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Introducción

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1. Las “reglas agustinianas”46

Bajo esta denominación se conocen diversos textos, algunos de los cuales salieron de la pluma del mismo Agustín, mientras que otros difícilmente se le pueden atribuir47. Veamos, pues, cuáles son las “reglas agustinianas”:

I. Dirigidas a los hombres

1) Praeceptum (= Pr): regla

2) Ordo Monasterii (= OM): regla

3) Praeceptum longius: Pr + OM

4) Regula raecepta: Pr, precedido de la primera frase del OM;

II. Dirigidas a las mujeres

1) Obiurgatio: epístola 211

2) Regularis informatio: versión femenina de Pr

3) Epistula longior: Obiurgatio + Regularis informatio

4) OM feminis datus: versión femenina del OM

5) Epistula longissima: un pasaje de la Obiurgatio + OM feminis datus + algunos pasajes de la Regularis informatio.

Salta a la vista al analizar esta lista que hay sólo tres textos básicos, los cuales aparecen luego combinados de diversas formas. Ellos son:

1) Praeceptum

2) Ordo Monasterii

3) Obiurgatio

El paciente trabajo de análisis realizado por L. Verheijen parece haber demostrado con claridad que pertenecen a Agustín dos de estas obras: Praeceptum (en su versión masculina) y Obiurgatio (o epístola 211). Por el contrario, el OM no sería del santo mismo sino de una persona de su “entorno”.

2. Autor y fecha de composición del OM

L. Verheijen es del parecer que el OM debe atribuirse a Alipio, pero su principio y su final serían de Agustín. Aquél le habría mostrado el texto, redactado al retomo de su viaje por Oriente, y su amigo se lo aprobaría añadiéndole, tal vez, un inicio y, con más probabilidad, un final a fin de darle un tono menos técnico y formal a la regla de Alipio. Obrando así Agustín estaba en su pleno derecho puesto que la comunidad de Tagaste había sido fundada por él. Además, sin duda, en el texto del OM veía expresadas muchas de sus principales ideas sobre la vida monástica. Por eso no llama la atención la semejanza entre OM y Pr, aunque esta última sea de un carácter menos frío y no tan jurídica como el OM.

Más tarde Alipio habría conocido, en ocasión de uno de sus viajes a Hipona, la regla de san Agustín: Pr. Entonces juntaría los dos textos en orden cronológico: primero el OM y luego Pr, dando así origen al Praeceptum longius. Sin duda fue en este ropaje que las envió a Italia, donde tenía buenos amigos, destacando entre ellos Paulino de Nola. Así habrían circulado ambas reglas por la península antes de la invasión de los vándalos al África (año 430).

El OM deja traslucir, especialmente en su ordenamiento del Oficio Divino, la experiencia que su autor había vivido en el Oriente, y más concretamente en Belén junto a san Jerónimo. En ese viaje debe haber conocido también otras reglas orientales, que no lo habrían dejado indiferente e influyeron en la composición del OM.

Otro dato en favor de la paternidad de Alipio es el ya anotado tono jurídico de la regla. Sabemos que el amigo de Agustín había sido jurista (ver Conf. 6,8,13) y en varios puntos el texto “traiciona” el oído de alguien acostumbrado a las fórmulas del derecho romano48.

La fecha de composición del OM se puede fijar entre el regreso de Alipio del Oriente, su elevación a la sede episcopal de Tagaste y primeros meses en dicha función. Por tanto, entre los años 394-395. Sería así la primera regla de Occidente.

3. Alipio y Agustín

Casi todo lo que sabemos de Alipio nos es referido por Agustín, principalmente en sus Confesiones.

Era Alipio, al igual que su amigo, oriundo del municipio de Tagaste, “nacido de una de las primeras familias” del lugar y más joven que Agustín puesto que había sido su discípulo cuando él empezó a enseñar en Tagaste y más tarde en Cartago49. Experimentó muy pronto una enorme afición por los juegos circenses: “Amaba perdidamente el circo”, nos dice san Agustín. Al irse a estudiar derecho (ius) a Roma, por deseo de sus padres, cayó de nuevo en esa pasión por los juegos, de la que ya había conseguido alejarlo en una primera ocasión su amigo. Otros “amigos” lo arrastraron al circo, aunque Alipio se oponía e incluso no miraba lo que sucedía en la arena, “hasta que en un lance de la lucha fue tan grande y vehemente la gritería de la turba, que, vencido de la curiosidad y creyéndose suficientemente fuerte para despreciar y vencer lo que viera, fuese lo que fuese, abrió los ojos y fue herido en el alma con una herida más grave que la que recibió el gladiador en el cuerpo...”50.

En Roma se encontraron Alipio y Agustín y se unieron en una íntima amistad (fortissimo vinculo), al extremo que ambos partieron juntos para Milán: “ya por no separarse de mí, dice Agustín, ya por ejercitarse algo en lo que había aprendido de derecho, aunque esto era más por voluntad de sus padres que suya. Tres veces había hecho ya de asesor, y su entereza había admirado a todos...”51. Destaca también Agustín el amor por las letras que sentía Alipio (studio litterario), y que lo impulsaba a mandar copiar códices, a menudo a precios exagerados. Ambos amigos, en este período de sus vidas, vacilaban sobre el modo de vida que habrían de seguir52.

En virtud del grande afecto que los unía, Alipio le insistía a su amigo para que no tomase mujer, para así poder dedicarse por completo al amor de la sabiduría (in amore sapientiae vivere). “Porque él, afirmaba Agustín, era en esta materia castísimo, de modo tal que causaba admiración; porque, aunque al principio de su juventud había experimentado el deleite carnal, sin embargo, no se había apegado a él, antes se dolió mucho de ello y lo despreció, viviendo en adelante contentísimamente”53.

No solo fueron amigos, sino también “compañeros de ruta”: en las discusiones filosóficas54; en el hallazgo de la vida monástica55; en la conversión56; en el gran momento en que abrazaron a Cristo y recibieron el bautismo57.

Alipio permanecería siempre como fiel amigo del gran Agustín. Junto a él inició el soñado proyecto de vida monástica58. Más tarde lo apoyó, siendo los dos obispos, en la controversia con los donatistas, participando activamente a su lado en la Conferencia de Cartago del año 41159. Adoptando luego idéntica actitud durante la ardua polémica con los pelagianos60.

Alipio no es, entonces, únicamente “alguien” del entorno de Agustín, sino mucho más: es su gran amigo, con quien compartió toda una vida. Podemos por eso decir que el OM es una regla escrita en el espíritu de san Agustín.

4. Plan y desarrollo del contenido del OM

Tiene esta regla un plan bastante sencillo: un prefacio y un epílogo; y dos partes, una de carácter más organizativo y otra de tinte más espiritual.

1. Prefacio: probablemente es de san Agustín; recuerda el mandamiento del amor.

Primera parte: Organización del monasterio

2. Ordo del Oficio Divino (semejante al curso oriental de Antioquía):

- Oración matutina (= Laudes): 3 salmos (62, 5 y 89; ver Casiano, Instituciones 3,1).

- Tercia, sexta y nona: 1 salmo responsorial, 2 antifonales, lectura, oración61.

- Lucernario (= Vísperas): 1 salmo responsorial, 4 antifonales, 1 responsorial, lectura, oración.

- (Entre Vísperas y Completas: lectura comunitaria). - Completas: salmos acostumbrados.

- Maitines: su composición varía según los meses del año: primavera-otoño (marzo y abril; setiembre y octubre): 10 salmos antifonales, 5 salmos (¿responsoriales?), 3 lecturas; primavera-verano (mayo, junio, julio, agosto): ocho salmos antifonales, 4 salmos (¿responsoriales?), 2 lecturas; otoño-invierno (noviembre, diciembre, enero, febrero): 12 salmos antifonales, 6 salmos (¿responsoriales?), 3 lecturas.

3. Horario monástico:

hasta Sexta: trabajo (¿a comenzar luego de Laudes o de Tercia? ver nº 9) de Sexta a Nona: lectura; de Nona a Vísperas: trabajo.

Segunda parte: La vida “espiritual” del monje

4. Desapropiación: Hch 4,32.

5-9. Normas “espirituales” para los monjes:

5. prohibición de murmurar.

6. obediencia.

7 y 9. silencio en el trabajo y refectorio.

8. relación con el mundo exterior.

10. La corrección de los que desprecian la regla: el código penal.

11. Epílogo o conclusión: observar la regla en el nombre de Cristo; sería de san Agustín.

46 Cuadernos Monásticos n. 83 (1987), pp. 486-491.

47 Largamente hacemos uso de la obra fundamental de L. VERHEIJEN, La Règle de Saint Augustin. I: Tradition manuscrite. II: Recherches historiques, Paris, Études Augustiniennes, 1967. Ver, más recientemente, del mismo VERHEIJEN su art. Regula augustini, en Dizionario degli Istituti di Perfezione. Roma, Ed. Paoline, 1983, t. 7, cols. 1542-1554.

48 Op. cit., II, pp. 169 ss.: con una enumeración de los pasajes en los que se advierte este aspecto.

49 Conf. 6,7,11, citamos según la traducción de A. Custodio VEGA, en la edición de las obras de Agustín de la BAC (nº 11: Madrid 51967), p. 242. Alipio era un poco menor que Agustín (minor natu), ubicándose la fecha de su nacimiento hacia el 354.

50 Conf. 6,8,13: BAC 11, pp. 244-245.

51 Ibid., 6,10,16: BAC 11, p. 248.

52 Ibid.: BAC 11, p. 249.

53 Ibid., 6,12,21: BAC 11, p. 253.

54 Ibid., 6,16,26: BAC 11. p. 258. Ver De beata vita 15.

55 Conf. 8,6,13-14: BAC 11, pp. 323-324.

56 Ibid. 8,11,27-12,30: BAC 11, pp. 338-341.

57 Ibid. 9,4,7-8: BAC 11, pp. 354-356; y 9,6,14: BAC 11, pp. 360-362.

58 Cf. Posidio, Vita Aug. 3,1-2.

59 Cf. la ed. de las Actas de la Conferencia de Cartago en 411 en la colección Sources Chrétiennes 194, 195 y 224, Paris, Eds. du Cerf, 1972-75, sobre todo el vol. I (n. 194), pp. 246 ss, donde el editor (S. Lancel) analiza las intervenciones de Alipio en la trascendental reunión. Ver también J. L. MAIER, L’Episcopat de l’Afrique romaine, vandale et byzantine, Neuchâtel, Institut suisse de Rome, 1973, pp. 213. 253-254.

60 Ver Contra duas epistolas Pelagianorum 1,1,2; De nuptiis et concupiscentia 2,1,1; Contra Iulianum opus imperfectum 1,42; 3,35.

61 Los salmos antifonales son los que canta todo el coro, mientras que los salmos responsoriales son cantados por un cantor mientras el coro escucha y responde con un versículo o antífona. Existe una proporción entre unos y otros: a un responsorial corresponden dos antifonales.

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