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CAPÍTULO UNO Hacia la construcción de un asociacionismo católico mexicano. Los antecedentes de la fundación de la Asociación de Damas Católicas Mexicanas

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La caridad, el amor, el servicio y la devoción, más que simples palabras, se convirtieron durante la segunda mitad del siglo XIX en la base del pensamiento y la acción de miles de mujeres católicas que transformaron sus vidas para formar parte de un conjunto de organizaciones filantrópicas dedicadas a atender la pobreza y la marginación, pero, sobre todo a defender a la Iglesia frente al proceso de secularización de la nación.

Así, entre 1860 y 1910 organizaciones como la Asociación de Señoras de la Caridad de San Vicente de Paul buscaron convertir a las mujeres mexicanas en “soldados de Cristo”, en legionarias capaces de visitar los hogares de familias menesterosas a fin de ofrecer ayuda material y, sobre todo, espiritual. Ellas dedicaron sus vidas a la labor caritativa, al cuidado de los enfermos, a conservar, transmitir y defender la fe católica entre diversos sectores sociales. Administraron hospitales y hospicios, trabajaron como voluntarias en cárceles y asilos, enseñaron el catecismo, ofrecieron clases de lectura y escritura, visitaron domicilios particulares de menesterosos, dieron conferencias en torno a la salud, la enfermedad y, en particular, inculcaron la importancia de Dios y la religión católica en la vida moderna. Encaminaron sus esfuerzos a evitar la pérdida de los valores católicos en la sociedad mexicana, a mantener viva y activa la doctrina religiosa en la mente y en la vida cotidiana de los mexicanos.

Su actuación no fue casual ni fortuita, sino que formó parte de un proceso de organización de grupos de hombres y mujeres católicos, quienes proveyeron un espacio para la formación de lazos de sociabilidad e identidad católica, al tiempo que actuaron como un medio de defensa de los intereses públicos y políticos de la Iglesia.

El presente capítulo tiene como objetivo dar cuenta del surgimiento de estas nuevas formas de vida asociativa producidas por una militancia católica de mujeres capaces de insertarse en la vida pública, en particular se analizarán las organizaciones filantrópicas que marcaron un camino para la participación pública, política y social de las mujeres católicas; se explican los motivos, los momentos y cómo su actuar se desenvolvió en el espacio urbano. Asimismo, se analiza la importancia de la parroquia y la vida parroquial como eje del espacio urbano encargado de marcar y delimitar sus actividades cotidianas. Se parte de la hipótesis de que las actividades cotidianas impulsadas desde el asociacionismo femenino permitieron establecer sociabilidad e identidad entre sus integrantes y los grupos sociales a quienes atendían, fomentando así la participación de obreros, campesinos, profesionistas y gremios que les permitieron actuar como defensores del catolicismo en la Ciudad de México.

Más que buscar los orígenes del asociacionismo femenino como parte de la feminización de la devoción o la caridad católica, el presente capítulo considera que el impacto del aumento de las mujeres en las actividades eclesiásticas les permitió entrar en un proceso de “concientización”1 de su papel secular, permitiéndoles actuar de manera diferente, adquirir una voz, una identidad y una forma de trabajo que definió la forma en la cual las mujeres se insertaron en la vida pública. En este sentido, el presente capítulo busca analizar los retos del asociacionismo femenino católico durante la segunda mitad del siglo XIX para comprender las razones que llevaron a la fundación de la Asociación de Damas Católicas Mexicanas en 1912 y cómo ésta recuperó la experiencia de otras agrupaciones católicas femeninas. Me interesa entender cómo la Iglesia creó y sostuvo diversos grupos de mujeres seglares católicas quienes actuaron en su nombre y le otorgaron visibilidad pública, misma que se puede medir a partir de la importancia de la parroquia y la vida parroquial como eje de sus actividades y del espacio urbano.

El capítulo se encuentra dividido en cuatro apartados y un corolario. En el primero se explica el proceso internacional que llevó a la formación de una política intransigente y la construcción de un modelo católico femenino que marcaría la vida asociativa de las mujeres católicas. En el segundo, se presenta la creación de un sistema educativo que llevó a la conformación de una jerarquía eclesiástica versada en la dirección de la militancia católica, asimismo se presentan las resoluciones del Concilio Plenario Latinoamericano y su impacto en la vida parroquial y asociativa en México. En el tercero se rescata el surgimiento de las primeras organizaciones católicas en México, así como la forma en la cual fomentaron un ideal femenino que sería la base del asociacionismo filantrópico del último tercio del siglo XIX. El cuarto y último apartado recupera la formación de las sociedades filantrópicas, sus orígenes, la incursión de la mujer a la vida asociativa, sus primeras acciones, su fortalecimiento y su consolidación.

Entre la filantropía y la práctica política

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