Читать книгу Elige solo el amor: Homo-Christus Deo - Sebastián Blaksley - Страница 11
II. Una sola voluntad
ОглавлениеDurante mi vida en la tierra, yo, el Dios creador de todo lo que es, el todopoderoso, la sabiduría infinita, me uní a la totalidad de la naturaleza humana conscientemente. Como hombre, recorrí los mismos caminos que tú. Nací, comí, bebí, caminé, dormí, busqué y encontré. Esto no fue una fábula dantesca que apareció dentro del espectro observable de la historia de la creación. Fue una realidad que formaba parte de esa historia. Como Dios, sabía que, al extender mi ser, se extendería también aquello que no soy. Así mismo, sabía que el Cristo en mí, el cual también se había extendido a la creación (pues Cristo y yo somos uno y lo mismo), seguiría extendiendo el yo soy. Esto quiere decir que el Cristo encarnado, o esa parte de mi divinidad que se haría hombre, y de ese modo tú y yo pasaríamos a ser uno, es algo que formaba parte del plan original. Recuerda que la creación es movimiento. El movimiento de lo que aquí recordamos como consciencia cuaresmal es parte de los infinitos movimientos del espíritu de Dios.
¿Cómo podría hacerme uno contigo si no recorriera la totalidad de la experiencia humana? Cuando un hijo recién nacido llora en su cuna, ¿qué hace el padre? ¿Espera a que pase el tiempo, el niño crezca y pueda por sí mismo ir hacia él? No. Más bien se pone en movimiento y va hacia donde está el hijo, lo mira, lo levanta en sus brazos, lo atrae hacia su pecho y se hace uno con él, lo nutre y sacia. En ese movimiento el padre y el hijo se hicieron uno. Esta es una metáfora, pero que ilustra de modo sencillo lo que en la verdad ha ocurrido contigo, y al ocurrir contigo ha ocurrido con todos.
Crear un hombre-dios es lo que mi plan contemplaba desde antes de que la creación comenzara. Mi designio nunca fue crear nada separado, pues no es posible crear algo así, ni tiene sentido hacerlo. Una de las dificultades que tienes para entender la unión de ambas naturalezas, la humana y la divina, es que te centras en aspectos metafísicos, filosóficos y abstractos. Pero tu humanidad, expresada en la forma, es algo concreto. La creación de la forma fue parte del plan, lo que nunca fue parte del plan fue el opuesto al amor. Ese es el no soy de Dios que busca sustituir al yo soy divino. El dolor, el sufrimiento, los pensamientos de separación y todo lo que procede del opuesto al amor tenía que ser traspasado por mi santidad, que es también la tuya, para que tú puedas ser el que eres. Tú eres el hombre divinizado, del mismo modo en que Dios es el Dios humanado.
En términos de mi paso por la tierra como hombre Cristo, bien podríamos decir que la cuaresma, esos cuarenta días que antecedieron a mi resurrección, comienzan con un pedido: tomar la cruz y seguirme. Este no fue en vano. Fue un inicio necesario para poder llevar todo lo indeseado hacia ese lugar inefable en el que todo lo que no forma parte del amor es transmutado en él, o desvanecido para siempre. Tal como ya hemos dicho, cuando dije “el que quiera seguirme que cargue con su cruz y sígame” no fue una exhortación a sufrir, sino a hacerte cargo de lo que exista en tu mente y corazón que sea contrario al amor. Y que te pongas diligentemente, con serenidad y paz, a sacarlo del jardín de tu alma. ¿Requiere esfuerzo esto? No, pero sí requiere dos cosas. Una, observancia, es decir, atención. Y otra, obediencia, es decir, comenzar a soltar todo resto de lo que percibes como tu voluntad y dejar que sea la de Dios quien dirija toda tu existencia consciente.
Debes hacerte cargo de tus procesos mentales y emocionales. Debes hacerte cargo de tu corazón y de tu mente. Limpiar el corazón, es de lo que estamos hablando. De limpiar la mente, también. En la mente del resucitado, y eso es lo que eres, no puede existir nada que no sea amor. Por ende, no existe un solo pensamiento en ti que no proceda del amor, ni tampoco ningún sentimiento que no sea perfecto. No hay nada malo en ti. Que un día te hayas equivocado, creyendo que podías separarte del amor y crear una realidad opuesta a lo que Dios creó, no debiera ser motivo ni de preocupación, ni de condenación. Ya quedó atrás el tiempo de buscar cómo castigarte para subsanar el error y pagar por tus aparentes pecados.
Un aspecto esencial del camino cuaresmal que estamos recorriendo es entender que el único problema que puede haber entre el hombre y Dios es la creencia de que puede haber diferentes voluntades. Si hay algo que mi vida demostró, fue que viví única y exclusivamente entregado a la voluntad del Padre que está en el cielo. No tienes idea de la transformación que sobreviene, cuando abandonas todo resto de creencia o de patrón de pensamiento y respuesta emocional, que pueda siquiera sugerir que exista tal cosa como una voluntad tuya y otra de Dios. Dejar de querer tener una voluntad propia para ceder ante la voluntad de Dios es el último paso hacia la vida eterna. Todo empezó por un acto de la voluntad. Dios te creó en su voluntad y por su propia voluntad amorosa. No eres un accidente. No surgiste de la nada. La voluntad de crear amor hizo que existas tú, que eres la personificación del amor.