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II

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Hoy es lunes, es mi segunda semana de escuela. Al principio no quería ir. Me asustaba la idea de conocer a niños y niñas de mi edad, porque son insoportables y peleadores. Mi papá me dijo que la escuela no es solo para aprender a leer y escribir, sino que también vas a jugar y hacerte de nuevos amigos. La verdad es que mi papá tenía razón, me hice de un amigo, él se llama Iván y le gustan las figuritas como a mí.

Me levanté para ir a la escuela más temprano que de costumbre. Miré por la ventana para ver si las personas salían con campera o remera, porque está por terminar el verano y va a empezar el otoño. Pero parece que están todos durmiendo, solo se ve cómo caen las hojas de los árboles. Voy corriendo a despertar a mi mamá para ver si yo me confundí, tal vez hoy es domingo y no lunes.

Mi mamá me pone esa cara rara, esa cara de cuando me va a contar algo triste. Yo me senté y esperé a que me contara qué estaba pasando. Y me dijo que no se ven personas porque no se puede salir a la calle. Es peligroso, por eso nos piden que nos quedemos en casa. Pero yo quedé en ir a jugar con Iván a la plaza después de la escuela. —¿Cuándo se va a poder salir? —“Eso todavía no se sabe”, me contestó mi mamá, y es ahí cuando me puse a llorar, como escuerzo y pataleo como loca. La idea de no salir a jugar no me gusta, pero miro a mi papá que pone esa cara de ogro, de pocos amigos, se está enojando; así que contengo el llanto, me seco las lágrimas, me voy de la pieza antes que esto se ponga peor y me termine castigando.

Pese a la explicación de mi madre, yo no me quedé conforme, por eso me puse a buscar información en el diario de lo que estaba pasando, pero tengo un problema: yo no sé leer. Así que sin que nadie me viera, tomé la radio que estaba en la cocina y me fui corriendo a mi pieza.

Prendo la radio y se escucha hablar a un hombre que dice: “la tierra fue acechada por un virus letal que ataca al aparato respiratorio, hasta hacer explotar los pulmones y dejar sin vida a la persona que tenga el virus, para no contagiarse sugerimos quedarse en casa”. Pobre papito, él me dijo que tiene que ir a trabajar, que es una actividad esencial ¿Y si se le revientan los pulmones como un sapo? No sé si los sapos se revientan, pero eso dice mi tía Ariana, cuando alguien se enoja. “Vas a reventar como un sapo”. Yo no quiero que mi papá se muera nunca. Además, él me prometió que va a vivir 100 años y las promesas se cumplen, si no, no son promesas.

La radio no me gusta, dice muchas cosas que me ponen triste. Pero tengo que ser una niña valiente y seguir escuchando lo que dice este señor que habla con una voz gruesa: “hay rumores de que el virus fue lanzado por alienígenas. Esto fue el resumen de noticias por FM 101.7”.

Yo sabía que existían los alienígenas. La otra vez con la tía subimos al techo de su casa y vimos un platillo volador. Nos pegamos terrible susto, fuimos corriendo a contarle a mi mamá y no nos creyó, dijo que los alienígenas no existen.

Dejo la radio en la cocina sin que nadie me vea, me voy a mi cuarto a buscar los binoculares, tal vez teniendo mejor visión pueda descubrir si hay alienígenas cerca. Cuando estaba en el mejor momento de mi investigación mi mamá me llama a comer.

Big Bang

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