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A MODO DE PRELUDIO

La escasa novedad de la Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio)

Comienzo pidiéndole perdón a mi querido compatriota, el papa Francisco, quien se esforzó mucho para escribir esta exhortación apostólica hacia fines del año en que fue elegido pontífice, 2013, por lo atrevido de mi opinión.

En sus páginas, con una pedagogía envidiable, anuncia eternas novedades que, justamente por ser eternas y ya dichas, dejan de ser novedad. En ellas habla de las crisis del mundo, dolorosamente ciertas, para las cuales tenemos que tener un ojo con lupa que nos permita salir de lo que queremos mirar y pasar a lo que debemos mirar, aunque nos duela. Acudiendo en ayuda de la coyuntura propone el “PIAFF”, sinónimo de la Iglesia en salida, un muy buen método que le copió al estilo de Jesús.

Siguiendo con el documento papal, probablemente lo que se refiere a la dimensión social de la evangelización, es una prolongación del magníficat, en donde María expresa que Dios dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y a los ricos los despide vacíos. Verdades siempre dichas y muy actuales si, por ejemplo, consideramos que en el mundo el 70% de los bienes están en manos de menos de 10 personas o que, si un presidente de una súper potencia se levanta de mal humor y con ganas de jugar a la guerra nos hace volar a todos como miguitas. Pensemos también en la guerra en cuotas que se vive en diferentes partes del mundo, con un tenor político como libreto y un valor económico de escenario.

Sobre el Evangelio, dando catequesis o compartiendo su lectura, he escuchado a mucha gente decir que “ya tiene 2000 años”, “que pasó de moda”, “que la gente y los apóstoles seguían a Jesús porque vivieron con Él”, “que la Iglesia no es la misma que hace 2000, 1000, 100 (o los que quieran) años”. Ésta es la parte anecdótica, trivial, exclusiva, de pasillo. La verdad que el Evangelio nos anuncia es que Jesús, Dios hecho hombre, murió y resucitó por nosotros y nos enseñó el mandamiento del amor, tan antiguo y tan nuevo. Esa es la Buena Noticia (traducción de la palabra evangelio), que nos invita a estar alegres, a dar y a darnos y, en sintonía con María, a vivenciar que Dios se fija en nuestra fragilidad y que su misericordia no pasa jamás. Allí se encuentra la fuente eterna de la que estamos llamados a beber siempre, una y otra vez, haciéndole frente al defecto de la mala memoria personal y generacional y al pecado de creernos dioses. Quizás por eso necesitemos de santos, de profetas, de gente buena que nos recuerden la alegría del Evangelio.

En este ensayo iremos viendo, capítulo a capítulo, una cantidad determinada de números de la exhortación ilustrados por la vida de la beata Catalina de María Rodríguez (2), una buena mujer que se adelantó al escrito del papa Francisco; con lo que corroboro el título de este preludio.

Sencillamente, Catalina fue una de las tantas y tantos profetas que vivieron la alegría de encontrarse con Jesús, de recibirlo y darlo a los demás.

Al concluir cada reflexión, se encuentra una invitación a revivir lo leído.

Para finalizar, le digo a mi querido padre Francisco:

“Aunque lo que usted escribió ya está en el Evangelio, ¡gracias por refrescarnos la memoria con un acento tan concreto!

Su exhortación es lindísima, ojalá cumplamos su deseo y descubramos que más importante que conjugar, es vivir el nuevo verbo: misericordiar.”

2- Córdoba (1823-1896). Al final del libro se encuentra una pequeña biografía de su vida.

La Evangelii Gaudium, una novedad eterna

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