Читать книгу Manual del economista serio - Sebastián Fernández - Страница 8
PRÓLOGO
Por Amado Boudou
ОглавлениеMe invitan Mariano Kestelboim y Sebastián “Rinconete” Fernández a prologar este Manual del economista serio, mi primera reflexión podría ser por qué no buscaron uno. Como una vez me dijera Roberto Feletti: “¿Por qué yo?”. Pero quizás esta sería una pregunta demasiado seria. ¿De qué pretenden hablarnos estos jóvenes en su libro? Si hay economistas serios… ¿se deduce que hay otrxs “no serixs”? ¿Todos los economistas serios son varones? ¿Pretenden catalogar a los economistas en serios y no serios? ¡Qué irrespetuosos!
Como alguien nos enseñara que las palabras hablan de palabras y no de cosas, me puse a buscar en el Diccionario de la Real Academia (órgano oficial y serio que regula “nuestra lengua”) definiciones que me permitieran (nos permitieran) interpretar en qué pretenden ocuparnos nuestros autores.
La entrada referida al vocablo “serio” nos indica que proviene del latín serius, y que sus acepciones oficiales son las siguientes:
1. adj. Grave, sentado y compuesto en las acciones y en el modo de proceder.
2. adj. Dicho de una acción: Propia de una persona seria.
3. adj. Severo en el semblante, en el modo de mirar o hablar.
4. adj. Real, verdadero y sincero, sin engaño o burla, doblez o disimulo.
5. adj. Grave, importante, de consideración. Negocio serio. Enfermedad seria.
6. adj. U. contrapuesto a jocoso o bufo. Ópera seria.
¡Uff, para todos los gustos! Pero, además, necesitamos definir las palabras que contiene esta definición si pretendemos comprender la divisoria propuesta por los autores. Pareciera que al tomar el vocablo “serio” en el sentido de “grave” nos lleva derechito a la tan citada definición de Thomas Carlyle, quien llamó a la economía “la ciencia lúgubre”, si aceptamos la traducción estándar al español para la expresión que el bueno de Thomas utilizaba para referirse a la economía –dismal science– mientras abogaba por reintroducir la esclavitud a mediados del siglo XIX. ¡No creo que esté en la cabeza de ningún economista (serio o no) defender tales ideas!, ¿no? Mmmm…
Si estamos entendiendo un poco el libro que prologamos, parecería que las ideas de los economistas serios tienen muchos puntos de contacto con la propuesta de Carlyle; sobre todo, cuando hablan de derechos laborales y remuneraciones de los trabajadores. Ni que decir cuando pretenden igualar a todos los seres humanos como poseedores de capital, falacia con la cual pretenden hacerle creer a Tito (el plomero de mi barrio) que el sistema económico vigente lo hace (y trata) igual a Mauricio Macri, ya que ambos son dueños de capital. Pero el conocimiento y las habilidades no tienen nada que ver con el capital y sus características económicas, dejando de lado el hecho de que el capital poseído por el meritócrata expresidente de nuestro país proviene de una herencia. Curiosa situación para el vocero de un modelo que pretende señalar al “éxito económico” como fruto del esfuerzo individual.
Sin embargo, esto de traducir “grave” como “jodido” (o bien, triste, deprimente, tenebroso, tétrico o sombrío, acepciones posibles también para dismal adjetivando a la ciencia económica) es una idea que me surgió intuitivamente. Recurramos nuevamente al aristocrático y real mataburros buscando “grave”, del latín gravis.
1. adj. Dicho de una cosa: Que pesa. U. t. c. s. m. La caída de los graves.
2. adj. Grande, de mucha entidad o importancia. Negocio, enfermedad grave.
3. adj. Dicho de una persona: Que padece una enfermedad o una lesión graves.
4. adj. Circunspecto, serio, que causa respeto y veneración.
5. adj. Dicho del estilo: Que se distingue por su circunspección, decoro y nobleza.
6. adj. Arduo, difícil.
7. adj. Molesto, enfadoso.
Parece ser que mi intuición está en los últimos lugares, acepciones sexta y/o séptima, y que lo más “natural” sería interpretar economistas serios como economistas “pesados”. ¿Qué querrán decir, entonces, Mariano y Rinco? ¿Molestos?, ¿repetitivos?, ¿aburridos? Al recorrer las páginas del Diccionario de la Real Academia Española, y evitando cualquier definición que pueda tener un efecto discriminatorio insospechado en nuestros autores, esta idea se verifica en la séptima y en la octava acepción de la definición de pesado. ¡Pero cuidado! En la novena: “Que precisa mucha atención o es difícil de hacer” (¡ojo!, parece que aquí el diccionario se refiere a acciones), décima: “Ofensivo, sensible” y aun la undécima: “Duro, violento, insufrible, difícil de soportar”, ¿podrían ser adjetivos para los economistas que se pretende describir?
¡Alerta!, porque la Real Academia nos distingue (permitiéndonos existir a argentinos y a uruguayos) con una expresión para este vocablo en su decimoquinta acepción: “Grupo de personas que se impone violenta y agresivamente en el deporte y otros ámbitos. “La pesada”. Quizás los autores estén tramando presentar a los economistas serios como personas que se imponen violenta y agresivamente en “otros ámbitos”: el debate público y la discusión política… Interesante. Atención: se me escapó que la primera acepción de “pesado” es para… cosas.
Por lo tanto, si interpretamos personas serias como personas graves a partir de la primera acepción de “serio”, lo más lineal serían las acepciones tercera y cuarta; en particular, la tercera que es la única que explicita “dicho de una persona”: “que padece una enfermedad o una lesión graves”, ¡descartado! En el segundo caso es más confuso ya que “circunspecto, serio, que causa respeto y veneración” no parecen ser condiciones que necesariamente vayan juntas. Es más, en la discusión pública pareciera que la circunspección y la ¡seriedad! son parte de una impostación para pretender presentar ideología como ciencia, o una falacia como algo relativo a la razón (como si existiera una sola razón). ¡Hey!, ¿no incurrió la Real Academia en un razonamiento circular al definir serio como grave y grave como serio? Mmmm…
¿Causa respeto solo lo que es serio y circunspecto? Suena a impostura. Veneración: “Respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda”. ¿No pretenderán esto lxs integrantes de una profesión como cualquier otra? No lo creo. ¿O lo pretenden para dicho grupo lxs dueñxs del capital, que lxs usan como vocerxs disfrazando con falacias y elucubraciones pseudocientíficas una ideología? La ideología que ha llevado al mundo a una situación de desigualdad nunca imaginada.
Grave, sentado y compuesto, dice nuestro diccionario. El conector “y” implica todo junto y a la vez. Intersección. Mesurado, circunspecto, sesudo, juicioso parecen ser el resultado de dicha intersección. No es poca cosa.
Dicho sea de paso, ¿no es un anacronismo que nuestra lengua sea administrada por una organización que se autodenomina “Real” (de la realeza)? ¿Alguien cree que nuestra lengua proviene de Dios como el “poder real” de los reyes? ¿Es aceptable que una lengua hablada por cerca de quinientos cincuenta millones de personas en el mundo sea administrada por un país con poco más de cuarenta? Más aún, si el grueso de quienes la hablamos habitamos en América, ¿cómo es posible que se administre desde Europa? ¿Alguien podría negar la riqueza que Nuestra América ha aportado a la lengua de Cervantes? ¿Alguien podría negar que una lengua es una construcción social, cultural? ¿No existe acaso una matriz de pensamiento –y por lo tanto de lenguaje– latinoamericana? ¡Mataburros al diccionario de la RAE! Civilización y barbarie, una y otra vez.
Curiosamente, la última acepción de serio es “contrapuesto a jocoso o bufo”. ¿Pretenderán nuestros autores ironizar sobre lo “poco serio” de profesionales que jamás aciertan en sus pronósticos y que repiten como loros “oferta”, “demanda”, “reducir el gasto”, “eficiencia”, “incentivos”, “esfuerzo individual” y, sobre todo, “libertad” como si fuera el leit motiv de su campo de incumbencia? ¿Será, acaso, que hablan de un grupo de economistas que será recordado históricamente como los bufones de los dueños del capital?
Veamos…