Читать книгу Maternidad Azul - Stephanie Galán - Страница 10
ОглавлениеINTRODUCCIÓN
Desde niña siempre me gustó mucho escribir canciones, poemas y cuentos. Nunca pensé que escribiría algo así y menos que lo compartiría. En algún momento, al ir creciendo, eso se apagó o se durmió, y comencé a pintar. Miles de colores y trazos acompañaron mis tardes y sobre todo noches. Luego eso también lo fui dejando y me convertí en matrona, sumergiendo mis días en el arte de acompañar a mujeres durante el camino a convertirse en madres.
Hoy, todo se ha mezclado y escribir se ha vuelto necesario, esencial. Desde que me convertí en madre hace dos años y un poco más, la escritura ha abierto una ventana por donde entra luz y aire. Es por eso que cuento mi historia, nuestra historia.
¿Qué significa maternidad?¿Qué conlleva ser madre?¿Qué le pasa a la mujer que se convierte en madre? ¿Qué cambios se viven con la maternidad?.
Suena loco, porque como matrona debería tenerlo claro. Sin embargo, luego de tantos años de trabajo con mujeres, acompañando sus maternidades, no había logrado entender lo que era la maternidad hasta que me tocó vivir mi maternar.
Hoy puedo afirmar que la maternidad es el proceso más impactante y movilizador que puede vivir una mujer durante su vida. Nos vemos enfrentadas a nosotras mismas, a los miedos e inseguridades más profundas, a nuestras heridas, es saltar al vacío, tirarse un piquero sin certeza de donde vas a aterrizar, con la responsabilidad de cuidar y guiar a otro ser que dependerá 100% de ti para siempre.
Recuerdo comentar desde la ignorancia: “Habrá muchos momentos en los cuales no sabrás qué hacer, cómo reaccionar. El cansancio te va a ganar todos los días. Ya no dormirás como antes, en realidad nada será como antes”. Lo cierto es que parecía loro repitiendo, ya que nunca antes había sido madre y ni cerca andaba con esas recomendaciones.
Parir es normal, es lo fisiológico, es lo que estamos diseñadas para hacer como mujeres. Gestar es un proceso natural, no es una enfermedad. Pero el orden “lógico” de las cosas puede cambiar en cualquier momento. Esa fue la primera lección que aprendí como madre: realmente no tenemos ni tendremos control sobre nada en la vida, ni siquiera sobre la vida misma. Sin embargo, vivimos en una constante ilusión de tenerlo que nos permite existir.
Atreverse a ser madre requiere de valentía y ovarios, es asumir que el resto de la vida estarás siempre pendiente de que nada malo le ocurra a tus hijos, que el dolor está a la vuelta de la esquina y que no lo podrás evitar. Ser madre es la prueba más grande de descontrol.
Con esos sentimientos, nuestra gestación fue avanzando y las cosas no fueron exactamente como imaginaba. Nos tocó vivir esa situación, cuando las cosas no salen como esperas y de un día para otro debes guardarte las expectativas, ilusiones y sueños en el bolsillo, ponerte una faja con el abdomen partido en dos y levantarte a caminar para eliminar gases y manejar el dolor. Entonces la vida te invita a transitar una maternidad diferente, solitaria y muy dolorosa.
No sabes nada de esto hasta que te despiertas y ahí está la maternidad de la que tanto hablaste, solo que en un formato muy diferente, con un hijo ausente, enfermo o que ni siquiera alcanzaste a conocer. “La vida te prepara para la maternidad” escuché mil veces, pero ¿es posible estar preparada para transitar una maternidad así de compleja? No te embarazas pensando en que algo irá mal, todo lo contrario, pero ocurre y es más frecuente de lo que imaginamos.
Vivir un duelo gestacional o perinatal (muerte de tu bebe in útero o al poco tiempo de nacer) es considerado un duelo diferente a los demás, porque se dan otros procesos emocionales. Desafortunadamente no es una temática que se aborde con soltura y libertad, no es un tema visible y muchas veces pasa desapercibido, acompañado siempre de frases que resuenan terrible, como: “La naturaleza es sabia”, “eres joven puedes embarazarte de nuevo”, “te has ganado un angelito en el cielo”, “mejor que muriera a vivir una vida llena de sufrimiento”, “es terrible, pero…” más cualquier frase para alegrarte, cuando en realidad no hay peros.
Y claro, cuesta saber qué decir, cómo reaccionar y qué pasos seguir cuando muere un bebé. Familiares y amigos evitan mencionarlo por miedo a causar más dolor que alivio. En el intertanto, los padres viven su experiencia en soledad y profunda amargura.
Tampoco existen rituales religiosos que legitimen, faciliten y reconforten a los padres. Toda la temática administrativa resulta ser una tortura. En Chile, al menos en eso se ha avanzado con la promulgación de la ley que permite inscribir a los “no nacidos vivos” en el Registro Civil. Gran paso, sin duda, en el camino de acompañamiento a tantas familias que han vivido una pérdida.
La muerte de un hijo se vuelve un desafío. Además del dolor desgarrador que puede generar, acarrea dificultades en la relación de pareja y hay que aprender a re-conectarse desde otro lugar: desde el vacío de cada uno y desde la percepción de dolor que se vuelve tan personal y difícil de compartir.
Una de las cosas que más me sirvió durante mi post parto fue escuchar a otras mujeres con historias similares. A través de sus palabras encontré alivio, sobre todo al saber que “esto” en algún momento bajaría de intensidad. Varias de esas mujeres hoy existen en estas páginas, compartiendo un mensaje claro: en algún momento en este camino, todo cobra sentido.
Estas páginas buscan acompañar y aportar bienestar a mujeres que transiten situaciones similares. Ojalá pudiera convertirse en una luz para cuando las demás se apaguen y un abrazo para cuando sientan que son las únicas atravesando un momento así de brutal y duro.
El dolor de tener que despedir a mi hijo de a poco fue tomando otro color, se fue canalizando a través de un impulso creativo muy intenso, y el mensaje se expresó cada vez más claro. Nuestra historia tenía que ser contada y compartida con otras mujeres. Existió una red hermosa que nos sostuvo y siento que es algo importante de replicar.
Así nace este libro, enfocado en la necesidad de transitar juntas, en una especie de tribu, la muerte de un hijo, al margen de las semanas de gestación, de vida extrauterina y contexto. Porque a todas nos une algo muy poderoso: el amor por nuestros niños que partieron, las toneladas de amor y sueños que quedaron sin concretarse y el vacío inmenso que se nos vino encima de un día para otro.
Los rituales de despedida que me tocó presenciar durante mi carrera no fueron más que una preparación para este momento en que puedo valorar la importancia de todos los detalles y cariño invertido, del silencio y del lenguaje no verbal. Hoy puedo entender cómo estamos construyendo experiencias emocionales día a día junto a otras mujeres, y cómo impacta eso a largo plazo en nuestra salud física, mental y emocional.
Que nuestra historia sea un reflejo de lo esencial que es vivir una experiencia así sostenida, acompañada y rodeada de respeto, al margen del lugar y contexto en el que ocurra.