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Introducción

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Este capítulo reflexiona sobre el papel del actor transnacional en la articulación de relaciones intelectuales y dinámicas de movilización de conocimiento. Un actor transnacional se distingue por su capacidad de trascender fronteras, con-figurada por las circunstancias de su propia movilidad y plasmada en sus intervenciones en favor de la creación de dinámicas de movilización del conocimiento, particularmente entre aquellos contextos culturales, nacionales e intelectuales en los que han establecido vínculos personales y profesionales. Además de las convicciones del actor transnacional, esta capacidad se conforma en relación con coyunturas históricas que la impulsan u obstaculizan. Este capítulo propone que las relaciones que propicia el actor transnacional constituyen una intervención crucial para la producción de conocimiento. En ese sentido, se sugiere que centrar la atención en actores transnacionales permite aproximarse y comprender cómo se articula la movilización de personas, objetos e ideas siguiendo los nexos y los circuitos de intercambio intelectual creados por éstos.

Centrar la atención en el sujeto en circunstancias de movilidad remite a los cimientos de los fenómenos transnacionales. Al respecto, Bernhard Struck, Kate Ferris y Jacques Revel (2011) han señalado que el sujeto en esas circunstancias, el que destaca por las conexiones que es capaz de crear y por la mezcla de identidades que encarna, sitúa al historiador en la escala más básica de la articulación de espacios transnacionales. Desde este enfoque, el sujeto transnacional representa un prisma en el que su experiencia vital expresa dinámicas de cruce de fronteras (narrativa, física, ideológica y simbólicamente) y desde el cual es posible interconectar múltiples espacios, experiencias y escalas de análisis involucradas en los fenómenos transnacionales. Para Pierre-Yves Saunier (2013) constituye el “caballo de Troya” que le permite al historiador seguir en detalle los procesos que derivan del establecimiento de conexiones.

En una reflexión que pasa entre la experiencia individual y colectiva, los estudios de la migración han demostrado que el enfoque transnacional enriquece la comprensión de la formación de comunidades en circunstancias de movilidad, considerando que las experiencias de la migración desdibujan y reconfiguran los límites territoriales, generan identidades híbridas y nuevas maneras de pertenecer, identificarse y situarse entre varios contextos nacionales y culturales a la vez (Levitt y Jaworsky, 2007). Este enfoque ha resultado inspirador para el estudio de sujetos históricos transnacionales y ha desembocado en interesantes trabajos de tipo biográfico en los cuales el marco de análisis se encuentra en la movilidad, como una aproximación que “captura las vidas que escapan del ámbito del biógrafo nacional: vidas que cruzaron fronteras nacionales o cartográficas, o que sacaron energía emocional, convicciones ideológicas o comprensión práctica de la experiencia ecléctica transnacional” (Deacon, Russell y Woollacott, 2010: 2).1

Aquí se analizan casos de científicos cuyas experiencias vitales y perfiles profesionales fueron marcadas profundamente por el transnacionalismo y, en esas circunstancias, dedicaron sus esfuerzos a la articulación de conexiones, intercambios y relaciones científicas.2 Mediante estos casos, se propone generar una comprensión del papel del actor histórico transnacional más allá de la experiencia individual, al considerar que representa un tipo de persona científica, reconocible en términos generales por su experiencia de movilidad y su capacidad de crear conexiones. Lorraine Daston y Otto H. Sibum (2003) llamaron la atención sobre la pertinencia del término “persona científica”, que se basa en el trabajo del antropólogo francés Marcel Mauss, para distinguir los roles, múltiples y cambiantes históricamente, que han surgido en relación con el posicionamiento de la ciencia como institución social y forma de conocimiento válido. Consideran que el colectivo que se genera alrededor de la ciencia se conpone a partir de ciertos roles que le dotan de sentido cultural compartido y reconocible, que al mismo tiempo producen maneras de situarse como parte de ese colectivo y también de comprender e intervenir el mundo, en determinados contextos que los hacen emerger o desaparecer. No se trata simplemente de identificar especialidades científicas u oficios dentro de la actividad científica, sino de ver cómo se teje la relación entre el individuo y el colectivo científico. En ese sentido, este trabajo propone que el actor transnacional constituye un tipo de persona científica en tanto que su rol en el colectivo científico remite a una manera de intervenir en la actividad científica y producir conocimiento a través de las conexiones que es capaz de crear y que posibilitan la movilización de ideas, personas y objetos. Si se entiende que la producción de conocimiento científico va de la mano de su socialización y circulación, y que la formulación de estrategias para ello constituye una manera de contribuir al conocimiento y a la actividad científica, entonces resulta de capital importancia poner el foco de atención en actores como los que aquí se propone estudiar.

Aunque en este texto se optó por el término “actor transnacional”, es importante señalar otras denominaciones que dan cuenta de la intervención de sujetos con habilidades y circunstancias particulares, las cuales les permiten construir puentes entre diferentes culturas. Alexis de Greiff, por ejemplo, remite al “anfibio cultural” en su definición del actor transnacional: “[…] anfibios culturales que mantienen posiciones de poder y/o influencia en más de un escenario nacional” (De Greiff, 2006: 230).3 A su vez, anfibio cultural alude, según otros autores, a individuos capaces de cruzar múltiples fronteras nacionales, culturales e ideológicas, debido a “[…] sus valores polivalentes, identidades híbridas y espontánea capacidad de adaptación” (Du, 2011: 746),4 que le permiten tener la virtud de establecer diálogos entre los contextos por los cuales transitan. Con un enfoque similar, el término “mediador” ( go-between, en inglés) se ha propuesto para entender cómo ciertos sujetos logran entablar diálogos entre múltiples saberes a partir de su capacidad de interconectar diferentes mundos culturales por los conocimientos que poseen en cuestión de técnicas, disciplinas, lenguajes y, en general, de distintos patrones culturales que pueden reconfigurar y crear nuevas formas de conocimiento y, al mismo tiempo, delinear y mantener fronteras entre culturas como parte de dinámicas de poder asimétricas (Schaffer et al. , 2009). Estos ejemplos muestran la atención que este tipo de actor ha despertado entre los historiadores, debido a que cada vez más se reconoce su importancia para comprender el conocimiento que se genera alrededor de los cruces culturales.

Además, su importancia es mayor si se reconoce, como varios historiadores de la ciencia han planteado, que el conocimiento científico es producto del establecimiento del diálogo de saberes, estrategias comunicativas e intensos procesos de socialización y circulación de conocimiento (Secord, 2004; Schaffer et al. , 2009; Roberts, 2009). Aunado a eso, resulta atractivo recurrir al actor histórico transnacional para demostrar que la capacidad de la ciencia de llegar a contextos muy diversos y extensos está sostenida sobre estrategias, procesos y contingencias múltiples. En esa línea han habido grandes esfuerzos en la historia de la ciencia por cuestionar la idea tan arraigada de que el conocimiento científico posee un atributo esencial de “universalidad”, que dicho sea de paso esta asociación ha servido en buena medida para garantizar un estatus privilegiado de la ciencia frente a otras formas de conocimiento (Roberts, 2009).

Este escrito busca contribuir a reflexionar sobre cómo se construye el alcance global de la ciencia, a partir de preguntas de tipo: ¿A costa de qué? ¿Mediante qué estrategias? ¿Con cuáles restricciones? ¿En qué circunstancias? Éstas se abordan mediante el estudio de los actores transnacionales en el ámbito de las ciencias, en particular de la historia de la física en América Latina en el siglo xx, como Manuel Sandoval Vallarta (1899-1977), Gleb Wataghin (1899-1986) y Guido Beck (1903-1988). La experiencia vital de estos físicos estuvo marcada por su propia movilidad, la cual les planteó dificultades y ventajas, pero les permitió establecer conexiones que favorecieron la movilización de personas, prácticas y objetos científicos. De ahí que en primer lugar se revisarán las circunstancias de esa movilidad, cómo fue que llegaron a situarse en diferentes contextos y consiguieron establecerse por un tiempo determinado, pero tejiendo vínculos en varios lugares a la vez. En segundo lugar se analizarán de qué manera esta situación les permitió establecer conexiones, de qué tipo y en qué direcciones. Por último, se señalarán las situaciones que posibilitaron u obstaculizaron su papel como actores transnacionales.

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