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2. Control como estrategia de las organizaciones

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El concepto de control es complementario al de organización, pues sin control no hay orden –no hay organización– y cuando no hay orden, pareciera que se genera descontrol. Así, la relación de oposición entre organización y entropía se cruza con la relación de complemento entre control y organización, al relacionar control/entropía y organización/desorganización.

Como no es mi intención discutir la existencia necesaria del control en las organizaciones, en este capítulo rastreo algunas definiciones de control desde diferentes pensadores, que ayudan a reflexionar sobre este proceso en relación con la sociedad y el trabajo, con el fin de tener un marco conceptual al momento de revisar las definiciones que las organizaciones exponen en sus manuales. Y luego, examino la definición oficial de control interno, de modo que el concepto de control será visto tanto desde una perspectiva crítica de análisis filosófico, político y discursivo como desde la perspectiva oficial del mundo organizacional, generando un contraste que permitirá entrar con más elementos de juicio al análisis discursivo de las organizaciones.

Debo aclarar que de ninguna manera se pierde de vista la perspectiva lingüística en este tema, porque me baso en Roger Fowler y Gunther Kress (1979a).2 Para ellos, tanto el poder como el control están mediados por el lenguaje. De ahí se deriva que, por vía de la socialización, del intercambio y la interacción se logran los procesos de influencia en el uso del lenguaje entre los sujetos. Estos son influenciados por las hablas usadas en sus relaciones, en sus lugares de trabajo, de estudio, en donde hacen vida social o laboral y, por ende, son afectados por las ideologías que allí circulan.

Es lo que sucede con el discurso de las organizaciones: los manuales de buen gobierno influyen en el comportamiento de los trabajadores o, por lo menos, es una de las intenciones explícitas de su composición. Son textos escritos con una estructura lingüística particular, producto de un pensamiento económico y administrativo que existe mucho antes de que un trabajador llegue a leerlos. Son textos típicos de esos contextos laborales y administrativos, y se distinguen de otros discursos porque usan, entre otras cosas, el discurso del control interno como estrategia de regulación del comportamiento laboral.

En ese sentido, Fowler y Kress toman un ejemplo indiscutible de control, el de las reglas y regulaciones, y el lenguaje en el que se expresan:

[…] las reglas son instrucciones para comportarse de maneras tales que acarrean un orden buscado o deseado. Si los participantes no comprenden las formas del comportamiento, la aplicación del control es unidireccional, no hay rastro de negociación en torno al control (1979b, p. 40).

En consonancia con esto, el control es la estrategia discursiva usada por una autoridad, como la organización, para valorar y verificar, pero también para persuadir a los trabajadores, para influir en su mente (Van Dijk, 2000b, p. 304). Según Esther Díaz, el control es el paroxismo (ataque directo) y la exacerbación de la vigilancia (2010, p. 9). La exacerbación se basa en la supervisión detallada del comportamiento, no solo laboral, sino también familiar; no solo grupal, sino además individual, de los trabajadores de una organización.

Si bien la evaluación se hace en espacios cerrados, el control cubre espacios abiertos; es más, externos a la organización (Díaz, 2010). Fowler et al. (1979) indican que “el control se traduce en reglas, instrucciones y regulaciones” usadas para buscar la seguridad y el orden previsible, deseado, incluso con el monitoreo del espacio y el tiempo de los trabajadores de una organización (p. 67).

Discurso y control

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