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1 Aunque es evidentemente un añadido posterior, parece bien mantener este subtítulo (y el que aparece en Firmeza ) en el que, a la moda medieval, se plantea escuetamente la cuestión que se va a tratar.

2 Como es lógico, el nombre del destinatario (cf. Introducción 2.1) aparece al principio mismo de todos los diálogos, excepto únicamente en el de Tranquilidad, debido a su original comienzo. La falta de éste en Ocio y en una de las Consolaciones, la destinada a Polibio, no nos permite saber si se atenían o no a esta costumbre.

3 El fenómeno de las corrientes marinas cálidas era ya conocido en la antigüedad, cf. PLINIO , II 227. El mismo autor (ibid. 202) proporciona una lista de islas surgidas en el mar, comenzando por las míticas (Delos y otras) y concluyendo con una aparecida en su época, Thia, que quizá sea la misma que menciona, sin nombrarla, Séneca aquí y en sus Cuestiones Naturales VI 21, 1 (cfr. M. HENRY , «L’apparition d’une île. Sénèque et Philostrate, un même temoignage», l’Ant. Class. 51 (1982), 174-192).

4 El propio Séneca, en las Cuestiones Naturales III 14, 3, propone otra explicación para las mareas, atribuyéndola, eso sí, a los pensadores egipcios: según ellos, son unas corrientes subterráneas las que producen los flujos y reflujos del mar.

5 A lo que parece Séneca se proponía escribir este tratado más amplio al que alude nada más iniciarse el diálogo. Que no lo tenía hecho es indudable, pues «el litigio permanece intacto»; que llegara a hacerlo es, en cambio, muy discutible, aun aduciendo otras posibles referencias (en Epístolas 65, 1, por ejemplo).

6 Ver nobles en lucha contra fieras o como gladiadores no era un espectáculo raro; Nerón ofreció uno en el que incluso los encargados de las tareas serviles eran senadores y caballeros (cf. SUETONIO , Nerón 12, 1) obligados a fuerza de regalos (cf. TÁCITO , Anales XIV 14).

7 Marco Porcio Catón, llamado, para distinguirlo de su bisabuelo, de Útica, ciudad del norte de África en la que resistió un asedio de las tropas de César en el curso de la guerra de éste contra Pompeyo, y en la que acabó sus días suicidándose (año 45 a. C.). Es uno de los modelos favoritos de Séneca (cf. W. H. ALEXANDER , «Cato of Utica in the works of Seneca Philosophus», Trans. Roy. Soc. Canada III 2, 40 (1946), 59-74), y lo cita frecuentemente, como se verá.

8 Marco Petreyo, lugarteniente de Pompeyo y uno de los principales en los distintos escenarios de la guerra: a su cargo estuvo la campaña en Hispania (año 49 a. C.) y participó en las batallas de Farsalia (año 48) y de Tapso (año 46).

9 Juba, rey de Numidia, intervino en la guerra civil por agradecimiento a Pompeyo, que había asentado a su padre Jénsal en el trono. Tras la derrota de Tapso, concertó con Petreyo un duelo para entrematarse y morir honrosamente (cf. [CÉSAR ], Guerra de África 94; según este autor, Catón ya se había suicidado).

10 Séneca sigue la versión común en todos los autores (cf., entre otros, PLUTARCO , Catón el Joven 70, 8-10; DIÓN CASIO , XLIII 12, 1; VALERIO MÁXIMO , V 1, 10), según la cual Catón fue curado de la herida que se había infligido, pero, al recuperar el sentido, desgarró el vendaje y se la volvió a abrir con sus propias manos.

11 Séneca fue un enfermo crónico (cf. P. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ , Séneca enfermo, Mieres del Camino, 1976, págs. 35-74) y por ello domina la terminología y usa las comparaciones médicas con profusión, equiparando en numerosas ocasiones al sabio con el médico y las dolencias físicas con las morales (cf. Firmeza 13, 2; Ira 1 6, 2; 16, 4; Tranquilidad 1, 2, etc., dentro de estos diálogos; en otras obras, Sobre la clemencia I 2, 1; Sobre los beneficios V 22, 3, etc.). Con ello no hace sino seguir un símil muy utilizado, incluso en exceso, por Crisipo y los estoicos en general (cf. CICERÓN , Tusculanas IV 23 y 27); a Séneca le es muy útil, lo mismo que las comparaciones militares, para dar consistencia y claridad a sus argumentos, cf. M. ALBAMONTE , «Su alcuni tipi di similitudine nelle opere fílosofíche de Seneca», Quad. Cult. Trad. class. 1 (1983), 105-114.

12 Demetrio el Cínico, contemporáneo de Séneca, que lo cita en repetidas ocasiones tanto de los Diálogos como en otras obras (cf. Epístolas 20, 9; 62, 3, etc.); fue seguidor de la escuela de Antístenes y tenemos otros detalles sobre él en TÁCITO , Anales XVI 34-35; Historias IV 40, y en SUETONIO , Vespasiano 13, 4.

13 Gayo Mucio protagonizó una de esas anécdotas heroicas que exaltan el valor individual tan del gusto de los romanos: estando Roma asediada por un ejército etrusco, Mucio se infiltró en el campamento enemigo dispuesto a matar al Larte (título etrusco del rey) Porsena; falló en su intento y se castigó abrasándose la mano derecha, con lo que adquirió el cognomen de Escévola, esto es, el Zurdo. Relata este hecho más amplia y bellamente TITO LIVIO , II 12-13, 1.

14 Gayo Fabricio Luscinio tomó parte en la guerra contra Pirro (rey de Epiro que en el s. II a. C. intentó la conquista de Italia). Fue tan pobre que a su muerte el senado hubo de dotar a sus hijas (cf. VALERIO MÁXIMO , IV 4).

15 Publio Rutilio Rufo, cónsul en el año 105 a. C., contemporáneo y amigo de Cicerón; fue condenado al destierro debido a las presiones de los recaudadores de impuestos, cuyos abusos y malversaciones había denunciado. Nunca regresó a Roma, pese a que se lo solicitó Sila (cf. VALERIO MÁXIMO , II 10, 5).

16 Marco Atilio Régulo, prisionero de los cartagineses en la primera guerra púnica (s. III a. C.), fue enviado a Roma, bajo palabra de regresar a Cartago, para negociar la paz; sin embargo, abogó ante el senado por todo lo contrario y, a sabiendas de lo que le esperaba, volvió a su prisión y murió en el tormento (cf. CICERÓN . Sobre los deberes III 99-100). Más adelante (10) dice Séneca que fue en una cruz, pero él mismo, en otra ocasión en que ofrece una serie idéntica de personajes (excepto los dos primeros, Epístolas 67, 7), afirma que fue en un arca, especie de doncella de hierro, lo que se corresponde mejor con los numerosos clavos y las múltiples heridas que describe.

17 Sócrates, es sabido, fue condenado a ingerir cicuta. No sólo su muerte serena, rodeado de amigos con los que debatía sobre el trance (cf. más abajo, 12), sino su vida también, despertaron la admiración de Séneca, que lo menciona repetidamente de modelo, en los Diálogos como en todas sus obras, e incluso a las veces le hace trascender ese papel pasivo y le cede la palabra (cf. Vida feliz 25, 4-8; 26, 4-8; 27-28).

18 El Mar Superior se corresponde con el Adriático, y el Inferior con el Tirreno.

19 Lucio Cornelio Sila (138-78 a. C.) adoptó el sobrenombre Felix, el Afortunado, por su buena estrella en cuantas acciones participó, ya fueran guerras exteriores como civiles: así, en la que enfrentó al partido popular, acaudillado por su antiguo superior Mario (cf. Brevedad n. 58), contra el aristocrático, cuyo jefe era él mismo, consiguió la derrota total de sus enemigos y utilizó sus poderes absolutos como dictador para proscribirlos, lo que implicaba ejecución sumaria y requisa de bienes, dándose lugar a innumerables abusos y atropellos (las cabezas de los proscritos tenían precio puesto, cf. PLUTARCO , Catón el Joven 17, 5); además, esa persecución implacable alcanzaba también a los parientes y allegados de sus adversarios (cf. Ira II 34, 3).

20 A orillas del lago Servilio (en realidad, un manantial que estancaba sus aguas cerca del Campo de Marte), y no flotando en él, quedaron expuestas las cabezas de los proscritos asesinados, según CICERÓN , Defensa de Roscio de Ameria 89; sus bienes fueron subastados oficialmente, por eso Séneca llama al lugar «espoliario», esto es, lo identifica con la dependencia del anfiteatro donde los gladiadores moribundos eran rematados (estrangulándolos, según el propio filósofo, cf. Epístolas 93, 12) y, junto con los ya cadáveres, eran despojados de sus armas y vestidos.

21 El uso romano era designar las leyes con el nombre de quien las hubiera promovido o promulgado; eso hace que las leyes que publicó Sila se llamen todas Cornelia, pero parece evidente que Séneca alude a la de sicariis et ueneficiis, que castigaba asesinatos, envenenamientos y las condenas capitales contra derecho.

22 Gayo Cilnio Mecenas (ca . 69-8 a. C.), íntimo de Augusto, le ayudó a alcanzar el poder y a mantenerse en él, abortando algunas conjuras contra el emperador (cf. Brevedad 4, 5), sustituyéndolo en ocasiones y, sobre todo, colaborando en el renacimiento literario que Augusto pretendía, no sólo como protector de poetas y prosistas, sino como escritor él mismo (cf. H. BARDON , La littérature..., págs. 13-19); su estilo, rebuscado y efectista, lo critica duramente Séneca (cf. Epístolas 19, 9; 114, 4-8) como reflejo de sus costumbres decadentes y su vida agitada, entre otros motivos, por los sucesivos repudios y reconciliaciones con su mujer, Terencia, que le robaban el sueño. Cf., sin embargo, PLINIO VII 172, que da como causa de ese prolongado insomnio unas fiebres persistentes.

23 Evidentemente, Gneo Pompeyo Magno, primero aliado y rival luego de César; a su política hegemonista se oponía Catón, aunque más tarde en la guerra civil tomó partido por él como mal menor. Séneca suele citarlo para usar su muerte de ejemplo (cf. Ira II n. 52) y jugar con el significado de su cognomen, el Grande (cf. Brevedad 13, 7; Marcia 14, 3).

24 Con este tercer miembro queda completo el llamado primer triunvirato: Gayo Licinio Craso (ca. 115-53 a. C.), célebre tristemente por su derrota en Carras frente a los partos y la posterior muerte a traición que éstos le procuraron. Cónsul con Pompeyo en el año 54, ambos lograron, a fuerza de sobornos y maniobras arteras, que Catón no resultara elegido pretor (cf. PLUTARCO , Catón el Joven 40, 1-6).

25 Publio Vatinio, un deshonesto arribista (cf. CICERÓN , Cartas a su hermano Quinto II 4, 1), precisamente el rival de Catón en las elecciones mencionadas en la nota anterior.

26 Este Triunfo era, a lo que dice Séneca, pues por otra fuente no es conocido, un gladiador de los que iban armados con espada, escudo y casco al estilo galo, rematado por la figura de un pez conocido en griego como mórmylos, de donde el latín murmillo para designarlos. Su queja la provocan las reducciones en las partidas destinadas a los espectáculos impuestas por el ahorrador Tiberio (cf. SUETONIO , Tiberio 34, 1).

27 Dos medidas contra el frío en las casas de los pudientes: ventanas cerradas con delgadas planchas de vidrio, y calefacción obtenida por el sistema llamado hipocausto; el vapor producido en una caldera de agua hirviendo se repartía por debajo del piso, que era doble, y mediante tubos por las paredes. El propio Séneca asegura que tanto el cristal como la calefacción empezaron a usarse en su época (cf. Epístolas 90, 25).

28 Se trata de la diamastígosis («flagelación»), de la que habla PLUTARCO , Antiguas costumbres de los espartanos 40: una ceremonia anual en la que los niños competían por ver quién aguantaba más latigazos (cf. también CICERÓN , Tusculanas II 34; V 77).

29 El Danubio, frontera natural con los pueblos germanos cuyas rudas y austeras costumbres sirven a Séneca de parangón con frecuencia (cf. Ira I 11, 2-4; II 15, 1).

30 Apio Claudio (finales del s. IV -principios del III a. C.) perdió la vista en el ocaso de su intensa vida como reformista y promotor de obras publicas (entre otras, la vía que lleva su nombre, Apia), lo que le valió el cognomen Caecus, el Ciego.

31 De Lucio Cecilio Metelo (s. III a. C.) había una estatua en el Capitolio tanto por sus victorias sobre los cartagineses (cf. Brevedad 13, 8) y los altos cargos que ocupó, como por haber salvado el Paladio (la imagen de Palas Atenea que protegía Troya y que Eneas llevó a Italia) del templo de Vesta incendiado, hazaña en la que perdió la vista (cf. PLINIO , VII 141).

32 Quizá no se trate de una persona en concreto; si lo fuera, no sería conocida por otras referencias.

33 Son las Vestales, sacerdotisas de Vesta, para cuyo culto eran seleccionadas muy jóvenes entre las familias patricias y obligadas a mantenerse castas durante los treinta años que permanecían al servicio del templo; éste básicamente consistía en conservar siempre encendido el fuego sagrado, símbolo de la diosa; en el aprendizaje de estos ritos y otras funciones pasaban diez años, los practicaban otros diez y los últimos se dedicaban a enseñarlos a las novicias (cf. Ocio 2, 2).

34 Séneca no ha de precisar más para que se entienda que es el Campo de Marte, una explanada más allá del pomerio (cf. Brevedad n. 49) empleada desde antiguo para fines militares, electorales (cf. Ira II n. 64) y religiosos; a partir de Pompeyo se levantaron en el Campo teatros, jardines porticados, monumentos y estadios (el de Domiciano, actualmente la plaza Navona).

35 Cita de OVIDIO , Metamorfosis II 63-69: el Sol describe las dificultades que halla en el trayecto diario con su carro tirado por caballos de fuego, para disuadir a su hijo: le había concedido sin pensar el deseo que quisiera, y fue guiar el carro, desde la salida hasta que alcanza el mar, aquí personificado en Tetis, la titánide esposa de Océano y madre de todos los ríos.

36 El animoso joven es Faetón, el hijo del Sol; esta intervención suya y la siguiente son de cosecha de Séneca, pues no se encuentra en el texto de Ovidio la réplica de Faetón en estilo directo, sino resumida en dos versos (103-104), cuando su padre ha terminado de hablar.

37 OVIDIO , ibid. 79-81. En su recorrido por las constelaciones del Zodiaco el Sol ha de enfrentarse al toro, al león y al centauro armado con un arco que, como él, es de Tesalia, llamada por su nombre antiguo, Hemonia.

38 Demócrito de Abdera, en Tracia, filósofo materialista contemporáneo y rival de Platón; al final de su prolongadísima vida se sacó los ojos y descuidó lo poco que conservaba de su hacienda (cf. CICERÓN , Del supremo bien y del supremo mal V 29, 87), que había gastado casi enteramente en sus numerosos viajes (cf. DIÓGENES LAERCIO , IX 35).

39 El suicidio por imperativo moral es piedra angular de la ética estoica; Séneca pone de relieve las ventajas que supone repetidas veces en sus escritos: cf., sólo en los Diálogos , 2, 10-12; Ira III 15, 3-4; Tranquilidad 16, 1-4; y Felicidad 19, 1. No obstante, se ha llegado, curiosamente, a sostener todo lo contrario, es decir, que el filósofo desaconsejaba en realidad el suicidio: cf. N. TADIC -GILLOTEAUX , «Sénèque face au suicide», L’Ant . Class . 32 (1963), 541-551.

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