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Cuarenta días hacia la resurrección
Un mensaje de Jesús, identificándose a sí mismo como “el Cristo viviente que vive en ti”
I. Preludio
Amado del cielo.
Hoy quiero invitarte a unirte a mí de un modo particular. Quiero que pases un tiempo a solas con vuestro ser de puro amor que soy. Un tiempo que nos llevará a la plena consciencia de la resurrección que eres en verdad. Yo mismo he recorrido este camino que hoy te invito a recorrer en unión conmigo, que soy el Cristo en ti.
Este camino hacia la resurrección (o hacia la toma de consciencia de la vida eterna que vive en ti) es un camino de relación entre iguales. Un camino de relación basado en el dar y recibir. Para recorrerlo y sacar el máximo provecho, hay ciertas cosas que deben ser recordadas. Una de ellas es que si hay relación tiene que haber intercambio. Esta realidad del intercambio existente entre las partes que conforman la unidad, por medio de la relación, es de lo que he venido a hablarte hoy. Muy especialmente hoy, que comienza en el calendario del mundo, un tiempo cuya energía espiritual no tiene parangón. Es el tiempo que muchos llamáis cuaresma.
Hijos, este es un tiempo de inicio de lo nuevo. Un tiempo en que mi divino corazón absorbe, en lo que llamáis la consciencia de Cristo, la universalidad del dolor y la angustia de un ser quebrantado, y lo transmuta en la radiante realidad de la resurrección. Os aseguro que no existe un tiempo de mayor gracia que este. Es el tiempo donde las promesas de la restauración, la cual forma parte de la historia de la creación se hace realidad consciente para todos.
Hoy comenzamos los cuarenta días que fueron necesarios hasta el tiempo de mi resurrección. Os quiero invitar, desde el inicio de este libro o volumen, el tercero dictado en esta obra a esta mano amiga, escriba del cielo, para que juntos recorramos esta cuaresma, la cual no es propiedad de un culto o de un sistema de creencias sino de todo el universo. La realidad de Cristo es siempre universal, tal como lo es el amor, sin importar cómo esta se manifiesta o expresa.
II. Cuaresma y creación
Lo que me ocurrió a mí cuando caminaba sobre la tierra, ocurre infinita y eternamente, porque soy eternidad y amor infinito. Lo mismo ocurre con vuestro verdadero ser. Pensar en la cuaresma y la resurrección, como un acontecimiento de alcance cósmico, es pensar en términos verdaderos. La resurrección y sus diferentes pasos o fases previas fueron parte de la realidad de toda la creación. No existe una sola dimensión de la divina realidad que no fuera alcanzada por ella.
La pasión, muerte y resurrección de Cristo fue el movimiento creativo del ser de puro amor que Dios es, por medio del cual, por decirlo de alguna manera, la ilusión de la caída fue transmutada en la verdad y santidad del pensamiento divino. La cuaresma, bien entendida, es el tiempo de recordación o restauración en la consciencia, de un hecho cuyo alcance no puede ser entendido por una mente separada. Esto se debe a que es un acto creativo y, por ende, un acto del amor, que es siempre unidad. Estos tiempos son de transformación en la luz de la santidad. Son de llevar todo a la cruz para que se vaya por siempre y podamos resurgir gloriosos en la resurrección.
Alma enamorada, te pido que, para recorrer este camino, que son los próximos cuarenta días, te conectes con tus sentimientos más profundos. Te pido que los observes, los abraces. Te pido también que observes, abraces e integres todo pensamiento que surja en tu mente. No nos vamos a dedicar a discernir entre lo verdadero y lo falso. Nos vamos a sumergir en un estado de consciencia nuevo. Nuevo para tu consciencia singular, eterno parar tu consciencia crística. El hecho de que este estado de consciencia cuaresmal sea eterno para Cristo, y que puedas sumergirte en él, es lo que hará que seas consciente de la unidad que somos y con ello de la unidad con todo lo que es verdad.
Tal como se os invitó a unirse a la consciencia crística universal, que es la consciencia de la plenitud del ser, durante los tiempos de la navidad, ahora se os invita a abrazar todo desde la consciencia cuaresmal. Este es el nombre que usamos para expresar un fenómeno de la consciencia crística que debe ser reconocido primero, aceptado después, para luego ser integrado a la experiencia del ser en tu humanidad. La cuaresma, y con ello todo lo que involucra, es un camino del alma. Es el camino por medio del cual el alma separada comienza a integrar, dentro de sí misma, todo lo que provocó la separación en todos y de esa manera lo crucifica, para luego poder vivir en la resurrección.
III. La consciencia de la resurrección
Vamos a recorrer una vez más el recuerdo de la muerte del ego, de tu ego, y la resurrección del Cristo en ti. Esto ya ocurrió y lo recuerdas bien. Sabes que el ego ya no está aquí y lo sabes bien. Tu consciencia lo sabe. Pero también sabes que aún queda la costumbre que procede de los patrones de pensamientos egoicos y las respuestas emocionales del ego. Esta cuaresma será un recorrido que vamos a hacer tú y yo para desprogramar esos patrones, soltarlos y dejar que la mente de Cristo sea la que los reemplace. Esto no se hará según lo que tú crees que debe ser hecho, conforme a lo que la mente pensante podría creer que debe hacerse. Esto se hará por tu voluntad conjunta con la divina, por medio de este proceso espiritual que llamamos el camino cuaresmal.
En la medida en que te unas a todo lo que surge en tu interior, días tras días, hora tras hora, durante estos cuarenta días, entonces irás experimentando las diferentes fases de este crecimiento de energías espirituales. La intensidad crecerá días tras días hasta llegar a su cenit, que es la resurrección. Es nuestro corazón el que nos guiará. Unirse plenamente a todo lo que sientes y piensas a cada instante es el camino de la unión y, por ende, un camino a la verdad.
Con esta introducción, hijos míos, amados del cielo, comenzamos la cuaresma. Comenzamos ahora mismo este camino, con la certeza de que es un camino de bendiciones, de gracias sin igual. Este es un camino, dentro de uno mayor, en el que vamos caminando hacia la luz de la resurrección. No se detengan en cada estación de esta cuaresma, ya que más bien vamos a ir siempre moviéndonos hacia adelante. Vamos a ir avanzando desde la más profunda oscuridad, la cual dejaremos que se manifieste y la abrazaremos en el amor, hasta llegar a la más clara luz, la cual también abrazaremos e integraremos en el amor. Luego, trascenderemos la sombra y la claridad, lo bueno y lo malo, lo grande y lo pequeño. La dualidad, para poder vivir definitivamente en la consciencia uno.
Esta es una invitación a recorrer el último camino que conduce a reconocer los patrones y respuestas emocionales de la consciencia dual, para llegar finalmente a comenzar a experimentar y vivir en la consciencia uno.
Recordad que a lo largo del camino iréis conociendo emociones de gran intensidad. No os detengáis en ellas, seguiremos hacia adelante siempre. La cuaresma es un tiempo de gran intensidad espiritual. No os preocupéis por eso. Este es un tiempo en donde energías espirituales poderosas confrontan unas con otras. Podríamos decir que es el último camino inútil hacia la cruz para poder llegar a la resurrección. Camino inútil porque no deja de ser parte de las ilusiones. Sin embargo, no deja de ser un camino real para ti que vives anclado en la consciencia dual.
Antes de seguir debemos reconocer que, si Cristo pasó por ese camino, debe haber una razón sagrada, cuyos efectos son universales, y, por supuesto, de puro amor divino. No despreciemos este don del cielo que es el camino cuaresmal. Si yo lo atravesé fue por amor a la verdad, obediencia al amor y por ti. Este es un camino lleno de gracia, plenitud y bendiciones, donde el cielo se une contigo. Ten presente durante este camino que el mundo es una gran ilusión y que llegará el día en que se descorra el velo y el mundo perdonado te permita ver la verdadera creación de Dios. Una creación donde reina el amor, la paz, la concordia y cuyo fundamento es el amor. Esa creación existe y lo sabes bien. Tu consciencia ya está anclada en esa realidad, que es la realidad del ser de puro amor y, por tanto, la única realidad creada por Dios.