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Lukács: reconstrucción marxista de la ontología

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El mérito de Lukács, que se muestra ya en Historia y conciencia de clase, reside en dos puntos: en primer lugar, en su aplicación de la categoría de racionalización weberiana al capitalismo, la relación que establece con el fetichismo de la mercancía y las consecuencias que de ello deduce en términos de cosificación de las relaciones sociales. En segundo lugar, y en esa misma línea, en la consideración de que el proletariado accede a una conciencia revolucionaria a través de la posibilidad objetiva de subvertir el sistema capitalista en su momento de crisis revolucionaria. Ello desvirtúa el dogma ortodoxo según el cual la conciencia de clase del proletariado es traída desde fuera, desplazando consigo la comprensión de un marxismo interpretado por la vanguardia proletaria, influida a su vez por la pequeña burguesía que lo dirige hacia un materialismo burgués mecanicista2.

Pese a que el estalinismo lo obliga a rectificar su planteamiento de HCC, su estudio posterior en El asalto de la razón3 puede ser interpretado como la explicitación del proceso de autoalienación de la conciencia burguesa, ocurrida desde el siglo XIX hasta la subida al poder del nacionalsocialismo, señalando el rol y la responsabilidad que tienen en todo este desarrollo la filosofía de la vida y los elementos de irracionalismo que lentamente se apoderan del pensamiento burgués posilustrado. Tal análisis no dejará de recordar las consideraciones análogas de la Escuela de Fráncfort.

El último texto en la obra de Lukács será su voluminosa Ontología del ser social (en adelante oss, Ontologie des gesellschaftlichen Seins, Luchterhand, Darmstad y Neuwied, 1971), de cuyas tres partes constitutivas se han ido conociendo fragmentos a lo largo de los años: ontología de Hegel, ontología de Marx y ontología del trabajo. En español, la publicación ha sido aun más fragmentaria, y de ahí la dificultad en la asunción de lo que fue el gran legado del que sin duda es el mayor filósofo marxista heterodoxo y uno de los grandes del siglo XX, eclipsado por el estalinismo, por una parte, y por otra, por quienes además terminaron acusándolo también, y paradójicamente, de estalinista.

La categoría de partida en Lukács, en general en toda su obra, pero especialmente en su Estética y en las reflexiones previas a su ontología, será la categoría de totalidad concreta, que toma de Hegel pero despojada de sus derivaciones idealistas, junto con la lectura crítica del joven Marx, del que deriva su abordaje metódico de interpretación societal que este mismo calificó como dialéctica materialista. Lukács retoma la separación entre alienación-objetivación de Marx (conclusión que extrajo de manera intuitiva), que se reconfigura en alienación, para finalmente, junto a Habermas, asentarla en la cosificación. Incluso la separación de sujeto-objeto, pese a las críticas que tendrá Lukács en Historia y conciencia de clase, hará también parte del acervo epistemológico de esta dialéctica materialista de corte heterodoxo.

En su Estética, la base ontológico-social se evidencia permanentemente. Por medio del arte, el ser humano tiene una ventana abierta a la historia, que le permite fugarse de la alienación a la que está sometido en la modernidad tardía. La ontología del ser social propone la plenitud del hombre total, utilizando como instrumento el arte, que permite subsumir lo universal y lo individual a manera de acercamiento, posibilitando un reflejo de lo externo que viene desde el hombre y lo dirige hacia él y que, contrario a la ciencia, que pretende explicar lo exterior al arte, promueve el conocimiento y reconocimiento dentro del mundo y la historia que lo atraviesan. De ahí que, mientras la estética se interesa por el reflejo, la ética se interese por la acción.

Las consideraciones ontológico-sociales se concretan en Lukács en tres aspectos principalmente: la alienación, la totalidad concreta y la mediación. Desarrolladas ya las teorías de la alienación y de la totalidad concreta, queda la mediación, que hace referencia a la relación entre dos polos; por un lado, el ser humano como particularidad concreta, unidad última irreductible4, y por otro, la sociedad como complejo de complejos. En consecuencia, la totalidad concreta es la verdadera categoría de la realidad, en la cual las sociedades se componen de relaciones particulares complejas y las totalidades parciales se generan gracias a agrupamientos temporales de dichas relaciones, que se encuentran en constante transformación y cambio5; de ello se deriva, según Lukács, que la realidad sea esencialmente histórica.

Pero quizás donde Lukács más adelanta elementos puntuales a su oss es en sus famosas conversaciones con los profesores Holz, Kofler y Abendroth, que fueron publicadas en español bajo el título Conversaciones con Lukács6. El húngaro plantea allí la importancia de la ontología: las diversas formas del ser se interrelacionan en la vida cotidiana y constituyen su base primaria. El ser y las transformaciones del ser son lo fundamental. Esa organización del ser es la base de la ontología social.

En Lukács la ontología tiene lo existente como su objeto de análisis, postulado según el cual el ser no es una construcción acabada, dado que está rodeado de unas condiciones históricas que imposibilitan su conocimiento pleno y evidencian su complejidad. Propone como estructura del ser tres grandes dominios: el inorgánico, el orgánico y el social, que se encuentran en interdependencia y relación de reciprocidad permanente. La ontología exalta el carácter complejo de la vida cotidiana y de los problemas que la atraviesan, así como la base ontológica para su resolución, aunque en principio ello pase desapercibido.

Lo anterior hace incuestionable que la ontología se superpone a las ciencias particulares en cuanto ciencia básica y que su tarea adicional es llenar los resquicios entre las diferentes disciplinas y fungir como mediadora entre ellas por medio de la modelación de esquemas de representación que posibilitan la interpelación recíproca de los conocimientos, para abordar la constitución del ser desde las especificidades de las ciencias, pero integrándolas en el análisis, para permitir la asunción de la totalidad del ser.

El trabajo ocupa, en la ontología de Lukács, un papel vertebral. La dimensión del trabajo, que habría mejor que definir como productividad humana en el sentido más amplio del concepto, pone de presente la cuestión de la utilidad, del valor que le conferimos a la realidad circundante. La vida humana del hombre introduce algo que no existía en la naturaleza: la oposición entre lo valioso y lo no valioso, de lo cual surge una de las categorías más relevantes de la ontología social, esto es, el carácter de sentido o sin sentido de la existencia, que determina la individualidad y la personalidad humana en el marco de las relaciones de complejidad que operan en la cotidianidad.

Con el retroceso de lo natural frente al incremento de la humanización, surge una paradoja referida al incremento paralelo de formas más acusadas de inhumanidad. El avance histórico ha confirmado dicha paradoja, que al menos no parece desmontarse en un futuro próximo. Depende del ser humano impedir que la humanización constante traiga consigo la máxima deshumanización, para, en su lugar, optar por la plenitud total del hombre.

La afirmación de que los hombres son los que hacen su historia debe entenderse en que lo hacen en condiciones que no son escogidas por ellos, y de aquí se deriva otro de los rasgos ontológicos centrales de la vida social: el hombre es un ser que responde. El ser humano reacciona ante las diferentes alternativas que la realidad le presenta. En ese orden,

la libertad en sentido absoluto […] no ha existido jamás. La libertad, por el contrario, existe en el sentido de que la vida le plantea al hombre alternativas concretas. Creo que ya he empleado antes la expresión de que el hombre es un ser que responde: su libertad estriba en que tiene que elegir entre las posibilidades contenidas en un margen de oscilación y en que puede hacerlo.7

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