Читать книгу Entre la filantropía y la práctica política - Sofía Crespo Reyes - Страница 15
1.4 Las organizaciones filantrópicas y la participación de la mujer en la vida asociativa
ОглавлениеEl proceso de secularización fue más allá de limitar la influencia política de la Iglesia, significaba desplazar ciertos principios religiosos que regulaban la vida social y sustituirlos por un nuevo conjunto de conceptos y valores basados en la figura del individuo, el ciudadano, la civilidad y el liberalismo. La secularización implicó una serie de profundos cambios en la mentalidad, la cultura y el desarrollo de la sociedad mexicana. Por ejemplo, el matrimonio civil significaba para la iglesia “validar las alianzas conyugales que no estuvieran consagradas por la religión”,80 lo que implicaba eliminar el sentido sagrado de la vida conyugal. Por su parte, la construcción de los primeros cementerios públicos dirigidos por el Estado modificaba el sentido de la muerte eliminando del imaginario colectivo la idea católica de la vida más allá de la muerte y permitiendo recordar al muerto en la tierra para que “viva eternamente en los recuerdos de la gente”,81 lo cual simbolizaba la eliminación del entierro como un espacio para el culto católico.
El mismo efecto tuvo la secularización en el campo del auxilio al pobre y al enfermo. Conforme avanzó el proceso de nacionalización de hospitales, hospicios, orfelinatos y asilos, que hasta 1861 administraba la Iglesia, la tradición de la caridad católica fue sustituida por una serie de políticas asistenciales impulsadas desde las oficinas de la Dirección de Beneficencia Pública, órgano federal encargado de administrar el auxilio al menesteroso durante el porfiriato. Este proceso implicó también un cambio en la mentalidad y accionar de los mexicanos decimonónicos, algunos intelectuales liberales como Ignacio Manuel Altamirano o Manuel Gutiérrez Nájera daban por sentado el carácter laico del auxilio público pese a que en la práctica las políticas estatales se fueron adecuando a las condiciones económicas y políticas del gobierno porfirista.82
Sin embargo, la secularización no desapareció las prácticas de caridad católica. De manera paralela a los servicios asistenciales ofrecidos por el Estado, la Iglesia recurrió al asociacionismo católico femenino para poner en marcha un sistema de beneficencia privada mediante el cual se organizaron mecanismos capaces de llevar auxilio material y consuelo espiritual a los pobres.83 Esto se debió a que durante el porfiriato la Iglesia experimentó un momento de revitalización y trasformación, el cual se ha denominado como un periodo de “concertación clero-gobierno”,84 ya que se mantuvieron incorporadas a la Constitución las Leyes de Reforma, pero en la práctica dejaron de aplicarse. Asimismo, el clero pudo acumular inversiones, recuperar algunas propiedades y, de manera no oficial, reabrió escuelas y órdenes religiosas85 que permitieron la formación de un nuevo clero, mejor instruido y con mayor interés y habilidad para participar políticamente.86
La formación de las asociaciones filantrópicas como la Sociedad de San Vicente de Paul y la Sociedad Católica Nacional pertenecen a este contexto. Dichas organizaciones gozaron de una enorme tolerancia por parte del Estado y al mismo tiempo reflejaron el desarrollo de una nueva cultura caritativa de corte moderno, dispuesta a satisfacer necesidades económicas y sociales concretas, a desarrollar actividades culturales y recreativas, así como a construir lazos de solidaridad que permitían a la Iglesia y a su militancia actuar de manera conjunta en la vida pública.
La Sociedad de San Vicente de Paul (SVP) surgió gracias a los esfuerzos del doctor Manuel Andrade (1809-1848) como un promotor privado, a diferencia de la Asociación de Damas Católicas Mexicanas que se fundó bajo el auspicio directo del arzobispo de México José Mora y del Río. Andrade estudió medicina en París (1833-1836), donde vivió en carne propia el nacimiento de la SVP. Esta asociación, a partir de 1833, utilizaría obras de caridad como un medio para diseminar la religión, “su método consistía en reunirse todas las semanas en pequeños grupos para rezar, deliberar y visitar los hogares de familias menesterosas llevándoles ayuda tanto material como espiritual”.87
La SVP se fundó en México en el año de 1840 como una organización exclusivamente masculina. No fue sino hasta el año de 1863 que se organizó su contraparte femenina, la Asociación de Señoras de la Caridad de SVP. Entre 1851 y 1868, los vicentinos aumentaron el número de socios y de benefactores, también expandieron su espacio de acción más allá de los límites de la Ciudad de México. Se establecieron “conferencias” en seis ciudades: México, San Miguel de Allende, Puebla, Oaxaca, Toluca y Guanajuato. Asimismo, pasaron de ser 192 socios activos en 1851 a 1,094 en 1868.88 Este ritmo de expansión sólo se detuvo unos años al empezar la Guerra de Reforma (1858-1860), periodo en que se abolieron las cofradías y se suprimieron las comunidades religiosas masculinas y femeninas.89
La Sociedad de San Vicente de Paul se componía de miembros de clase alta, media y trabajadora urbana,90 hablamos de una composición social heterogénea, tanto en la Ciudad de México como al interior del país, pero interesada en asistir y resolver problemas cotidianos entre las clases más menesterosas.91 Los socios crearon su propia red de instituciones de asistencia como comedores públicos para pobres, escuelas para niños y bibliotecas de carácter religioso. También visitaron hospitales y prisiones para atender enfermos y socorrer sus necesidades con comida, ropa, sábanas o dinero para su alquiler, sin descuidar las necesidades espirituales pues, difundían la fe católica mediante clases de religión, catecismo, asistir y promoveer bautismos, primeras comuniones y matrimonios. La SVP también ofrecían consejos y consuelo, rezaban junto a las familias y se convertían en confidentes y guías morales, por lo que al ver problemas de alcoholismo o “inmoralidad” intentaban persuadirlos de sus vicios.92
A diferencia de la contraparte masculina, la Asociación de Señoras de la Caridad de SVP no sólo se fundó 23 años después, sino que fue creada por un miembro del clero secular, el padre vicentino Francisco Muñoz de la Cruz. Ambas organizaciones tuvieron como principal misión “visitar a los pobres enfermos y procurarles todo alivio espiritual y corporal, consolándolos y exhortándolos a aprovecharse de la enfermedad y resignarse a la voluntad de Dios”.93 Durante el Imperio de Maximiliano, lograron multiplicar su número de asociadas y expandirse por toda la República eclipsando con ello a la organización hermana masculina. Este veloz crecimiento fue reflejo del cobijo que tuvo la organización en esos años. Ante la victoria de Benito Juárez a mediados de 1867 y la subsecuente ruina económica de la Iglesia, el número de socias disminuyó. Cabe señalar que, aun así, para 1868, contaban con 12,274 socias activas y honorarias, mientras la sección masculina contaba con apenas 1,461 socios.94
Estos datos muestran cómo la vida asociativa filantrópica tuvo un crecimiento exponencial, hecho que les abrió el camino a la participación pública en la sociedad civil. Poco a poco, formar parte de las Señoras de la Caridad significó adquirir un sentido identitario femenino fuera del espacio doméstico.95 Esta asociación proporcionó a las afiliadas nuevos vínculos de sociabilidad y les permitió desempeñar posiciones de liderazgo; ofreció también la oportunidad de crear estructuras de poder paralelas al Estado y al sector asociativo masculino y así labrar su lugar en la vida pública.96
En 1868 se fundó en la Ciudad de México la Sociedad Católica Nacional Mexicana (SCNM), cuyo objetivo central fue “conservar, defender y propagar […] la religión católica apostólica y romana”.97 Al igual que la SVP, se estableció en 1869 una sección femenina denominada Sociedad Católica de Señoras y Señoritas. Esta asociación disminuyó en el año de 1878, dejando a hombres y mujeres seglares “sin esa vía para canalizar sus actividades filantrópicas”.98
Los 10 años de presencia pública de la Sociedad Católica responden también a los periodos presidenciales de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, quiénes fueron los principales promotores de las Leyes de Reforma. Una vez derrotado el Imperio adquirieron el poder político necesario para aplicarlas con mano dura, sobre todo durante la presidencia de Lerdo de Tejada. En este sentido, la fundación de la Sociedad Católica Nacional Mexicana fue una respuesta a la sustracción pública de la Iglesia frente al Estado a partir de la crisis de 1867 que la llevó a buscar entre los sectores conservadores católicos su propio “ejército”.99
Frente a esta crisis, la SCNM funcionó al margen de la actividad parroquial, se dedicó a la enseñanza de la doctrina cristiana, fundó colegios católicos, fomentó publicaciones, realizó actividades piadosas en cárceles, hospitales y escuelas gratuitas y promovió la fundación de agrupaciones laborales al interior de la república. Además, generó actividades que apuntaban a la conservación y defensa de la vida espiritual en la vida pública, actuando abiertamente y produciendo opinión.
Para Ceballos, los socios de la SCNM buscaron establecer una sociedad autónoma y paralela al Estado liberal, a fin de llevar a cabo el proyecto sociopolítico del conservadurismo mexicano;100 Hanson, por su parte, considera que se buscaba aislar a los católicos de las influencias dañinas del liberalismo, pero la intención final de la SCNM era tener un sentido constructivo y expansionista: servir de base para volver a catequizar a la sociedad y recuperar la influencia perdida.101
La SCNM fue uno de los primeros esfuerzos por parte de los católicos para defender a la religión en la vida pública, su corta existencia nos muestra lo efímero que fueron los primeros esfuerzos de la sociedad católica mexicana por organizarse, a mi parecer esto se debió a una falta de estrategias organizativas, tanto de la jerarquía eclesiástica, como de los católicos seglares. Esta situación cambiaría al pasar los años conforme se fue legitimando desde Roma el sistema asociativo católico en torno al movimiento intransigente y ultramontano.