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ОглавлениеCapítulo 1
Respeto y cooperación: lo que quieren madres y padres y cómo conseguirlo
El respeto y la cooperación ocupan una posición muy alta en la lista de aquello que madres y padres nos cuentan que esperan de sus hijos e hijas. Tal vez sea una de esas personas que en medio de una discusión oye dispararse automáticamente en su interior una voz que dice: “¡por favor, necesito más respeto y cooperación!” Tal vez sea una de esas personas que se preguntan qué le impide recibir el respeto y la cooperación que desea de sus hijas e hijos. Después de todo lo que hace por ellos y ellas, podría decirse que no es pedir demasiado. ¿O sí? Sí y no. El respeto y la cooperación son cosas sencillas porque se trata de necesidades básicas que todos tenemos. Por otro lado, establecer las condiciones para que puedan darse requiere más atención de la que podría imaginar.
Nosotras hemos descubierto que puede avivar el flujo del respeto mutuo y la cooperación si está dispuesta o dispuesto a hacer lo siguiente:
¿Qué pasaría si tan solo una generación fuera criada con respeto y sin violencia?
Gloria Steinem
Recordar que sus hijas e hijos aprenden de lo que usted vive.
Cooperar con sus hijas e hijos.
Valorar por igual sus necesidades y las de sus hijos e hijas.
Revisar lo que cree que sabe sobre niños y niñas.
Desarrollar y practicar las 7 claves que constituyen la esencia de la crianza respetuosa.
Aunque madres y padres hablan mucho de respeto y cooperación, nosotras pensamos que la confusión en torno a estos términos es enorme. Cuando se pregunta a madres y padres, no tienen del todo claro qué quieren decir en las ocasiones en que usan esas palabras; incluso pueden querer decir cosas diferentes en momentos diferentes. Y, para colmo, la manera en que tratan de conseguir respeto y cooperación por parte de sus hijas e hijos con frecuencia se les vuelve en contra porque no han sido capaces de demostrarles ni respeto ni cooperación, al menos según entendemos dichos términos en este libro.
La cooperación es una vía de doble sentido
Resulta que muchos padres y madres, en lugar de entender la cooperación como una relación que funciona en dos sentidos, piensan que su único propósito es conseguir que sus hijos e hijas hagan lo que sus padres y madres quieren que hagan. Cuando niñas y niños no hacen lo que se espera, se les reprocha que no colaboran, y a partir de ese punto la situación puede derivar fácilmente a insultos, críticas, culpabilización, discusiones y peleas. Más tarde, al intentar arreglar las cosas, a menudo se recurre a cesiones, negociaciones y regateos, mediante los cuales raramente se satisfacen plenamente las necesidades de nadie.
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¿Qué significa para usted la palabra cooperar?
¿Alguna vez ha dicho a su hijo o hija algo parecido a: Tu habitación está hecha un desastre; quiero que la limpies antes de irte a jugar? Seguramente luego se preguntó por qué no le había obedecido enseguida y sin perder la sonrisa. Usted tomó una decisión unilateral y esperaba de su hija o hijo que obedeciera y cumpliera con sus expectativas en cuanto al momento de limpiar y los estándares de limpieza. Porque, al fin y al cabo, ¡yo soy la madre! (o el padre). Esta actitud, sin embargo, no toma en consideración el punto de vista de su hija o hijo. Cuando no toma en consideración los pensamientos, sentimientos y necesidades de sus hijos e hijas ni las posibles soluciones que pueden aportar para terminar con la habitación limpia, corre el riesgo de perder su respeto y buena voluntad. Esas quejas y resistencias son consecuencias naturales de su decisión de actuar sin tener en cuenta la opinión de sus hijas o hijos.
El prefijo co- de cooperación significa conjuntamente, como en co-creación y co-autora. Oper quiere decir trabajar, de modo que cooperar significa trabajar conjuntamente. La verdadera cooperación no es algo que se pueda imponer. Cuando no se trabaja conjuntamente en el funcionamiento de un hogar –con acuerdos mutuos sobre las reglas que afectan a la vida de los niños y las niñas y recurriendo a la resolución conjunta de problemas y a la toma conjunta de decisiones– cabe esperar las siguientes consecuencias: resistencias, discusiones, sentimientos heridos, luchas para imponer la propia voluntad y dependencia de los castigos y las recompensas. Una ley fundamental de las relaciones humanas es: si no hay coen el funcionamiento del hogar, se genera resistencia, que a su vez conduce al uso de castigos y recompensas para forzar a la otra persona a obedecer, lo que a su vez provoca todavía más resistencia, y así sucesivamente. Las madres y los padres que eliminan el co- del funcionamiento de sus hogares están destinados a cosechar las consecuencias de dicha omisión. Si no está trabajando de manera conjunta con sus hijas e hijos, ellas y ellos no van a querer trabajar con usted.
Una joven compartió la siguiente historia con nosotras: su padre solía obligarla a limpiar su habitación según unas especificaciones muy estrictas; llegaba incluso a levantar el borde de la alfombra para revisar si había limpiado por debajo y, si encontraba unas migas sin barrer, la castigaba. Cuanto más insistía él en que ella hiciera las cosas así, más crecía la hostilidad y la resistencia de ella. La hija limpiaba la habitación porque tenía miedo de su padre y temía lo que le podría suceder si no lo hacía. La limpiaba con rencor en lugar de hacerlo movida por el deseo de cooperar y contribuir al buen funcionamiento del hogar.
Juntas, las personas podemos ser más sabias de lo que cualquiera sería sola.Necesitamos saber cómo hacer que esa sabiduría fluya.
Tom Atlee
¿Hasta qué punto podría haber sido diferente esta situación si ella y su padre hubieran acordado los estándares de limpieza juntos, si ella hubiera sido incluida a la hora de juzgar si la habitación estaba limpia o no?
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¿De qué manera podría estar olvidando el code cooperación en el funcionamiento de su hogar?
Si está omitiendo el co- en su manera de hacer, ¿cuáles son las consecuencias de sus acciones?
Escriba al menos una cosa que podría hacer para contribuir a que aumente la cooperación en su hogar.
La cooperación es una técnica de supervivencia
La cooperación es un objetivo para madres y padres; se trata de algo que desean que esté más presente, más a menudo. También es una competencia que hay que desarrollar. A fin de sobrevivir y prosperar, todas las especies de este planeta tienen que adquirir esa habilidad. Nuestra capacidad de sobrevivir como seres humanos y de prosperar en una sociedad global cada vez más interconectada pasa por aprender y poner en practica los matices de la cooperación.
Los seres humanos han estado funcionando de un modo fieramente competitivo durante más de diez mil años2, ejerciendo poder los unos sobre los otros para obtener privilegios tribales, nacionales o personales. El desequilibrio de poder, la no consideración de las necesidades básicas de millones de personas, así como las de especies no humanas y de la propia Tierra, han tenido como resultado conflictos inacabables, guerras y devastación. Hay muchos indicadores económicos, sociales y ecológicos de que la forma en que nuestra especie ha estado funcionando es insostenible, de modo que se hace necesaria una nueva manera de cooperar o compartir el poder. Cuando madres y padres fomentan la cooperación en sus familias, se convierten en modelos de cambio para sus hijos e hijas, otras familias y otros miembros de la comunidad, además de tomar parte activa en la creación de un cambio evolutivo hacia la paz y la sostenibilidad global.
La cooperación: una habilidad para la supervivencia
Según la bióloga evolutiva Elisabet Sahtouris, la cooperación es el único camino hacia la sostenibilidad. Los ecosistemas maduros, como las praderas y los bosques pluviales, evolucionan cuando hay más cooperación que competición hostil. El enormemente complejo ecosistema del bosque pluvial es un ejemplo particularmente gráfico de un sistema maduro que ha sobrevivido a lo largo de millones de años porque susespecies han aprendido a cooperar las unas con las otras. En el bosque pluvial, “toda especie está plenamente implicada, todas trabajan de forma cooperativa mientras reciclan todos sus recursos, y todos los productos y servicios se distribuyen de manera que todas las especies se mantengan sanas. Eso es sostenibilidad3”.
Las personas que viven en granjas familiares o pequeñas comunidades no necesitan que se les recuerde la necesidad de cooperar. La construcción colectiva de graneros, las comidas en las que cada cual aporta algo y las cosechas comunitarias han sido la norma durante cientos de años. Sin embargo, las personas que vivimos en unidades familiares más aisladas corremos el riesgo de olvidar que todas pisamos el terreno de la interconexión. Podemos olvidarlo, claro, mientras las cosas fluyen, hasta que sucede algo que afecta al conjunto. Cuando una gran empresa cierra en una comunidad, todo el mundo siente el impacto económico, social y personal del cierre. En 2004, cuando un desprendimiento de tierras en una montaña enterró varios hogares en la aldea de La Conchita (California), las personas de los pueblos vecinos sintieron el impacto y se implicaron, organizándose para apoyar a las familias que perdieron sus hogares y a sus seres queridos. Y un año después, cuando los huracanes Katrina y Rita provocaron inundaciones que destruyeron miles de vidas en Nueva Orleans y otras ciudades y pueblos del sur de los Estados Unidos, todo el país vibró como una red interconectada de dolor y preocupaciones personales, sociales, económicas y ambientales.
Cuando el flujo de la vida comunitaria se interrumpe a causa de crisis naturales o debidas a la acción humana –y la supervivencia se ve claramente comprometida– algo se mueve en nuestro interior, y nos hacemos conscientes de la base de interconexión sobre la que nos sustentamos como comunidad y como especie. Este reconocimiento de nuestra interdependencia –de que todos formamos parte de una gran red de vida, y de que nuestro bienestar está íntimamente ligado al bienestar de las demás personas– nos muestra por qué la cooperación es una habilidad que es importante desarrollar, no solo en aras de la armonía del hogar, sino también por nuestra supervivencia como familia humana.
Las familias son nudos esenciales en nuestra red de interdependencia, y el impacto de las relaciones que se dan en su familia lo sentirán varias generaciones más a través de las vidas de sus hijos e hijas, nietas y nietos. Su forma de abordar la crianza no solo afectará a su familia, sino también a las vidas de cientos y tal vez miles de personas que estarán presentes en el futuro de sus hijas e hijos. No puede elegir si afecta o no a la red de interdependencia; sin embargo, sí puede elegir de qué manera va a hacerlo.
Cooperación es ejercer el poder con sus hijos e hijas
Tenga en cuenta que en todo momento sus interacciones con sus hijas e hijos se basan bien en ejercer poder sobre, bien en ejercer poder con. Tal vez conozca bien ambas interacciones; lo más probable es que una de ellas predomine en su vida familiar. ¿Cuál es?
Crianza ejerciendo poder sobre
Expresiones de este tipo de crianza:
Quiero que hagas esto ahora mismo. Si no lo haces...
¡No me hagas pedírtelo otra vez!
Tienes que hacer lo que se te dice y punto.
¡No me contestes!
¡Me da igual lo que te parezca!
Ya sé que quieres jugar, pero tienes que...
¿Cuántas veces tengo que decírtelo?
Construir unos cimientos de poder sobre implica que usted determina lo que es mejor y lo que es correcto para sus hijos e hijas, les das instrucciones y les fuerza a obedecer. Cuando se opta por esta orientación, se dedica mucho tiempo a echar sermones, aconsejar, discutir, analizar y, sea como sea, a tratar de controlar su comportamiento para que cumplan una serie de expectativas que se aceptan como la única manera correcta de hacer las cosas. En sus esfuerzos por asegurarse de que sus hijas e hijos cumplan las expectativas, madres y padres se encuentran con frecuencia dando órdenes y exigiendo, usando expresiones como tienes que,debes, deberías. También tienen que asegurar la obediencia mediante amenazas de castigos y promesas de recompensas. Los niños y niñas no tienen opciones o tienen muy pocas; y es muy poco frecuente, cuando se da, que se les pida opinión o colaboración para resolver sus propios problemas.
El alma se vacía completamente de su propio contenido para recibir al ser al que está mirando tal como es, en toda su verdad.
Simone Weil
Crianza ejerciendo “poder con”
Expresiones de este tipo de crianza:
Me gustaría que encontráramos una solución que funcione para ti y para mí.
Me siento feliz cuando trabajamos conjuntamente.
Me siento triste cuando alguien no toma parte en las decisiones.
Me gustaría saber qué te parece esto a ti.
Me pregunto qué necesitas ahora mismo.
¿Estarías dispuesto a...?
Por favor, ayúdame a entender lo que tienes en mente.
Me pregunto qué piensas cuando escuchas eso.
Construir unos cimientos de poder con implica que los miembros de la familia cooperan para determinar lo que es mejor para las niñas y las niños, lo que se hace se decide en base a acuerdos mutuos y hay reuniones periódicas para revisar los acuerdos que se han tomado. Los padres y las madres que optan por esta orientación emplean su precioso tiempo de crianza escuchando activamente a sus hijas e hijos y tratando de entenderlos escuchando sus sentimientos, necesidades y deseos. El mensaje principal que envían estos padres es: quiero que encontremos estrategias y soluciones que funcionen para todas las personas implicadas. Estoy dispuesta a r el asunto contigo hasta que lo logremos. Por lo general tendemos a ceder, negociar y regatear – la que normalmente conlleva que alguna persona quede insatisfecha–, en lugar de abordar la raíz de los problemas y preocuparnos por cubrir necesidades de forma que todas las personas implicadas queden satisfechas.
Los padres y las madres que deciden ejercer el poder con sus hijas e hijos no tienen miedo de escuchar sus opiniones. De hecho, es algo que alientan. Se dan cuenta de que escuchar a los niños y a las niñas no necesariamente implica que estén de acuerdo con lo que dicen.Saben que escuchar suele ser solo el principio de un diálogo y que, si primero escuchan, seguramente también tendrán la oportunidad de compartir honestamente sus propios pensamientos, sentimientos y necesidades.
La crianza tiene lugar en un intercambio dinámico entre todos los miembros de la familia. Al vivir de manera auténtica en relación unas personas con otras, hay una sensación de vitalidad y alegría que no tenemos cuando nuestro objetivo es enseñar, predicar o conseguir que los demás hagan lo que queremos.
Simone Weil
Tanto si los cimientos que está construyendo son de poder sobre como de poder con, sus hijas e hijos están aprendiendo de todo lo que dice y hace. Los niños y las niñas asimilan las tácticas que usa y las ponen en práctica con sus hermanos, hermanas, amigas y amigos. Se llevan esas tácticas al colegio, como cimientos basando en ellas su interacción con sus compañeros y compañeras, y las usan para construir los cimientos de sus futuras relaciones.
El respeto es una forma de ver
La buena noticia es que la cooperación voluntaria entre usted y su hijo o hija no solo es posible, sino una consecuencia natural dentro de una relación en la que hay respeto mutuo. El respeto, como la cooperación, también suele malinterpretarse y emplearse de diversas formas.
¿Qué quiere decir cuando pide más respeto a sus hijos e hijas? ¿Quiere que estén más dispuestos a escucharle y a aprender de usted? ¿Quiere más comprensión acerca de sus circunstancias y necesidades como madre o padre? ¿Le gustaría que sus hijas e hijos vieran que su punto de vista es acertado? ¿Quiere decir que necesita la admiración y la estima de sus hijos e hijas? ¿O quiere que hagan lo que usted diga sin cuestionar nada? ¿O quizá todo esto? Con tantas maneras de entender el respeto, ¿es de extrañar que sea tan difícil pedirlo y conseguirlo? Para la mayoría de madres y padres, respeto es una palabra comodín que implica muchos pensamientos, sentimientos y necesidades.
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¿Qué significa la palabra respeto para usted?
El significado esencial de la palabra respeto es mirar. ¿Pero mirar qué? Nosotras creemos que respetar a otra persona es mirar lo que experimenta; concretamente, observar con respeto los sentimientos y necesidades que tiene en ese momento.
Cuando usted mira a su hijo o hija, siempre puede elegir dónde centrar su atención. Puede observar su comportamiento desde su propio punto de vista, a partir de sus deseos y sus juicios. O puede hacerlo desde el punto de vista de su hija o hijo, con respeto por lo que vive y por lo que necesita.
Centrarse en el mal comportamiento
Cuando se centra en lo que su hijo o hija “hace mal”, podría decir algo así: ¿Cómo puedes ser tan descuidado? ¡Pensaba que eras más madura! ¿Qué pasa contigo? Tú sabes hacerlo mejor; debería darte vergüenza.
Cuando se centra en lo que tiene de “malo” en el comportamiento de su hija o hijo, podría decir algo así: ¡Eso que has dicho es horrible! ¡Mira lo que has hecho! ¡Deberías ser más sensata!
Cuando sus propios miedos sobre lo que su hija o hijo podría hacer en un futuro empañan su enfoque, podría decir algo así: Si sigues así, nunca vas a tener éxito. Nunca vas a hacer amigos actuando de esa manera. ¿Cuándo vas a empezar a hacer caso de lo que te digo?
La crianza que se centra en lo que las hijas o hijos “hacen mal”, o en lo que sus actos tienen de “malo”, se basa en la creencia de que regañarles, hacerles sentir mal o castigarles les motivará para actuar de forma diferente. ¿A usted le funciona?
Centrarse en las necesidades
Por más descabellado que le parezca lo que hace su hijo o hija –tirarle del pantalón, gritarle, pegarle, pegar a su hermana o a su hermano, lanzar un juguete– lo único que trata de hacer en ese momento es cubrir una necesidad. Una necesidad que usted también tiene. Tal vez sea una necesidad de atención, de consideración, de elección o de autonomía. Puede que no le guste la manera en que su hija o hijo trata de cubrir esa necesidad, pero tendrá más probabilidades de conectar –y de ayudarle a encontrar una manera mejor de expresarse– si reconoce la necesidad que en realidad está tratando de satisfacer en ese momento.
El padre de la siguiente historia estaba encantado de haber descubierto que podía centrarse en las necesidades de su hijo en lugar de reaccionar a su comportamiento. A los dos meses de haber empezado el curso, en secundaria, Jason, de doce años, había ganado peso. Su madre y su padre hacían acopio de comida saludable en casa, pero sabían que picaba patatas fritas y dulces en el colegio y los fines de semana. Sus padres no querían presionarlo más diciéndole algo al respecto, pero una noche Jason exclamó enfadado: ¡No me puedo creer que esté tan gordo! Su padre nos contó que su primera inclinación fue echarle un sermón: Mira, si dejaras de comer tanta comida basura, perderías peso. Estaba orgulloso de haber sido capaz de mantenerse en silencio, con la esperanza de escuchar a Jason explicar lo que estaba viviendo. Jason continuó: Sé que es toda esa comida basura que como, pero no lo puedo evitar. Después del colegio me apetece mucho y la encuentro en todas partes. Su padre empatizó con Jason tratando de averiguar cuáles eran sus sentimientos y necesidades: Parece que te sientes algo estancado ahora mismo, ¿es eso? ¿Te gustaría encontrar otra manera de liberar estrés y relajarte aparte de comer cosas que engordan? ¿Y ahora mismo no sabes qué podría ser? Las lágrimas fluyeron de los ojos de Jason al tiempo que la rabia contra sí mismo se convertía en tristeza. Sí, papá. ¡Tengo que hacer algo! Su padre volvió a empatizar: Parece que estás bastante motivado para cambiar algunos hábitos. Jason respondió: Sí, papá. ¿Tienes alguna idea?
Como muchos padres harían, el padre de Jason aprovechó sin dudarlo esta invitación para compartir sus opiniones y barajar ideas sobre lo que su hijo podía hacer para cubrir sus necesidades de una forma más saludable.
La cooperación está en nuestros genes
La idea de que la cooperación es necesaria para sobrevivir y prosperar en la vida, y de que es parte de nuestra herencia genética, la sostienen tanto científicos como líderes espirituales.
Los biólogos Tim Roper y Larissa Conradt afirman que existe un instinto natural de cooperación entre los animales para asegurar su bienestar mutuo. En su estudio Group Decision-Making in Animals (Toma de decisiones grupal en animales), concluyen que el estado natural de todos los animales gregarios, incluidos los seres humanos, es la cooperación y no la dominación. Mantienen que la Naturaleza ha dotado a los seres humanos de un sistema de retroalimentación biológico queincluye la producción de endorfinas y sentimientos de alegría cuando nos damos los unos a los otros4. Estos sentimientos nos motivan a continuar reproduciendo y por tanto contribuyendo a la supervivencia de la especie, y más allá, hasta aumentar el bienestar y a la prosperidad del conjunto.
Tenzin Gyatso, el Dalai Lama, también sostiene que la cooperación es una respuesta natural en el ser humano, porque todos somos criaturas sociales, y nuestra supervivencia y bienestar están ligados indisolublemente al bienestar de los demás. El impulso de dar a otras personas y cooperar con ellas por el bienestar mutuo es, por tanto, parte de nuestra naturaleza. En sus palabras: “la interdependencia es una ley fundamental de la naturaleza. No solo las formas de vida más altas, sino también los insectos más diminutos son seres sociales que, sin religión, leyes o educación, sobreviven gracias a la cooperación mutua basada en un reconocimiento innato de su interconexión”5.
Una definición de cooperación que emane de estas perspectivas sería la siguiente: la cooperación es una manera de implicarse en ejercer el poder con otras personas por el bienestar mutuo.