Читать книгу Empezar de nuevo - Silvia Hatero - Страница 7

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Una fecha importante se acercaba. Y me hacía mucha ilusión. Se trataba de la boda de mi hermano Rubén, quizá el día más importante de su vida. Pero, sin yo saberlo, también fue uno de los más importantes de la mía, ya que allí conocí al que sería mi marido Sisco. La historia parece la de un culebrón de esos de media tarde, ya que él fue a la boda con su mujer y sus dos hijos. Era el hermano de mi cuñada y, lo más curioso, es que los dos nos dedicamos a buscar información el uno del otro. Así supe que él estaba en proceso de separación. Lo que no sabía es que se quedaba con la custodia de sus hijos Shauny, de cinco años, y Nery, de nueve. Una no elige la persona de la que se enamora. Los caminos de nuestras vidas se cruzaron por algo.

Mi vida se adentraba en un nuevo reto, ya que mi nueva pareja tenía un hijo y una hija. La situación, de entrada, no parecía fácil, pero esos niños han sido y son una parte importante de mi vida. Se han criado conmigo y con su padre, y los quiero como si los hubiera parido yo. Y sé que ellos a mí también.

Dejé mi piso de alquiler y me fui a vivir con Sisco y los niños en Montcada i Reixac. Trabajaba en Castellar y me pillaba algo lejos, pero no me importaba.

Cuando sientes que la persona que has elegido como pareja es la correcta haces planes de futuro con ella. Uno de mis sueños era ser madre. Ya ejercía como tal con Shauny y Nery, pero quería saber lo que se siente estando embarazada. Al año y medio de estar juntos me quedé en estado. El principio del embarazo iba bien, pero empecé a tener subidas de tensión algo anormales y me costaba subir de peso. No tenía nauseas ni vómitos, ni me encontraba mal. Solo se me hinchó un poco la cara, pero los médicos no le daban importancia.

Cuando estaba de 33 semanas todavía daba clases de aeróbic y me lo pasaba muy bien. El médico solo me prohibió hacer abdominales, pero mi cuerpo respondía muy bien.

A las 34 semanas de gestación pasé una noche de fuerte dolor de cabeza y fuimos al Hospital de Terrassa. No parecía nada grave, y ni siquiera me atendieron de Urgencia, aunque a los 20 minutos ya estaban por mí. Entonces todo se precipitó y mi estado era muy grave. Los recuerdos se agolpan en mi cabeza: gente moviéndose, ruidos y unas sombras. Las voces ya me sonaban lejanas. Estaba sufriendo un ictus y caí en coma. La situación era límite y los médicos iban de un lado a otro. Fue entonces cuando decidieron hacerme la cesárea para intentar salvar a la niña. Fueron unos minutos de los que yo ya no tengo recuerdos, claro, pero fueron los más trágicos de mi vida, los más complicados. Mi hija nació con un paro cardíaco y, durante unos segundos, le faltó oxígeno en el cerebro. Pero nació. Y vivió, a pesar de que le quedaron algunas secuelas.

Sisco no sabía dónde acudir. Su mujer se debatía entre la vida y la muerte. Pero otra vida, la de la niña, tampoco era segura. Las dos pendíamos de un hilo, pero tuvieron que separarnos y me llevaron al hospital de Sant Pau, en Barcelona, para que me atendieran especialistas.

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