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PRÓLOGO
ОглавлениеOctubre de 2011
Los conductores terminaron de cargar el equipaje en los dos coches negros, demasiado lujosos para no atraer las miradas curiosas de todo el pueblo.
―Este es el momento de la despedida ―dijo la madre de Emily con los ojos aún hinchados de llorar, después de los últimos días que había pasado discutiendo para acabar rindiéndose tristemente a la decisión de su hija y permitir que se fuera para buscar su destino y hacer realidad sus sueños.
Emily corrió hacia ella entre lágrimas de exaltación y ansiedad por esa partida inminente y bastante precipitada.
―Me encantaría que pudieras venir conmigo ―le susurró al oído mientras la abrazaba con fuerza.
―Sí, a mí también, cariño ―suspiró dolorosamente su madre, pensando en las obligaciones que la mantenían anclada a ese pequeño pueblo y sus habitantes. Tenía un trabajo y su jefe se había negado a concederle un permiso de tres meses, amenazando con echarla. No podía dejarlo y quedarse sin dinero. Tenía responsabilidades y ahora estaba sola. Además, si las cosas no le iban bien a su hija, tendría que volver a sostener económicamente a las dos. A eso se sumaba que no podía dejar sola a su hermana, cuyo marido se había esfumado, dejando de contribuir al sustento de la familia.
―Ya verás, pronto será Navidad. No habrás tenido tiempo de echarme de menos y ya estaré de vuelta―le aseguró Emily, separándose de su madre con una de esas hermosas sonrisas suyas que podrían contagiar de felicidad incluso a la persona más enfurruñada y triste del mundo.
―Por favor, ten cuidado.
―Ya tengo dieciséis años. He crecido y la señora Martens va a cuidar de mí todo el tiempo.
Después de separarse de su madre, que parecía incapaz de soltarla, corrió a abrazar a su prima, que estaba rígida y temblorosa al borde de la calle.
―¡Oh, Leny! ¡Te voy a extrañar mucho!
―Yo también ―susurró su prima intentando controlar las lágrimas con un esfuerzo casi sobrehumano. Sumergida en el pelo sedoso y rubio de Emily, olía su perfume por última vez, sabiendo que nunca lo olvidaría.
Emily había sido como una hermana para ella durante todos esos años vividos en la casa conjunta, compartida por las dos familias desde que murió el padre de Emily, cuando ella tenía solo dos años.
Desafortunadamente, la soledad también había afectado a su tía, abandonada por su traicionero y falso marido, que la dejó sola con una hija pequeña y un mar de deudas.
Así las cosas, las dos hermanas se armaron de coraje y se fueron a vivir al campo en una casita que dividieron en dos apartamentos.
Emily vivía con su madre en el piso superior, su tía y Leny vivían abajo.
Las dos niñas nacieron en el mismo año y tuvieron que compartirlo todo debido a las dificultades económicas de sus madres, por lo que se habían hecho muy cercanas y se querían mucho.
Pero ahora el destino había decidido separarlas, y aunque a Leny le hubiera gustado gritarle a su prima que no se fuera, no podía hacer eso. Ella sabía lo mucho que esa oportunidad significaba para el futuro de su prima y, en el fondo de su corazón, sentía que esa decisión llevaría a Emily a lo más alto, como ella deseaba: ¡quería convertirse en una estrella de cine!
Aunque esa inminente separación la hiciera sufrir, nunca jugaría la carta del chantaje emocional. Sabía que tenía que dejarla ir. Por su bien.
Pensando solo en eso, Leny pudo retener sus lágrimas y mostrar una de sus características sonrisas tímidas.
―Prométeme que no me olvidarás ―dijo Emily abriendo sus ojos azules con esa mirada mustia y encantadora que la haría ganar el favor del público.
―¡Eso es imposible! Siempre estarás conmigo. En mi corazón ―respondió Leny con su voz tímida y dulce.
―Sabes que me será difícil comunicarme contigo, pero te juro que cada noche, antes de acostarme, miraré al cielo y te desearé buenas noches.
―¡Oh, Emily! ―susurró su prima, volviendo a abrazarla por última vez antes de que llegara la señora Martens, preocupada por perder el vuelo.
―Emily, debemos irnos. Es tarde ―dijo en su habitual tono enérgico.
Las dos primas se miraron por última vez prometiéndose en silencio que nunca se olvidarían la una de la otra.
Leny hubiera querido seguir a Emily hasta el coche, pero el dolor por su partida no le permitió mover un músculo y la chica pronto fue escoltada por su madre y su tía para el momento de los últimos consejos.
Leny tardó un tiempo en poder moverse, y se acercó al otro coche, que estaba esperando todavía aparcado en el estrecho camino de tierra, un poco detrás del otro.
De repente, el dolor por lo que estaba a punto de pasar se hizo tan agudo que la dejó sin aliento.
Ese día no solo estaba saliendo de su vida por los próximos meses o años la que era más que una hermana para ella, sino también su mejor amigo.
Ni siquiera podía imaginar cómo sería ir a la escuela sin Emily y su aura de belleza, que solía llamar la atención de los chicos más lindos y a veces la protegía de las malas compañeras que se burlaban de ella por sus orejas, ligeramente sobresalientes.
Como si eso no fuera bastante, también se encontraría sin él.
Chris.
Su mejor amigo, con quien ella y su prima pasaban todas las tardes, a quien miraba a menudo desde la ventana de su habitación, que se abría directamente frente a la suya.
Durante toda su infancia tuvo su grupo de amigos, pero debido a su exagerada timidez, solo su prima y Chris se habían ganado su confianza.
Él era el único que la hacía reír y liberaba la charlatanería que ocultaba a todos los demás.
Tal vez porque era dos años mayor que ellas, o porque lo habían puesto al cuidado de su abuelo después de haber perdido a sus padres.
En cualquier caso, Chris era el único que podía vencer su miedo por el mundo exterior y… hacer que su corazón latiera rápido.
Cuando oyó el ruido metálico y crepitante de la vieja puerta de la casa del abuelo de Chris, el corazón de Leny dio un brinco.
Se giró y vio al chico acercarse caminando con su único pariente vivo, que le estaba dando el último consejo.
―…es importante. Ese mundo es inseguro.
―Ya me lo has dicho, abuelo.
―Recuerda siempre cuál es la verdadera brújula de la vida.
―Lo haré, abuelo.
―Tu corazón, muchacho. Tu corazón. Ni dinero ni fama, como intentarán hacerte creer ―sermoneó el viejo mientras se acercaban a la señora Martens para obtener las últimas explicaciones sobre el viaje.
Chris se detuvo.
Estaba nervioso y su cara estaba cansada y afectada. Había pasado los últimos días sin dormir tratando de decidir si esta era la elección correcta: dejar a su abuelo, a sus amigos, su casa para ir al extranjero y convertirse en actor.
Finalmente había tomado la decisión, pero ahora, frente a la mirada temerosa y desconcertada de Leny causada por la alteración y el cambio, sentía una punzada de indecisión en su corazón.
La vio acercarse a él asustada y temblorosa, ceñida en su chaqueta vaquera.
―Emily ya está en el auto ―le avisó en voz baja, tratando de no mirarle a los ojos porque temía no poder contener las lágrimas. Esa sería la última vez que hablaría con él en mucho tiempo.
¿Cómo podría dormirse sin la compañía de aquella lámpara encendida hasta altas horas de la noche o salir con el resto del grupo sin su presencia para protegerla y tranquilizarla?
Pero, sobre todo, ¿cómo podría vivir sin tenerlo cerca cada día de su vida?
De repente, abrumada por las emociones, se cierra aún más la chaqueta.
―¡Estás temblando! Deberías ponerte algo más calentito, si no quieres resfriarte ―se preocupó él inmediatamente, frotando vigorosamente sus brazos y luego su espalda para calentarla.
Pocos segundos después se sintió sobrecogida por uno de los abrazos más cálidos y dulces de Chris.
¿Cómo podría dejarlo ir?
No podía.
Presa de sus propias emociones, se encontró llorando silenciosamente contra el pecho del chico.
Lo abrazó instintivamente con todas sus fuerzas.
―Te echaré de menos, Leny ―confesó él besando su pelo castaño claro.
Ella deseaba poder decirle que también lo extrañaría mucho, pero se quedó callada temiendo no poder controlarse y acabar rogándole que no se fuera.
―Pero tengo que hacerlo. ¿Lo entiendes? ―continuó con voz decidida y seria―. Te prometo que me convertiré en un actor rico y famoso, y te compraré una casa para ti y para tu madre. Te haré feliz.
¿Pero qué sería la felicidad para ella si él no iba a estar cerca?
Lentamente se apartó de él y le miró a los ojos, a pesar de que las lágrimas le empañaban la vista.
Se perdió en esos fantásticos ojos verdes que siempre la miraban con cariño y dulzura.
Ella sabía cuántas dificultades había tenido que enfrentar en su joven vida, y ahora el destino le estaba dando la oportunidad de cambiar su futuro como a menudo había deseado.
―No me importa si te conviertes en un actor rico y famoso. Solo deseo que seas feliz.
«Incluso aunque sea sin mí».
Ella lo vio dudar y agarrarse la mandíbula con nerviosismo, sus ojos estaban acuosos por la tristeza.
A pesar de las lágrimas en su cara, con forma de corazón, ella sonrió tímida y simplemente le rozó la barbilla afeitada con las yemas de los dedos.
Sorprendido por ese toque inesperado, agarró la mano de ella y la llevó a su corazón.
Siguieron mirándose fijamente hasta que el peso del momento se hizo insoportable.
―¿Me extrañarás, Leny? ―preguntó con voz ronca, rodeando su cara con sus manos.
La pregunta entró como un tsunami en la ya débil psique de Leny, y ella estalló en un gemido incontrolado que la hizo casi caer.
Afortunadamente Chris seguía abrazándola fuerte y eso evitó que cayera al suelo.
Tan pronto como Leny volvió en sí, Chris relajó su abrazo y los dos se encontraron perdidos el uno en los ojos del otro.
Aunque se conocían desde que ella tenía solo tres años, en los últimos dos las cosas habían cambiado. Leny había empezado a mirarlo de una manera distinta y deseaba un contacto físico más cercano con él.
Como las otras chicas, ella también había empezado a mirar a los chicos bajo una luz diferente de un tiempo a esta parte, y miraba a Chris por la ventana cuando se desvestía, lo que la confundía y desconcertaba, pero nunca había querido investigar a fondo el motivo de su curiosidad, ya que le importaba demasiado su amistad y el equilibrio que existía entre Chris, Emily y ella.
Es más, rara vez había estado a solas con él, sin la presencia cautivadora de Emily, con quien Chris compartía muchas pasiones, como la de actuar. O sin la multitud de chicas que a menudo seguían a Chris tratando de captar su atención, atraídas por su buen aspecto.
Pero ahora estaban solos.
Nadie los miraba.
De repente, los ojos de Chris se iluminaron con un brillo desconocido para Leny.
―Chris… ―suspiró afligida.
Ella lo vio desviar la mirada de sus ojos a su boca, y antes de que pudiera darse cuenta, los labios cálidos y suaves de Chris estaban en los suyos, estremeciéndose.
Un beso. Ese beso fue suficiente y finalmente abrió la cerradura del corazón de Leny, que descubría el amor por primera vez. Amor de verdad. El que va con A mayúscula.
Ella sintió su boca moviéndose sobre la suya, mientras ese nuevo sentimiento inundaba su corazón hasta dejarla sin aliento.
Cuando Chris se separó de ella, se encontró jadeando.
Se pasó la lengua por los labios ardientes. Sabían a lágrimas y a él.
Nunca olvidaría aquel sabor tan dulce y masculino al mismo tiempo.
Su corazón seguía martilleando frenéticamente en su pecho, cuando escucharon la voz de la señora Martens llamándolo para que subiera al coche.
Ese momento mágico de ternura se desvaneció en un instante, dando lugar a la más oscura desesperanza.
Leny deseaba con todas sus fuerzas gritarle que no se fuera, porque lo amaba. Ahora lo sabía. Estaba muy segura, pero su mente le impedía poner fin a los sueños de Chris por puro egoísmo.
―Leny, ¿me extrañarás? ―le preguntó con voz rota.
―Yo…, no sé cómo podré seguir sin ti, sobre todo porque he entendido que te quiero.
―Leny, una palabra tuya será suficiente… Solo una y me quedaré aquí. Contigo.
¿Cómo podía cargarle esa responsabilidad?
¿Cómo podría ser ella la que eligiera entre hacer realidad su sueño de amor o el sueño de él de triunfar en el mundo del espectáculo?
Ella realmente deseaba declararle sus sentimientos y permanecer en sus brazos para siempre, pero se dio cuenta de lo injusto que sería cortarle las alas.
Un prometedor director de cine había visto en él un talento natural y una futura carrera como actor. ¿Cómo podía quitarle todo eso?
Se obligó a sí misma a apartarse de él, con la certeza de hacerlo solo por el amor infinito que sentía por él, y él quedó abatido.
―Debes irte o perderás el vuelo ―logró decir ella tratando de mantener la voz firme.
―Leny, yo… te…
―Estaré bien. No te preocupes.
―¿En serio?
Lenny asintió intensamente, sentía que había perdido el control de su dolor.
―Volveré pronto ―susurró casi tan sorprendido como ella.
Ella consiguió sonreír por última vez antes de darse la vuelta y volver corriendo a casa, mientras su corazón se rompía en mil pedazos.
―Cuida de mi abuelo. ―Esas fueron las últimas palabras que escuchó de Chris antes de llegar a la puerta de su casa y cerrarla tras ella.
Ni siquiera escuchó los coches arrancando ni las últimas despedidas a gritos de su madre y de su tía, porque en cuanto la puerta se cerró tras ella, cayó al suelo rota de dolor.
Un dolor oscuro y profundo que rompió su alma.
Y esta vez no había nadie para consolarla. Ni siquiera Emily.