Читать книгу La Duquesa de Escobedo - Sergio Telles - Страница 9

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[ ESCONDITE ]

Papá se dio un tiro en el sillón donde coloreamos el primer libro de coches. Cierro los ojos y recuerdo su sangre escurriendo, desde la colchoneta pardusca, desparramándose por el suelo junto a las botellas de mezcal.

Lo recuerdo acariciándome los talones con la barbilla pervirtiendo mis fobias tempranas, enunciando disparates. Esa tarde mamá bajó corriendo por las escaleras y cubrió mis ojos.

–¡Ve a esconderte por allí, Lauro! Voy a contar hasta cinco…

Me oculté entre la estufa y la nevera, en ese oscuro vericueto donde los gritos siempre me dejaban tranquilo. Tres o cuatro en el conteo mental junto al cesto de desperdicios y al decir cinco, un relámpago reventó el cráneo de mi padre salpicando rojo por todo el vestíbulo.

Llovía afuera y adentro, en los ojos de mi madre, en mis pantalones con bolsillos inflamados de crayolas. Después un largo silencio.

–Algún día necesitarás ayuda y terminará la siesta. Se te pudrirán las manos cuando falte dinero y la noche será tu concubina. Del amor dirán misa pero ya habrás leído Sonata a Kreutzer.

Siempre tuve miedo cuando habló en ese tono, con ojos de lumbre, apuntando al librero y rechinando los dientes. Aquel sillón se volvió todo cuando sus pasos se cansaron de visitar viejas cantinas.

Odiaba la música, los periódicos, la televisión y los perros. Creo que al final ya nos odiaba a mamá y a mí de la misma forma.

–Tu padre nos condenó, Lauro… nos condenó.

Nos mudamos a Cadereyta, a la finca de los abuelos, y no volvimos nunca por la casa que tardó una década en venderse. Leí a Tolstoi con mezcal, soltería y mariguana. Cerré los ojos recordando los murmullos, el Mustang rojo de la portada y la desobediencia de mis 25 años –uno, dos–. Respondiéndome porqué nunca habría sido suficiente decir: ¡Pa, no lo haga! –tres, cuatro–.

Nunca entendí la metáfora de las escondidillas: pero perdimos.

La Duquesa de Escobedo

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