Читать книгу Comentario de los salmos - Samuel Pagán - Страница 14

IMPORTANCIA DEL LIBRO DE LOS SALMOS

Оглавление

A través de la historia, el libro de los Salmos ha demostrado claramente su importancia y sus virtudes dentro de la literatura universal y bíblica1. El reconocimiento eclesiástico y el aprecio académico al Salterio se fundamentan en las siguientes características: Los temas y los asuntos que incluye, las plegarias y las oraciones que presenta, los problemas y las angustias que atiende, las esperanzas y los sueños que anida, los desafíos y las soluciones que articula, y los oráculos y las respuestas divinas que revela. En efecto, los salmos expresan, en un lenguaje poético, figurado, simbólico e imaginativo, las complejidades de la vida, y revelan, en categorías teológicas extraordinarias, las prioridades de Dios para la humanidad. Y la articulación y desarrollo de esas complejidades y prioridades han servido de base para la conducta, el pensamiento, la adoración, las doctrinas, el entusiasmo y la educación de creyentes judíos y cristianos por generaciones.

En el libro de los Salmos se encuentran los temas y las preocupaciones más significativas que se ponen de manifiesto en la Biblia. Esta importante obra del Antiguo Testamento presenta un catálogo extenso de asuntos y temas de gran interés teológico, pastoral, educativo, académico y humano: ¡Desde poemas que afirman a Dios como creador y sustentador del mundo y la humanidad, hasta declaraciones que destacan su poder redentor y liberador!

Los poemas de los Salmos incluyen, entre otros temas de extraordinario interés religioso y belleza literaria, las grandes obras del Señor, que tienen que ver con el juicio divino y la salvación de la humanidad; la historia de Israel y su importancia para el mundo; la santidad de la ciudad de Jerusalén –conocida poéticamente como Sión– y su particular condición de ser la ciudad de Dios; el rey David y el futuro glorioso de su descendencia en el pueblo; el reconocimiento a la gente piadosa y las críticas a las personas malvadas; la majestad de Dios y la imperfección humana; y la necesidad de la llegada e implantación del Reino de Dios en la historia.

En los salmos encontramos en forma de compendio los temas y los asuntos que ocupaban y preocupaban a la comunidad judía antigua, y que muy bien han servido para guiar las oraciones y afirmar la piedad de creyentes en las sinagogas e iglesias a través de las generaciones y los siglos. Esos poemas milenarios han servido de base para el desarrollo de una piedad reflexiva y militante, para la contemplación espiritual y el compromiso social, y para la expresión de la simbología sacerdotal y la firmeza profética.

De acuerdo con alguna literatura judía antigua2, los levitas recitaban un salmo cada día de la semana: Los domingos, el Salmo 24; los lunes, el 48; el 82, los martes; los miércoles, el 94; el 81, los jueves; los viernes, el 93; y durante el sábado o shabat, el 92. Los días de ayuno se leía el Salmo 104, y en la milenaria ciudad de Jerusalén, frente al Muro Occidental –conocido también como el de las Lamentaciones–, se debía recitar el 79.

La iglesia primitiva reconoció rápidamente la importancia del libro de los Salmos al incorporarlo en sus reflexiones teológicas y al utilizarlos en sus liturgias regulares, en sus oraciones diarias, en sus memorias evangélicas y en sus discusiones apologéticas3. Es frecuente el uso de los salmos en el Nuevo Testamento, y es evidente que fueron usados para sus discusiones teológicas más importantes, específicamente en el desarrollo y la afirmación de la cristología.

En ese necesario y fundamental sentido exegético y teológico, los salmos juegan un papel principal, pues con ellos se articularon varios títulos cristológicos de gran importancia misionera y pedagógica. Se utilizan salmos, p.ej., para afirmar la misión de Jesús en los relatos del bautismo (Sal 2), al principio de su ministerio público, y en las narraciones de la pasión (Sal 22; 31; y 69), al final de su labor histórica en Palestina. En ese sentido, los salmos fueron un recurso bíblico extraordinario para los evangelistas de las iglesias primitivas, pues les brindaron el fundamento teológico y escritural necesario para apoyar y celebrar el ministerio público y la tarea misionera de Jesús de Nazaret4.

La extensión de los temas de importancia existencial y espiritual para el pueblo y el gran uso que le dieron las primeras comunidades cristianas a los salmos preparó el camino para su uso litúrgico. Con el tiempo, y en continuidad con las tradiciones judías que les precedían, los salmos se convirtieron en recursos de adoración indispensables y en buenos modelos de piedad para la naciente iglesia cristiana: ¡El Salterio se convirtió en el himnario y el libro de oraciones de la iglesia y los creyentes!

Desde muy temprano en la historia eclesiástica, los salmos se han cantado, recitado, orado y leído, de forma individual, colectiva y antifonal, en el culto cristiano5. Y en el extraordinario estilo de los salmos bíblicos, la comunidad cristiana se ha inspirado para componer otros himnos, oraciones y poemas que revelan las dimensiones más profundas de la fe y manifiestan los compromisos éticos más nobles y gratos. Con el extraordinario lenguaje poético y simbólico de los salmos la gente de fe ha expresado sus sentimientos más hondos y profundos hacia el Creador, y también ha articulado sus dolores más angustiantes e indecibles en torno a las complejidades y adversidades de la vida.

La importancia teológica y las virtudes litúrgicas del Salterio se ponen claramente de manifiesto a través de la historia de la iglesia6. La literatura cristiana antigua, desde Clemente hasta Agustín, pasando por Justino Mártir e Ireneo, revelan la prioridad que se daba a los salmos en las reflexiones teológicas y exegéticas, y en los sermones. Además, durante la época de la Reforma, Martín Lutero y Juan Calvino utilizaron de forma magistral los poemas del Salterio para componer algunos himnos que ponían de manifiesto el acercamiento y las prioridades teológicas que afirmaban7. Y en la actualidad, la belleza de los salmos ha vuelto a inspirar poetas e himnólogos cristianos, pues en los cultos contemporáneos se nota un despertar en el uso, aprecio y cántico de los antiguos poemas del Salterio8.

En ese gran peregrinar cristiano, los salmos han sido lectura indispensable para el crecimiento teológico de las iglesias y también para el desarrollo espiritual de los creyentes. De un lado, se utilizan para las oraciones individuales y para la afirmación de la piedad individual; y del otro, son magníficos recursos para la reflexión teológica profunda y para el análisis crítico de la fe y la experiencia religiosa en el Antiguo Testamento. En los salmos se unen la fe y la razón, la piedad y la reflexión, la intimidad y el servicio, la santidad personal y el compromiso social, la espiritualidad y la militancia. La más extensa gama de las realidades humanas son objeto de análisis, comentarios, crítica, contentamientos y expresión en los salmos, pues esas dimensiones cotidianas e inmediatas de la vida ponen claramente de manifiesto las vivencias, los gozos, los contentamientos y las contradicciones humanas.

Esas características de amplitud teológica, pastoral y espiritual, y de pertinencia filosófica, educativa y social, son las que hacen que los salmos se hayan convertido en apreciada literatura universal y que reciban el reconocimiento público tanto en los grupos religiosos como en las comunidades académicas. La gente que anhela buena orientación espiritual y las personas que desean penetrar al extraordinario mundo antiguo del pensamiento y la vida israelita, encuentran en los salmos la información necesaria y los recursos literarios, teológicos e históricos pertinentes para responder adecuadamente a sus objetivos espirituales y académicos.

La primera gran imagen del Salterio compara al ser humano con el árbol que está plantado junto a las corrientes de las aguas (Sal 1.3). El poema presenta la idea de vivir una vida saludable, noble, digna, grata, próspera, liberada y productiva. El ambiente paradisíaco e ideal de la imagen nos hace preguntar: ¿Cómo los seres humanos logran ese tipo de vida? ¿Qué características indispensables necesitan las personas para el disfrute pleno de esa experiencia grata? El libro de los Salmos responde a esas inquietudes, con la siguiente recomendación clara, directa, práctica y específica: ¡Meditar en la Ley del Señor de noche y de día!

La afirmación teológica inicial del Salterio se relaciona con la importancia de escudriñar, profundizar y analizar las instrucciones y los mandamientos de Dios. Esa gran declaración espiritual y educativa es una de las ideas principales que se exploran de manera sistemática en el Salterio. Para los salmistas, el disfrute de la vida abundante se relaciona con el estudio, la comprensión, el análisis y la asimilación de la revelación divina, según se manifiesta en la Ley de Moisés (véanse, además, Sal 19; 119).

Por el carácter poético de los salmos, y también por su contenido moral, el estudio de esta literatura ha jugado un papel fundamental en la reflexión cristiana. La naturaleza misma del lenguaje religioso que se utiliza en los salmos, que es simbólico, poético, polivalente y espiritual, ha servido para expresar los sentimientos humanos que transmiten alabanzas y oraciones, adoración y piedad, gratitudes y quejas, alegrías y frustraciones, y bendiciones y maldiciones.

Los grandes ideales espirituales y éticos que incentivan la fe monoteísta han visto en los salmos un magnífico canal de expresión. Valores como la obediencia y la gratitud a Dios, la afirmación de la piedad privada y pública, el respeto a la dignidad humana y la santidad de la vida, la solidaridad con el menesteroso y el apoyo al necesitado, y la afirmación de la familia y la práctica de una vida noble, decente, respetuosa, grata, digna y justa se ponen claramente de manifiesto al leer el libro de los Salmos.

En el corazón mismo de los salmos están Dios y el ser humano en un diálogo intenso, respetuoso, grato, franco e íntimo. El Dios eterno y creador conversa con sus hijos e hijas de los asuntos impostergables, fundamentales e indispensables de la vida. Y en esos diálogos intensos y gratos nada es superfluo, nada es ajeno, nada es lejano, nada es oculto, nada es vano, pues se dilucidan los asuntos que realmente afectan, ocupan y preocupan a la humanidad: p.ej., la guerra y la paz; la vida desorientada y la existencia con propósitos; la adoración verdadera y el culto superficial; la religión justa y las prácticas litúrgicas vacías; la esperanza en Dios y la desesperanza de la gente; la grandeza divina y la fragilidad humana; la importancia de la educación y las expresiones de la gente necia; y la gloria del Señor y la miseria de las personas.

Los salmos presentan al Dios que se dirige a la humanidad para revelar su naturaleza justa y santa, y describen al pueblo que intenta, con sus oraciones y plegarias, llegar ante la presencia divina para implorar sus misericordias o para manifestar sus frustraciones. El Dios de los salmos es misericordioso y redentor, salvador y sanador, liberador y perdonador, y justo y santo. La gente de los salmos, por su parte, es pecadora y santa, hostil y grata, frágil y fuerte, pobre y rica, injusta y recta, perversa y buena, e impía y piadosa.

El encuentro de lo eterno y divino con lo temporal y humano genera la fuerza vital que es capaz de transformar a hombres y mujeres, y movilizar el cosmos. El descubrimiento de la voluntad de Dios –cuyo propósito principal es redimir al ser humano para propiciar el ambiente adecuado para la implantación de la justicia y el disfrute de la paz–es capaz de hacer gente nueva. La cercanía de lo divino en las esferas humanas, según se pone de manifiesto en los Salmos, propicia en la gente santidad, solidaridad, misericordia, bienestar, salvación, salud, dignidad, respeto y esperanza.

En torno al libro de los Salmos, muchos escritores cristianos han enfatizado sus virtudes literarias, poéticas, religiosas y teológicas. San Jerónimo, p.ej., destacaba que ¡en la iglesia había mujeres que aprendían el idioma hebreo para entender mejor el Salterio! San Atanasio de Alejandría afirmaba que los salmos eran la Biblia en miniatura, idea que influenció la teología de Martín Lutero, pues el famoso reformador alemán se hace eco de esas ideas en su traducción de los Salmos, y Juan Calvino relacionaba con regularidad las experiencias de David con las vivencias humanas de su generación.

Respecto al Salterio, específicamente sobre el Salmo 1, San Ambrosio (+397), obispo de Milán, indicó:

«El salmo es un himno de alabanza entonado por el pueblo de Dios, es glorificación del Señor, cántico de alabanza cantado por la comunidad, exclamación de toda la humanidad, aclamación del universo, voz de la Iglesia, confesión armónica de la fe, entrega total al poder (divino), libertad feliz, clamor de felicidad, eco de alegría. El salmo mitiga la ira, elimina las tristezas y alivia las amarguras. Es arma durante la noche, enseñanza durante el día. Escudo en medio del temor, celebración festiva con aire de santidad. Fiel imagen del recogimiento, prenda de paz y armonía»9 .

Las virtudes de los salmos también se han puesto de relieve en la música y la literatura occidental. Esa influencia del Salterio se manifiesta claramente tanto en los cantos gregorianos como en las obras clásicas de Mozart, Schubert, Mendelsson y Brahms; y, además, se muestra en composiciones más modernas y recientes, como la Sinfonía de los salmos de Stravinski y los Chichester Psalms de Berstein10 . Inclusive, esa importancia del Salterio se revela no solo en la literatura clásica sino en obras latinoamericanas recientes, como es el buen caso de los poemarios de Ernesto Cardenal11.

En el Antiguo Testamento, los cánticos y las oraciones poéticas sobrepasan los límites del libro de los Salmos. Mucho antes de que el Salterio se editara, ya el pueblo de Israel articulaba poesías que llevaban ante la presencia divina sus sentimientos más intensos. Esas expresiones literarias se incluyen en diversas secciones de la Biblia hebrea y revelan las preocupaciones más hondas de la comunidad israelita de antaño.

Entre los poemas bíblicos más antiguos se pueden identificar los siguientes12 :

• El cántico del Mar (Éx 15.1-18)

• El cántico del Arca (Nm 10.35-36)

• Los oráculos de Balaam (Nm 23–24)

• El cántico de Moisés (Dt 32)

• La bendición de Moisés (Dt 33)

• El cántico de Débora (Jue 5)

• El cántico de Ana (1 S 2.1-10)

En la literatura deuterocanónica o apócrifa13 también se incluyen algunos salmos que revelan la popularidad antigua de este tipo de literatura poética (p.ej., Tob 3.2-6; 3.11b-15; 13.1-17; Jdt 16.1-17; Sir 39.16-31; 51.1-11; Sab Sal 16.24–19.22). De particular importancia en torno a este tema, son los llamados «otros salmos de David» (Sal 151–155), que han sobrevivido a través de la historia de forma fragmentaria, y que se inspiran en varios episodios de la vida del famoso monarca de Israel14 .

Los descubrimientos del Mar Muerto también son testigos de una serie importante de salmos no canónicos, conocidos como Hoyadot, que es el sustantivo de un verbo que significa «agradecer»15 . Y el Nuevo Testamento continúa esa magnífica tradición teológica y literaria al incorporar varios salmos e himnos antiguos a sus mensajes de renovación, esperanza, liberación y confianza (Lc 1.46b-55; Fil 2.6-11; Col 1.15-20; Jn 1.1-3).

Comentario de los salmos

Подняться наверх