Читать книгу Crónica de una pandemia - Sarui Jaled - Страница 8
ОглавлениеEl virus se desplaza hacia los EE.UU
Hoy es jueves 9 de abril.
Hay muchos motivos para estar intranquilos. Han cerrado las fronteras del país, los aeropuertos, no salen aviones, los límites de cada una de las provincias son infranqueables, los puertos cerrados. Para salir de nuestras casas tenemos que pedir permisos de circulación, la policía está en las calles controlando. Las noticias informan que los contagios se desplazan hacia los Estados Unidos, convirtiendo a Nueva York en el foco de la pandemia. El resto de nuestra familia está allá. Estoy preocupada. Tengo sobresaltos cuando duermo. En Houston quedó Kari, el papá de Kamila. También está mi hijo Rodrigo, su esposa Flavia y la familia. Pienso en Santiago y Sebastián, mis nietos. No van a la escuela, tienen que quedarse en casa y sus padres también. Ellos no tienen una cuarentena estricta como la nuestra. Es sugerida, el que quiere la hace. Se quedan en casa y solo caminan por su barrio. Todos los días sigo con atención las noticias.
Por suerte, y gracias a la tecnología, puedo verlos jugando, andando en bicicleta, saltando en la cama elástica que tienen en el jardín. Santiago toca el piano y, ahora con más tiempo en casa, está aprendiendo nuevas partituras. No solo toca “Para Elisa”, saca temas de películas y canciones que están de moda. Filma y nos las hace escuchar y en el video aparece sentado frente a su piano Steinway de media cola. Me muero de gusto. Lo hace muy bien. Tiene un gran sentido musical. La semana pasada su mamá Flavia, que es médica, puso la radio para que oyéramos el Himno Nacional de los EE.UU. interpretado por la banda de la escuela de Santiago. Él participa tocando la batería. Se transmitía por una radio de Houston. Era una interpretación de los jóvenes para rendir homenaje a los médicos, enfermeros y sanitaristas que combaten el coronavirus. ¡Cuánta emoción! estuve a punto del llanto con el corazón que se me salía del pecho al ver lo que hace Santiago a sus catorce años.
Veo tan grande a Santiago, como crece, ya está en secundaria. Cuando era chiquito adoraba los perros. Una vez, cuando los visitaba en Houston, él tenía tres años, y yo lo cuidaba haciéndolo jugar, contándole cuentos y viendo las películas que a él le gustaban. Había una que le encantaba, no se cansaba de verla y nos emocionábamos los dos. Después de comer tenía que hacer una siesta. Yo ponía “Bolt” la película esperando que se durmiera, pero no se dormía nunca. Terminaba y quería volver a verla, podíamos pasarnos la tarde entera. En realidad, era una historia muy bonita de un perrito que tenía super poderes y que viajaba a través de todo el país para ir a rescatar a su dueña. Le encantaba tanto este animalito que un día le dije que cuando viniera en sus próximas vacaciones a San Juan íbamos a comprar uno y le pondríamos de nombre Bolt. Y así lo hicimos cuando en junio de 2010, vino de vacaciones yo ya había pedido un cachorrito de ovejero alemán en un criadero. Fuimos a buscarlo en mi auto, los tres, Santiago que tenía 3 años y medio, Kamila que tenía 1 año y medio y yo. ¡Qué emoción cuando llegamos a la casa de la señora que los vendía! Estaba solo, porque había tenido seis hermanitos. Los habían vendido a todos y nadie lo había elegido a él por eso estaba solo. Santiago lo vió y se enamoró en el acto, lo pusieron en una cajita y lo trajimos a casa. Esa noche lloró sin cesar porque extrañaba a su mamá. No nos dejó dormir. Santi estuvo todo el tiempo cuidándolo y acariciándolo para calmarlo. Era invierno y durmió con nosotros en el dormitorio. Le armó una casita dentro de una caja de cartón y lo puso al lado de su cama con dos platitos, uno con agua y el otro con alimento. Al otro día ya eran grandes amigos.
Bolt ha crecido. Ahora ya está viejo, un poco cansado y lento, pero sigue siendo fiel, afectuoso sobre todo cuando viene Santiago a visitarlo todos los años en sus vacaciones.
Con Santiago tenemos muchas historias de cachorros. Como vimos que Bolt ya estaba entrando en años me pidió que compráramos otro perrito para que lo acompañe. Cuando vino de vacaciones en un mes de julio, visitamos un criadero de ovejeros alemanes y compramos un cachorrito que ya tenía varios días de haber nacido. Tenía nombre, se llamaba Viper. Lo trajimos a casa, Santi empezó a cuidarlo, a darle su alimento, jugó con él tres días y al cuarto día amaneció muerto en el jardín. Cuando llegó Santi de la casa de la abu Esther, donde había dormido esa noche, fue directamente a buscar a su cachorro y yo no supe como avisarle que había muerto solito en la madrugada. No tuve más remedio que decirle la verdad, quiso verlo, se puso muy triste, y luego lo llevamos al veterinario para que le diera sepultura.
Al otro día le pregunté a Santiago si quería que compráramos otro perrito y me dijo que sí. Fuimos al señor que nos vendió el anterior y le contamos lo que había pasado y nos dijo que nos daría otro perrito. Que no lo tenía ahora, pero que había una perra en su criadero que en pocos días más iba a tener cría y que cuando eso ocurriera nos iba a llamar para que eligiéramos una. Santiago ya estaba pronto para regresar a Houston, era el mes de agosto, y el señor nos avisó que ya habían nacido. Fuimos a verlos, nos quedamos impactados al ver la perra echada con siete crías chiquititas prendidas de su teta amamantando. Fue muy tierno verlos. Nos dieron uno y vinimos a casa con él, le pusimos de nombre Whisky. Santi pudo cuidarlo una semana porque a la siguiente se fue. El cachorro quedó a nuestro cuidado en mi casa, creció siempre muy alocado, indisciplinado. Llamamos a un entrenador para que lo eduque. Aprendió por unos días, pero luego no respondía a las órdenes. De todas maneras creció sanito, es afectuoso, siempre busca cariño y quiere jugar. Cuando viene Santiago en las vacaciones lo reconoce, salta para llamar la atención y para que lo acaricie. Juntos con Bolt pasan horas jugando en el jardín.
Evidentemente, cuando Santi vió a Viper muerto quedó muy triste y no entendió por qué su cuerpo dejó de funcionar. La pérdida repentina del perrito, sin que haya estado enfermo, todo tan inesperado le causó una gran tristeza. Santiago desde chiquito ha sido callado, no demuestra sus emociones con facilidad. Tiempo después, en la escuela, la maestra les pidió a los alumnos que escribieran sobre una experiencia en sus vidas. Santiago eligió escribir sobre la muerte de su cachorro Viper, expresó sus emociones y lo que sintió al ver su cuerpo sin vida. Terminó describiendo esa experiencia como uno de los momentos más dolorosos que le había tocado vivir. La maestra calificó este relato con el puntaje más alto de la clase.
Sebastián tiene siete añitos. En los videos que me mandan lo veo feliz jugando con su papá. Andando en la bici, reventando globos llenos de agua, tratando de hacer volar aviones por control remoto, pescando, ayudando a preparar el fuego para el asado. Puedo imaginar lo contento que está porque se ha apropiado de sus papás ahora que no trabajan y deben estar en casa. Le encanta estar con su mamá y hacer actividades con el papá. Cuando los padres trabajan, él está en la escuela muchas horas, a veces sale de mal humor, enojado, tira la mochila con bronca porque pasó mucho tiempo esperando que lo vayan a buscar. Siempre quiere jugar, estar acompañado. Es travieso, divertido, pero le gusta hacer lo que quiere. Es caprichoso. Siempre está desafiando a los padres y a su hermano Santiago.
Cuando estoy de visita en Houston, tengo la tarea de ir a buscarlo a la salida de la escuela, llevarlo a futbol y a clases de Taekwon-do. Es un niño desafiante, decidido, sabe lo que quiere e invariablemente se sale con la suya. Varias veces me ha hecho pasar grandes sustos que me dejaron al borde del infarto. Como ese día que fui a buscarlo a la escuela y al salir no quiso subirse al auto porque me dijo que quería ir caminando a la casa. Se puso a jugar con otros niños compañeros y de pronto desapareció, como si la tierra se lo hubiese tragado, no lo veía por ninguna parte, lo llamaba a gritos, pero no estaba. Corrí desesperada a buscarlo por los lugares donde pudiera estar. Busqué en un túnel debajo de la calle por donde se cruzan los chicos en bicicleta, busqué en un parque cercano y ni rastros. Ya llevaba más de 1 hora buscándolo, una madre que estaba en su auto, se ofreció a ayudarme y llamó al 911. Avisó que un niño se había ido de la escuela dejando a su abuela en estado de shock porque no puede encontrarlo por ninguna parte. Inmediatamente vino la policía y nos informó que otro oficial había visto un niño caminando solo por la calle y en ese momento estaba con él. El agente me invitó a subir al auto policial para ir al encuentro a 5 cuadras de la escuela y me indicó que me sentara atrás donde llevan los detenidos. Yo estaba muy asustada porque pensaba que el niño que habían encontrado podría no ser mi nieto. Cuando llegamos al lugar indicado, estaban en la vereda el oficial con Sebastián tomado de la mano. Nos bajamos del auto, nos acercamos y el agente le preguntó, “¿por qué te fuiste corriendo?” Dijo, “yo no me fui corriendo, yo estaba caminando. Y entonces, ¿por qué tu abuela no te pudo alcanzar.? Bueno, porque ella es muy vieja y no puede correr rápido”, contestó. Los oficiales me miraron y no pudieron contener la risa por la respuesta.
Desde los 5 años juega al futbol maravillosamente. Se destaca en su equipo. Los días que tiene torneo, nos preparamos con sillas, termos con agua, para asistir al partido. Jugador estrella, sale al campo con su camiseta, botines y medias de futbolista profesional. Se saludan con el equipo contrario y cuando el árbitro suena el silbato, está listo, se concentra y espera su jugada. Sale corriendo marcando rivales que tienen la pelota hasta que logra sacárselas, la lleva para adelante, gambeteando entre jugadores, corre rápidamente al centro de la cancha provocando momentos dramáticos mientras sus compañeros de equipo y los hinchas que estamos fuera de la cancha, padres, hermanos, abuelos gritan desesperados ¡Al Arco! ¡Al Arco! Es muy emocionante, Sebastián juega muy bien. Los rivales cometen faltas empujándolo, haciéndole zancadillas y tirándolo de la camiseta para arrebatarle la pelota. Sebastián con su rapidez y la vista fija en el arco, impide a toda costa que se la arrebaten. Y así cuando logra colocarse frente al arco a una distancia prudente, tira buscando el gol y hace la primera anotación. Al grito de ¡Gooool! Los compañeros lo abrazan, el árbitro corre para felicitarlo con un apretón de manos. ¡Qué contento se pone con el triunfo de su equipo! ¡Es un verdadero crack!
Pensar en mis nietos, es la mejor medicina para olvidar los temores que nos invaden en tiempos de COVID-19. Hace Taekwon-Do un arte marcial de origen coreano. Tae significa pie, patada. Kwon: puño, bloqueo, Do: método, arte, forma de vida. Tuve que buscar que deporte es éste que practica Sebastián, estaba confundida, creía que era lo mismo que Karate. Es la defensa personal sin armas.
Me olvido del virus, y pienso cuando el año pasado lo llevaba a sus clases con los profesores coreanos. Uniforme blanco, el cinturón que indicaba su grado de avance en el arte marcial. Cuando empezamos, le dieron un cinturón blanco y a medida que avanza recibe distintos cinturones que lo hacen sentir muy orgulloso. El blanco significa inocencia, como la del principiante que todavía no ha adquirido la técnica. Luego recibió uno amarillo, que significa la tierra donde germina la raíz de una planta, al igual que se infunda el Taekwondo en una persona. Ya le dieron el de color naranja, que significa la perseverancia del estudiante para lograr sus metas. Seguramente cuando vuelvan a clases, obtendrá el cinturón verde que significa el crecimiento a medida que crecen las técnicas que va aprendiendo. Cuando le den el de color púrpura, ese significará la libertad. Más adelante cuando le den el azul, significará el cielo, hacia donde crece la planta, como el taekwondo crece en los estudiantes.
En sus clases, tiene unos minutos de meditación y relax. Es muy emocionante verlo sentado sobre el piso con las piernas cruzadas, concentrado y meditando, mientras escuchan música.
Sebastián adora los perros. Vienen de vacaciones todos los años a San Juan, cuando finalizan el año escolar. De junio a agosto. Por lo general los traen los padres, los dejan y al final de las vacaciones la abu Esther los lleva de vuelta a Houston. Pasan casi tres meses con sus abuelos, la abuela paterna y los abuelos maternos. No se cansa de jugar con Bolt, Whisky y Timoteo, que son los perros de mi casa. Y en la casa de la abu Esther juega con el Moro, el ovejero alemán de los Posleman. De modo que tienen dos casas para visitar y en las dos hay perros.
Santiago y Sebastián tienen varios primos aquí. Son los hijos de la tía Mariana y del Tío Javier. Son cuatro chicos maravillosos. Sofía y Luisina, las nenas muy compañeras de Santiago por la edad. Dos primos varones, Nico y Manu con quienes juega Sebastián haciendo travesuras, subiéndose a los árboles. En el fondo de la casa de Esther hay un árbol frutal grande con pomelos, y ahí se suben a cosecharlos. Pasan tardes muy divertidas. Además tienen a la tía Yasi, que los consiente, juega con ellos, tienen una mesa de ping pong donde hacen buenísimos partidos, les compra todos los caramelos y chocolates que venden en el kiosco. Claro que cuando se portan mal, la tía se pone seria, y ellos saben que ya es hora de calmarse y portarse bien como niños educados y obedientes.
Les encanta cuando el tío Javier y el Tata Rodolfo preparan la camioneta para subir el cuatriciclo y las bicicletas. Algunas veces invitan a Kamila a estos paseos. A ella le encanta. Saben que los llevarán al dique o a la montaña. Podrán subirse al cuatri conducido por Santiago y recorrer las lomas chicas y grandes del desierto saltando sobre los asientos, matándose de risa y gritando de contentos. Aunque se llenen de polvo. ¡Cuánta libertad! Tener todos los caminos y la montaña para ellos solos.
Después de tantos recorridos, regresan a descansar donde los esperan los grandes. Ahí ya está lista la canasta para merendar con los sándwiches y las cosas ricas que preparó la abu Esther y las tías para el tan deseado paseo. Cuando el sol se va escondiendo entre los cerros, ya es hora de poner orden y ayudar a subir a la camioneta todo lo que trajeron. Es hora de volver. Al llegar a casa, los espera una ducha bien caliente para sacarse todo el polvo que levantaron con las bicis y con las ruedas del cuatriciclo.
Los chicos tienen ahora en su casa de Houston la compañía de Lucía, ella es su prima y mi sobrina nieta. Tiene 17 años. Una adolescente que se destaca como eximia jugadora de golf. Es argentina, cordobesa, deportista excelente. Viajó a Estados Unidos llena de ilusiones y proyectos para iniciar una experiencia increíble no solo por lo novedoso del ambiente sino por los desafíos que para ella significaba el idioma, el golf e iniciar la etapa universitaria en otro país, lejos de su familia. Llegó en febrero para empezar la universidad con una beca que obtuvo en un torneo de golf al lograr uno de los primeros premios. Al mes de iniciar sus estudios, llegó el coronavirus y se suspendieron las clases. Tanta incertidumbre afectando a todo el mundo, sin distinción de edad, raza, religión ni situación económica.
Resulta increíble lo bien que hace traer a la mente momentos y recuerdos felices. Será una buena terapia que tendré en cuenta durante esta época de confinamiento cuando los miedos me acorralen y me pongan contra la pared. Resistiré, como en la canción.