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INTRODUCCIÓN

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Aún desconozco por qué las plantas brotan de la tierra, flotan en arroyos, se arrastran sobre las rocas o salen del mar. Su misterio me fascina y sus variedades y tipos me absorben. Son visibles en todas partes y al mismo tiempo permanecen ocultas.Liberty Hyde Bailey

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Las plantas me tranquilizan. En cuanto comencé a adquirir plantas para decorar mi espacio, sentí que una luz se encendió dentro de mí y me percaté de que había permanecido en la oscuridad durante demasiado tiempo. No puedo decirte por qué, pero así es.

—Tomas

Durante años he querido escribir un libro sobre plantas. Pasé gran parte de mi infancia al aire libre. En la primavera y el verano, corría a través del pasto Timothy (Phleum pratense), afectuosamente conocido como “pasto que te hace cosquillas en el trasero”, y emergía con las piernas asoleadas y llenas de restos de espuma de ninfa y marcas rojas provocadas por el contacto con la abrasiva festuca (Festuca arundinacea), la cual contiene sílice y hierba de centeno (Lolium perenne). En los meses otoñales más fríos, me regocijaba en los brillantes tonos rojos y ocres con motas doradas de las hojas que transformaban el paisaje. En los meses invernales, cuando mis manos enguantadas recogían pedazos de nieve color alabastro, a menudo me deslumbraban los musgos color esmeralda que se acurrucaban cómoda e impávidamente bajo sus iglús en el lecho forestal.

Es difícil expresar cuán viva me siento cuando estoy al aire libre, entre todas las complejidades y misterios del mundo natural. He dedicado gran parte de mi vida profesional a reconectar a las personas con la naturaleza. Con el paso del tiempo, mi trayectoria profesional me condujo a la ciudad de Nueva York, donde tuve que abandonar mi mosquitero, mis botas y, en gran medida, el estilo de vida al que estaba acostumbrada. Hice este sacrificio a fin de explorar cómo podrían las poblaciones urbanas reconectarse con su entorno a través de los productos que consumen con regularidad, como ropa, cosméticos y comida; y las acciones que realizan a diario, como preparar y comer más alimentos de origen local (ahondaremos en eso más adelante). Dado que en ese momento me resultaba imposible salir por la puerta trasera de mi casa para adentrarme en la naturaleza, necesitaba una manera de traer la naturaleza a mí. Tuve que hacerme de un espacio verde en mi departamento y mi comunidad urbana, lo cual implicaba formar una relación completamente nueva con las plantas en un contexto totalmente distinto.

Entonces, empecé. Primero con una higuera hoja de violín (Ficus lyrata) en mi habitación hace más de diez años. Hoja por hoja, fronda por fronda, flor por flor, mi colección de compañeras verdes de interior creció. Descubrí plantas a un costado de la carretera, en macetas de ventanas olvidadas mucho tiempo atrás, en mercados de agricultores y tiendas de jardinería locales e incluso brotando con valentía a través del pavimento agrietado. Muchas encontraron un hogar conmigo. Las acomodé en resistentes macetas de terracota, hermosas maceteras, coladores de cocina (¡ideales para drenar!), canastas tejidas, tarros Mason y montones de latas de té recicladas. Hallé maneras y lugares económicos y originales para almacenarlas, colgarlas, arroparlas, anclarlas, asegurarlas y suspenderlas, obviando la cantidad y la angostura de los alféizares de mis ventanas y habilitando los muros, postes, pilares, vigas e incluso un enrejado que encontré en la calle. Poco tiempo después, contaba con más de 1,000 plantas y alrededor de 550 especies en mi hogar, bautizado acertadamente por uno de mis amigos como: “Los jardines colgantes de Brooklyn”.

Al parecer, mis esfuerzos resonaron en mucha gente. Me sorprendió descubrir que mi frondoso departamento se hizo viral. En cuestión de meses, millones de personas reproducían videos o compartían historias sobre las plantas en mi casa. ¿Acaso buscaban la primicia del día? No lo creo. Aunque el encabezado “Mujer vive con cientos de plantas de interior en su casa” puede resultar atractivo, yo sospechaba que algo más se escondía detrás del interés de la gente. Tampoco creía que simplemente buscaran inspiración para decorar el interior de sus casas. He aprendido que las plantas nos ofrecen mucho más que una decoración atractiva. De hecho, muchas personas compartieron conmigo sus historias —algunas de las cuales encontrarás en este libro— sobre cómo la comunión con las plantas mejoró su vida de incontables maneras:

Amo el aire limpio que se respira en mi sala de estar. Además, el color que agregan las plantas a mi hogar me llena de felicidad. Vivo en un departamento de sótano sin ventanas, por ello me emocionó ver que mis plantas prosperaban bajo la luz artificial de los focos. —Alamay

A mi esposo y a mí nos encanta tener plantas. El aire se percibe más limpio, y verlas sobre el alféizar de la ventana al despertar es relajante. Cuidarlas y regarlas me hace sentir tranquila y llena de propósito, como si de alguna manera cultivara un éxito modesto. Cuando florecen o simplemente crecen, de alguna forma yo también siento que crezco. Y alimentarlas con fertilizante natural me recuerda que necesito nutrirme a mí misma. —Sarah A.

@clandestine_thylacine

He notado que estar en un espacio lleno de plantas posee una energía cargada del aroma del follaje, además de que el aire me refresca. Cuidar mis plantas aquieta mi mente. Bajo el ritmo mientras busco hojas que podar, y cuando las riego recuerdo que operan bajo su propio horario. Cuando estoy con mis plantas, la vida se percibe agradable y apacible. —Madeline T.

Siempre pensé que era incapaz de mantener una planta con vida. Cuando nació mi hijo, mi experiencia durante el parto fue particularmente traumática y desarrollé depresión posparto, la cual me condujo a un lugar muy oscuro. A sugerencia de una amiga que es terapeuta hortícola comencé a cultivar plantas. Aprender a cuidarlas, observarlas y verlas crecer me dio la seguridad para notar que mi hijo también crecía. —Liz

Cuando empiezo a ponerme ansiosa, necesito moverme para distraer mis pensamientos. Por lo general, me dedico a trasplantar mis plantas de interior y a desenredar sus raíces, asegurándome de que tengan suficiente espacio para crecer y respirar. También suelo sentarme con ellas y analizar su follaje único. A veces dibujo lo que observo. Me asoleo con ellas durante el día por unos cuantos minutos y entonces recuerdo que debo respirar con mayor profundidad. —Ivy

Lo que siempre resulta sorprendente de los mensajes que recibo de la gente de mi comunidad es cuán alejados parecemos estar del exterior y cuán gratificante resulta encontrar nuestro camino de regreso a la naturaleza y las plantas. Entonces, ¿por qué no todos lo hacemos?

Probablemente porque la tarea parece intimidante o imposible, pues involucra un cambio significativo en el estilo de vida. La jardinería, tal y como la conocemos hasta ahora, no se ha adecuado al éxodo de la sociedad del campo a los centros urbanos. La mayoría de nosotros carece de un pedazo de tierra fértil propia.

Sin embargo, mi experiencia de crecer inmersa en la naturaleza está al alcance de todos —incluyendo a quienes viven en minúsculos departamentos en ciudades, quienes no saben nada sobre plantas o piensan que están demasiado ocupados como para cuidarlas, quienes nunca se consideraron aficionados a la naturaleza o están convencidos de que no tienen “el toque” para las plantas. He encontrado atajos, soluciones temporales, modos y hábitos estratégicos que puedes utilizar para atraer a las plantas y sus cualidades vitales hacia ti sin importar dónde vivas y tu nivel de experiencia. Al hacerlo, no sólo aprenderás cómo incorporar plantas a tu vida y mantenerlas, sino que también descubrirás cómo participar en un emotivo diálogo entre humano y planta que podría ofrecerte lecciones invaluables sobre ti mismo y tu lugar en la Tierra.

Aunque éste es un libro sobre plantas, te sorprenderá escuchar que Cómo despertar el amor de una planta no es estrictamente un título de jardinería. Más bien es una especie de libro sobre relaciones. Las plantas, lo sepamos o no, son parte integral de nuestra vida desde que nacemos. En muchos casos, quizá ni siquiera nos percatamos de su presencia; o si lo hacemos, sólo las reconocemos como interesantes objetos de fondo o algo meramente decorativo. Sin embargo, aunque tal vez parezca una obviedad, las plantas son seres vivos que respiran y que, al reconocerlas e incorporarlas con mayor intención a nuestras vidas, pueden ser sumamente gratificantes. Aprender a vivir con plantas y desarrollar una relación con ellas son metas que cualquier persona motivada puede lograr. No obstante, tener una relación sólida, saludable y satisfactoria con otro ser humano no sólo implica seguir una serie de “recomendaciones de cuidado”, lo mismo sucede con las plantas. Las relaciones sólidas, gratificantes y duraderas requieren una dosis saludable de observación, respeto, esfuerzo, comprensión y amor —temas que cubriremos en este libro.

Ten por seguro que también compartiré consejos sobre cómo cuidar mejor tus plantas, aunque convertirte en un experto en el cuidado de plantas es sólo uno de los beneficios que espero obtengas de este libro. Aprender a ser un buen guardián de plantas puede propiciar algo mucho mejor, ya que en el fondo éste es un libro sobre cómo desarrollar habilidades cotidianas y rituales significativos que impacten positivamente nuestra vida —y cómo generar relaciones todavía más saludables y sólidas con nosotros mismos, nuestra comunidad y nuestro hogar, aquí en la Tierra— a través de nuestra relación con las plantas. No sólo me refiero a las plantas que elegimos como acompañantes en nuestro hogar sino también a aquellas que podríamos ignorar en el mundo que nos rodea: las tenaces hierbas que sobreviven contra todo pronóstico en la grieta de una banqueta… las plantas en el jardín comunitario al final de la cuadra, cuidado amorosamente por voluntarios locales… los árboles de los grandes y enigmáticos bosques que residen en nuestra mente como un cuento de hadas, un recuerdo lejano almacenado en las profundidades de nuestro adn —un recordatorio de que, en algún punto, todos emergimos del vientre terroso de la madre naturaleza.

A lo largo de este libro trazo la ruta de nuestra migración como sociedad lejos de la naturaleza, así como la renovada aceptación de las plantas en nuestra vida, aunque de nuevas y distintas maneras. Asimismo, también te reto a ampliar tu visión sobre las plantas y te animo un poco a ver la vida desde su perspectiva. Lo que descubrimos es que, a medida que conocemos un poco más sobre las plantas, contactamos más con nosotros mismos y a través de esa conciencia y observación, no sólo cuidamos mejor de las plantas sino también de nosotros mismos, la gente que nos rodea y nuestro planeta. Así que, adentrémonos en el mundo de las plantas y descubramos cómo cultivar nuestro propio espacio verde —en nuestro hogar, nuestra mente y nuestro corazón.

Cómo despertar el amor de una planta

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