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1. Las organizaciones: del orden al control

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Para empezar, una afirmación gramatical simple: en su forma sustantiva, “organización” es empresa. En su forma adjetiva, es un principio de orden. Evitar el desorden es una de las razones de la existencia de estrategias y medidas de control organizacional.

Una estrategia para evitar la entropía es la comunicación, ya que es una de las acciones más efectivas para organizar; en especial, me refiero a la comunicación regulativa. Como lo dice Norbert Wiener, “en las comunicaciones y en la regulación luchamos siempre contra la tendencia de la naturaleza a degradar lo organizado y a destruir lo que tiene sentido” (1997, p. 25).

Si la comunicación y sus realizaciones son una de las defensas contra el desorden, es allí donde se enfocó el análisis acerca de la organización, en la producción y en la comprensión de los procesos comunicativos. En Heinz von Foerster encontramos que son los lenguajes elegidos los que pueden lograr el orden o el desorden (1996). Y tal elección lo lleva a preguntarse si ese orden y desorden son invención nuestra o estados observados, para responder que se trata de una invención sobre la cual los sujetos deben asumir responsabilidades.

Las diferentes manifestaciones de la comunicación (oral, escrita) tienen forma y son organizadas, sistemáticas y esquemáticas; ese es su principio. Sin embargo, cuando se usan de cierto modo, los esquemas pueden tornarse complejos, ambiguos, desemantizados, ilegítimos, tensos. Es más, pueden generar mayor entropía. Pueden ser complejos cuando se expresan órdenes deliberadamente ilegibles; ambiguos, cuando no se expone explícitamente el emisor, cuando se oculta o se lanza una orden como si fuera una sugerencia; desemantizados, al tratar de seguir un prototipo de escritura de las órdenes y aplicarlo a diferentes contextos, como si en todos significaran lo mismo, o al obviar las condiciones temporales, las jerarquías, los roles; ilegítimos, al ser expresados por sujetos sin autoridad otorgada por los receptores, y tensos, cuando la cooperación entre los participantes es nula.

Las organizaciones, por su parte, buscan todo el tiempo ser eficientes, dinámicas y funcionales, y para lograrlo usan la comunicación o la información como circuito de autocuidado, conocimiento y orden. Con la información total, todo parece más ordenado, más organizado. Y con el desorden se generan, desde lo comunicativo, muchas sospechas y malentendidos. Por eso es necesario acabar con el desorden, desde la perspectiva de las organizaciones, para que se dé una operación sistemática.

Sin orden en la comunicación dentro de las organizaciones no hay producción, no hay ganancias y menos la posibilidad de una estructura. Dicho orden tiene un origen, unos procesos que llevan a una estructura y, por supuesto, un fin expresado en unos productos.

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