Читать книгу Aunque tenga miedo, hágalo igual - Susan Jeffers - Страница 6

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1. ¿A qué le teme usted… y por qué?

Me dispongo a dictar otra clase sobre el miedo. El aula está desierta. Espero que aparezca mi nuevo grupo de alumnos. Mi nerviosismo al dictar esas clases ha desaparecido ya hace mucho tiempo. No sólo porque lo he hecho ya muchas veces, sino también porque conozco a mis alumnos de antemano. Son como todos nosotros: tratan de hacer lo mejor que pueden y están inseguros acerca de si son suficientemente buenos. Eso nunca varía.

Cuando los alumnos entran en la clase adivino la tensión existente. Se sientan guardando la mayor distancia posible entre ellos, hasta el punto que los asientos sobrantes deben ser llenados por falta de espacio. No se hablan, sólo están sentados con aire expectante. Les quiero por su coraje al reconocer que sus vidas no funcionan como querrían. Y su presencia en clase significa que están dispuestos a hacer algo al respecto.

Comienzo por recorrer el aula y por pedirle a cada alumno que nos cuente qué le cuesta afrontar en la vida. Sus relatos se desarrollan así:

 Don quiere cambiar su antiguo trabajo y consagrarse a su sueño de ser artista.

 Mary Allen es una actriz que quiere descubrir por qué encuentra toda clase de excusas para no asistir a las audiciones de prueba.

 Sara quiere abandonar un matrimonio de quince años y no sabe cómo hacerlo.

 Teddy quiere vencer su temor a envejecer. Sólo tiene treinta y dos años.

 Jean es una persona mayor que tiene miedo a enfrentarse con su médico; éste la trata como a una niña y nunca le da ninguna respuesta directa.

 Patti quiere ampliar su comercio, pero no puede dar el salto requerido.

 Rebeca quiere enfrentar a su marido con cosas que la han estado molestando.

 Kevin quiere vencer un temor al rechazo que le hace muy difícil pedirle una cita a una mujer.

 Laurie quiere saber por qué es desdichada teniendo como tiene todo lo que se puede desear en la vida.

 Richard está jubilado y se siente inútil. Teme que su vida haya pasado.

Y así uno por uno, hasta oír la historia de todos.

Me fascina lo que sucede con el carrusel. A medida que cada uno desahoga su corazón, la atmósfera empieza a cambiar. La tensión se esfuma rápidamente y todos los rostros revelan un gran alivio.

En primer lugar, mis alumnos comienzan a comprender que no son los únicos seres del mundo que tienen miedo. En segundo término, comienzan a notar lo atrayente que se vuelve la gente cuando abre su corazón y comparte sus sentimientos. Mucho antes de que haya hablado el último una atmósfera de cordialidad y camaradería invade el aula. Mis alumnos ya no son extraños el uno al otro.

Aunque el pasado y la situación personal de mis alumnos difieren mucho, las capas superficiales de sus historias privadas no tardan en desaparecer, abriéndole el camino a cada uno para que alcance un nivel muy humano. El común denominador es el hecho de que el miedo les impide a todos ellos experimentar la vida como realmente lo desean.

Esta escena ser repite en cada clase que imparto. A estas alturas, uno podría preguntarse cómo un curso puede dar cabida a todos los diversos miedos expresados por los miembros de la clase... ¡Sus necesidades parecen tan variadas! Esto es cierto. Lo parecen hasta que uno profundiza un poco más y estudia la causa subyacente de todos esos miedos... y de todos los demás.

El miedo puede dividirse en tres niveles.

El primero es la historia superficial, como las ya descritas. Este nivel del miedo puede ser dividido en dos tipos: el que «sucede» y el que exige acción. He aquí una lista parcial de los tipos de miedo del nivel 1:

Los miedos del nivel 1

Los que «suceden»Los que exigen acción
EnvejecimientoVolver a estudiar
IncapacidadToma de decisiones
JubilaciónCambio de profesión
SoledadHacer amistades
Los hijos abandonan el hogarComienzo o final de una relación
Catástrofes naturalesUso del teléfono
Pérdida de seguridad económicaAfirmación de uno mismo
El cambioPérdida de peso
La muerteSer entrevistado
La guerraConducir un coche
Una enfermedadHablar en público
Perder a un ser queridoCometer un error
Los accidentesTener relaciones íntimas
Una violación

Y se podrían agregar algunos más a la lista.

Una de las cualidades insidiosas del miedo es que tiende a impregnar muchos sectores de nuestra vida. Por ejemplo, si uno tiene miedo de hacer nuevas amistades, es lógico que también pueda temer ir a fiestas, tener relaciones íntimas, solicitar empleo, etcétera. Esto resulta más claro si se mira el segundo nivel del miedo, que proporciona una sensación muy distinta de la del Nivel 1. Los temores del Nivel 2 no están orientados hacia la situación, involucran directamente a la integridad del yo.

Los miedos del nivel 2

RechazoSentirse engañado
ÉxitoImpotencia
FracasoDesaprobación
VulnerabilidadPérdida de imagen

Los miedos del segundo nivel están relacionados con los estados interiores de la mente más que con las situaciones exteriores. Reflejan su sentido del yo y su capacidad de enfrentarse a este mundo. Esto explica por qué sobreviene en ese nivel un miedo generalizado. Si usted teme verse rechazado, ese miedo puede afectar casi todas las facetas de su vida, sus amigos, sus relaciones íntimas, sus entrevistas para solicitar un empleo, et cétera. El rechazo es el mismo... dondequiera que se encuentre. De modo que usted empieza por protegerse a sí mismo y, como resultado, se limita enormemente. Acaba por cerrar y excluir al mundo que le rodea. Vuelva a leer la lista del segundo nivel y verá cómo cualquiera de esos temores puede influir sobre muchas facetas de su vida.

El nivel 3 llega a la médula del asunto: es el más grande de los miedos... el que logra inmovilizar a cualquiera. ¿Está usted preparado?

Miedo del nivel 3

¡No puedo manejarlo!

¿Es eso? ¿Es eso lo realmente importante?, podría preguntarse usted. Sé que está decepcionado y que quisiera algo mucho más espectacular. Pero la verdad es ésta:

En el fondo de cada uno de sus miedos está simplemente el miedo

de no poder afrontar lo que pueda depararle la vida

Pongamos a prueba esta afirmación. Los miedos del primer nivel se traducen en:

 No puedo afrontar una enfermedad.

 No puedo afrontar el hecho de cometer un error.

 No puedo afrontar el hecho de perder mi empleo.

 No puedo afrontar el hecho de envejecer.

 No puedo afrontar la soledad.

 No puedo afrontar el hecho de pasar por tonto.

 No puedo afrontar el hecho de perderle/perderla.

 No puedo afrontar el hecho de perder mi dinero.

Los miedos del segundo nivel se traducen en:

 No puedo afrontar las responsabilidades del éxito.

 No puedo afrontar el fracaso.

 No puedo afrontar el rechazo...

De ahí que el tercer nivel se reduzca simplemente a...

«¡No puedo afrontarlo!».

Lo cierto es:

Si usted supiera que puede afrontar

cualquier cosa que se interponga en su camino... ¿Qué tendría que temer?

La respuesta evidentemente es: «¡Nada!».

Sé que, probablemente, usted no habrá saltado de alegría al ver esto, pero créame si le digo que acabo de darle una gran noticia. Lo que acabo de decirle significa que puede enfrentarse a todos sus miedos sin tener que controlar nada del mundo exterior. Esto sería un enorme alivio. Usted no tendría que controlar lo que hace su compañera, lo que hacen sus amigos, lo que hacen sus hijos o lo que hace su jefe. No tiene que controlar lo que sucede en una entrevista, en su empleo, en su nueva carrera, lo que sucede con su dinero o en la bolsa.

¡Lo único que usted debe hacer para disminuir su miedo es aumentar su confianza en su capacidad de afrontar todo lo que se cruce en el camino!

Me estoy alargando sobre este punto porque es muy crítico. A partir de este momento, cada vez que usted sienta miedo, recuerde que ello sólo se debe a que no se siente bien con respecto a su propia persona. Por tanto, proceda a poner en marcha una o varias de las herramientas indicadas en este libro para contribuir a fortalecerse. Usted tiene claramente delineada su tarea. No hay motivo para incurrir en confusión.

Me han pedido a menudo que explique por qué tenemos tan poca confianza en nosotros mismos. Realmente, no sé qué contestar a esto. Sé que algunos miedos son instintivos y sanos y nos mantienen en guardia ante cualquier posible dificultad. El resto –la parte que retrasa nuestro desarrollo personal– es negativo y destructivo y probablemente es el culpable de muchas de nuestras limitaciones.

En toda mi vida jamás escuché que una madre dijera a su hijo cuando se va a la escuela: «Corre muchos riesgos hoy, querido». Lo más probable es que le diga: «Ten cuidado, hijo mío». Este «ten cuidado» contiene un doble mensaje: «El mundo es realmente peligroso» y... «no podrás afrontarlo». Lo que dice mamá, en realidad, es: «Si te sucede algo, yo no podré afrontarlo». Como usted comprenderá, la madre sólo se refiere a su falta de confianza en su capacidad para afrontar lo que se le cruce en el camino.

Recuerdo que yo quería desesperadamente una bicicleta y mi madre se negaba a comprármela. Su respuesta a mis súplicas era siempre la misma: «Te quiero demasiado. No deseo que te pase nada». He traducido esto así: «No eres lo bastante capaz de manejar una bicicleta». Ahora que soy mayor y comprendo más cosas, sospecho que, en realidad, ella quería decir: «Si te pasa algo, sufriré horrores».

En una ocasión, mi madre, una mujer excesivamente protectora, se encontraba en cuidados intensivos tras una grave operación, intubada en la nariz y en la garganta. Cuando me dijeron que era hora de que me marchara, le murmuré al oído –sin saber si me oiría– que la quería y que volvería más tarde. Cuando me encaminaba hacia la puerta, oí una débil vocecita que me decía, –usted lo habrá adivinado–: «Ten cuidado». Hasta en el sopor de su anestesia, mi madre me enviaba advertencias de peligro y más peligro. y sé que ella representa a la gran mayoría de las madres. Si se tiene en cuenta cuántas veces nos han bombardeado nuestros padres con las palabras «ten cuidado»... ¡Resulta asombroso que aún podamos caminar hasta la puerta de la calle!

La causa de nuestros temores reside muy posiblemente en este exceso de precaución. Pero... ¿Importa realmente de dónde provienen nuestras dudas? Creo que no. No me corresponde analizar los porqués de las zonas conflictivas de la mente. A menudo, resulta imposible calcular cuáles son las verdaderas causas de las pautas negativas y, aunque las sepamos, el hecho de conocerlas no las cambia necesariamente. Creo que, si algo le preocupa, usted debe partir simplemente del punto en que está y hacer lo necesario para cambiarlo.

Usted sabe que no le gusta que la falta de confianza en sí mismo le impida conseguir lo que quiere de la vida. El saberlo crea un ángulo de enfoque muy nítido, como visto con láser, de lo que quiere ver cambiado. Usted no tiene necesidad de dispersar su energía preguntándose los porqués. Tanto da. Lo que importa, es que comience ahora a desarrollar su fe en sí mismo hasta llegar a un punto en que pueda decir:

Suceda lo que suceda, en cualquier situación,

¡Puedo afrontarlo!

Me parece oír por ahí a algunos escépticos diciendo: «Oh, vamos... ¿Cómo se puede afrontar una parálisis, la muerte de un hijo o un cáncer?». Comprendo su escepticismo. Recuerdo que, en otros tiempos, yo misma fui una escéptica. Me bastaba con leer y hojear el libro. Con darme a mí misma una oportunidad favorable usando las herramientas proporcionadas por ese libro. Al hacerlo, uno se acerca cada vez más a un nivel tan alto de fe en sí mismo que terminará por comprender que puede afrontar cualquier cosa que se le interponga en el camino. No olvide jamás estas tres palabritas... quizá las tres palabras más importantes que oiga jamás:

¡Yo puedo afrontarlo!

Aunque tenga miedo, hágalo igual

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