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GIRO INESPERADO EN LA VIDA DE CLOE

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En la tarde de aquel viernes, Cloe, su padre, el abuelo y Sandy hicieron una ruta preciosa por el pueblo. En primer lugar, visitaron la famosa «Villa Romana de Salar», después subieron a «La Fuente Alta», pasaron por el nacimiento de agua «El Bañuelo», y terminaron visitando la «Torre Árabe» del siglo XIII. ¡Fue una excursión de lo más alucinante! ¡Cloe fue tremendamente feliz y se lo pasó genial con su familia! El caso es que… de tanto andar para arriba y para abajo, después de la ducha y de la cena, Cloe estaba agotada y se fue a dormir, así que esa noche Cloe no escribió en su diario.

Amaneció el sábado, un día muy nublado y con un frío de mil castañas.

Cloe tenía intención de madrugar para poder hacer todos los deberes y tareas de casa. Pero su despertador no sonó y despertó a las 11:00 h de la mañana. Se levantó como una zombi, floja y perezosa.

Fue al baño, le dolía un poco la barriga, la tenía hinchada.

¡Oh, oh, vaya…eso no se lo esperaba! ¡Todavía lo veía como algo más lejano!

Ella imaginaba que le vendría por lo menos en 1º de la ESO.

Pero bueno, así es la vida…

Cloe estaba teniendo su primera menstruación. En el cole, las chicas mayores llamaban la menstruación como «la regla», y a Cloe le hacía mucha gracia esa palabra.

Cloe buscó en el mueble del baño el paquete rosa y verde de compresas, que su padre, como buen previsor, había comprado hacía unos meses.

«Bueno, pues… bienvenida querida “regla”. ¡Ea, comienza una nueva etapa en mi vida!», pensó Cloe, sonriendo ante la nueva situación.

El abuelo estaba encendiendo la chimenea.

Sandy observaba desde el porche de la casa.

Óscar estaba trabajando. Estaba sentado delante de su tablet, traduciendo la última novela de Daniel Kehlmann, en francés, español y en inglés.

El padre de Cloe era traductor y le apasionaba su trabajo. Por ese y otros motivos, Cloe siempre había vivido rodeada de esos maravillosos tesoros: «los libros». Desde muy pequeña ya apuntaba a maneras y devoraba cuentos, uno detrás de otro.

Cloe no tenía ganas de ir a la fiesta de Dara, primero porque le dolía la barriga, y segundo, porque simplemente no tenía ganas. Ella necesitaba más tiempo para adquirir confianza, así que ni siquiera le preguntó a su padre si la hubiera dejado ir.

—Buenos días, hija. Ya veo que ha dormido usted como una marmota. ¡Tienes los ojos hinchados de tanto dormir! —comentó su padre.

—Buenos días, papá. Buenos días, abuelo. Pues sí, la verdad es que he dormido una barbaridad… Y el caso es que he tenido un sueño de lo más extraño… Parecía tan real… Anoche escuché aullar a nuestra Sandy, no paraba de aullar y… ¡He soñado que había luna llena y que me transformaba en loba! ¡Ja, ja, ja, ja! ¡He soñado que yo me transformaba en chica loba! ¡Ah, otra cosa, papá y abuelo! ¡Ya me ha venido mi primera menstruación! ¡Puaf, que ya tengo la dichosa regla!

El abuelo y el padre de Cloe se miraron al instante. Sus semblantes cambiaron en moléculas de segundo.

Óscar buscó en su tablet el calendario lunar de diciembre, y efectivamente, próximamente, el 12 de diciembre habría luna llena.

¿Se estaría acercando ya el momento de…?

—¡Papá, abuelo, os habéis quedado pasmados! ¡Que no pasa nada! ¡Me ha venido un poquito antes de lo previsto! Tan solo es «la regla». ¡Ja, ja, ja, ja!

—¡Oh, hija, dame un abrazo! Por supuesto, por supuesto, no pasa nada, es algo natural. Es una nueva etapa para ti. Lo que ocurre es… que…ya eres una mujercita y…

—Hijo, ha llegado el momento de que le cuentes la verdad a Cloe. Ya es hora de que vaya asimilando lo que se le avecina. Además, nuestra Sandy nunca aúlla. ¿No crees que son muchas casualidades?... Mi pequeña Cloe, ya eres una mujercita. Ven que te de un abrazo —dijo el abuelo.

—Tienes razón, padre. Ya va siendo hora de que hablemos con Cloe. Verás, Cloe…, tengo que contarte una historia familiar. Ya te he dicho en muchas ocasiones que nunca encontraba el momento adecuado para contarte nuestro secreto familiar, pero creo que ese momento adecuado va a ser ya, ahora mismo, sin más demora. Cuando te lo cuente, comprenderás muchas cosas que hasta ahora no comprendes —dijo su padre.

—Papi, me estás intrigando demasiado. Me has puesto nerviosa. ¿Qué sucede? —preguntó Cloe.

—Verás, hija, es una larga historia…siéntate. Iré a buscar un álbum familiar de tu madre que nunca antes habías visto —dijo su padre.

Óscar fue a buscar el álbum familiar. Corban abrazó a Cloe y le acarició el pelo para tranquilizarla. Sandy también se unió al momento familiar y se tumbó a los pies de Cloe.

Cloe estaba nerviosa, emocionada y expectante por lo que iba a contarle su padre, pero también estaba intranquila por algo más… Su sexto sentido presentía algo y no sabía el qué… Tal vez fuese ese pequeño dolor silencioso de barriga…

De repente, una piedra lanzada desde lejos chocó contra la ventana del salón, rompiendo los cristales con un ruido estrepitoso; después otra piedra más, y por último cayó una bolsa con un objeto dentro.

Óscar, alarmado, entró rápidamente en el salón, Cloe y su abuelo estaban estupefactos, intentando comprender qué había sucedido, y Sandy no paraba de ladrar.

Óscar recogió las piedras y miró a través de la ventana rota. Allí en la calle, ya no había nadie.

Cloe miró la bolsa tirada en el suelo, aún no sabía el porqué, pero su corazón se aceleró; se fue acercando muy despacio hacia la bolsa; una parte de su cerebro reconoció lo que había dentro, pero ella albergaba la esperanza de estar equivocada. Con mano temblorosa cogió la bolsa y sacó el objeto que había dentro.

Cloe tuvo un colapso y se desmayó.

Ayer viernes, en clase de francés, mientras Cloe se evadía en sus pensamientos y escribía en su diario, alguien de la clase, la observaba. Cloe estaba tan abstraída pensando en por qué habría faltado Dorian al colegio, que no se dio cuenta del gran error que cometió al exponer su más preciado tesoro allí en la clase.

Olvidó que un diario privado nunca debe salir del escondite de su dormitorio.

Sonó la sirena para salir al patio. Todo el mundo salió.

Bueno, todo el mundo menos una persona que se hizo la entretenida detrás de la mesa de la profe. Esta persona se acercó a la mochila de Cloe, rebuscó y rebuscó hasta encontrar lo que quería. Alguien había robado el diario de Cloe.

Alguien se llevó los secretos mejor guardados e íntimos de Cloe.

Alguien quería hacer sufrir a Cloe, y estaba a punto de conseguirlo.

Cloe, la chica loba

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