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I. Hombre-Dios

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Amado del eterno, luz que brilla en todo lugar. Hoy hablaremos tú y yo a solas. Estamos aquí, en un lugar sagrado, en el silencio de nuestros corazones. Nos rodea el sonido del viento. Las aguas danzan y en su danza reflejan la serenidad del movimiento del espíritu de amor. Todo es paz, sosiego, armonía. Observa como los árboles bailan al compás de la brisa y los sonidos se suceden unos tras otros en un ritmo de pura belleza. En esta quietud que nos rodea somos uno en el amor y la verdad de nuestro ser. Unidos somos luz que brilla en las tinieblas, somos la morada de la luz. Somos la verdad que ilumina a cada hombre y cuya fortaleza no puede menguar jamás.

Quiero hablarte de corazón a corazón, como siempre. Quiero decirte que mi amor no te faltará jamás. Fuiste creado en el amor perfecto, y es ese amor el que te sostiene a cada instante. Esto no es una abstracción que no se conecta con la realidad de la forma. Cuando fue creada la idea del mundo, yo ya era, pues siempre existí, y también tú. No existe idea que pueda ser concebida que sea capaz de ponerle un límite al amor. Yo soy amor. Piensa en esta expresión. Yo soy amor. Recordar esta verdad es suficiente para llevar un corazón y una mente a la verdadera paz. Yo no soy solamente la pura potencialidad del ser. Soy el ser mismo y la fuente de todo ser. Como tal, soy pura voluntad amorosa. Pienso, experimento, siento, actúo. ¿Acaso no lo hago en ti y a través de ti?

Quiero que ingresemos juntos a una nueva dimensión. La dimensión del Dios humanado. Uno que, si bien está más allá de todo razonamiento limitante, no deja de ser uno con todo y, por ende, está presente también en la realidad de la forma. La separación entre la mente y el corazón ha llevado a creer en un estado separado de existencia al que se llama naturaleza humana o universo físico. Si hay algo que deseo de todo corazón que aceptes en este camino cuaresmal, es mi perfecta unión con lo humano. Soy Dios y soy hombre. Tal como lo eres tú. Esta verdad debe ser aceptada. Creer en un Dios incapaz de experimentar todo lo que conforma la vasta gama de la experiencia humana es no entender. Tú eres uno conmigo como yo lo soy contigo. Eres Dios. Sí, eres Dios en el sentido en que él te ha dado toda su naturaleza divina al crear tu naturaleza humana. No tengas miedo de decir “soy uno con Dios, y cuando lo soy, soy Dios mismo”.

La plena aceptación de la verdad de la unión de la naturaleza divina con la humana es lo que vamos a recorrer. Digo recorrer, pues será un camino. Nos iremos deslizando desde el punto de falta de aceptación, hasta llegar a la plenitud de la unión de las voluntades humana y divina. Existe esa falta de aceptación que estamos mencionando. Esto se manifiesta, ya no tanto en los razonamientos humanos, sino en la verdadera certeza de corazón. Crees que eres uno con Dios, pero no has hecho de esto una verdad aún. Ir desde la creencia a la verdad es de lo que estamos hablando. No hay un tiempo más propicio para hacer eso que la cuaresma. Sin dudas hay otros, pero ¿qué sentido tiene buscar otros caminos, los cuales son más largos, si puedes recorrer senderos más cortos, serenos y seguros para llegar a esta meta digna de ser alcanzada?

Cuando lloras, llora Dios. Cuando ríes, ríe Dios. Cuando hablas, habla Cristo. Cuando duermes, vela Dios. Todo lo que eres y haces es divino. Cuando comencé a recorrer el camino hacia lo que yo sabía a plena consciencia que sería mi crucifixión, y luego mi resurrección, te miraba a ti. Mi estado de conciencia me permitía hacerlo. Yo he visto y veo a todos los seres de la tierra. Incluso a todos los seres de todos los tiempos, dimensiones creativas, y potencialidades. No hay un solo pensamiento ni movimiento del corazón de ninguna criatura que no esté dentro de mí. Nadie puede pensar nada sin mí, pues soy la fuente del pensamiento. Nadie puede hacer nada sin mí, pues soy el movimiento del ser y su motor. Nada puede ser sin mí, puesto que es mi ser el que da existencia a lo que es. Yo soy. Incluso lo que no es verdad tiene un origen en mi ser de amor infinito.

Elige solo el amor: Homo-Christus Deo

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