido de modo razonable y libre.

La pretensión de este libro no es otra que la de prestar un servicio a los cada vez más numerosos lectores –creyentes y no creyentes– que desean conocer más de cerca la apasionante persona de Jesús.

En los capítulos I y II se presentan algunos conceptos básicos de teología fundamental y de exégesis bíblica, para que el lector pueda seguir y evaluar las argumentaciones con mayor fruto. Luego, los capítulos III al V buscan recorrer históricamente el origen de la fe en Jesús como el Mesías e Hijo de Dios, sobre la base de los resultados de un grupo selecto de especialistas del Nuevo Testamento. Finalmente, la Conclusión contiene un balance retrospectivo y las líneas esenciales del desarrollo posterior de la cristología.

Se ha optado por seguir la fuerza de los argumentos más que el consenso estadístico de los estudiosos, y por ofrecer no sólo los resultados, sino el camino y los argumentos que llevan a ellos, para que el lector pueda juzgar por sí mismo. Al momento de evaluar las diversas hipótesis, se ha buscado la sensatez y el buen sentido, siempre respetando los criterios básicos de la crítica histórica de las doctrinas, tales como la cronología de los escritos, el carácter fragmentario de la documentación, la presunción de validez del dato tradicional, la distinción entre las doctrinas y sus formulaciones, los criterios de autenticidad, etc. Se enfrentan algunas dificultades que años atrás preocupaban sólo al ambiente académico, pero que hoy los medios de comunicación se han encargado de propagar, no siempre de la mejor manera.

El libro Jesús de Nazaret de Joseph Ratzinger - Benedicto XVI ha provocado un favorable ambiente de mucho interés por conocer a Jesús. Sus amplias y sucesivas ediciones en diversas lenguas son un signo claro de la atracción que el corazón humano alberga por Jesucristo. El Santo Padre, con hondura espiritual, sabiduría bíblica y agudeza teológica, muestra la relevancia de Jesús para hoy con el fin de «favorecer en el lector un crecimiento de su relación viva con Jesús» (p. 21), como él mismo lo afirma. El presente libro, que alcanzó su forma definitiva en febrero de 2006, quisiera ponerse al servicio de esta gran tarea que nos señala el Papa, contribuyendo desde una perspectiva específica a un mejor conocimiento histórico de Jesús y de los orígenes del cristianismo.

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Con mucha satisfacción presentamos la quinta edición del presente libro. La buena recepción de este libro, que ya suma 12.000 ejemplares en Chile, más una edición publicada en Tierra Santa, manifiesta que el corazón humano experimenta una verdadera atracción hacia Jesús, en quien encuentra su plenitud.

Afirmar la verdad de la encarnación, en toda su radicalidad, equivale a declarar que la naturaleza humana, con todo su carácter limitado e histórico, es capax Dei, es decir, capaz de Dios. Por ello, Jesús de Nazaret «revela el hombre al propio hombre» (GS 22), porque nuestra propia humanidad —que es la misma de Jesús— se muestra capaz de contener en sí la autocomunicación definitiva de Dios. Nuestro lenguaje humano se muestra capaz de expresar la autoentrega definitiva de Dios, pues en Jesús de Nazaret, en cuanto hombre, Dios se ha vuelto accesible a los hombres: «El que me ve a mí, ve al Padre» (Jn 14,9).

Vuelvo a poner este trabajo en manos de María de Nazaret, que la tradición, desde la más antigua, ha proclamado verdadera Madre de Dios y, por ello, garante tanto de la humanidad como de la divinidad de Jesucristo.

P. Samuel Fernández Eyzaguirre

Facultad de Teología

Pontificia Universidad Católica de Chile

31 de mayo de 2011

Jesús

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