Читать книгу La Duquesa de Escobedo - Sergio Telles - Страница 15

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[ ANASTROZOL ]

Te subes al transmetro sintiéndote la puta ama del mundo y no ves que las uñas ya no te crecen o que el tinte se te cayó hace una semana. No te sientas atrás porque tienes la esperanza de que alguno de los hombres se levante para darte su lugar. Por eso te pasas la lengua por los dientes para que el orégano del menudo que almorzaste no les hable, tan pronto, de tu código postal.

Acercas la nariz a tu sobaco ennegrecido y confirmas que el desodorante ya no te hace y que la Magaly mintió en el mercado para que le compraras dos.

Sacas el rubor de la Michel Kors clonada para retocarte con el paño durante el semáforo en rojo. Te bajas la blusa que se sube en cada enfrenón y enseña la cesárea que hace años era un lujo de muy pocas.

Cada una de las calles que cruzas es un vidrio que se entierra en tu columna o que te habla de los años buenos cuando había tantos que discutían en Villagrán para subirte a sus coches.

Te duele en el chamorro el nombre tatuado de tu hija, Débanhi que se fugó a Laredo con uno de tus maridos.

En la mano llevas inscrito el pedido de Fuller y la receta del Anastrozol para que no se te olviden.

Cada bache es un hombre.

Sacas el Sony Ericsson que se sostiene de la prótesis mamaria y no ves para cuando alguien te llame o te ceda el asiento.

Te sudan las manos y el tubo está frío.

La vejez es una cortina sin holanes puesta a propósito sobre una ventana de cemento sin pintar. El chicle que pierde el sabor en la boca se traga para honrar a la mandíbula o el tiempo invertido.

Te tiras un pedo antes de bajarte nomás por el odio que le tienes al machismo y al transporte público.

Llegas a casa para darte cuenta de que la Juana cumplió la amenaza de largarse.

Ves el refrigerador y piensas que dos cubos de hielo en las nalgas apaciguan la comezón de canícula filtrándose por las paredes de yeso o la tristeza o la traición o el abandono.

Tienes más hambre que sed.

Abres el refrigerador que no visitas desde la semana pasada.

Tienes más hambre que sed.

Hay un sándwich enlamado que apesta y se parece a tu chiche izquierda después de la octava sesión de radioterapia.

Tienes más hambre que sed.

Te trastorna la luz amarilla del foco y piensas en la Débanhi y en la manada de huercos que debe tener.

Tienes más hambre que sed.

Y la muy puta de la Juana se llevó la parrilla eléctrica y el huevo con chorizo que le puso al sándwich que abres con tus manos te recuerda la cagada oscura que te arrancó el oncólogo del pecho en un quirófano de la clínica seis.

La Duquesa de Escobedo

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