Читать книгу Forming Intentional Disciples - Sherry A. Weddell - Страница 6
ОглавлениеAgradecimientos
No me hubiera sido posible escribir este libro sin el apoyo de tantos hombres y mujeres que me inspiraron, desafia-ron, animaron y supervisaron. Muchas gracias a:
• Los miles de católicos alrededor del mundo que generosamente compartieron sus experiencias de cómo Dios los utilizó durante el proceso de discernimiento para seguir Su llamado. Ustedes han abierto una ventana hacia el catolicismo vivo y nos han ofrecido una cautivadora imagen de la manera en la que la gracia redentora de Dios fluye incesantemente sobre nuestro mundo mediante la aceptación y la cooperación de católicos “ordinarios”.
• Los 1,600 líderes parroquiales y diocesanos que han compartido conmigo sus desafíos y su sabiduría durante las diferentes versiones de los talleres de evangelización “Making Disciples” (Formación de Discípulos) por los últimos once años.
• El personal, maestros, benefactores y colaboradores del Instituto Catalina de Siena, quienes hicieron posible esta aventura de escribir un libro en cinco meses, aunque dos de esos meses los pasé fuera de casa.
• Los discípulos y apóstoles que aceptaron ser entrevistados o que compartieron conmigo su sabiduría sobre el evangelio, incluyendo a: Nancy Arkin, Rod Bennett, Dennis Branconier, Nina Butorac, el Padre Chas Canoy, el Padre James Conlon, Katherine Coolidge, David Curp, Bobbi Dominick, Barbara Elliott, el Diácono Dan Foley, el Padre Ed Fride, Francisco “Paco” Gavrilides, Lisa Hills, el Padre Dennis Howard, el Padre Gregory Jensen, Corinne López, el Padre John Maduri, el Dr. Ralph Martin, Carol McGee, Daniel Moore, Scott Moyer, el Padre Edward Pelrine, Tom Peterson, Ellen Piper, Craig Pohl, Sara Silberger, Gaurav Shroff, Keith Strohm, Tina Terrant, Jane Twilliger y el Dr. Peter Williamson.
• La Dra. Carole Brown, quien me permitió leer su tesis sobre la evangelización según San Juan Pablo II.
• Mark Gray, del Centro de Investigación Aplicada al Apostolado (CARA por sus siglas en inglés), por aclararme algunas estadísticas relacionadas con su organización.
• Roz Dieterich, quien me ofreció su cálida hospitalidad y sus múltiples dones para la organización, y quien, junto con su esposo, Henry, compartió conmigo su experiencia de vida en la Parroquia de Cristo Rey.
• Las aportaciones y las oraciones de mis amigos de Facebook, especialmente a Tim Ferguson, quien sugirió el título para el libro, y a Woodeene Koenig-Bricker por sus consejos sobre edición y su apoyo.
• Los miembros del Comité de Evangelización de la Región de San Fernando, quienes bajo el liderazgo del Obispo Gerald Wilkerson han sido un agente catalizador con su extraordinaria visión sobre la evangelización en la Arquidiócesis de Los Ángeles: Edward Arno, Katie Dawson, Ben Decenario, Yvonne Garcia, Frank Luciano, Sally Meyers y Bobby Vidal.
• Sherry, quien me escuchó y oró conmigo durante todo este tiempo y Jim, cuya pericia en el uso de la computadora supera mi falta de carisma con la tecnología.
• Mis asesores en evangelización y otros distinguidos colaboradores que garantizaron que este libro estuviera lleno de sabiduría evangélica basada en la realidad. Dios los bendiga. ¡Ustedes saben quiénes son!
• Mi querido amigo Mark Shea, quien compartió conmigo sus vastos conocimientos sobre redacción y edición. Tú me has agradecido en el pasado por haberte ayudado con algunos de tus libros. Todavía te debo una.
• Cindy Cavnar, mi paciente editora, quien se dio a la tarea de dirigir con disposición y buen humor a una escritora novata durante este proceso tan abrumador.
• El Padre Michael Fones, O.P., quien no sólo fue mi director adjunto, sino que también ha sido mi colaborador más cercano durante el proceso de descubrimiento que ha sido la evangelización centrada en las parroquias. Dios lo bendiga, Padre Mike, por su propio discipulado, por su apertura espiritual, su energía y su impresionante ética de trabajo. Gracias por su sentido del humor, por su generosidad y su bondad hacia todos los que trabajamos en el Instituto y hacia mí personalmente. Siempre me mantuvo en alerta. Nunca sabía lo que se le iba a ocurrir hacer cuando enseñábamos una clase, pero nada de esto sería posible sin usted.