Читать книгу Forming Intentional Disciples - Sherry A. Weddell - Страница 7
ОглавлениеIntroducción
En el año 1997, el Padre Michael Sweeney, O.P., y yo fundamos el Instituto Catalina de Siena, un ministerio de la Provincia Dominica del Oeste. Nuestra misión es ayudar a las parroquias a formar apóstoles laicos. En ese entonces, nosotros pensábamos que la mayoría de los católicos solamente necesitaban una formación apostólica sólida para poder discernir y responder al llamado de Dios. En el instituto utilizamos el proceso de discernimiento “Llamados y Dotados” que yo desarrollé con el fin de presentar a los católicos la idea de que ellos son apóstoles con una misión adquirida por virtud de su bautismo. Hasta la fecha, más de 65,000 católicos — sacerdotes, seminaristas, religiosos y laicos” — han pasado por el proceso “Llamados y Dotados” en cientos de parroquias en 105 diócesis de 5 continentes.
En cierto modo, este libro comenzó a tomar forma en 1993, cuando siendo voluntaria, impartí el primer taller de “Llamados y Dotados” a veinte personas en Seattle. Desde un principio, yo ofrecía lo que llamaba “entrevistas sobre los dones”, que eran sesiones privadas de una hora para ayudar a las personas a reconocer los dones que Dios les había dado. Muchos católicos compartían conmigo sus historias y cómo Dios los había utilizado para beneficio de los demás. En ese entonces, yo solamente asentía con la cabeza pues no tenía idea de lo que debía estar buscando al escuchar a estas personas. Con el tiempo y la experiencia, he aprendido y capacitado a miles de líderes pastorales para que puedan realizar estas entrevistas de discernimiento.
Una de estas entrevistas fue particularmente excepcional, ya que llevó al Instituto a involucrarse directamente con la evangelización. En el año 2004, el sacerdote dominico Mike Fones y yo nos encontrábamos impartiendo un curso en una ciudad importante de Canadá, en la que el párroco nos había pedido que entrevistáramos a algunos de sus líderes. Mientras entrevistaba a una mujer que era la líder del Grupo de Mujeres Católicas de la parroquia, me di cuenta de que las experiencias que ella estaba compartiendo conmigo eran tan vagas que no podía encontrar ninguna evidencia de la manera en la que Dios la estaba usando para el bien de los demás. Como los carismas no se manifiestan hasta que la persona interioriza su fe, decidí pedirle que me hablara sobre un momento decisivo en su vida espiritual para así concentrar mi atención en los años posteriores a ese momento. Por lo tanto, le hice una pregunta que nunca había utilizado en mis entrevistas: ¿Podrías describirme brevemente cómo es tu relación con Dios en este momento en tu vida?
Después de pensar unos segundos, ella respondió bruscamente, “Yo no tengo una relación con Dios”. Su respuesta me dejó atónita. Lo primero que pensé fue: “Eso no es posible. Eres una de los líderes de la parroquia. No podrías serlo si no tuvieras algún tipo de relación con Dios. Quizás hice la pregunta equivocada”. Entonces pasé el resto de la entrevista hablando con ella sobre su relación con Dios. Para el final de nuestra conversación, me di cuenta de que esta mujer me había descrito con exactitud su realidad espiritual cuando contestó mi pregunta. Aunque Dios tenía una relación con ella (¡de otro modo ella no existiría!), ella no tenía una relación consciente con Dios. ¡Con razón no podía discernir sus carismas! A su trabajo parroquial le faltaba motivación espiritual.
Reflexioné mucho sobre esa entrevista. Después le dije al Padre Mike: “Esta ha sido la entrevista más maravillosa que he realizado. Quizás deberíamos hacer esa pregunta más frecuentemente”. Así es que ambos comenzamos a pedir a las personas que entrevistábamos que describieran su relación con Dios. Las respuestas que obteníamos de cientos de católicos ordinarios y de líderes parroquiales alrededor del mundo eran reveladoras y con frecuencia sorprendentes. Y hemos aprendido mucho más al escuchar a los más de 1,600 líderes diocesanos y parroquiales en más de 60 diócesis que han asistido a nuestro taller de evangelización “Formación de Discípulos” en los últimos once años.
¿Qué hemos aprendido? Hemos aprendido que existe un abismo del tamaño del Gran Cañón entre la teología sofisticada de la Iglesia sobre el apostolado laico y la experiencia espiritual personal de la mayoría de nuestra gente. Este abismo tiene un nombre: discipulado. Hemos aprendido que hasta la mayoría de los católicos americanos “activos” aún se encuentran en una etapa inicial y básicamente pasiva en su desarrollo espiritual. Hemos aprendido que la necesidad esencial a nivel parroquial no es catequética. Más bien, nuestro problema fundamental es que la mayoría de las personas aún no son discípulos. Nunca serán discípulos hasta que comiencen a seguir a Jesucristo como parte de su Iglesia.
Aprendimos que, a nivel parroquial, hemos aceptado este abismo entre las enseñanzas de Cristo y la relación viva de los católicos con Dios como normativo, y que esto ha forjado nuestra cultura comunitaria, nuestras conjeturas pastorales y nuestras prácticas parroquiales con resultados devastadores. Hemos descubierto que, para nuestra sorpresa, muchos líderes parroquiales ni siquiera poseen una categoría conceptual de lo que es el discipulado. Mientras esta siga siendo la realidad en nuestras parroquias, la teología del laicado y las enseñanzas sobre justicia social y evangelización de la Iglesia seguirán siendo bellos ideales que prácticamente son letra muerta para la mayoría de los católicos.
Por último, aprendimos que Dios, en su divina providencia, nos ha dado los recursos teológicos, pastorales y prácticos que necesitamos para avanzar hacia el nuevo siglo con el poder para vencer este y todos los obstáculos que se presenten. Este libro, como todas las obras del Instituto Catalina de Siena, tiene el propósito de ayudar a la Iglesia a lograr ese objetivo.
Casi todo el trabajo del Instituto se ha realizado dentro del sistema parroquial, y no por medio de movimientos eclesiales u otros grupos especializados. Yo siento una profunda admiración por esos movimientos; sin embargo estos solamente alcanzan a 1 o 2% de los miembros de la Iglesia. El único contacto que la mayoría de los católicos tienen con la Iglesia es mediante su parroquia local. Por esta razón hemos concentrado nuestros esfuerzos en preparar a las parroquias. Si la vida parroquial cambia, la vida de toda la Iglesia cambiará también.
En los niveles del seminario y de las universidades, hay muy poca información disponible sobre la evangelización práctica, sobre todo en lo que se refiere a evangelización efectiva en los niveles parroquiales de las sociedades postmodernas del Occidente. La mayoría de las parroquias evangelizadoras que hemos encontrado llevan entre dos y cinco años en este proceso. La parroquia con la que hemos trabajado más tiempo solo tiene dieciocho años de haber comenzado a evangelizar. Yo solamente llevo veintiún años escuchando las experiencias de otros católicos. Todos somos pioneros en este tema y todavía estamos pasando por una curva de aprendizaje muy pronunciada.
La buena noticia es que hemos conocido a muchos líderes pastorales maravillosos y creativos, quienes de manera deliberada invitan a hombres y mujeres católicos a emprender el recorrido hacia el discipulado intencional y ya comenzamos a ver los frutos de sus esfuerzos. La información y sabiduría contenidos en este libro provienen de los miles de hombres y mujeres católicos alrededor del mundo que nos han compartido sus experiencias. Además, me he apoyado en las vivencias de una red de pioneros en la evangelización y de colaboradores pastorales. Yo sólo soy capaz de compartir en este libro lo que hemos aprendido de las enseñanzas de la Iglesia y lo que Dios ha hecho con su pueblo hasta ahora. Eso quiere decir que todavía hay muchas lagunas y muchas preguntas sin contestar. Sin embargo, yo creo que existe una trayectoria definida en esta experiencia de aprendizaje y que las consecuencias nos llenan de alegría y esperanza.